5 de julio de 2016

La entrevista telefónica a Cristina Fernández de Kircher

La verdadera colaboración no es alabar siempre, sino señalar los errores, hablando un lenguaje claro de realidad, de verdad y de amistad. El verdadero amigo es el que aconseja, y si es el enemigo el que habla, es mejor que esté cerca.
Conducción Política, Juan Domingo Perón


El reportaje telefónico a Cristina Fernández de Kirchner en el principal programa televisivo opositor, conducido por el periodista Roberto Navarro, obviamente generó una gran expectativa, ya que por primera vez, desde el 10 de diciembre del año pasado, la ex presidenta era entrevistada por un medio.

Por las mismas horas se daban a conocer algunas cifras sobre el crecimiento de la pobreza en el país que hielan la sangre, habida cuenta del ambicioso objetivo de Pobreza Cero con que el candidato Mauricio Macri se pavoneó en su campaña electoral.
En el informe brindado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) junto al Instituto de Economía Popular (INDEP) se vio que la pobreza para el Gran Buenos Aires subió, a partir de fines del año pasado, del 24,4% al 31,42% en marzo (un 7%) y, luego, al 33,25% (casi un 10%). Esto, según los investigadores Hernán Letcher y Eva Sacco, significa, sólo en el área metropolitana, una crecimiento de 1,7 millones de pobres.

Para el instituto Gino Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, la pobreza en el Gran Buenos Aires subió del 22% al 35,5% (la indigencia pasó de 5,9% al 7,7%). El porcentaje de pobres pasó de 23,8% al 38,2% en el conurbano (indigencia del 6,8% al 9%), mientras que subió del 12,6% al 21,8% en la Capital Federal, con un incremento de la indigencia del 1,1% al 1,4 por ciento.

Estos guarismos, de medirse en todo el país, significarían que desde que asumió Mauricio Macri en la Rosada habrían entre 4,5 y 5 millones nuevos de pobres, según estimó el investigador del Instituto Gino Germani, Eduardo Chavez Molina.

También la Universidad Católica Argentina (UCA) estimó que la misma está cercana al 35%, en estos días. Según esta investigación, entre noviembre y marzo se habían creado 1,4 millones de pobres. El investigador Agustín Salvia, responsable de esa encuesta, explicó que el tarifazo tuvo un impacto importante en los deciles de la población con menores ingresos (1).

De manera que las declaraciones de Cristina Fernández de Kirchner se han dado en un momento de agudización extrema de las demandas sociales, en el inicio de un duro invierno anticipado por un frío otoño y en el marco de un desabastecimiento general de gas, cuyo precio para los usuarios domiciliarios se ha convertido en cifras que implican hasta la mitad del salario. El grueso de la clase media asalariada o con ingresos fijos, la clase trabajadora y los sectores más vulnerables de la sociedad -desocupados, semiempleados, trabajadores en negro- están sufriendo día a día una brutal disminución de su capacidad de compra y una exacción de sus ingresos a favor de los sectores concentrados de la economía y, sobre todo, del sector financiero. Como lo denuncia la Declaración de Formosa:

La derecha pretende imponer un modelo de Estado mínimo, un gobierno de ricos y gerentes de grandes multinacionales. Su objetivo es desmantelar el conjunto de progresos laborales y sociales y los derechos conquistados durante los últimos años”.

A su vez, los bloques parlamentarios del otrora Frente para Victoria se han ido desgajando al vaivén de distintos intereses, legítimos e ilegítimos, justos e injustos, mientras que la presión del gobierno nacional sobre los requerimientos presupuestarios de los gobiernos provinciales ha tenido su efecto en las votaciones del Congreso. Hemos sostenido en otra parte:

“'Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío, / Sus alas de gigante le impiden caminar'.
El peronismo, en el poder, se asemeja, en su autonomía, en su agilidad de movimientos, en su grandeza, a ese albatros que cruza los mares del Sur. Pero alejado del poder, “sus alas de gigante le impiden caminar”. Le cuesta recomponer sus amplias alas, trastabilla con la inmensidad de su cuerpo y se le hace difícil volver a remontar el vuelo” (2).

A excepción de esa Declaración de Formosa, llevada a cabo a instancias del presidente del Congreso del Partido Justicialista, Gildo Insfrán, no ha habido otras manifestaciones orgánicas del movimiento que, a través de Néstor y Cristina, ejerció el poder desde el 2003 hasta el año pasado. El establecimiento de una clara y definida política opositora dispuesta a reconquistar el poder del Estado para la realización de sus grandes banderas no alcanza a manifestarse, mientras desde el movimiento obrero se realizan permanentes esfuerzos en aras de una unificación de la CGT bajo un programa y una conducción capaz de resistir el embate del neoliberalismo financiero. En este último sentido son alentadoras las palabras del dirigente Horacio Ghillini, del SADOP, quien en un sustancioso reportaje acaba de manifestar (3):

“Queremos que el programa de la CGT sea en un con presencia federal, movilizado. Que no tenga ambigüedades con respecto a este proyecto político. Una cosa es tener respeto democrático por el gobierno y otra es estar de su lado. Este es un gobierno contrario a los trabajadores. Queremos confrontar su modelo económico”.

Los dichos de la ex presidenta dieron lugar a una gran producción de interpretaciones, elogios y críticas. No podía ser para menos. Un importante sector de la sociedad ha depositado sus expectativas y esperanzas en las palabras o los gestos que puedan venir de la ex presidenta para dar respuestas políticas al gran desafío que la derrota del año pasado ha impuesto sobre el peronismo y, en general, sobre todo el movimiento nacional y popular. Estas líneas no intentan más que sumarse a ese necesario debate.

La entrevista
La primera sorpresa fue que la entrevista se hiciera por teléfono. Alguien dijo alguna vez, en tono humorístico y paradojal, que, de haberse inventado la radio después de la televisión, los oyentes la hubieran elogiado diciendo que era como la televisión pero mejor, ya que no había necesidad de mirar la imagen. No soy un especialista en comunicación, pero fue evidente para el más desprevenido que el recurso típicamente radial de una comunicación telefónica enfrió la expectativa de la entrevista. En una época en que, con un teléfono y una aplicación podemos conversar, con imagen y sonido, con un amigo en Estocolmo, la decisión de no poner su imagen en vivo no pudo ser sino producto de una decisión de política comunicacional. Y el resultado fue una sensación de distancia y lejanía. Si a eso se le agrega el comentario de la ex presidenta acerca de que recién entraba en su casa, el efecto de sentido fue el de un encuentro casual, casi inesperado.

Cristina, a lo largo de la conversación, dejó en claro, fundamentalmente, que no pretende conducir a la oposición y, mucho menos, al peronismo. Dejó en manos de la representación parlamentaria esa función que queda así sin una dirección política que la vertebre. Reivindicó con justo derecho las políticas de su gobierno y dejó en clara su opinión sobre la naturaleza liquidacionista, clasista y antinacional del gobierno del presidente Macri, aún cuando señaló que deseaba su éxito. Este quizás haya sido una de sus afirmaciones más desconcertantes dado que el éxito del gobierno macrista consiste en la implementación, desarrollo y profundización de esas políticas.

Puso énfasis en dos o tres cosas: por un lado, una correcta visión alejada de cualquier tipo de vanguardia iluminada, que es algo muy distinto a una conducción política de un amplio espacio; puntualizó que son necesarias ideas, más que hombres, para enfrentar al gobierno; y, por último, su confianza en lo que llama “empoderamiento” de la gente.

Este concepto, de frecuente aparición en el discurso de Cristina, ha tenido su origen en la sociología norteamericana (enpowerment) y encierra un sentido más psicologista que político y social. Un proceso de empoderamiento reemplazaría así “un sistema piramidal tradicional por otro más horizontal en donde la participación de todos y cada uno de los individuos formen parte activa del control del mismo con el fin de fomentar la riqueza y el potencial del capital humano lo que se reflejará no sólo en el individuo sino también en la propia organización” (4). En los discursos de Cristina el concepto parecería más bien a apuntar a una cesión de poder, por parte del Estado, en los ciudadanos y ciudadanas para que tengan la capacidad, la decisión y el coraje de enfrentar las decisiones injustas o contrarias a sus intereses. La ausencia de una mediación organizativa, capaz de luchar por la conquista del poder político del Estado, corre el riesgo de convertir el empoderamiento en una apelación a los derechos y garantías de los ciudadanos, propio de todas las constituciones liberales.

Uno de los momentos en los que más ruido me hizo el mensaje de la ex presidenta fue su negativa a responder a la pregunta del periodista acerca del estado de desamparo -creo que usó esa palabra- en que se encuentra parte de la opinión pública que ha confiado en su liderazgo. Fue evidente que no quiso contestar a ello y en su lugar se extendió en un minucioso relato sobre las cañerías de la calefacción en Santa Cruz, que en el crudo invierno patagónico quedan congeladas y revientan de no tener el calor necesario. Fue también, ahí, donde la expresidenta mencionó por única vez un acuerdo previo y repitió varias veces la expresión inglesa “no more”.

En suma, Cristina Fernández de Kirchner ha vuelto a Buenos Aires. La pertinaz persecución judicial a la que la somete la dictadura judicial y mediática requiere de su paciencia y capacidad de respuesta. Es evidente y obvio que esta es su primera preocupación. Pero también quedó evidenciado que no está en sus objetivos inmediatos encabezar una oposición política amplia y mayoritaria al gobierno de los CEOs y el imperialismo.

Es obvio que no se esperaba de la expresidenta un discurso incendiario o un llamado a la rebelión. No hay antecedentes en la conducta pública de Cristina para pensar algo así. Lo que quizás se esperaba eran ciertas señales hacia el movimiento peronista que fue la base de apoyo del presidente Néstor Kirchner y la llevó al poder en dos oportunidades con el voto mayoritario. Una gira por provincias, insinuado en las redes y en portales noticiosos, podría satisfacer esas expectativas. Una reunión con el ex gobernador de San Juan, José Luis Gioja, y actual presidente del PJ nacional, una serie de entrevistas que cubra el espinel político del peronismo en su amplia expresión -gobernadores, intendentes, senadores y diputados- así como con dirigentes gremiales y de los sectores que apoyaron a sus gobiernos harían manifiesta la voluntad de Cristina de acaudillar, en las nuevas condiciones, el gran frente opositor.

Poseedora hasta hoy de un gran caudal electoral en cualquiera de los escenarios en que intente presentarse, su aparición del domingo no dejó traslucir más que la idea de que con sus dos gobiernos cumplió más que ampliamente con la voluntad popular y las grandes tareas de la Patria. Algo que la Historia y sus contemporáneos no dejaremos de agradecer y recordar con emoción.

Algunos amigos me preguntaban si valía la pena plantear estas cuestiones, habida cuenta que tampoco el peronismo ha resuelto o está en vías de resolver su problema de conducción. Otros me decían si no era preferible que la realidad hiciera evidente estas tendencias aquí señaladas, ya que estas reflexiones solo generarían respuestas iracundas y apasionadas de fervor. No tengo resuelto el dilema. Pero mi formación y tradición políticas me indican que, para citar a Joan Manuel Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Hacer frente a una situación, ayudar a que con el conjunto reflexionemos sobre la real situación estoy convencido que ayuda a encontrar, entre todos, respuesta a los desafíos a los que estamos enfrentados.

A todo esto, una patota fascista empastelaba la redacción del periódico Tiempo Argentino, golpeando a sus trabajadores, y otra atacó la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, donde Cristina se había reunido con los curas de la opción por los pobres.
Y al día siguiente, 4 de julio, el presidente Macri se fotografiaba con una escarapela de los EE.UU.

Hacemos propias, para enfrentar este desafío, las palabras que cierran la Declaración de Formosa:

En definitiva, los argentinos nos encontramos hoy ante la misma encrucijada histórica que enfrentaron los patriotas de 1816: Patria o colonia. Ante este dilema, no dudamos que las banderas históricas del peronismo, enriquecidas con los aportes expresados en este documento y los que realicen todos los sectores del campo nacional y popular, constituyen el faro que nos ha de guiar hacia la efectiva emancipación nuestro pueblo en el Bicentenario de la Independencia”. 

4 Blanchard, K., CarlosJ& Randolph, A. (1997). Empowerment: 3 Claves para lograr que el proceso de facultar a los empleados funcione en su empresa. Bogotá: Norma S.A.

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