28 de octubre de 2010

A las cuatro de la mañana de una noche fatal

Compañeros, el artículo que les acabo de enviar es tan sólo un esfuerzo intelectual para no sucumbir a la angustia y zozobra que en estas horas nos aqueja a cada uno de los argentinos dignos, libres y patriotas. 

La muerte de este flaco, desgarbado y arrebatado hijo de la fría y lejana Patagonia nos ha dejado con el alma por el piso. Todos sabemos lo que nos costó que el pueblo argentino, con su secreta química, gestase en su misterioso atanor un nuevo caudillo, un hombre que nuevamente expresase nuestras mejores aspiraciones, nuestras mejores virtudes. Surgió como de casualidad -posiblemente el big bang no hay sido sino una cósmica casualidad- cuando nadie se esperaba que de una provincia con menos habitantes que un barrio de Buenos Aires, lejana de todo, fría, nueva, sin una tradición histórica que la vinculase a las guerras de la Independencia o, por lo menos, a la más reciente gesta de la clase trabajadora, surgiese un presidente que, con menos votos que desocupados (21% por ciento de los votos, 24% de desocupación) resucitase la Argentina de las grandes horas, la Argentina de San Martín, de Perón y de Evita. 

El presidente Chávez, con esa mirada poética que tiene y esa agudeza de estratega que lo caracteriza, lo ha nombrado como "El Resucitador". Eso fue este muchacho alborotado y alborotador. El Resucitador de nuestras viejas glorias, la de los obreros bien pagos y la dignidad nacional. El Resucitador de nuestro pasado latinoamericano, el héroe de la batalla de Mar del Plata que puso a la blanca, orgullosa y creída Argentina a disposición y servicio de sus hermanos latinoamericanos.

¿Cómo vamos a reemplazar la fiereza táctica de Néstor? ¿Quién va a disciplinar a los llamados "barones" del conurbano, hijos mestizos del neoliberalismo y de la voluntad de satisfacer las demandas de los más humildes? ¿Con quién va a discutir por las noches nuestra presidenta Cristina, preparando la gran operación electoral del año 2011? 

Todavía no tenemos respuestas. Hemos estado en la plaza de siempre -hace 200 años que vamos a esa plaza en las grandes jornadas-, nos hemos abrazado con los compañeros y compañeras de ojos arrasados por las lágrimas, hemos compartido nuestra congoja con hijos y nietos que han vuelto a militar por la liberación de la Patria, mientras en la Recoleta y San Isidro brindaban por la partida de Néstor, más necesario cuanto más muerto. 

Hoy era día de censo en la Argentina. La basura oligárquica había lanzado una inicua campaña para que los vecinos no respondieran a los censistas, con el argumento de que tras el documento oficial de censista se escondiese un ladrón o un violador. Todo fue en vano. El pueblo argentino respondió, dolorido, al censo, pero no faltaron las escenas dignas de la antología de la infamia. 

Un censista llegó a un hogar del barrio de la Recoleta, entró en un amplio y lujoso departamento. El dueño de casa lo invitó a brindar con una copa de champaña por la muerte de Néstor Kirchner. Una trompada del censista en la mandíbula del depravado dio por terminada la propuesta. 

Desde Mar del Plata, mi hija María Soledad me llama con llanto en la voz, porque como censista entró en una casa donde vio los titulares de la televisión que anunciaban la muerte de Néstor, mientras los habitantes de la misma celebraban con algarabía. No pudo seguir con su trabajo. La embargó el llanto y la rabia. Esos hijos de puta me deben dos: la alegría necrofílica por Néstor y las lágrimas de mi hija. 

Así estamos, compañeros. Pasando una noche de mierda, una vela al amigo y al patriota y un desvelo por las horas que se vienen. Sólo nos queda la CGT, la clase obrera y el pueblo. Con ellos y Cristina les daremos batalla y venceremos.

Néstor Kirchner, un hombre de la Patria Grande

Se ha ido con Néstor Kirchner un héroe contemporáneo de la Patria Grande. Su nombre figura ya con los de Juan Domingo Perón y Getulio Vargas, con los Wilson Ferreira Aldunate y Marcelo Quiroga Santa Cruz, con los compatriotas latinoamericanos que forjaron el actual e irreversible proceso de integración continental. 

En los primeros tiempos de su sorprendente gobierno, Néstor Kirchner dejaba la impresión de que no le interesaba, ni le gustaba demasiado la política latinoamericana. Absorbido por el torbellino de volver a poner un país y un pueblo de pie, en restaurar la autoridad del Estado nacional sobre la arbitrariedad y el capricho del mercado, en restablecer la preeminencia de la política sobre los manejos discrecionales de los medios de comunicación y de los dueños del dinero, Néstor Kirchner no le dedicaba a las reuniones de la integración mucho tiempo de su agenda. Por esa razón, por alguna cuestión de luchas internas o, realmente, por una preocupación sobre su salud, Néstor Kirchner no estuvo en la reunión de Cuzco, cuando se creó la Unión de Naciones de Suramérica (UNASUR). 

Sin embargo, este desgarbado presidente, de gesto juvenil y apasionada palabra, volvería a sorprender, como lo hizo desde el día en que se hizo cargo de la presidencia de la República. 

A poco de andar, se fue haciendo evidente que América Latina formaba parte esencial de su visión estratégica. Los avances y retrocesos de la integración política y económica, de la lucha continental por la independencia y por mejorar las condiciones de sus ciudadanos era una de las piedras basales de su concepción. Lentamente, la figura de este gran hijo de la Patagonia argentina, comenzó a ser identificada con las mejores tradiciones de la Patria Grande. Estableció una fuerte e irrompible relación con el otro patriota del norte, Hugo Chávez. Buscó el acercamiento con la presidenta Michele Bachelet, arrimando al remiso Chile a la forja continental. Estableció con su gran colega brasileño, Lula da Silva, la misma alianza que intentaran, cincuenta años antes, los presidentes Perón y Vargas. Evo Morales encontró su apoyo y amistad aún antes de convertirse en presidente de su país y en el caudillo indiscutido de los pueblos de Bolivia. 

Toda esta política de cuño suramericano y liberador tuvo su, también inesperada, eclosión en la histórica Cumbre de Presidentes Americanos, realizada en Mar del Plata el 4 y 5 de noviembre de 2005. Las generaciones venideras, nuestros nietos, recordarán esta fecha con la misma unción y fervor con que hoy celebramos la batalla de Maipú, la de Junín o la de Ayacucho. Néstor Kirchner tuvo el honor y la valentía de encabezar, en su propia patria, la formidable y poderosa coalición de países suramericanos que derrotó políticamente los planes imperialistas del ALCA, en las barbas del mismo George W. Bush que teñía de sangre las arenas de Irak y de Afganistán. 

Desde los tiempos de la presidencia de Bill Clinton, la cancillería norteamericana y los grandes intereses imperialistas por ella expresados, los EE.UU. venían desarrollando, con una agenda meticulosamente dibujada, el más importante ataque a la soberanía política y ecónomica de América Latina: el llamado ALCA. Este proyecto implicaba la sumisión lisa y llana de todas nuestras economías a la de los EE.UU. A partir de su vigencia caducarían todos nuestros intentos independentistas y nuestras organizaciones regionales. El conjunto del continente se convertiría en el “lebensraun” de la potencia hegemónica, nuestros países se transformarían en simples objetos indiferenciados de la política internacional y nuestros sueño de 200 años de soberanía y dignidad quedarían reducidos a lejanos e irreversibles recuerdos de una civilización olvidada. 

Ni más ni menos que este destino de ilotas es lo que la acción y la palabra de Néstor Kirchner, como presidente argentino, modificaron en las jornadas de Mar del Plata. Fue él quien se comprometió con los desplantes desafiantes de Hugo Chávez, con la serena firmeza de Lula, con el reclamo secular de Evo Morales. Fue este hombre, de retórica a veces desordenada pero siempre arrasadora en su pasión militante, el que comunicó al jefe político y militar de la superpotencia imperialista que sus planes habían fracasado, que ahí, en Mar del Plata, se sepultaba para siempre al ALCA. Mientras ello ocurría en las sesiones oficiales, en un estadio de fútbol miles y miles de militantes políticos y sociales, con la presencia de Chávez, Evo y Diego Armando Maradona, ratificaban el apoyo popular a las expresiones de los presidentes suramericanos. 

Nunca, desde los tiempos de la batalla de la Vuelta de Obligado, la Argentina había vivido batalla semejante y nunca había experimentado victoria igual. La patria de San Martín y Belgrano había vuelto por sus derechos y los pueblos del mundo volvían a ver “en trono a la noble Igualdad”. A partir de ello, Néstor Kirchner se convirtió en una de las figuras decisorias de la nueva realidad que comenzó a vivir el continente. 

La unánime elección como Secretario General de la UNASUR no fue otra cosa que el reconocimiento a su papel central en las jornadas de Mar del Plata. Y su actividad febril, como siempre era la suya, en la construcción de una paz sólida entre Venezuela y Colombia, ha hecho que esos pueblos hoy lo despidan conmovidos y tristes. 

Junto con muchas otras cosas, Néstor Kirchner nos deja una herencia suramericana tan rica y generosa como las transformaciones que logró en la Argentina. 

Hoy brilla la Cruz del Sur porque ha muerto un hombre de la Patria Grande. 

Buenos Aires, 27 de octubre de 2010

1 de octubre de 2010

Dudas sobre la situación en Ecuador

Tengo la sensación, desde Buenos Aires, claro, que en Ecuador existen más focos posibles de insubordinación golpista que en Venezuela. No estoy seguro, y lo ocurrido ayer, confirman mi duda, sobre el control que el presidente Correa tiene sobre la totalidad de las FF.AA., que en Venezuela constituyen uno de los principales elementos de sostenibilidad del gobierno de Chávez. Hoy nadie habla, por lo menos en ningún noticioso, sobre la ocupación militar de ayer del Aeropuerto de Quito.

También me deja dudas todo lo ocurrido alrededor del rescate del presidente. Esa manera de salir, en un tumulto, cruzado de tiros y gases, con la mera protección de un grupo de amigos que se arremolinaban alrededor de Correa protegiendolo con sus propios cuerpos, las declaraciones del jefe de policía al renunciar, la participación de la hija de Lucio Gutiérrez en la fuerza de elite que rescató al presidente, me dejan la sensación de que no existe una plena conducción del presidente Correa sobre el aparato del Estado.

Tampoco tengo claro cuál es la fuerza política organizada que sostiene a Correa. Gutiérrez tiene un partido -más allá del apoyo que pueda tener del imperialismo- con presencia e influencia en los sectores bajos de las FF.AA. y, como se hizo evidente, de la policía. Si eso no se revierte, si la política de Correa no logra incorporar a la mayoría de las tropas, suboficiales y oficiales de esas fuerzas, alguien va a llenar ese vacío y no serán los sectores populares.

Digo, es un decir, si España cae...
como decía Vallejo.