“El Bolchevique de Salón”, el último libro del
doctor Mario Rapoport, posiblemente el mejor historiador económico de la
Argentina, debería ser considerado un verdadero acontecimiento en las librerías
de todo el país. El grueso volumen, escrito con prosa diáfana y hasta con la
tensión dramática de una novela, reúne varios géneros: es una biografía de un
personaje desconocido en general, pero que Rapoport rescata hasta convertirlo
casi en paradigmático. Es una historia de la Argentina agroexportadora y una
historia política y económica de Alemania entre 1910 y 1935, con disgresiones
sobre la historia de la Revolución Rusa y, sobre todo, de la Internacional
Comunista antes de la muerte de Lenin. Es una historia de las corrientes del
pensamiento económico que aparecieron en nuestro país a partir de 1930 y una
historia del antiperonismo de izquierda, así como una magnífica cronología de
la celebrada Escuela de Frankfurt, su transformación ideológica, sus peleas
intestinas y, por último, una reflexión sobre el impacto que el antisemitismo
hitleriano y el triunfo yanqui en la Segunda Guerra Mundial impusieron sobre el
pensamiento de las élites académicas.
Todo eso.
Como se ha sabido por los diversas entrevistas
periodísticas hechas al autor, el mote del título se refiere a Felix Weil, un
argentino de origen judío alemán, hijo de uno de los grandes comerciantes de
granos de nuestro Centenario, educado en Alemania quien desde la adolescencia
adscribió a las ideas más radicales del marxismo alemán, en tiempos en que Rosa
Luxemburgo y Karl Liebknecht confrontaban con el reformismo de Augusto Bebel y
Karl Kautsky. Este apasionante escenario le permitió a Rapoport adentrarse en
una fascinante investigación que necesariamente le permite describir los
vericuetos íntimos del comercio de granos desde 1890 hasta la Primera Guerra,
el relativamente desconocido papel jugado por la burguesía alemana de tiempos
del Kaiser en este negocio y la complejidad de una economía que no se reducía tan
sólo a la vinculación entre la oligarquía agrícolo-ganadera y el Reino Unido.
Europa
en Guerra y en Revolución
La investigación de Rapoport se adentra también en
el rumbo de la frustrada Revolución Alemana de 1919 y los años de la República
de Weimar, así como en el análisis de las consecuencias que el Tratado de
Versalles tuvo sobre la economía alemana, en especial, y sobre la
norteamericana y europea, en general. Del relato de estos años surge con luz
especial el impacto que la Revolución de Octubre tuvo en el pensamiento europeo
occidental y el papel de la Internacional Comunista en tiempos en que Grigori
Zinóviev -asesinado en las purgas stalinistas- era su Secretario General. Y la
vida de Felix Weil es el hilo conductor de cada uno de estos momentos que han
sido cruciales para el desarrollo histórico del mundo antes del estallido de
1939. Joven agitador marxista en las universidades alemanas, delegado de la
Internacional Comunista en la Argentina, a la vez que alto empleado de Hermann
Weil y Cía., la exitosa empresa exportadora de su padre, y un precursor informe
sobre el estado político y social de la clase obrera argentina con aciertos,
precisiones e -inevitablemente- confusión eurocéntrica.
De ese paso por Argentina y, fugazmente, por Chile,
Weil vuelve a Alemania y logra convencer a su padre que financie con su inmensa
fortuna -salvada de la inflación por ser en marcos oro- la creación de la
Escuela de Investigación Social, un instituto de estudios marxistas
independientes, y que se hizo famosa con el nombre de Escuela de Frankfurt, a
cuya Universidad se encontraba asociada. Y junto al porteño Weil aparecen los
nombres de Georg
Lukács, Karl Korsch,
Friedrich Pollock y el
gran pintor expresionista George Grosz.
Aparecen, como en una película histórica, las relaciones entre Weil y el
creador del Instituto Marx-Engels, de la URSS, David Riázanov, también víctima
del temible georgiano. Fue el Instituto de Investigaciones Sociales, con el
dinero de Weil, el que logró que Riázanov publique los famosos Grundrisse de
Carlos Marx, así como los Manuscritos Económico-Filosóficos, considerada la más
importante obra de su etapa juvenil.
El primer descubrimiento que deslumbra en esta compleja
investigación de Rapoport es el hecho de que la prodigiosa renta diferencial
generada por la fertilidad milagrosa de la pampa húmeda era de tal magnitud que
fue la base material sobre la que se fundó, ni más ni menos, que la más famosa
escuela del pensamiento crítico europeo y que constituyó hasta el fallecimiento
de Weil, en 1975, una de sus principales fuentes de financiamiento. La renta
agraria argentina y la renta diferencial pampeana, ambas usufructuadas
exclusivamente por la oligarquía terrateniente y las empresas exportadoras, no
permitieron tan sólo, el despilfarro “rastacuere” en París, la construcción de
los exquisitos palacios del Barrio Norte o los trasplantados castillos de la
provincia de Buenos Aires, sino también el mecenazgo burgués en el centro mismo
de la sociedad capitalista europea. Tal fue el tamaño del histórico saqueo
llevado a cabo por el parasitismo oligárquico, mientras el país profundo sufría
las condiciones descriptas por Bialét Massé en su famoso informe.
A
EE.UU.
Seguir las huellas de Felix Weil a lo largo del
siglo XX lo lleva a Rapoport a trasladarse a EE.UU., adonde se encaminó junto
con la Escuela de Frankfurt. Sus relaciones sociales, ese discreto encanto de
la oligarquía pampeana, pudieron más que sus juicios sobre el capitalismo y el
incipiente socialismo soviético. Este niño bien, millonario desde muy joven,
gracias a la herencia de su madre, fue también uno de los asesores del gobierno
fraudulento de Agustín P. Justo y de su ministro Federico Pinedo -otro
entusiasta juvenil de las obras de Carlos Marx- en la redacción de la ley de
Impuesto a los Réditos, el primer antecedente del Impuesto a las Ganancias, y
primer impuesto directo aplicado en la Argentina.
El libro de Rapoport se mete también con los
trabajos de un Weil más maduro donde expresa un furibundo antiperonismo, si
bien en todos sus trabajos considera que la clase terrateniente ganadera es el
mayor impedimento que la Argentina tiene para lo que él considera un necesario
proceso de industrialización. La experiencia bajo el nazismo, sus amistades
argentinas -como Raúl Prebisch- y el deslumbramiento que en la posguerra
produce el “rooseveltismo” y la sociedad norteamericana, convierten a Weil en
un predecesor del pensamiento que luego se conocerá como “desarrollismo”: la
idea que el imperialismo norteamericano es la clave para industrializar a
nuestro país.
De pasada, Rapoport se la toma con Milcíades Peña, quien
encuentra en el libro El Enigma Argentino, de Weil, escrito en 1944, datos y
antecedentes para fundamentar también su antiperonismo acérrimo y la peregrina
tesis de que Perón era un agente inglés. Tanto en Weil como en Peña, su
admiración por EE.UU. y su mirada conmiserativa sobre nuestras propias
posibilidades de desarrollo autónomo los llevaron a una profunda incomprensión
sobre nuestro más trascendente fenómeno político: el peronismo.
Estos últimos capítulos del libro de Rapoport son
muy interesantes y abren ricas posibilidades de reflexión, en la medida en que
en los artículos y conferencias de los últimos años de Weil, cercano al partido
Demócrata, se ven y presuponen algunas tendencias que hoy, a casi 40 años del
fallecimiento del biografiado, conforman gran parte de las propuestas de los
sectores conservadores.
Como
nota final
La vida de Felix Weil, su periplo por todo el mundo
occidental, sus relaciones juveniles, su fortuna, su vida amorosa, sus aciertos
y sus errores, contados por Mario Rapoport, dejan en el lector la idea de que
en ese libro está el material para una gran película sobre el siglo XX desde
una perspectiva argentina. El Bolchevique de Salón es el mejor libro del año en
un terreno tan árido como la historia de la economía.
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