La insubordinación del monopolio
mediático
Unidos y organizados contra el Leviatán de los poderes fácticos
El período que estamos atravesando,
cuyo final es el 7 de diciembre, es, sin duda alguna, el de la mayor
conflictividad política de este gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner.
Contra lo que fue usual en todo el
período constitucional posterior a 1983, la presidenta de la
República ha enfrentado sin conmiseración el poder hegemónico de
la Argentina formado en los últimos treinta y cinco años: la rosca
integrada por el gran capital concentrado, rural y urbano, y el
monopolio de los medios de comunicación social.
Clarín y La Nación, fortalecidos al
amparo de la dictadura cívico militar, y favorecidos por las
generosas concesiones otorgadas por Carlos Menem, se convirtieron en
el verdadero poder ecónomico, político e ideológico de la
Argentina. Contrariamente a lo que suponen los ideologizados
liberales semicoloniales, no es el Estado el verdadero poder que
amenaza y constriñe las libertades individuales. El poder en la
Argentina -y podríamos decir en todo el mundo capitalista- está en
manos de estos sectores oligárquicos que, desde 1976 hasta el 2003,
en Argentina manejaron el Estado a su antojo y provecho. Con la
asunción del presidente Néstor Kirchner se produjo, inesperadamente
para estos grupos, un tenaz intento de recuperar la función del
Estado nacional al servicio de la soberanía popular que es su
fundamento. Por primera vez, desde la última presidencia del general
Perón, el estado nacional intentaba ejercer su legítima soberanía
sobre ese poder paraestatal.
Ese poder -el verdadero poder de la
Argentina semicolonial, repetimos- ha respondido con ferocidad e
inescrupulosidad, propia de un sistema mafioso acostumbrado al amparo
de un estado amistoso y enfrentado al poder de la soberanía popular.
Estamos atravesando un período en el
cual lo que está en discusión es qué sector, cuáles interes se
impondrán en la administración del Estado nacional.
A lo largo del siglo XX, la Argentina
vivió esta misma situación.
El triunfo electoral de Hipólito
Yrigoyen, en 1916, puso a los sectores populares, incluída la clase
media de origen inmigratorio, en el poder del Estado. Don Hipólito
expresó a los viejos federales derrotados en Pavón, junto a los
argentinos de primera generación que exigían su derecho electoral.
La vieja Argentina oligárquica vio en el caudillo popular el hombre
que cuestionaba su hegemonía y privilegio. Conspiraron contra él y
lograron derrocarlo con un golpe de Estado -el primero del siglo XX-
en 1930.
El extraordinario proceso que se inicia
el 17 de octubre de 1945 vuelve a plantear una lucha por poner al
Estado nacional al servicio de las nuevas clases y sectores de la
Argentina industrial, con un concepto de la justicia social que
convirtió a la Argentina en una de las sociedades latinoamericanas
más signadas por el principio de la igualdad. Ello significó
enfrentar a las viejas fuerzas de la Argentina para pocos: la
Argentina oligárquica del proyecto agroexportador, sometida a las
condiciones de las grandes potencias imperialistas, fundamentalmente
el Reino Unido.
En 1955, esos mismo sectores sociales
y políticos de la Argentina dependiente derrocaron, en un nuevo
golpe de Estado, al gobierno constitucional y popular de Juan Domingo
Perón y ocuparon dictatorialmente el poder del estado para restaurar
el viejo país exportador de commodities agrarias. No fue posible,
tal como lo pretendían, porque el mundo había cambiado. Su
fundamento político fue la proscripción del peronismo, es decir, de
la gran mayoría del pueblo argentino, con el argumento de la
incapacidad de las grandes masas argentinas de decidir sobre su
destino. Todos los gobiernos del período 1955-1973 se caracterizaron
por su ilegitimidad e irrepresentatividad. El resultado electoral que
convirtió en presidente al radical Umberto Illia, en elecciones en
las que el peronismo fue proscripto, le dio al ganador el 22 % de los
votos, mientras que los votos en blanco eran mayoritarios.
Recién en 1973, y como resultado de
una gigantesca lucha del pueblo argentino, expresada en formidables
insurrecciones en el interior del país, los argentinos pudimos
volver a ejercer en plenitud la soberanía popular. Perón pudo ser
candidato a presidente y el voto popular volvió a ser el fundamento
político del Estado.
Y, nuevamente, volvió a disputarse una
gigantesca lucha por el poder político en la Argentina , una lucha
para establecer si es el Estado, al servicio de los sectores
populares y el interés nacional, o son los sectores del privilegio,
vinculados, ya entonces, al poder mediático, quienes imponen las
grandes decisiones políticas. En el medio de esa gigantesca lucha de
poder, falleció Juan Domingo Perón.
Desde 1976, estos mismos grupos que hoy
desafían el poder del Estado, que ha vuelto a estar comprometido con
el interés nacional y popular gobernaron el país a su antojo y se
convirtieron en el verdadero Leviatán, que ha ahogado el desarrollo
económico del país, que hasta el 2003 sometió al pueblo argentino
a la desocupación y la miseria. Frente a este monstruo, solo el
Estado puede defender el interés de las mayorías.
Y, como decíamos más arriba, por
primera vez desde 1976 un gobierno está dispuesto a poner al
Leviatán en caja, a limitar su voracidad y al poder mediático desde
el cual se enorgullecía de poner y sacar gobiernos.
La influencia que tradicionalmente
estos sectores oligárquicos han tenido sobre el Poder Judicial se ha
hecho evidente a lo largo de estos meses de vigencia de la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual. Si en el siglo pasado, en el
poder Judicial se agazapaban los sectores más recalcitrantes de la
vieja oligarquía vacuna, para frenar toda iniciativa del Estado en
dirección a una modernización y democratización de la vida
económica argentina, hoy, en los sombríos pasillos de los
tribunales se oculta la resistencia más enconada y reaccionaria. Y
esa resistencia no solo se manifiesta en las escandalosas chicanas
leguleyas de los abogados de Clarín, sino en las artimañas
tribunalicias que intentaron impedir el legítimo y legal aborto de
una ciudadana que había sido sometida a la trata, a la privación
ilegítima de la libertad, a la esclavitud y, finalmente, a
reiteradas violaciones.
El Leviatán rugirá y hará temblar la
tierra de aquí a diciembre. La firmeza en el rumbo, la
profundización de las políticas en curso y el apoyo de los sectores
más profundos de nuestro pueblo son la garantía de que el gobierno
de Cristina podrá prevalecer sobre estos viejos enemigos. Unidos y
organizados es la consigna.
Buenos Aires, 18 de octubre de 2012
Publicado en Caminopropio N° 8,
noviembre 2012
No hay comentarios.:
Publicar un comentario