A un año de la elección de
Bergoglio
Vengo de la Universidad Católica
Argentina. Me fui de ella, a las puteadas, hace 45 años. Hoy volví
a invitación del amigo Humberto Podetti na un acto académico en
homenaje al año del reinado del vecino de Flores, Jorge Bergoglio,
quien figurará en la extensa Historia de los Papas con el nombre de
Francisco y en la historia de nuestro país y del continente
latinoamericano como el primer Papa nacido en las Indias. Hubo
dos oradores, grandes oradores los dos, el padre Carlo Galli, teólogo
y filósofo, y Guzmám Carriquiry, el laico de más alta jerarquía
en El Vaticano, un uruguayo amigo personal de Methol Ferré y del
propio Bergoglio. Repleta el aula magna del rectorado, unas mil
personas. Muchos, muchos amigos peronistas, además de obispos
gordos, monjitas, curas, y una buena cantidad de muchachos jóvenes.
Como saben quienes me conocen o
siguen en estos espacios, desde el mismo momento de la elección
papal, consideré que ello implicaba un extraordinario avance en el
proceso de integración latinoamericana y un desplazamiento de la
centralidad europea hacia nuestras tierras y nuestros pueblos. Siendo
un declarado y reconocido agnóstico -palabra que, al parecer,
resulta menos crispada que ateo- intenté comprender el hecho
desde una perspectiva terrenal y política y me enfrenté con
aspereza verbal a quienes no alcanzaban a comprender la vastedad
geopolítica de este desplazamiento de un decisivo eje de poder
mundial hacia la periferia latinoamericana. También intenté
explicar el carácter, a mi modo de ver, revolucionario de la
abdicación de Ratzinger. En una estructura monárquica y
conservadora como la de la Iglesia, el gesto y la decisión del
intelectual alemán jefe de la Iglesia, era una rotunda patada al
tablero, poner en negro sobre blanco la gravedad de la situación
institucional y un llamado a algo como una convocatoria a "los
Estados Generales".
Bajé a mi computadora el documento
Evangelii Gaudium, que desde el título me remitía a la convicción
jauretchiana de que nada grande es posible sin alegría. La lectura
de ese documento ratificó que mi intuición no me había fallado. El
jefe universal de los católicos -que como se sabe son una bocha de
gente- repudiaba de manera rotunda, explícita y bellamente escrita,
la miseria de la civilización del capital financiero, desde una
perspectiva religiosa, filosófica, humanista, fenomenológica,
psicológica y ontologica. Bien. Vi pocos comentarios en la prensa
argentina sobre este documento liminar del siglo XXI.
Bueno. Con todo esto en la cabeza le
agradecí al compañero Humberto Podetti su invitación y le confirmé
mi presencia. Quería ver qué se decía en la UCA, aquel antro
liberal, proimperialista y oligárquico que gobernaba como un feudo
el ínclito Monseñor Octavio Derisi, una de las personas más
desagradables que conocí en mi vida, hace 45 años.
Llegué cuando el padre Carlos Galli,
decano de la Facultad de Teología y a quien no conocí en aquellos
juveniles y apasionados años, realizaba una extraordinaria
exposición filosófica sobre el pensamiento y la acción de
Francisco. Fue llegar, escuchar algunas de las primeras reflexiones
del orador y que mi memoria retrocediera a aquellos luminosos años
iniciales, a las discusiones postconciliares, a los apasionados
debates que determinaron que, para siempre, me dedicara a estos
menesteres y combates en los que, de modo delicioso, se me va ir,
dentro de cincuenta años, la vida.
45 años después se volvían a
mencionar las mismas cosas, los mismos tópicos, la misma voluntad de
justicia, de unidad, de reivindicación de los "pueblos más
pobres y de los más pobres de los pueblos".
Créanme que mi escepticismo era muy
fuerte. Miraba alrededor e intentaba descubrir quiénes eran y qué
pensaban todos esos desconocidos que, por católicos, habían
concurrido a la convocatoria. Ahí fue cuando empece a descubrir a
los amigos, algunos impensados, como Carlos Kunkel, otros menos
impensados, como la cantidad de amigos cuyo paso por Guardia de
Hierro los convirtió para siempre en guardianes en la jerga de sus
amigos.
El Padre Galli cerró su disertación
y le tocó el turno al invitado especial de la noche, el uruguayo
Guzmán Carraquiry.
Su conferencia de unos cuarenta
minutos fue extraordinaria. No dejó lugar a ninguna argucia
hermenéutica. Dejó claro, en negro sobre blanco, el sentido y la
profundidad del giro copernicano que Bergoglio intenta imponer sobre
su organización y sobre sus feligreses. El uruguayo, con prosa clara
y sin circunloquios, recorrió los párrafos más conmocionantes para
el status quo mundial, latinoamericano y argentino de la
extraordinaria Evangelii Gaudium, del sentido determinante que para y
este Papa tiene la traslación del centro hacia Latinoamerícia, las
posibilidades que esa traslación brinda a nuestro continente y a
nuestra cultura y la coincidencia absoluta de este peculiar heredero
del pescador Pedro con el proceso de integración, democratización,
industrialización y poder popular que vive Suramérica.
Los aplausos, estruendosos,
tabloneros, comenzaron cuando este uruguayo amigo de Methol mencionó
una de las "circunstancias" orteguianas de Bergoglio: haber
adherido a un movimiento nacional y popular latinoamericano. Confieso
que fui uno de los que iniciaron el aplauso.
En resumen, ya que esto es un posteo
y no un ensayo para la Gregoriana, este oriental, con pinta de hombre
bueno pero más vivo que el hambre, expuso con una crudeza en la que
cualquier hermenéutica es un subterfugio, que este hijo de Flores,
como Manuel Ugarte, como Jorge Coscia -me acabo de recordar- está
dispuesto a que los católicos, los caprichosos católicos de América
Latina entiendan que está en contra de la fetichización del
mercado, del enriquecimiento de los menos para el empobrecimiento de
los más, del consumismo y el hedonismo impotente, y por la unidad
continental, la reivindicación de los humildes y la democracia con
participación popular que viven nuestros pueblos.
Los cendales de aquellas viejas
discusiones de los 60-70 estaban siendo reintroducidos por un curita
convertido en Papa.
Y como especial y personal gaudium la
ratificación de que tenía razón. Lo de Ratzinger había sido un
gesto extremo y convulsivo.
Amigos, no sé si la UCA va a
cambiar. Tampoco sé si volveré a la UCA.
Pero el Papado cambió.
Buenos Aires, 12 de marzo de 2014
Entiendo la progresista concepcion de Bergoglio, pero amigo, el DOGMA no tiene posibilidades frenta al concepto de "Justicia Social", de tal manera esto es solo un movimiento inercial del privilegio de aquellas clases que especularon con la historia "inventada".
ResponderBorrarSabia conclusión. Qué comparto. Veo de vez en cuando a los amigos guardianes que "viven" en el Colegio del Salvador. Estoy casi seguro que ellos tratarán de aggiornarse y se escuchará la voz del Gsllego. Estoy seguro que la UCA no va a cambiar y no me importa. Puede que se dé un recambio generacional, eso lleva tiempo y yo no se si lo llegaré a ver. Si seguro y más para el mundo, que para nosotros que convivimos con Mujica, Angelleli y de Nevares, que el Papado cambió
ResponderBorrarAy, Julio, no sé si habrá cambios o no, pero el simple hecho de no volver a ver la mefistofélica cara de Maledicto es todo un símbolo.
ResponderBorrarLo cierto es que durante 2011 estuve haciendo un postgrado de "Alta Gerencia" y me tocó en la Universidad Católica de Puerto Madero, cuna de garcas, y la verdad es que casi no me dan el título porque con el último profesor que tuvimos casi nos vamos a las manos, no sólo que "disentíamos" en el ángulo desde dónde abordar los temas. Un garca hecho y derecho, y ésto ya fue demasiado para mí, que venía de juntar herrumbre luego de que me quitaran el micrófono por haber postulado que el Matrimonio homosexual me parecía un modo auténtico de dar derechos a unos sin sacárselos a nadie... ¡Para qué! "Recuerde Ud. dónde está hablando" fue lo último que alcancé a escuchar antes de quedar hablando a los gritos, porque micrófono ya no tenía...
Ojalá, pero...
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