Este es el texto de mi ponencia en el V° Encuentro Nacional de Revisionismo Histórico, que se realizó el 11 de julio de este año, en la ciudad de Nogoyá, Provincia de Entre Ríos. El encuentro se realizó en homenaje al historiador y pensador nacional Fermín Chávez, nacido en esta ciudad, en la cual descansan sus restos. A 27 kilómetros de Nogoyá hay una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario. En su jardín, bajo la sombra de una hermosa tipa, descansa para siempre el inolvidable amigo y compañero Fermín Chávez.
Fermín Chávez publicó este pequeño y jugoso
libro, La Recuperación de la Conciencia Nacional, en 1983.
Eran momentos en que los argentinos nos
enfrentábamos a un nuevo período constitucional. La dictadura
cívico militar procesista, como consecuencia de dos fuerzas
distintas pero coincidentes habían puesto en retirada la hasta
entonces omnipotente dictadura.
Esas fuerzas contradictorias, pero coincidentes en
la coyuntura, eran la derrota militar en el combate de Malvinas y la
consecuente imposición de condiciones por parte de la gran potencia
victoriosa, por un lado, y la presión popular, harta del criminal
despotismo de la dictadura y desilusionada con una derrota de la que
culpaba a la perversa conducción de los altos mandos, mientras
aplaudía el heroísmo de quienes habían combatido en las islas, por
el otro.
El establishment político y cultural de la
Argentina semicolonial había comenzado a socavar la conciencia
nacional y patriótica desplegada durante los días del combate con
su efectiva campaña de desmalvinización, que sobrevive y continúa
como un nuevo capítulo de la historia oficial, de la historia
escrita por los vencedores.
En el horizonte, entonces, estaba un proceso
electoral que finalizaría con el triunfo del doctor Raúl Alfonsín,
convertido ya durante la Guerra, en el principal y público
desmalvinizador, el hombre que había acuñado un año después del 2
de Abril la derrotista y proinglesa definición: “La ocupación de
Malvinas fue el carro atmosférico de la dictadura”.
En ese contexto político, de apertura por un lado
y de tergiversación por el otro, Fermín Chávez consideró necesario
escribir un libro -un opúsculo casi- sobre el particular sistema de
pensamiento, sus fuentes, orígenes y vertientes a lo largo de
nuestra breve historia, que caracteriza lo que el autor llama
“pensar periférico”.
En primer lugar, detengámonos en este adjetivo "periférico".
Fermín Chávez se remonta a Fray Antonio de
Guevara, el franciscano cantábrico, cortesano de Carlos V, que en su
célebre “Plática que hizo un villano de las riberas del Danubio a
los senadores de Roma” se pone en el lugar de la periferia de
entonces, una situación en la que el villano del Danubio podría reemplazarse por un
indio del Orinoco o de Potosí. Y el rústico le dice a su emperador:
“En las palabras grosseras que digo y en las
vestiduras monstruosas que traygo podréys bien adevinar que soy un
muy rústico villano, pero con todo esso no dexo de conocer quién es
en lo que tiene justo y quién es en lo que possee tyrano; porque los
rústicos de mi professión, aunque no sabemos dezir lo que queremos
por buen estilo, no por esso dexamos de conocer quál se ha de
aprovar por bueno y quál se ha de condenar por malo.
Reo es a los dioses y muy infame entre los hombres
el hombre que tiene tan caninos los desseos de su coraçón y tan
sueltas las riendas de sus obras, que la miseria agena le parezca
riqueza y la riqueza propria le parezca pobreza. Ni me da más que
sea griego, que sea bárbaro, que sea romano; que esté absente, que
esté presente; digo y afirmo que es y será maldito de los dioses y
aborrecido de los hombres el que sin más consideración quiere
trocar la fama con la infamia, la justicia con la injusticia, la
rectitud con la tiranía, la verdad por la mentira, lo cierto por lo
dudoso, teniendo aborrecimiento de lo suyo proprio y estando
sospirando por lo que es ajeno.
Vosotros, los romanos, en vuestras vanderas traéys
por mote estas palabras: «Romanorum est debellare superbos et
parcere subiectis». (propio de los romanos proteger a los dóciles y
abatir a los soberbios) Por cierto que dixérades mejor: «Romanorum
est expoliare innocentes et inquietare quietos»; porque vosotros los
romanos no soys sino mollidores de gentes quietas y robadores de
sudores ajenos".
Cosa muy parecida podemos decirle hoy los
latinoamericanos y los africanos y los griegos y hasta los españoles
e irlandeses a esa nueva Roma cuyas legiones están formadas por el
interés compuesto y la pirámide de Ponzi y cuyo senado se integra
con banqueros y tecnócratas “robadores de sudores ajenos”, como
dice el vasco Antonio de Guevara.
Periférica es la posición de América Latina,
periféricos son los millones de pobres, desposeídos, “de palabras
grosseras” y “vestiduras monstruossas”, para volver a usar la
retórica de aquel franciscano renacentista que nos propone Fermín.
Y la palabra periferia ha vuelto a tomar una especial significación,
30 años después de publicado este libro, cuando un seguro lector de
Fermín la convirtió en lema o “motto” de su papado, el vecino
de Flores, el padre Jorge Bergoglio.
Será un libro, entonces, dirigido a recorrer el
camino intelectual que desde estas tierras logró forjar un punto de
vista universal situado -como han dicho los amigos de la Filosofía
Latinoamericana- o, como dijera don Arturo Jauretche, “lo universal
visto por nosotros”.
Su libro se inicia con una serie de citas, cuyos
autores solo se dan a conocer al final del libro, y que recoge un
amplio muestrario de reflexiones de autores de muy diversa tradición
filosófica, argentinos casi todos, a excepción de Johan Gottfried
Herder, el prerromántico alemán, inspirador del “Sturm und
Drang”, la revuelta del espíritu creador contra la utopía
racionalista del “Aufklärung” o Iluminismo. Este pensador, en
cuyas aguas abrevó el nacionalismo cultural alemán, con su rescate
de la tradición popular, de la poesía, la música y los mitos
forjados por el “Volksgeist” o “Espíritu del Pueblo”,
inspira, en cierto sentido, toda la reflexión de Chávez, quien, a
lo largo del libro se encarga de rescatar justamente esto último, el
Espíritu del Pueblo, por encima del frío racionalismo iluminista al
que identifica, en nuestra historia, con los rivadavianos, los
unitarios, los mitristas y los liberales oligárquicos de 1880 en
adelante. Sorprende, entonces, y revela el fino peine con que Chávez
escarba en nuestra historia de las ideas, encontrar en estas citas
algunas de Juan Bautista Alberdi, a quien se ha confundido a veces
con un adocenado liberal. Voy a mencionar estas citas del tucumano
porque iluminan con claridad meridiana el eje filosófico de su
pensamiento:
“Continuar la vida principiada en Mayo, no es
hacer lo que hacen Francia o los Estados Unidos, sino lo que nos
manda la doble ley de nuestra edad y nuestro suelo”. El suelo es
para Fermín -y lo era para Herder- la voz histórica del pueblo, el
llamado de su espíritu.
La otra: “El Sr. Rosas, considerado
filosóficamente, no es un déspota que duerme sobre bayonetas
mercenarias. Es un representante que descansa sobre la buena fe,
sobre el corazón del pueblo”. Otra vez el pueblo en el centro de
su reflexión.
Y por último: “(…) sólo el pueblo es
legítimo revolucionario; lo que el pueblo no pide, no es necesario”.
Lo que no pedía el pueblo demostrará Fermín a lo largo del libro,
ha sido el programa histórico de los unitarios y liberales a lo
largo de toda nuestra historia, y, si leemos la prensa diaria con
esta clave, lo siguen haciendo en la actualidad.
Comienza el libro, como hemos dicho, planteando
una Epistemología para la Periferia. Dice Fermín: “Desentrañar
las ideologías de los sistemas centrales, en cuanto ellas representa
fuerzas e instrumentos de dominación, es una de las tareas
primordiales de los trabajadores de la cultura en las regiones de la
periferia”. Para ello plantea y propone la construcción -y
reconstrucción, agrega- de una nueva ciencia del pensar, esa nueva
epistemología. Si la “episteme”, en los griegos, se enfrentaba a
la “doxa” como un conocimiento no reflexivo, esta nueva
“episteme” se enfrenta a un conocimiento considerado como
indiscutible, solo a condición de deshistorizar su origen e
imposición, solo si se hace abstracción del procedimiento de
exportación del centro a la periferia, como modo ideológico de
dominación y aceptación de la hegemonía europea y, en particular,
inglesa, si lo analizamos desde una perspectiva económica. No otra
cosa es lo que Jauretche, Ramos y otros han denominado “colonización
ideológica”.
Chávez lo explica con claridad.
Antropológicamente el esclavo, en cierta manera ignora su propia
condición. No tiene conciencia de ella. El poder ha modelado en él
la esclavitud como una segunda naturaleza. Su situación se le
aparece como un estado natural que el propio sistema esclavista
impone sobre él. En nuestro caso, para lograr la aceptación de la
dominación como un estado natural, el sistema hegemónico debe
ocupar todo el espacio cultural, debe plantear “holísticamente”
su modelo de global rígido, sin fisuras, para que el objeto
original, nuestra conciencia colectiva, desaparezca por completo.
Dice textualmente Fermín Chávez, describiendo
este proceso que se impuso después de casi doscientos años de
desmantelamiento: “Precisa que la conciencia propia, del
colonizado, entre en eclipse, luego de cuestionarla como una
aberración, una escoria, una rémora del pasado irracional y
‘bárbaro’”.
A partir de este descubrimiento, que es un
dispositivo político y antropológico, de desprogramación y
reprogramación, como diríamos treinta años después, Chávez
expondrá la génesis de un pensamiento, de una visión del mundo que
tienda a restaurar, en su actualización histórica, aquella cultura
que fue borrada como mera expresión de atraso, primitivismo e
ignorancia.
En esto consiste su libro: construir -o
reconstruir- el sujeto y el objeto del conocimiento, de la acción
epistemológica.
El eje de su deconstrucción cultural e
ideológica, en el sentido más cercano a lo propuesto por Derrida,
es demoler el sistema racionalista deshistorizante que caracterizó
al iluminismo tardío que conformó el pensamiento de las burguesías
comerciales de nuestros puertos, que a fines del siglo XIX se
definían como liberales. Dice Fermín: “El núcleo del pensamiento
colonial en la vida argentina está constituido por el Aufklärung,
ahistórico y vaciado de los contenidos no racionales del hombre
argentino, que impuso un corte tajante con el pasado hispánico y
católico, y un reemplazo cultural que, a la postre, concluiría
siendo una utopía”.
La puerta de entrada habría sido el propio
Bernardino Rivadavia y su vinculación con los afrancesados
españoles, identificados e influidos por el pensamiento de Juan
Antonio Llorente, un discípulo del francés Destutt de Tracy y
tributarios ambos de su concepción de la Ideología como ciencias
general de las ideas.
Este sistema de pensamiento, importado y ajeno a
la génesis particular del pensamiento popular hispanoamericano es
considerado por Fermín como la base del gran proyecto de
transculturación o desulturización llevado adelante por el sector
más conservador y elitista de las burguesías comerciales implicadas
en la Revolución de Mayo. Sobre esta base “ideológica”, en el
sentido de falsa conciencia, de conciencia universal y abstracta, se
introdujeron, entonces, las bases necesarias para una destructiva
incorporación de Nuestra América a las necesidades económicas de
la naciente expansión colonial del Reino Unido.
A esta génesis, opone Fermín la sobrevivencia,
bajo distintas formas y con distinta intensidad e influencia, de un
pensamiento que, bajo formas de un aparente tradicionalismo,
expresaban la conciencia y las necesidades históricas de los pueblos
hispanoamericanos.
Retoma, entonces, el papel jugado por los jesuitas
y su notable construcción utópica en las Misiones, que defendieron
a los pueblos indígenas de la voracidad mercantilista y esclavista
de los bandeirantes portugueses -todavía hoy considerados con
respeto heroico por la historia oficial del Brasil, lo que nos
plantea la necesidad de proponer un revisionismo histórico a escala
continental-.
Y también rescata, en esta génesis, una de las
más importantes contribuciones de nuestra cultura a la cultura
universal que fue el Barroco Americano y su poderoso y creativo
sincretismo que americanizó e hizo propio, como hizo propio al
idioma castellano, un producto europeo. Barroco americano que ha
adquirido una reaparición en la trascendental visita de Francisco a
nuestras tierras. El maravilloso altar construido con frutos
americanos en el Paraguay, donde este sábado dará misa nuestro
compatriota alude y replica ese estilo que dio forma al pensar y al
sentir latinoamericano.
Desde estos orígenes, el ex seminarista Fermín
Chávez establece una genealogía ideológica o filosófica en la que
los pensadores de raigambre católica, en su gran mayoría, sin que
falten aquellos hombres que desde otras perspectivas del pensamiento,
supieron recuperar el eje de un pensar nacional, situado, no simiesco
o repetitivo.
El núcleo es, para Chávez, historizar toda
reflexión filosófica y respetar todo el conocimiento que surge del
pueblo y de su experiencia histórica.
Todo el siglo XIX y el XX, hasta el 17 de octubre
de 1945, se ven representados en estas páginas que constituyen algo
así como una enciclopedia, palabra que seguramente no le hubiera
gustado a Fermín por su origen iluminista, del pensamiento argentino
de la resistencia nacional y antioligárquica.
Nos queda a las generaciones presentes y venideras
continuar esta labor, ya no desde la clandestinidad o el olvido, sino
desde la recuperación nacional que estamos viviendo los argentinos y
los suramericanos, desde hace ya 12 años.
Cita en su libro Fermín, un poema de un viejo
soldado jordanista, aparecido en los tiempos de la reforma
universitaria, don José María Piedrabuena, que dice:
“La nueva generación
para nada nos precisa;
somos como la ceniza
cuando se limpia el fogón”.
No es ya, afortunadamente, nuestra situación.
Fermín y los hombres de su generación y las anteriores están hoy
iluminando la cabeza de estos miles de jóvenes que han ingresado a
la arena política para quedarse y para recuperar y actualizar en la
acción política esa Epistemología de la Periferia que nos proponía
este inmenso entrerriano hace más de treinta años.
1 comentario:
Admiro y respeto a ese historiador, poeta y profesor universitario, que fue Fermín Chávez; Ese ,también, buen jugador de billar y "curador de palabra" fue un tipazo, sin dudas. Prolífico escritor, supo plasmar en sus obras una perfecta descripción de Peron y de Evita en la historia Argentina.
Autor de "Perón y el Peronismo en la historia contemporanea" ó "Eva Perón sin mitos", "Historia del país de los Argentinos", "La chispa de Perón" son algunas de sus muchas obras que he podido disfrutar.
Envidio sanamente que Ud. haya sido su amigo....recuerdo a Fermín cuando vivía en San Telmo, y que pude jugar alguna partida de billar con el.
Abrazo Peronista.
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