23 de septiembre de 2014

Todos los caminos llevan a Roma

El 14 de marzo del año pasado, al día siguiente de la elección del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio como jefe de la Iglesia Católica, los compañeros agrupados en la Corriente Causa Popular hicimos conocer una declaración que titulamos Gozo y esperanza para el pueblo latinoamericano”. En ella decíamos: No nos mueve a este júbilo otra cosa que compartir con millones de compatriotas del continente esta extraordinaria oportunidad que se presenta para que los graves problemas económicos y sociales de nuestra Patria Grande tengan expresión en uno de los sitiales más prestigiosos e influyentes del mundo. Más allá de toda cuestión religiosa, confesional o corporativa, es auspicioso que el primer Papa de la Iglesia Católica no europeo sea un latinoamericano, hijo de esta ciudad de Buenos Aires, conocedor de sus barrios humildes y comprometido con los intereses y expectativas de los más pobres de nuestra patria”.
También sosteníamos que La elección del primer Papa no europeo, del primer Papa latinoamericano, del primer Papa jesuita y del primer Papa en elegir el nombre de Il Poveretto, Francisco de Asís, el enemigo declarado de la corrupción y el lujo de la curia romana, abre una enorme expectativa. La Iglesia, acosada por la corrupción y sumergida en una crisis carismática se enfrenta a cambios culturales y sociales que gran parte de la grey católica siente necesarios”.
Al pronunciarnos de esa manera no ignorábamos que una buena parte de la opinión caracterizada como “progresista” vinculada al gobierno repudiaba el nombramiento y llegaba a sostener que el mismo era una herramienta del imperialismo para destruir los avances logrados por nuestro continente a partir de la entrada en el nuevo siglo. Conocíamos la opinión de algún periodista considerado influyente en las decisiones de gobierno y tuvimos oportunidad de escuchar el sermón laicista con que un grupo de intelectuales y universitarios oficialistas recibió la noticia. Sabíamos también, como no podía ser de otra manera, que había habido rispideces en la relación entre el Arzobispo de Buenos Aires y el presidente argentino Néstor Kirchner. Pero también conocíamos, directa e indirectamente, sus convicciones latinoamericanistas, su dedicación a los más desposeidos y sus ideas políticas inspiradas en el pensamiento nacional y popular del peronismo.
Y estábamos convencidos que ni Monseñor Jorge Bergoglio, ni la doctora Cristina Fernández de Kirchner llevarían sus rencillas parroquiales al más alto y amplio plano de la política internacional y el nivel de universalidad que es jurisdicción del obispo de Roma. Las peleas y riñas entre don Peppone y don Camilo -de las populares películas italianas de posguerra, inspiradas en la novela de Giovanni Guareschi- no podían ser llevadas al Vaticano o a las Naciones Unidas. El castigo era el ridículo.
A un año y medio de esa declaración no podemos menos que celebrar el haber confiado en que el profundo sentido nacional de ambos argentinos y sus firmes principios de justicia social y de condena al régimen del imperialismo -militar, político, económico y financiero- los iba a sentar juntos para encarar, a nivel mundial, los problemas generados por éste.
La publicación de la carta apostólica Evangelii Gaudium confirmó el sentido que tendría el papado de Francisco. Sus planteos de justicia universal y sus denuncias al flagelo del capitalismo financiero sobre los pueblos del mundo, la convirtieron en el principal texto en contra del establishment mundial del siglo XXI. Jorge Bergoglio, como tampoco lo había hecho Néstor Kirchner, no dejó sus convicciones en las murallas del Vaticano.
Lo ocurrido en estos últimos días ha coronado estos puntos de vista. La digna política internacional de nuestro país respecto a los fondos buitres y la resolución adoptada por la Asamblea General de la ONU, la sanción de la ley destinada a cambiar el domicilio de pago de los deudores reestructurados culminó con la invitación papal a almorzar dirigida a la presidenta argentina aprovechando su viaje a Nueva York -como si fuese de paso-.
Mientras los sectores sedicentemente católicos de Recoleta y Pilar eran engañados por Clarín y La Nación – con la colaboración de expertos vaticanólogos como Felipe Solá y Lilita Carrió- con la mentira de que Francisco sólo estaba preocupado por la gobernabilidad y quería que Cristina pudiese llegar al fin de su mandato, una jovial, numerosa y afable delegación de 32 argentinos con distintas responsabilidades de gobierno entraba a Santa Marta y entregaba “souvenirs”, más que presentes, al Papa. Una remera de la Villa 21-24 (la Villa que frecuentaba el padre Jorge) firmada por La Cámpora, un cuadro de Evita Perón, un retrato del padre Carlos Mujica, el cura villero mártir por sus convicciones sociales, y hasta salamines de la provincia de Buenos Aires convirtieron el encuentro en una reunión que, mejor que nadie, definió el amargado columnista de La Nación, Mariano Obarrio, en un “twitter”: El Gobierno logró la escena perfecta. La foto de Francisco, CFK, La Cámpora y dos cuadros de fondo: Eva Perón y el Papa. Todo muy partidario”.
El resultado ha sido que Francisco apoya y sostiene con todo el peso de su autoridad espiritual la campaña argentina contra los fondos buitres y nuestra presidente viajó a Nueva York con el texto del parágrafo 56 de la Evangelii Gaudium en su carpeta:
Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta. No a un dinero que gobierna en lugar de servir”.
Dijimos hace un año y medio: Cuando Europa se desbarranca en una crisis espiritual, social, económica, cultural y política el continente de los tucanes y las orquídeas, el continente de Bolívar y San Martín ha proyectado a uno de sus hijos a un sitial de honor y tremenda responsabilidad”.
Hoy, con la misma alegría y esperanza que entonces, podemos ratificarlo e incluso precisarlo. Este Papa porteño que vive en Roma, contrariamente a la canción de Los Quilapayún, no le están degollando a su paloma. Se ha lanzado a luchar por los pobres del mundo, por la soberanía de los pueblos contra la predación del capital financiero. Y el gobierno de Cristina, así como los gobiernos populares del continente, han encontrado un aliado confiable y seguro.
La oposición mediática le seguirá dictando mentiras a sus seguidores y la oposición política se enredará aún más en su desconcierto y desasosiego. Es evidente que hay una nueva relación de fuerzas, que no está dicha la última palabra y que la agenda presidencial, que es la que continúa rigiendo en la vida política del país, nos va a dar muchas nuevas sorpresas.

Buenos Aires, 23 de septiembre de 2014

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que buenas reflexiones compañero Julio, me hace bien leer a quien no tiene pelos en la lengua, pero no para decir vulgaridades, sino, para profundizar el análisis político y sobre todo, sin intereses oscuros,sin mezquindades, con el corazón junto al Pueblo y tratando de llevar luz a la cotidiana discusión en que nos solemos entrada los militantes que apoyamos este Proyecto Nacional. Gracias, Norma Martinez de Ushuaia