17 de octubre de 2020

El peronismo y la cultura

Ayer, a pedido de un amigo, escribí estas líneas que pongo a continuación. La jornada de hoy, 17 de Octubre de 2020, posiblemente las ilumine con una renovada luz.

Los enemigos del peronismo han querido, a lo largo de los últimos 75 años, adjudicar al peronismo el mote de incultura, de bárbaro, de algo perteneciente a etapas incivilizadas de la humanidad.

Sin embargo, nada es más falso, nada es más injusto y agraviante que esa calificación.

Cuando hablamos de cultura, cuando nos referimos a ella, no estamos mencionando tan solo las obras literarias, como la novela, la poesía o el ensayo filosófico, ni las obras pictoricas, la música o la danza, aunque también nos referimos a ellas.

Cuando decimos cultura queremos significar la acumulación de saber, de experiencia, de belleza, de reflexión colectiva y anónima de un pueblo a lo largo de su desarrollo en la historia. Cultura son también los saberes populares transmitidos de padres a hijos, la técnica exquisita de la tejedora de ponchos o del lutier de bombos, el conocimiento casi secreto de la mujer que sabe donde crece ese yuyito capaz de salvar al niño de alguna enfermedad estival.

Y el peronismo, nuestro gran movimiento nacional, es el que mejor ha expresado a lo largo de estos 75 años esta cultura, esta sedimientación de conocimientos, experiencias, reflexiones, artes y artesanías de nuestro pueblo.

Es curioso lo que ha ocurrido con la palabra “bárbaro” en nuestro debate político. Para los griegos, de donde viene la palabra, significaba “el que balbucea”, “el que no sabe hablar” y se la adjudicaban a todos los pueblos que no hablasen el griego o el latín de aquella época. Bárbaro era entonces un concepto despectivo para referirse al que no era griego, al extranjero, al desconocido.

El liberalismo argentino, ya desde Sarmiento, transformó la palabra en un insulto para referirse a los propios, a los hombres y mujeres del pueblo argentino que desconocían la cultura importada de Francia e Inglaterra que exhibían los círculos encumbrados del puerto de Buenos Aires, pero que llevaban sobre los hombros, en las manos y en las cabezas, siglos de su cultura propia, nacida aún antes de la llegada de los españoles.

Y el peronismo, desde aquel 17 de octubre de 1945, se encargó de desplegar y poner en valor esa cultura secular, exhibiendo a la vez el carácter extranjero y, entonces sí, bárbaro de esos grupos que balbuceaban verdaderamente el lenguaje del pueblo argentino, que no los entendía, que hablaba otro idioma.

Esa cultura argentina y americana que el peronismo encarnó entonces y continúa encarnando 75 años después, tan fresca como aquella tarde soleada de 1945, recogió toda la tradición de la patria desde aquella mañana de mayo. Por eso nuestro gran poeta peronista, Leopoldo Marechal, escribió sobre esa tarde fundadora:

De pronto alzó la frente y se hizo rayo
(¡era en Octubre y parecía Mayo!),

Y también asumió la epopeya sanmartiniana, y las luchas federales y el heroísmo en la Vuelta de Obligado, el exilio de los criollos que se adentraban en la actual Formosa, huyendo de nuestras guerras civiles, el grito de nuestros pueblos originarios para ser incluidos definitivamente en esa “Argentina grande con la que San Martín soñó”.

Y el peronismo hizo suyas las quejas amargas de Martín Fierro condenado a la exclusión y el olvido. Y toda su política económica, social y cultural fue una respuesta al gaucho Fierro cuando exclama:

Tiene el gaucho que aguantar
hasta que lo trague el hoyo,
o hasta que venga algún criollo
en esta tierra a mandar.

El peronismo es, en este sentido, un movimiento cuyo motor espiritual es, justamente, la cultura profunda del pueblo argentino. Y sólo porque es así se puede explicar que una movilización masiva de cientos de miles de trabajadores ocurrida hace 75 años tenga la capacidad de convocar a hombres y mujeres nacidos muchos años después de esa jornada, que no vivieron esos días maravillosos, para actualizar el mandato cultural y político que brota del 17 de octubre.

La idea misma de que “reine en el pueblo el amor y la igualdad” es una consigna única entre los grandes movimientos populares que intentaron cambiar un estado de injusticia. El amor entre los argentinos, el amor entre los pueblos de Latinoamérica, y la igualdad que es el único amor posible entre hombres y mujeres libres. Esa cultura ha impregnado toda nuestra acción política.

La Comunidad Organizada que el peronismo presenta como su proyecto social no es otra cosa que el amor entre iguales, entre hombres y mujeres que no son solo iguales ante la ley, como reza el mandato liberal, sino que son iguales en sus condiciones de vida, en su potencialidad de desarrollo. Y hoy que se habla de meritocracia, esa cultura del amor y la igualdad es la condición previa para que los méritos y los atributos personales de todos y todas -al margen de la cuna en la que nació, del dinero del que dispuso, de las relaciones sociales con las que contó- puedan ser coronadas por el éxito, que nunca es individual, sino de la sociedad que permitió su realización.

Esta es la cultura del peronismo, nacida de lo profundo de la Patria y del pueblo. Esta es la cultura que han expresado, por un lado, tantos notables pensadores, filósofos, escritores y artistas de todas las ramas que han encontrado en nuestro movimiento el cauce para sus inquietudes.

Y lo más importante, esta es la cultura que ha expresado nuestro pueblo argentino, en las duras y en las maduras, aferrándonos, como lo hemos hecho en estos 75 años, a una de las Veinte Verdades: No existe para el peronismo más que una sola clase de personas: los que trabajan”.

Y esto, la reivindicación de quienes trabajan, ha sido el aporte que nuestro movimiento ha hecho a la cultura del pueblo argentino.

Buenos Aires, 16 de Octubre de 2020