10 de noviembre de 2015

El mensaje de Francisco, entre el triunfo y la derrota

Hace dos semanas escribí en mi blog:
“Una derrota en estas elecciones (…) también amenazaría, y esto no es ninguna exageración, la notable y solitaria campaña en contra de la globalización dictada por el capital financiero y la destrucción del medio ambiente para la vida humana en el planeta, llevada adelante por nuestro compatriota, el Papa Francisco. La historia ha hecho que nuestro país y nuestro continente sean la retaguardia y la base territorial de su prédica a favor del mundo periférico y los más pobres y desheredados de todos los pueblos. Un triunfo en su país de nacimiento de las políticas que Francisco combate a escala global va a debilitar, de una u otra manera, su inclaudicable prédica”.
Quiero ampliar un poco esta idea que puede parecer desatinada, irrespetuosa o, simplemente, propagandística.
Desde su llegada al papado, nuestro compatriota Jorge Bergoglio ha iniciado una prédica social y política que cuestiona frontal y radicalmente el capitalismo globalizado bajo la hegemonía del capital financiero y las consecuencias económicas, sociales, culturales y espirituales que ello ha tenido sobre los millones de hombres y mujeres, tanto del mundo central como del mundo periférico. Le ha dedicado a ello una carta apostólica (Evangelii Gaudium) y una encíclica (Laudato Si).
Así, en Evangelii Gaudium afirma:
“54. En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia”.
Pero no solo eso. En todos sus viajes, y sobre todo, en sus viajes a nuestro continente latinoamericano, Francisco ha insistido con palabras enérgicas sobre la injusticia, la exclusión, el empobrecimiento material y ético y ha llamado a los pueblos a rebelarse contra ese inhumano sistema, proponiendo un cambio de sistema. Así en Santa Cruz de la Sierra, en el Encuentro con los Movimientos Populares, sostuvo enfáticamente:
Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De acuerdo?  (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!”.
¿Y en qué cambios está pensando el Papa? Lo explica en el mismo discurso:
La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra”.
Un eventual triunfo de Mauricio Macri en la Argentina significa explícitamente la victoria de quienes pregonan la libertad de mercado, de quienes desprecian la vida digna de los pueblos, de quienes ponen al hombre y la naturaleza al servicio del dinero, bajo la forma idolatrada del dólar. Trabajo, Techo y Tierra para los excluídos, para los marginados, para los perífericos, no es el cambio que pregona cínicamente el candidato de Cambiemos y sus voceros, sus economistas y sus publicitarios.  En realidad, y pese a las enormes dificultades y carencias, son los gobiernos suramericanos como los de Kirchner, Cristina Fernández, Rafael Correa o Maduro quienes han logrado imponer cambios decisivos en nuestros países, reinstalando la idea de la justicia social, del amor a los más desprotegidos, de la vivienda digna, de la salud, la educación y la cultura para todos.
Y nuestro país es, en última instancia, y desde una perspectiva histórico-política, la base territorial donde esas ideas se han plasmado embrionariamente. La Argentina es el país natal de Francisco, y si bien su mensaje tiene un carácter universal, el triunfo de las ideas de la hegemonía del capital financiero, de la dictadura del mercado, de la globalización impiadosa conducida por las grandes corporaciones económicas, quita al Papa su base territorial, el lugar en el mundo donde esos principios intentan convertirse en políticas públicas, en un reordenamiento de la sociedad más justo y humano.
Detrás del candidato neoliberal conservador se ocultan también los mismos grupos e intereses, la misma moral de explotadores, que en el seno de la propia Iglesia católica y del corazón burocrático del Vaticano, ha intentado e intenta por todos los medios ahogar su prédica y su acción renovadora. No es ajeno a esto la aparición de un oscuro e hipócrita miembro del Opus Dei que, con propuestas moralizantes propias del Concilio de Trento (1550), confronta con el mensaje evangélico de amor y perdón que caracteriza la prédica papal.
Posiblemente sea una exageración motivada por el énfasis de una campaña electoral, pero si hay un candidato que expresa, en su ideario, en sus convicciones y en sus propuestas, el mensaje de Francisco, es Daniel Scioli, quien ha hecho suya la consigna de las Tres T mencionadas más arriba.
En la elección del 22 de noviembre el mensaje fresco de justicia, igualdad y latinoamericanismo que viene de Roma no puede ser pisoteado por el pueblo que parió a Francisco, que lo formó y lo puso en condiciones de ser el heredero de Pedro.

Hasta ese punto es necesario el triunfo de Daniel Scioli, a quien la historia lo ha convertido en la bisagra entre un mundo justo y humano o una brutal dictadura del interés compuesto.

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