Editorial de Caminopropio N° 13 que ya está en la calle
A la
oposición no le salen bien las cosas. Pese al enorme dispositivo
mediático con que cuenta, pese a la pertinaz acción psicológica de
los noticieros monopólicos, pese a la complacencia con que la prensa
antigubernamental tiene con sus aspirantes a candidatos, a la
oposición política, y a los sectores del privilegio que ésta
encarna, las cosas no le salen bien.
El primer
chisporroteo ocurrió cuando la presidenta de la República, Cristina
Fernández de Kirchner, nombró como jefe del Ejército a César
Milani y el Senado, posteriormente, lo ascendió a teniente general.
Una insidiosa y artera campaña de desprestigio se descargó sobre el
alto oficial, perteneciente a una familia de larga militancia
peronista en su ciudad natal, Cosquín. Tanto de algunos sectores
progresistas cercanos al gobierno como de la totalidad de la
oposición, con el diario La Nación a la cabeza intentaron ensuciar
al nuevo jefe del Ejército con la represión en tiempos de la
dictadura. La foja de servicios del militar había pasado varias
veces por la instancia del Senado, en cada uno de sus ascensos, sin
que hubiera surgido ningún antecedente que se opusiera a su
promoción. Sin embargo, su ascenso a Teniente General revolvió las
aguas de la oposición. Resonaba en los sensibles oídos de la
oposición y de algunos sectores cercanos al oficialismo pero de
marcada vocación antiperonista, como la del periodista Horacio
Verbitsky, las palabras de Milani al hacerse cargo de su jefatura:
“Pretendo
aquí un Ejército maduro, (…) para acompañar el Proyecto Nacional
que hoy se encuentra vivo e instalado en el corazón y la mente de
los argentinos (…) Un Ejército Sanmartiniano, profundamente
comprometido con los valores de la argentinidad, la democracia y los
derechos humanos. (…)
Queremos un Ejército unido, integrado con las otras Fuerzas Armadas y comprometido con la sociedad a la que se debe, con el único fin de contribuir con el bien común de los argentinos y profundizar nuestra hermandad con los países de la Gran Patria Sudamericana. (…) Señora Presidenta, sepa de mi compromiso y el de todo el Ejército con las políticas de transformación emprendidas por usted” (la negrita es nuestra).
Queremos un Ejército unido, integrado con las otras Fuerzas Armadas y comprometido con la sociedad a la que se debe, con el único fin de contribuir con el bien común de los argentinos y profundizar nuestra hermandad con los países de la Gran Patria Sudamericana. (…) Señora Presidenta, sepa de mi compromiso y el de todo el Ejército con las políticas de transformación emprendidas por usted” (la negrita es nuestra).
Después
de años de ausencia de una política militar de contenido nacional y
popular, en el sentido que ella tuvo en tiempos de Perón o, para dar
un ejemplo más actual, en la Venezuela del presidente Chávez, las
palabras de un Jefe del Estado Mayor del Ejército retomaban el
proyecto de unas fuerzas armadas al servicio de un proyecto nacional.
Una foto de Hebe de Bonafini con el teniente general y un elogioso
título en el periódico de las Madres contrarrestaron fuertemente la
ofensiva y dejaron en evidencia la naturaleza política de los
cuestionamientos a Milani. La voluntad de Cristina, expresada en su
designación, y la correcta disciplina de los senadores del
oficialismo dieron por terminada la cuestión.
La
sorpresa Francisco
Fuimos
pocos los que desde el apoyo al gobierno de Cristina y una tradición
de Izquierda Nacional aplaudimos la elección de Jorge Bergoglio al
trono del Vaticano. En aquella oportunidad dijimos: “Más
allá de toda cuestión religiosa, confesional o corporativa, es
auspicioso que el primer Papa de la Iglesia Católica no europeo sea
un latinoamericano, hijo de esta ciudad de Buenos Aires, conocedor de
sus barrios humildes y comprometido con los intereses y expectativas
de los más pobres de nuestra patria”.
La oposición celebró hipócritamente el nombramiento, en el
convencimiento que las rispideces parroquiales entre el Arzobispo
Jorge Bergoglio y el presidente Néstor Kirchner se iban a trasladar
mecánicamente a Roma. Ahora iba a ser el mismo Papa el que pusiera
coto a la prepotencia, al autoritarismo y a la corrupción que La
Nación, Clarín y la oposición por ellos conducida atribuyen al
gobierno. Por su mente pasó aquella procesión de Corpus Christi el
10 junio de 1955, cuando liberales, masones y anticlericales se
pusieron en fila detrás del arzobispo de Buenos Aires para iniciar
el derrocamiento de Juan Domingo Perón.
Por
su parte, muchos analistas y comentaristas periodísticos del
kirchnerismo vieron en el nombramiento la misma imagen, la
entronización de un poder mundial, de amplio reconocimiento en la
opinión pública del país, que haría lo posible por desestabilizar
y derrotar al gobierno de Cristina. Nuevamente los artículos de
Horacio Verbitzky llevaban la impronta de una abierta y declarada
confrontación con el nuevo Papa, mientras los sectores kirchneristas
más vinculados al progresismo porteño extraían de su biblioteca
los viejos argumentos anticlericales del siglo XIX.
Afortunadamente
la visión presidencial fue más sagaz que la de sus opositores y
muchos de sus seguidores. Cristina celebró de inmediato el
nombramiento papal y viajó a la ceremonia de asunción, junto con
otro gran presidente de la región, Rafael Correa de Ecuador.
Y
a poco de andar, Francisco dejó en claro que nuestras expectativas
-fundadas no tanto en el conocimiento personal de Bergoglio, sino en
la contradicción principal del mundo contemporáneo entre el centro
y la periferia- no estaban desencaminadas. Más allá de los
innumerables gestos, casi cotidianos, con los que el Papa envía
señales al mundo entero, a los hombres de estado y a los simples
ciudadanos, más allá de iniciar la limpieza de los establos de
Augias en que se ha convertido el Vaticano, Francisco dio a conocer
un documento “Gaudium Evangelii” que posiblemente sea el texto
social más importante que se ha producido en lo que va del siglo
XXI.
“Así
como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para
asegurar
el valor de la vida humana,
hoy tenemos que decir «no a una economía
de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. (…) Hoy todo
entra dentro del juego de la competitividad y de la
ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como
consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se
ven excluidas
y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida”.
Estas
definiciones retoman una tradición del pensamiento católico, que
tuvo su explicitación conceptual en el Concilio Vaticano II y que,
durante los años 60 y 70 del siglo pasado, se convirtieron en
nuestro continente en bandera de lucha de miles de hombres y mujeres.
“Ya
no se trata simplemente del fenómeno de la explotación
y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda
afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se
vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin
poder, sino que se está
fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos,
«sobrantes»”, dice
Francisco en su documento.
Desde
los tiempos del Papa Montini, Paulo VI, estas palabras no se habían
escuchado y si, entonces, los documentos sociales de la Iglesia se
referían al fenómeno de la explotación de la sociedad capitalista,
en este se avanza en la caracterización de un modo de producción
que ya no incorpora explotados sino que descarta humanidad sobrante.
Eso, que es la característica de la rapacidad capitalista
imperialista en el mundo periférico, ha sido la experiencia
latinoamericana de Bergoglio y su contribución a un desplazamiento
geopolítico, religioso y político de consecuencias incalculables.
Y
aquí también las cosas le salieron patas para arriba a la
oposición. Poco a poco empezó a reflejarse en la prensa, que hasta
entonces lo sostenía como un nuevo restaurador de sus privilegios,
la desilusión y, en muchos casos, hasta el sarcasmo que producía la
sorpresa de Francisco. Llegaron a inventar operaciones de prensa
involucrando a Bergoglio en mezquinas trenzas locales. Viajaron a
Roma para sacarse fotos con el nuevo ícono y volvieron sin foto y
amargados. La respuesta desde Roma fue llamar al vicegobernador de la
provincia de Buenos Aires para que, después de entrevistar a
Francisco, anunciase a la opinión pública, pero sobre todo a la
Suprema Corte de Justicia, que el Papa apoyaba la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual. A todo esto, Cristina, ratificando el
rumbo fijado el primer día, estrechaba y afianzaba su personal
relación con el Papa, quien, aprovechando su visita a Francia, no
dudó en invitarla a una comida en sus dependencias.
El
mentiroso es el primer engañado
En
pleno mes de enero, con un récord en el desplazamiento turístico de
buena parte de la población, los sectores más concentrados de la
economía y, en especial, su sector financiero lanzan una miserable
embestida contra el valor del peso argentino en relación con el
dólar. Con el convencimiento generado por una interpretación falaz
del real estado de la economía de que la misma estaba al borde de
una quiebra similar a la del 2001, la presión sobre el peso tenía
como finalidad, no solo generar una masiva devaluación, sino voltear
a un gobierno al que suponían desvalido, inerme y en pleno
zafarrancho. Este error de apreciación deriva de la lectura de los
diarios y comentaristas que, cotidianamente, abruman a la ciudadanía
con sus apocalípticas previsiones y dan el efecto de sentido de que
nunca el país estuvo en peor situación económica. Lo curioso y
desconcertante de la situación es que esas falsas informaciones,
análisis y presunciones están destinadas, se supone, a engañar al
incauto público que cree religiosamente lo que se escribe o dice en
la prensa. Pero que no tienen como objetivo engañar tontamente a
los propios emisores de la falacia. Pero eso, y no otra cosa, es lo
que ocurre. Como en los más agudos casos de mitomanía, el
establishment económico de la Argentina es el primero en convencerse
de sus propias mentiras y, a partir de ello, todas sus previsiones
terminan en un estrepitoso fracaso. En este caso, una devaluación,
que muchos economistas nacionales estimaban como necesaria desde
hacía ya unos meses, puso el dólar en un nuevo nivel, muy por
debajo de la falsa expectativa que habían generado los
devaluacionistas del sistema financiero.
“El
ajuste cambiario es un reconocimiento de que había un atraso
producto de la apreciación que agravaba la escasez de divisas como
el problema más urgente; lo veo como un ordenamiento de una economía
que complicaba la gestión”,
sostuvo el economista industrialista Aldo Ferrer, quitándole
dramatismo a la cuestión. Simultáneamente, en un hecho
absolutamente novedoso en materia de devaluaciones, el gobierno lanzó
una serie de medidas, como los Precios Cuidados, destinadas a que el
nuevo precio del dólar no recaiga en los bolsillos de los más
pobres de la sociedad.
El paro de la
Sociedad Rural, el PO, Barrionuevo y Moyano
El desesperado
intento de “poner fin al ciclo Kirchner” en las próximas
elecciones hizo que Héctor Magnetto convenciese al ahora blanqueado
Hugo Moyano a llamar a un paro de 24 horas, en medio de las
negociaciones de paritarias y con difusos objetivos y consignas. Para
ello debió sumar al justamente desprestigiado Luis Barrionuevo y a
la mitad más vociferante e irrepresentativa de la CTA. A eso se
sumaron, como moscas en la miel, los grupos trotsquistas con fuerte
base en las facultades de Filosofía y Ciencias Sociales, que en un
verdadero prodigio retórico pretendieron enfrentar al “gobierno
patronal”, aliándose a las “burocracias patronales” y a la
Sociedad Rural Argentina, que también apoyó entusiasta el absurdo
paro. Una nueva Unión Democrática volvía a cristalizar , fogoneada
por las pantallas de TN que transmitían directamente de los diversos
piquetes con que se trató de impedir que los trabajadores
concurriesen a sus lugares de trabajo.
Acá también todo
salió mal. Por un lado, la intemperancia de los piquetes de la
estudiantil izquierda cipaya le quitó argumentos a los convocantes,
respecto a la adhesión al paro. Rápidamente, los que hasta el día
anterior habían abrazado al dirigente ferroviario teñido de
amarillo, señor Pollo Sobrero, intentaban deslindarse de los
piquetes, sabedores del impacto negativo que tiene en gran parte de
la población esos actos de violencia. Por el otro, quien quedó como
principal convocante del paro fue el gastronómico Luis Barrionuevo,
pese a que el sector fue uno de los que menos sintió el cese de
actividades. Los bares y restaurantes de Buenos Aires funcionaron casi
como un día normal. Pero, además, la intemperancia verbal de
Barrionuevo, que en todo momento manifestó su adhesión al Frente
Renovador de Sergio Massa, y que prometió que este candidato “los
iba a matar en las elecciones”, hizo sonar la alarma de los
asesores de imagen del diputado bonaerense, en la conciencia de que
la infinita capacidad de “piantar votos” del gastronómico los perjudicaría en las encuestas de opinión.
Y para terminar,
fuera del ámbito metropolitano el paro casi no tuvo repercusión
alguna. Lo que se buscaba era impactar sobre los medios para, una vez
más, intentar debilitar al poder político del Estado en miras al
2015. Para colmo, pocos días después, un tiroteo en una asamblea de
Camioneros en Rosario, con el resultado de un muerto y varios heridos
de bala, aclaró un poco más las características internas del
poderoso sindicato de Hugo Moyano.
Hacia el 2015 con
las banderas desplegadas
Cristina Fernández
de Kirchner, en particular, y el gobierno, en general, son los
protagonistas mejor dotados para incidir decisivamente en los
resultados de la próxima elección presidencial. En ella se pondrá
en juego el destino final de estos diez años de retorno a las
políticas fundacionales del peronismo: la soberanía popular, la
independencia económica y la justicia social. Cuanto más
fortalecido y con capacidad de juego logremos llegar a esos comicios,
mayor será la posibilidad de mantener y aún profundizar los logros
alcanzados en estos años.
Lejos de entrar en
un compás de espera, de imprudente inactividad, el gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner está dando y va a dar claros
indicios de su fortaleza y su capacidad de sortear y superar las
arteras jugadas de una oposición que, aunque poderosa, no encuentra
el rumbo político.
Más
Soberanía, más Justicia Social, más Patria Grande son las tareas
que nos permitirán afrontar el nuevo desafía con firmeza y vocación
de futuro.
Buenos Aires, 15 de abril de 2014
Valiosa reseña de las confabulaciones instaladas a lo largo de los últimos meses con el único objetivo en desbancar al gobierno nacional y popular que, por otra parte, ha sido el modo operativo de la antipatria y del poder económico real a lo largo de esta brillante década.
ResponderBorrarMemoria, la herramienta más valiosa para evitar que el engaño y la mala fe embarren nuestra cancha y nublen nuestra percepción.
Saludos