La
decisión de Eduardo Accastello de lanzar, para las elecciones provinciales de
Córdoba, un nuevo frente más amplio que el mero rejuntado kirchnerista de la
provincia, y llevar como compañero de fórmula al conocido humorista Cacho
Buenaventura ha generado, parece, una fuerte polémica entre los seguidores del
Frente para la Victoria, en el orden nacional.
Algunos
amigos cordobeses me han pedido mi opinión y, con humildad, aquí la expongo.
La
provincia de Córdoba ha sido un hueso muy duro de roer para los candidatos
provinciales proclives a la orientación del gobierno nacional, tanto de Néstor
como de Cristina. En cada elección local los resultados le han dado un puesto
muy lejos del que, en esa misma provincia, ha obtenido Cristina en las dos
oportunidades en que se presentó.
La provincia ha experimentado grandes cambios económicos y sociales en los últimos treinta años, a la vez que el peronismo cordobés, articulado alrededor de la conducción provincial de José Manuel de la Sota, ha logrado ganar cada vez que se han dirimido cargos locales. Ello indica que, en el orden provincial, el oficialismo nacional no cuenta con la estructura político-electoral que, en otras provincias, le proporciona triunfos de un porcentaje avasallante.
La provincia ha experimentado grandes cambios económicos y sociales en los últimos treinta años, a la vez que el peronismo cordobés, articulado alrededor de la conducción provincial de José Manuel de la Sota, ha logrado ganar cada vez que se han dirimido cargos locales. Ello indica que, en el orden provincial, el oficialismo nacional no cuenta con la estructura político-electoral que, en otras provincias, le proporciona triunfos de un porcentaje avasallante.
Pero,
como he dicho, curiosamente, este triunfo del peronismo delasotista cordobés no
se expresa en las elecciones nacionales en dicho distrito, donde el lanzamiento
de la idea fuerza del “cordobesismo”, manifestada por el gobernador De la Sota,
antes de las elecciones nacionales del 2012, fue rápidamente sepultada por el
excelente resultado obtenido por la presidenta Cristina en su reelección.
Se
pueden dar argumentos economicistas o sociologizantes acerca del papel jugado
por el crecimiento de la economía agraria fundada en la producción de soja y en
la disminución del peso específico de la clase obrera industrial en los años 60
y 70. Pero esas consideraciones suelen entretenidas pero inútiles a la hora de
las elecciones.
También
es cierto, y hay que destacarlo, que la provincia tuvo y tiene una profunda
tradición radical que, como ha demostrado en sus estudios el cordobés Roberto
Ferrero, tiene un origen clerical y antiyrigoyenista, nutrido del
enfrentamiento con los gobiernos de los Juárez a fines del siglo XIX. Parte de
ese radicalismo fue el que proveyó de presencia de clase media no estudiantil
en las jornadas de 1969 y parte de ese mismo radicalismo terminó ofreciendo
intendentes radicales a la dictadura cívico-militar instaurada en 1976.
Justamente, el candidato a gobernador Oscar Aguad, del Pro-UCR, expresa los sectores
más procesistas de su partido.
Hasta
ahora, en 12 años, ninguno de los candidatos provinciales lanzados por el FpV
lograron horadar el oligopolio político cordobés formado por el delasotismo, el
juecismo y el radicalismo. Sus candidatos a cargos provinciales dieron
testimonio de su acuerdo ideológico con el gobierno nacional pero no pudieron
gravitar seriamente en los resultados electorales.
Accastello
es un hombre de larga actuación política en la provincia que ha militado
siempre en el seno del peronismo provincial. Sus dos victorias que lo convirtieron en intendente de la
importante ciudad del sur de Córdoba, Villa María, le han dado relevancia
suficiente para representar al FpV en las elecciones a gobernador de este año.
Justamente su prestigio como un administrador eficaz y su amplio conocimiento
del peronismo provincial hicieron que contase con el apoyo nacional para lanzar
su candidatura a gobernador, para disputar con Schiaretti y Aguad el futuro
político de la provincia.
Pero, si sus antecedentes lo hacían un buen candidato, su decisión de formar el binomio
con Cacho Buenaventura lo presenta como el primero en estar dispuesto a
disputar realmente la hegemonía del delasotismo y del rejunte macrista-radical.
En
primer lugar, en un escenario altamente polarizado, con un oficialismo
provincial dispuesto a retener la gobernación para su sistema conservador -las
aspiraciones presidenciales de De la Sota son simples escaramuzas para
determinar su porvenir como senador nacional- y una alianza anticristinista que
verdaderamente intenta disputar el máximo poder nacional, en la que el
radicalismo en su versión más procesista tiene un papel central, la presencia
de Buenaventura abre su propuesta a amplios sectores cordobeses a los que su
figura resulta de un enorme atractivo. Se trata de sectores populares del
interior y de la capital a los que el mensaje del FpV no ha podido llegar y
abrirse paso.
Por
otra parte, su origen radical popular, opuesto a la maquinaria heredada del
proceso y de las trapisondas del angelocismo, abre su mensaje a amplios
sectores también populares y que pueden intentar sacar al FpV de su lejanía de los primeros puestos el día del escrutinio.
Poner
el eje en la naturaleza mediática de Cacho Buenaventura es errarle al vizcachazo.
Es un hombre honrado, que ha sido seducido por las otras fuerzas políticas y
que se decidió por acompañar a Accastello. Como radical no ha tenido
manifestaciones antiperonistas y ha apoyado la política nacional de Derechos
Humanos. El senador Nito Artaza y el diputado (MC) Luis Brandoni también son de
profesión escénica y la actriz y cantante Nacha Guevara acompañó nada menos que
a Néstor Kirchner en la lista de diputados nacionales con la que llegó al
último cargo electivo de su vida. El carácter más popular del arte que
Buenaventura practica no puede ser motivo de rechazo, a no ser que se
establezca alguna elitista diferencia entre actores serios y actores de peña
folklórica. Por otra parte, y sólo como un ejemplo más, sin ninguna otra valoración,
fue la candidatura de Palito Ortega la que permitió sacar para siempre del
gobierno de la provincia de Tucumán al genocida Antonio Domingo Bussi.
1 comentario:
Claramente Don Julio, las estrategias utilizadas hasta ahora no han tenido resultado, por lo tanto, no creo que nadie esté muy autorizado para criticar esta intentona de Accastello de armar algo diferente para romper el hielo que ha envielto al FPV cordobés.
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