12 de julio de 2015

La Recuperación de la Conciencia Nacional

Este es el texto de mi ponencia en el V° Encuentro Nacional de Revisionismo Histórico, que se realizó el 11 de julio de este año, en la ciudad de Nogoyá, Provincia de Entre Ríos. El encuentro se realizó en homenaje al historiador y pensador nacional Fermín Chávez, nacido en esta ciudad, en la cual descansan sus restos. A 27 kilómetros de Nogoyá hay una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario. En su jardín, bajo la sombra de una hermosa tipa, descansa para siempre el inolvidable amigo y compañero Fermín Chávez.


Fermín Chávez publicó este pequeño y jugoso libro, La Recuperación de la Conciencia Nacional, en 1983.
Eran momentos en que los argentinos nos enfrentábamos a un nuevo período constitucional. La dictadura cívico militar procesista, como consecuencia de dos fuerzas distintas pero coincidentes habían puesto en retirada la hasta entonces omnipotente dictadura.
Esas fuerzas contradictorias, pero coincidentes en la coyuntura, eran la derrota militar en el combate de Malvinas y la consecuente imposición de condiciones por parte de la gran potencia victoriosa, por un lado, y la presión popular, harta del criminal despotismo de la dictadura y desilusionada con una derrota de la que culpaba a la perversa conducción de los altos mandos, mientras aplaudía el heroísmo de quienes habían combatido en las islas, por el otro.
El establishment político y cultural de la Argentina semicolonial había comenzado a socavar la conciencia nacional y patriótica desplegada durante los días del combate con su efectiva campaña de desmalvinización, que sobrevive y continúa como un nuevo capítulo de la historia oficial, de la historia escrita por los vencedores.
En el horizonte, entonces, estaba un proceso electoral que finalizaría con el triunfo del doctor Raúl Alfonsín, convertido ya durante la Guerra, en el principal y público desmalvinizador, el hombre que había acuñado un año después del 2 de Abril la derrotista y proinglesa definición: “La ocupación de Malvinas fue el carro atmosférico de la dictadura”.
En ese contexto político, de apertura por un lado y de tergiversación por el otro, Fermín Chávez consideró necesario escribir un libro -un opúsculo casi- sobre el particular sistema de pensamiento, sus fuentes, orígenes y vertientes a lo largo de nuestra breve historia, que caracteriza lo que el autor llama “pensar periférico”.
En primer lugar, detengámonos en este adjetivo "periférico".
Fermín Chávez se remonta a Fray Antonio de Guevara, el franciscano cantábrico, cortesano de Carlos V, que en su célebre “Plática que hizo un villano de las riberas del Danubio a los senadores de Roma” se pone en el lugar de la periferia de entonces, una situación en la que el villano del Danubio podría reemplazarse por un indio del Orinoco o de Potosí. Y el rústico le dice a su emperador:
“En las palabras grosseras que digo y en las vestiduras monstruosas que traygo podréys bien adevinar que soy un muy rústico villano, pero con todo esso no dexo de conocer quién es en lo que tiene justo y quién es en lo que possee tyrano; porque los rústicos de mi professión, aunque no sabemos dezir lo que queremos por buen estilo, no por esso dexamos de conocer quál se ha de aprovar por bueno y quál se ha de condenar por malo.
Reo es a los dioses y muy infame entre los hombres el hombre que tiene tan caninos los desseos de su coraçón y tan sueltas las riendas de sus obras, que la miseria agena le parezca riqueza y la riqueza propria le parezca pobreza. Ni me da más que sea griego, que sea bárbaro, que sea romano; que esté absente, que esté presente; digo y afirmo que es y será maldito de los dioses y aborrecido de los hombres el que sin más consideración quiere trocar la fama con la infamia, la justicia con la injusticia, la rectitud con la tiranía, la verdad por la mentira, lo cierto por lo dudoso, teniendo aborrecimiento de lo suyo proprio y estando sospirando por lo que es ajeno.
Vosotros, los romanos, en vuestras vanderas traéys por mote estas palabras: «Romanorum est debellare superbos et parcere subiectis». (propio de los romanos proteger a los dóciles y abatir a los soberbios) Por cierto que dixérades mejor: «Romanorum est expoliare innocentes et inquietare quietos»; porque vosotros los romanos no soys sino mollidores de gentes quietas y robadores de sudores ajenos".
Cosa muy parecida podemos decirle hoy los latinoamericanos y los africanos y los griegos y hasta los españoles e irlandeses a esa nueva Roma cuyas legiones están formadas por el interés compuesto y la pirámide de Ponzi y cuyo senado se integra con banqueros y tecnócratas “robadores de sudores ajenos”, como dice el vasco Antonio de Guevara.
Periférica es la posición de América Latina, periféricos son los millones de pobres, desposeídos, “de palabras grosseras” y “vestiduras monstruossas”, para volver a usar la retórica de aquel franciscano renacentista que nos propone Fermín. Y la palabra periferia ha vuelto a tomar una especial significación, 30 años después de publicado este libro, cuando un seguro lector de Fermín la convirtió en lema o “motto” de su papado, el vecino de Flores, el padre Jorge Bergoglio.
Será un libro, entonces, dirigido a recorrer el camino intelectual que desde estas tierras logró forjar un punto de vista universal situado -como han dicho los amigos de la Filosofía Latinoamericana- o, como dijera don Arturo Jauretche, “lo universal visto por nosotros”.
Su libro se inicia con una serie de citas, cuyos autores solo se dan a conocer al final del libro, y que recoge un amplio muestrario de reflexiones de autores de muy diversa tradición filosófica, argentinos casi todos, a excepción de Johan Gottfried Herder, el prerromántico alemán, inspirador del “Sturm und Drang”, la revuelta del espíritu creador contra la utopía racionalista del “Aufklärung” o Iluminismo. Este pensador, en cuyas aguas abrevó el nacionalismo cultural alemán, con su rescate de la tradición popular, de la poesía, la música y los mitos forjados por el “Volksgeist” o “Espíritu del Pueblo”, inspira, en cierto sentido, toda la reflexión de Chávez, quien, a lo largo del libro se encarga de rescatar justamente esto último, el Espíritu del Pueblo, por encima del frío racionalismo iluminista al que identifica, en nuestra historia, con los rivadavianos, los unitarios, los mitristas y los liberales oligárquicos de 1880 en adelante. Sorprende, entonces, y revela el fino peine con que Chávez escarba en nuestra historia de las ideas, encontrar en estas citas algunas de Juan Bautista Alberdi, a quien se ha confundido a veces con un adocenado liberal. Voy a mencionar estas citas del tucumano porque iluminan con claridad meridiana el eje filosófico de su pensamiento:
“Continuar la vida principiada en Mayo, no es hacer lo que hacen Francia o los Estados Unidos, sino lo que nos manda la doble ley de nuestra edad y nuestro suelo”. El suelo es para Fermín -y lo era para Herder- la voz histórica del pueblo, el llamado de su espíritu.
La otra: “El Sr. Rosas, considerado filosóficamente, no es un déspota que duerme sobre bayonetas mercenarias. Es un representante que descansa sobre la buena fe, sobre el corazón del pueblo”. Otra vez el pueblo en el centro de su reflexión.
Y por último: “(…) sólo el pueblo es legítimo revolucionario; lo que el pueblo no pide, no es necesario”. Lo que no pedía el pueblo demostrará Fermín a lo largo del libro, ha sido el programa histórico de los unitarios y liberales a lo largo de toda nuestra historia, y, si leemos la prensa diaria con esta clave, lo siguen haciendo en la actualidad.
Comienza el libro, como hemos dicho, planteando una Epistemología para la Periferia. Dice Fermín: “Desentrañar las ideologías de los sistemas centrales, en cuanto ellas representa fuerzas e instrumentos de dominación, es una de las tareas primordiales de los trabajadores de la cultura en las regiones de la periferia”. Para ello plantea y propone la construcción -y reconstrucción, agrega- de una nueva ciencia del pensar, esa nueva epistemología. Si la “episteme”, en los griegos, se enfrentaba a la “doxa” como un conocimiento no reflexivo, esta nueva “episteme” se enfrenta a un conocimiento considerado como indiscutible, solo a condición de deshistorizar su origen e imposición, solo si se hace abstracción del procedimiento de exportación del centro a la periferia, como modo ideológico de dominación y aceptación de la hegemonía europea y, en particular, inglesa, si lo analizamos desde una perspectiva económica. No otra cosa es lo que Jauretche, Ramos y otros han denominado “colonización ideológica”.
Chávez lo explica con claridad. Antropológicamente el esclavo, en cierta manera ignora su propia condición. No tiene conciencia de ella. El poder ha modelado en él la esclavitud como una segunda naturaleza. Su situación se le aparece como un estado natural que el propio sistema esclavista impone sobre él. En nuestro caso, para lograr la aceptación de la dominación como un estado natural, el sistema hegemónico debe ocupar todo el espacio cultural, debe plantear “holísticamente” su modelo de global rígido, sin fisuras, para que el objeto original, nuestra conciencia colectiva, desaparezca por completo.
Dice textualmente Fermín Chávez, describiendo este proceso que se impuso después de casi doscientos años de desmantelamiento: “Precisa que la conciencia propia, del colonizado, entre en eclipse, luego de cuestionarla como una aberración, una escoria, una rémora del pasado irracional y ‘bárbaro’”.
A partir de este descubrimiento, que es un dispositivo político y antropológico, de desprogramación y reprogramación, como diríamos treinta años después, Chávez expondrá la génesis de un pensamiento, de una visión del mundo que tienda a restaurar, en su actualización histórica, aquella cultura que fue borrada como mera expresión de atraso, primitivismo e ignorancia.
En esto consiste su libro: construir -o reconstruir- el sujeto y el objeto del conocimiento, de la acción epistemológica.
El eje de su deconstrucción cultural e ideológica, en el sentido más cercano a lo propuesto por Derrida, es demoler el sistema racionalista deshistorizante que caracterizó al iluminismo tardío que conformó el pensamiento de las burguesías comerciales de nuestros puertos, que a fines del siglo XIX se definían como liberales. Dice Fermín: “El núcleo del pensamiento colonial en la vida argentina está constituido por el Aufklärung, ahistórico y vaciado de los contenidos no racionales del hombre argentino, que impuso un corte tajante con el pasado hispánico y católico, y un reemplazo cultural que, a la postre, concluiría siendo una utopía”.
La puerta de entrada habría sido el propio Bernardino Rivadavia y su vinculación con los afrancesados españoles, identificados e influidos por el pensamiento de Juan Antonio Llorente, un discípulo del francés Destutt de Tracy y tributarios ambos de su concepción de la Ideología como ciencias general de las ideas.
Este sistema de pensamiento, importado y ajeno a la génesis particular del pensamiento popular hispanoamericano es considerado por Fermín como la base del gran proyecto de transculturación o desulturización llevado adelante por el sector más conservador y elitista de las burguesías comerciales implicadas en la Revolución de Mayo. Sobre esta base “ideológica”, en el sentido de falsa conciencia, de conciencia universal y abstracta, se introdujeron, entonces, las bases necesarias para una destructiva incorporación de Nuestra América a las necesidades económicas de la naciente expansión colonial del Reino Unido.
A esta génesis, opone Fermín la sobrevivencia, bajo distintas formas y con distinta intensidad e influencia, de un pensamiento que, bajo formas de un aparente tradicionalismo, expresaban la conciencia y las necesidades históricas de los pueblos hispanoamericanos.
Retoma, entonces, el papel jugado por los jesuitas y su notable construcción utópica en las Misiones, que defendieron a los pueblos indígenas de la voracidad mercantilista y esclavista de los bandeirantes portugueses -todavía hoy considerados con respeto heroico por la historia oficial del Brasil, lo que nos plantea la necesidad de proponer un revisionismo histórico a escala continental-.
Y también rescata, en esta génesis, una de las más importantes contribuciones de nuestra cultura a la cultura universal que fue el Barroco Americano y su poderoso y creativo sincretismo que americanizó e hizo propio, como hizo propio al idioma castellano, un producto europeo. Barroco americano que ha adquirido una reaparición en la trascendental visita de Francisco a nuestras tierras. El maravilloso altar construido con frutos americanos en el Paraguay, donde este sábado dará misa nuestro compatriota alude y replica ese estilo que dio forma al pensar y al sentir latinoamericano.
Desde estos orígenes, el ex seminarista Fermín Chávez establece una genealogía ideológica o filosófica en la que los pensadores de raigambre católica, en su gran mayoría, sin que falten aquellos hombres que desde otras perspectivas del pensamiento, supieron recuperar el eje de un pensar nacional, situado, no simiesco o repetitivo.
El núcleo es, para Chávez, historizar toda reflexión filosófica y respetar todo el conocimiento que surge del pueblo y de su experiencia histórica.
Todo el siglo XIX y el XX, hasta el 17 de octubre de 1945, se ven representados en estas páginas que constituyen algo así como una enciclopedia, palabra que seguramente no le hubiera gustado a Fermín por su origen iluminista, del pensamiento argentino de la resistencia nacional y antioligárquica.
Nos queda a las generaciones presentes y venideras continuar esta labor, ya no desde la clandestinidad o el olvido, sino desde la recuperación nacional que estamos viviendo los argentinos y los suramericanos, desde hace ya 12 años.
Cita en su libro Fermín, un poema de un viejo soldado jordanista, aparecido en los tiempos de la reforma universitaria, don José María Piedrabuena, que dice:
“La nueva generación
para nada nos precisa;
somos como la ceniza
cuando se limpia el fogón”.
No es ya, afortunadamente, nuestra situación. Fermín y los hombres de su generación y las anteriores están hoy iluminando la cabeza de estos miles de jóvenes que han ingresado a la arena política para quedarse y para recuperar y actualizar en la acción política esa Epistemología de la Periferia que nos proponía este inmenso entrerriano hace más de treinta años.




1 comentario:

uno dijo...

Admiro y respeto a ese historiador, poeta y profesor universitario, que fue Fermín Chávez; Ese ,también, buen jugador de billar y "curador de palabra" fue un tipazo, sin dudas. Prolífico escritor, supo plasmar en sus obras una perfecta descripción de Peron y de Evita en la historia Argentina.
Autor de "Perón y el Peronismo en la historia contemporanea" ó "Eva Perón sin mitos", "Historia del país de los Argentinos", "La chispa de Perón" son algunas de sus muchas obras que he podido disfrutar.
Envidio sanamente que Ud. haya sido su amigo....recuerdo a Fermín cuando vivía en San Telmo, y que pude jugar alguna partida de billar con el.
Abrazo Peronista.