1) ¿Cómo calificaría la imagen que hoy se
transmite de lo que fue el 12 de octubre, cuánto ha cambiado
respecto a lecturas pasadas, y si es posible aplicar a esos
acontecimientos categorías del presente tales como el genocidio?
- El sentido de la fecha del 12 de Octubre ha ido
cambiando de significación, adecuándose a los cambios políticos,
sociales y culturales que ha vivido nuestro continente. El Día de la
Raza, fecha decretada por don Hipólito Yrigoyen, fue una
reafirmación de nuestro mestizaje hispano-indo-africano que pobló
nuestro continente, enfrentado a la reivindicación anglosajona que
desde los EE.UU. pretendía, con la doctrina Monroe y el Big Stick de
Teodoro Roosevelt, despreciar nuestro origen y génesis histórica.
En ese sentido, el Día de la Raza -no de la raza española, cosa,
que como Ud. sabe, no existe- sino de la “raza cósmica”, como
llamó el gran José Vasconcelos -el ministro de Educación de la
Revolución Mexicana- a nuestra fusión étnica, no fue para
confrontar con nuestros hermanos de los pueblos originarios o de
origen africano, sino para, junto con ellos, resistir la ofensiva
cultural, económica y política del imperialismo anglosajón. Y fue
justamente este imperialismo el que intentó desprestigiar la fecha,
cargándola de un sentido racista, etnicista y purista que jamás
existió en la cabeza de la generación que la asumió como propia.
Recuerde a Rubén Darío en su Oda a Roosevelt cuando dice: “la
América del gran Moctezuma, del Inca, / la América fragante de
Cristóbal Colón, / la América católica, la América española, /
la América en que dijo el noble Guatemoc: / «Yo no estoy en un
lecho de rosas»; esa América / que tiembla de huracanes y que vive
de Amor, / hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. / Y sueña.
Y ama, y vibra; y es la hija del Sol”. Este era el sentido profundo
y desafiante con el que aquella generación sancionó el Día de la
Raza.
Hoy, nuevas generaciones, nuevos desafíos,
profundos cambios en la conciencia de los latinoamericanos, el
protagonismo de esos “hombres cósmicos”, que son la fusión de
todas las etnias de la tierra, le han dado al 12 de Octubre un
sentido que ratifica aquella multiplicidad de orígenes, de culturas,
de lenguas y dioses que constituyeron a nuestros pueblos.
Lo del genocidio es una extraordinaria tontería,
cuyo origen ideológico hay que encontrarlo en quienes sí, de verdad
y sin atenuantes, exterminaron sus pueblos originarios, que hoy han
quedado reducidos a administrar algunos casinos en el estado de
Nevada. Si una reciente investigación afirma, con pruebas en la
mano, que el 56 % de la población argentina tiene genes indígenas,
mal puede hablarse de un genocidio. Con todo el dramatismo que ese
choque tuvo, con toda la explotación de la mano de obra indígena,
con todo el saqueo de la plata potosina, aquí nació un ser humano
que, como afirmó Bolívar, no es ni español ni indio, es americano.
2) ¿Qué piensa del traslado del monumento a
Colón?
Imagínese que el traslado de un monumento no
puede ser una cuestión capaz de generar un enfrentamiento
irreductible. La estatua de Juana Azurduy de Padilla, donada por Evo
Morales, tiene todo el derecho de cubrir el flanco que da al río de
nuestra Casa Rosada, así como la homenajeada cubrió, en vida, el
flanco norteño contra la penetración goda. El gran genovés, podrá
otear el horizonte desde la Costanera porteña, quizás buscando
encontrar “el sitio donde ayunó Juan Díaz y los indios comieron”,
como, con belleza y calumnia histórica, dice Jorge Luis Borges.
Pero quedará para siempre el más grande legado
que trajera a estas tierras y que los americanos hemos logrado
conservar, desarrollar, enriquecer y renovar: la lengua de Castilla
que, con García Márquez, Borges, Asturias y Gabriela Mistral, para
dar tan solo unos ejemplos, dio al mundo la visión, el habla, la
fantasía, los sueños y las vigilias de nuestros hombres y mujeres.
Gracias a esa lengua podemos entendernos sin traductores desde el Río
Bravo hasta la Bahía de Lapataia.
Ese es el tamaño de la nación que podemos construir, si no discutimos por el destino de una estatua.
Ese es el tamaño de la nación que podemos construir, si no discutimos por el destino de una estatua.
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