11 de mayo de 2008


Groussac, Borges, Moyano, Clarín y un pequeño miserable

Este es el modo como los monopolios mediáticos -convertidos, también en Argentina, en el eje articulador de la oposición golpista, falsamente democrática y oligárquica, igual que en Venezuela- intentan defender el autoritario, despótico ejercicio de su libertad de empresa. Seguramente los lectores latinoamericanos requieran de una breve explicación.

Quién es Hugo Moyano

Hugo Moyano es el secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), un poco gordo, negro -como se dice en mi país- de ascendencia indígena, fiero, para los parámetros de belleza de la revista Gente o Para Ti, como pisar mierda descalzo, habla como millones de argentinos, con errores de prosodia, desdibujando las "eses" finales -nosotros decimos comiéndose las eses, pero como la expresión es anfibológica la he evitado-.

Ha sido el más duro y consecuente opositor al menemismo, cuando muchos de sus compañeros eran cooptados por la corrupción neoliberal. Ha logrado que, no sólo los conductores de camiones, sino todo el personal que trabaja alrededor de un camión -esto es los recolectores de basura, los cargadores de camiones en las transportadoras de bebidas, los descargadores de los supermercados, es decir los sectores menos especializados y por lo tanto peor pagados de la clase trabajadora argentina- hayan obtenido convenios que han logrado elevar la dignidad de estos trabajadores y sus familias al nivel de un maestro o un empleado de banco.

Moyano y la CGT son dos soportes decisivos del gobierno de Cristina Fernández. Constituyen la base proletaria, asalariada, de un gobierno débil en muchos aspectos, pero que ha intentado en los últimos siete años -incluyendo la gestión de su marido- cambiar el rumbo neoliberal, proimperialista y prooligárquico de la Argentina.

Hugo Moyano en la Biblioteca Nacional

Este gobierno, lanzado a una lucha sin cuartel con el sistema mediático, lleva a Moyano a la Biblioteca Nacional -una especie de templo laico del iluminismo oligárquico, donde los espectros de Paul Groussac y de Jorge Luis Borges, con su mezcla de cinismo y desprecio por las razas de humilde color, aún asustan a los lectores trasnochadores- para discutir la sanción de una nueva Ley de Radiodifusión, que reemplace a la vigente, dictada por la dictadura de Videla.
Y he aquí, en toda su restallante infamia, clasista y reaccionaria, la crónica de uno de los paniaguados y alquilones con que Clarín pretende expresar a la clase media argentina, en su edición de hoy sábado 10 de mayo de 2008.

Lo primero que intenta resaltar es el carácter patibulario del público que siguió a Moyano. Para ello titula:
“Rodeado de una barra de camioneros, el jefe de la CGT habó en la Biblioteca Nacional”

Días atrás, en la Feria Nacional del Libro había dado una conferencia el periodista norteamericano Tom Wolfe, frente a un entusiasta público integrado en su mayoría por muchachas de mediana edad, que celebraban con los ojos en blanco las ocurrencias del ambiguo personaje. A nadie se le ocurrió titular "Barra de entusiastas solteronas dio marco a la conferencia de un escritor extranjero", por ejemplo.

¿Que pretende el jefe de redacción de Clarín, con ese título?

¿Que la primera visita del negro Moyano como expositor a la Biblioteca Nacional fuese acompañada de un coro de doncellas que, en blancas togas, le arrojase pétalos de rosa a su paso?

El hombre, siguiendo al Martín Fierro, debe haber pensado “yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno” y, para sentirse más seguro, se hizo acompañar por sus iguales: fornidos recolectores de basura a razón de 3.500 kilos por noche, choferes de gigantescos camiones de 150.000 dólares, conocedores de todos los comedores que hay entre Buenos Aires y La Quiaca, o entre Río Gallegos y San Pablo, con su infaltable toalla en el cuello y su voluminoso abdomen asomando bajo los pliegues de la camisa desabrochada.

Y este hecho, democrático, plebeyo, popular, Clarín pretende convertirlo –en actitud de señora gorda lectora de Andrés Oppenheimer- en un baldón a la sacralidad del recinto. La Prensa y La Nación ya lo hicieron durante y después del peronismo. También lo había hecho el periódico Propósitos, del partido comunista en 1945.

Clarín ha logrado entrar en tan poco honroso Salón de la Fama.
El verdugo como víctima del decapitado

La segunda maniobra del monopolio es ponerse en el papel de víctima, actitud esta que los venezolanos conocen muy bien.

Este multimillonario monopolio, que factura diariamente millones de dólares, se siente amenazado por “una campaña de agresiones” consistente en que “militantes camioneros repartían ayer en la sala calcomanías con las leyendas ‘Clarín miente’ y ‘TN-Todo Negativo’”. Las tiernas y sensibles almas de doña Ernestina, sospechosa de cambiar la identidad de sus hijos adoptivos durante el videlato, y de Pagliaro, cuyo dedo índice debe tener el tamaño del obelisco como producto del ejercicio de contar los billetes de dólares ganados en los últimos treinta años, sienten que su dictadura es amenazada por unas leyendas distribuidas en la Biblioteca Nacional por un grupo de recolectores de basura.

Su mera enunciación revela la infamia del Clarín y la lacayuna obediencia del plumífero que firma el artículo.

Frente a este arrastrado Marcelo Helgfot se alza, ejemplar y admirable, la renuncia de Claudio Díaz a las mieles y seguridades de la esclavitud que ofrece Clarín a sus paniaguados.
Caracas, 10 de mayo de 2008