¿Se
puede saber por qué demonios
es secreto el día y la hora de la citación del canalla Stiusso? Si
la citación fuera a Boudou o -“digo,
es un decir, si España cae”-
a la presidenta ¿sería también entre gallos y medianoches? ¿O los
citarían a Comodoro Py justo a la hora en que puedan entrar en los
noticieros de la tarde y la noche? Esa fiscal, después
de esta decisión, ¿representa
al Estado Nacional o a la corporación judicial?
Todo
mi conocimiento del mundo criminalístico son
profusas lecturas de novelas policiales e igualmente profusas
asistencias a series policíacas. Sobre la base de ese conocimiento
¿alguien me puede aclarar por qué el tipo que le dio el arma al
¿suicida?, el
hacker, contratado por la fiscalía con un sueldo de $40.000 y amigo
íntimo del óbito,
no está procesado, aunque sea bajo la figura de no imputado?
Otra
sensación que tengo -hoy
es
una noche sensacional- es que la fiscal y todos sus colaboradores ven
Friends, la
divertida serie americana sobre un grupo de amigos de clase media y
de distintas predilecciones sexuales, pero
jamás
ha puesto un ojo
en ninguna de las tres o cuatro alternativas que ofrece
la
excelente CSI.
Ni
hablar La Ley y el Orden, porque ahí los fiscales son unos
verdaderos leones.
Yo
quiero fiscales como los del Estado de New York. Que se meten con los
ricos, que defienden a los inmigrantes, que hacen caer a los jueces
coimeros. Yo quiero vivir en La Ley y el Orden que
esos fiscales y su policía investigativa hacen valer y defienden.
Lorena
García, que
lee estas cosas que escribo, me
aviva
de que en mi utópico lugar “La Ley y el Orden”, a
los fiscales los eligen por voto
popular.
Bueno, insisto, a mi me gustaría vivir ahí, sin tener que pagar los
espantosos alquileres de New York.
¿Uds.
no se emocionan cuando los fiscales de “La Ley y el Orden” meten
en cana a ricos wasps
que traen niños de Haití para abusar de ellos? ¿No se siente
identificados cuando se meten con personajes influyentes que tienen
una red de prostitución de lujo? ¿Cuando acusan a un tipo de la CIA
por coacción, amenaza o violación de los derechos humanos? A mi
esos fiscales me encantan.
Yo
estaría chocho con fiscales como los de “La Ley y el Orden”.
Entonces,
¿por qué tengo que vivir en un país donde los fiscales y los
jueces defienden los monopolios de prensa, apañan a proxenetas de
lujo, defienden a espías descontrolados y hacen marchas por más
justicia como si su función por la que reciben un sueldo importante
no fuese, justamente, obtener
justicia?
¿No
deja todo esto la sensación -insisto, es una noche sensacional- que
el sistema judicial, los fiscales y los jueces, en
estas procelosas playas,
no forman parte de “La Ley y el Orden”, sino de otra serie que se
llamaría “El Delito y la Anomia”?
En
los '80, Federico Luppi, Norberto Díaz, Rubén Stella y Emilia Mazer
interpretaron una maravillosa serie argentina, Hombres de Ley, con
guión de Gerardo Taratuto, un abogado, militante político y gran
guionista. Oponera
estos hombres de ley, abogados bien plantados, respetuosos del
derecho y de la Ley,
a la runfla maffiosa que pretende manifestar a fin de mes, acompañada
por un obeso y decadente dirigente sindical de
cada vez menos empleados judiciales,
es un buen ejercicio de la pasión política.
Es
interesante, entonces, puntualizar la ausencia de una mirada crítica
de la literatura y el arte en general sobre la putrefacción del
sistema judicial, no solo en relación a sus funciones específicas,
sino también en su enfrentamiento corporativo con el poder político
-democrático- del estado. En
aquellos años de un reciente ejercicio de los derechos ciudadanos,
los “hombres de ley” se presentaban como la alternativa a la
abrumadora ilegalidad de la dictadura oligárquico imperialista.
Expresaban, sin duda, la ambición de una gran parte de la ciudadanía
de que el estado de Derecho, la Ley y el orden democrático
estableciesen sus reales y terminasen con los años de horror, de
crimen e ilegitimidad. Por supuesto, no era suficiente con la
honradez de esos abogados de distinta generación. Pero el deseo
ciudadano estaba ahí expresado y su éxito tuvo directa relación
con esto.
Pero
hoy, cuando se hace evidente que la continuidad de la soberanía
popular y de la democracia basada en el voto popular es abierta,
desembozada y cínicamente enfrentada por una banda de funcionarios
estatales, bien pagos, exentos de impuestos y con prerrogativas casi
nobiliarias, como es la casta judicial, el arte no ha encontrado aún
la pluma, el ojo o la inteligencia que convierta en valores
universales el drama, la tensión que estamos viviendo: la soberanía
popular acosada por un cerrado, exclusivista y clasista privilegio de
casta burocrática.
Pero
la gravedad del problema no puede esperar la inspiración de los
artistas. Nuestro sistema judicial está en grave, profunda e
irreversible crisis. La misma puede arrastrar - “digo, es un decir,
si España cae”- a nuestro sistema basado en la voluntad popular.
“La Ley y el Orden”, basados en la soberanía del pueblo
expresada en las urnas, es, finalmente, el único sistema capaz de
mantener la paz social y la unidad de la nación.
Excelente tu escrito Julio
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