19 de abril de 2007

Epitafios y ovillejos

Entre fines de 1973 y fines de 1974, Jorge Raventos y yo comenzamos a publicar en Izquierda Popular, una pequeña sección, en la última página, en la que ironizábamos sobre alguna figura política con el género del epitafio, en algunos casos, o del ovillejo, en otros. El tiempo ya no me permite recordar -en realidad, no es el tiempo sino este alemán que no me acuerdo cómo se llama- quien ha sido el autor de cada uno de ellos. De una manera u otra eran una creación colectiva.
Hojeando viejos papeles me los encontré y los subo al blog, para recuerdo de quienes los leyeron en su momento, y descubrimiento para quienes los lean por primera vez. De su lectura se puede percibir la dureza y el encarnizamiento de la lucha política de entonces y la irrespetuosidad que nos daba tener veinte años.


EPITAFIO AL CORONEL NAVARRO
(El coronel Navarro era un jefe de policía del gobernador Lacabanne de Córdoba, brutalmente reaccionario y de clara filiación fascista)

Bajo dos metros de tierra,
en un redondo ataúd,
yace el Coronel Navarro
tocando triste el laúd.

Cuando lo iban a enterrar
se eligió tamaña funda
para poderlo patear
desde su casa a la tumba.

OVILLEJO DEL REINO UNIDO

Sin pelo pero con más maña
Gran Bretaña,

agonizas con-fundido,
Reino Unido,

y nadie tus ojos cierra,
Inglaterra.

Fue tu más heroica hazaña
haber desaparecido.
El Medio Oriente te entierra,
Gran Bretaña, Reino Unido o Inglaterra.

EPITAFIO A RICHARD MILHOUS NIXON

Richar Nixon yace aquí
abrazado a Tío Sam.
Juntos quedaron así
al echarlos de Vietnam.

Por último a rematarlos
saltó el caso Watergate.
Sólo nos queda expulsarlos
del barroso River Plate.

OVILLEJO A EMILIO ABRAS
(Emilio Abras era el secretario de Prensa de Perón, un peronista un poco franquista y reaccionario para nuestros revolucionarios gustos de entonces. Lo he subido al blog más por razones de fidelidad histórica que por mantener el mismo punto de vista.)

Jactando de puro ario
Secretario,

Con Franco en un dulce idilio,
Emilio,

Negro porvenir te labras,
Abras.

En Prensa eres vicario,
del pueblo, un utensilio.

Si amordazas las palabras
en rapto totalitario

cambiarás de domicilio,
Secretario Emilio Abras.

OVILLEJO DE ALBERTO J. ARMANDO
(Ex presidente de Boca, vendedor de autos, creador de la ciudad Deportiva y candidato de Ezequiel Martínez –el candidato oficialista en las elecciones de 1973-.)

Aunque es un vivo está muerto,
Alberto,

Lo asusta la bancarrota,
Jota,

Y en Boca lo andan buscando,
Armando.

Para él la fama fue cuento,
la Deportiva, derrota,

Lo de Ezequiel, contrabando.
Por eso, aunque no sea cierto,

dicen que no yace, flota,
Don Alberto Jota Armando.

EPITAFIO A LA PRENSA

Una farola apagada,
un cadaver insepulto,
La Prensa agoniza aquí
sin lectores ni tumulto.

¡Quisiera ser expropiada!

Que Gainza descanse en Paz.
Que el demonio en su impiedad
no le prescriba otros males
que leer sus editoriales
por toda la eternidad.

OVILLEJO A FRANCISCO GUILLERMO MANRIQUE
(el bombardeador de Plaza de Mayo en 1955 e inventor del ministerio de Bienestar Social y del Prode)

Posando, ya de amable, ya de arisco,
Francisco,

ordeñando a la viuda y al enfermo,
Guillermo,

Te viste popular, te diste dique,
Manrique.

Hoy ya no hay paco ni para el mordisco.
Hoy tu partido es territorio yermo.
Hoy tu barco pirata se va a pique,
don Francisco Guillermo de Manrique.

EPITAFIO A RAUL ALFONSIN

Del pago de la Laguna,
sereno, triste y cansado,
llegó a la ciudad, ¡ahijuna,
con diploma de abogado.

Mostró, senil y jovial,
su pasta de Gran Delfín.
Lo mató un síncope "Urnal"
al doctor Raúl Alfonsín.






Radicalización de los sectores medios en los años 60 y 70
Entrevista de Karina Malizzia

Hace unos meses, Karina Malizzia me realizó una entrevista para conversar sobre aquellos años en los que aún éramos jóvenes y el asalto a los cielos parecía al alcance de la mano. Esto es lo que Karina sintetizó de aquella charla de varias horas.


Lo que ocurrió en los años 60 y 70, en la juventud de la clase media, es la consecuencia de dos procesos, si se quiere, coincidentes, y que de alguna manera no se han vuelto a repetir de esa forma: la radicalización y la nacionalización de las clases medias.
¿Qué quiere decir esto?
Hagamos un poquito de historia.
En general, los sectores juveniles universitarios de las clases medias en la Argentina fueron, tradicionalmente, de izquierda. Las juventudes universitarias y estudiantiles se definían, en general, por partidos de izquierda, por el Partido Socialista o por el Partido Comunista, y, en algunos casos, por otras fracciones menores, de menor significación numérica como el trotsquismo, etc.
En ese momento –la década del 60- se radicalizan estos puntos de vista hacia posiciones de izquierda más extremas, motivado esto, fundamentalmente, por la influencia que tiene, sobre este sector social, la revolución cubana. Se cuestiona todo el sistema político representativo parlamentario y su sistema de elecciones periódicas, y se eleva a nivel casi de mito la idea de la lucha armada como solución universal a todos los problemas. Esto último fue producto de la influencia, casi inevitable, y bastante nociva, de la revolución cubana. El esquema de acceso al poder que tuvieron los revolucionarios cubanos estaba determinado por condiciones muy específicas, tanto cubanas como internacionales, del momento histórico en que eso ocurre, año 1958 y 59. Esas circunstancias, tan acotadas en el tiempo y en el espacio, son elevadas a nivel de principio teórico general aplicable urbi et orbi. Y así se impone el mito de la guerrilla campesina, la teoría del foco, la idea de que un pequeño grupo de personas sacrificadas y políticamente iluminadas podía poner en marcha todo un proceso revolucionario que involucrase al conjunto del pueblo, bajo la forma de organizarse en guerrillas. Esto es lo que, de alguna manera, caracteriza esa radicalización de las clases medias, que en realidad fue el modo como se expresó el agotamiento que los partidos políticos tradicionales, ya en ese entonces, en la década del ’60, estaban experimentando.
Pero paralelamente a ese proceso se produce otro, que a mi modo de ver es tanto o más importante que el anterior, que es el proceso de nacionalización de las clases medias. La clase media argentina fue con muy breves excepciones un sector social que no comprendió nunca el país real en que vivía. Esta es la razón por la cual la clase media y especialmente sus sectores universitarios se enfrentan a Yrigoyen en el ’30 y después se enfrentan abierta y francamente con el peronismo entre el ’45 y el ‘55 y llegan a participar, como base plebeya, como sostén de masas del golpe oligárquico imperialista del 16 de septiembre del ’55, en la revolución libertadora. Es decir, estos sectores medios, expresados de modo militante en sus sectores universitarios, son la base de operaciones que le dan cobertura y apoyatura de masas al golpe minoritario oligárquico y antipopular.
De modo tal que la historia ideológica de la clase media argentina, y su historia en general, es de desencuentro con el país real, con el país que era, influida esta clase media por un sistema ideológico perverso que pretendía adaptar la realidad a ese sistema ideológico, y no generar de la realidad un sistema de ideas que permitiese una interpretación de la misma. Era una especie de platonismo que exigía que la realidad se pareciese a lo que esa ideología consideraba que tenía que ser, en lugar de adaptar el sistema de conocimiento y de análisis a la realidad concreta que se pretendía interpretar. Esto estaba determinado, básicamente, porque la clase media todavía vivía con la ilusión del país agrario, cuyas exportaciones y su inserción privilegiada en el Imperio Británico permitían el establecimiento de una clase media bien paga y con buenos niveles de vida. Ese país agrario, que ya en 1930 no podía satisfacer las expectativas de este sector, todavía queda en la conciencia de esa clase media como el país ideal al que hay que volver después de la experiencia, vivida por la clase media como artificial, del peronismo. Según esta interpretación, sostenida por todo el sistema oficial de pensamiento oligárquico, desde la derecha a la izquierda, se había intentado generar lo que entonces llamaban “industrias artificiales” –metalurgia, siderurgia, industria liviana- en lugar de llevar adelante el proceso, concebido como “natural” y propio de la Argentina que era el de exportar bienes agrícolo-ganaderos y, eventualmente desarrollar una industrialización de algunos de estos productos.
Este sistema, que ya en la realidad había llegado a sus límites, todavía funcionaba en la estructura mental de los sectores medios, que tenían su centro en la tradición de la Reforma Universitaria con su eje institucional en la autonomía universitaria. La universidad, entre 1955, cuando cae el peronismo, y 1966, es una especie de isla democrática en donde rigen los más completos derechos constitucionales en un país en donde la inmensa mayoría de la sociedad está proscripta, no puede votar y cuando lo hace no puede hacerlo por el candidato que quiere, que es Perón. Entonces, esa autonomía universitaria convierte a la Universidad en una isla democrática en un país no democrático y es, sobre la base de esta paradoja, que lentamente estos sectores medios comienzan un proceso casi imperceptible de revisión de lo que fue verdaderamente el peronismo y a cuestionarse los clichés ideológicos heredados del período de la revolución libertadora. El país que había generado esa clase media satisfecha, bien pensante y bien alimentada, había terminado, había explotado, no existía más, y lentamente esa clase media empieza a buscar en el otro país real, en el país del peronismo, de las fábricas, de la clase obrera, un nuevo camino de interpretación y de desarrollo del país.
Hay una fecha casi simbólica que pone punto final a esa isla democrática: es la intervención de las universidades por parte del presidente militar Juan Carlos Onganía, llamada La noche de los bastones largos. Este episodio lo único que hace es imponer en la universidad las mismas condiciones que existían en el resto del país. Al intervenir la universidad y al quitar la autonomía lo que ocurre en la universidad es exactamente lo mismo que ocurre en el resto del país: esto genera las condiciones de esa nacionalización. De pronto las clases medias universitarias descubren que viven en un país que no es democrático como ellos creían, y que lo que prima es la proscripción del peronismo, la prohibición a Perón de venir a la Argentina y la proscripción, por ende, de la inmensa mayoría de los argentinos que querían votar a Perón y no podían. Esto provoca un paulatino y cada vez más acelerado acercamiento de las clases medias al peronismo, a los sindicatos, a la CGT, a la tradición peronista. Y en esto hay momentos muy importantes.
El momento culminante de este periodo de radicalización y nacionalización de la clase media es, sin duda, el 29 de mayo del ‘69, cuando se produce El Cordobazo, el levantamiento obrero-estudiantil en Córdoba que derrota y al año produce la renuncia del autócrata Onganía, que pensaba quedarse durante 10 o 15 años. En el Cordobazo se produjo una convergencia política en las calles del proletariado peronista tradicional con las clases medias universitarias, que se acercan, por un lado al peronismo y a su vez radicalizan sus puntos de vista políticos. Este fue un proceso muy acelerado, casi de 2 o 3 años. Yo ingresé a la universidad en el ’65. En el ‘66 se produce el golpe de estado de Onganía, la llamada Revolución Argentina. Yo estudiaba en la Universidad Católica Argentina y estaba vinculado a sectores católicos juveniles, con preocupaciones políticas, pero católico. Es increíble como entre el ‘66 y el ‘68 hay una aceleración de este proceso en el que rápidamente todos estos sectores se van definiendo políticamente de modo cada vez más marcado y tajante. Incluso uno mismo se ve llevado por una vorágine histórica en donde toma responsabilidades y definiciones políticas cada vez más tajantes y radicales.
En el ‘68 se produce otro momento culminante en esto que es la aparición de la CGT de los Argentinos, de Raimundo Ongaro, que produce una convergencia de todos estos sectores juveniles de clase media estudiantil con el Movimiento Obrero, con los sindicatos, al abrir las puertas de la CGT al Movimiento Estudiantil y a todos los sectores políticamente inquietos. Esto produce una rápida galvanización de los sectores enfrentados a la dictadura militar y a su política económica antinacional. La CGTA se establece como una especie de lugar de contacto de unos con otros, a punto tal que la mayoría de la gente de aquella época que conozco la conocí en la CGTA. Desde Firmenich o Abal Medina, hasta dirigentes sindicales, como Julio Guillán, Cayo Ayala o Pepe Azcurra, los conocí en 1968 en la CGTA. Entonces, tanto la CGTA como el Cordobazo son dos momentos claves en este proceso.
¿En qué se manifiesta esto o cómo se articula esto en la conciencia política de la clase media? En un cambio de los paradigmas político-literarios. Si hasta entonces los grandes maestros de la juventud habían sido José Ingenieros, Alfredo Palacios, Ezequiel Martínez Estrada, la generación de la Reforma del ‘18, en ese momento aparece una nueva literatura política constituida por autores como Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós, Hernández Arregui, Eduardo Astesano y algunos otros que no tuvieron la misma repercusión posterior, como Julio Mafud. Y la figura central de esto es Arturo Jauretche, que entre el ‘60 y el ‘70 se convierte en una figura, hoy diríamos, mediática. No había programa de TV en donde no estuviera Arturo Jauretche diciendo sus cosas. Era casi un invitado obligado de Mirtha Legrand, de todos los programas periodísticos de ese momento, porque tenía un impacto sobre la opinión pública enorme, llevarlo a Arturo Jauretche daba “rating”. Sus libros se venden como pan caliente, miles y miles de ejemplares. Su mensaje era básicamente el del nacionalismo, el del patriotismo y el de mirar la realidad con ojos propios y no con anteojeras prestadas. El de mirar la realidad argentina desde la propia experiencia argentina y rechazar todo ideologismo que pusiera anteojeras entre la realidad y el pensamiento, y por lo tanto se sumaba a la corriente del revisionismo de la historia. Se ponen de moda los libros de historia argentina. Todos nosotros leíamos apasionadamente historia argentina, sobre todo el revisionismo histórico, y todos nosotros éramos especialistas en Rosas, en Moreno, éramos enemigos de Rivadavia, de Mitre, reivindicábamos al Chacho Peñaloza y a Felipe Varela, consumíamos infinidad de literatura histórica argentina. El libro de Ramos “Revolución y contrarrevolución en la Argentina” fue un libro leído por millones de jóvenes de aquella época. Diría que hoy no debe haber funcionario peronista de ‘50 y pico de años que no haya leído a Ramos en la década del ‘60 y ‘70. No se podía hacer política sin esa lectura, sin ese pensamiento. Este proceso de nacionalización es, a mis ojos, más importante que la radicalización porque le da un contenido distinto al proceso de radicalización. El proceso de nacionalización de las clases medias hace que todo ese proceso de radicalización, en gran parte, se canalice más cerca del peronismo que del antiperonismo.
Se produce entonces, más que una reinterpretación del peronismo, una interpretación del mismo. La clase media había interpretado al peronismo con los parámetros de una sociedad desarrollada, y por lo tanto veía en el peronismo nacionalismo y condenaba este nacionalismo por fascista. Esto era el pensamiento oficial de la revolución libertadora, de la Universidad (el fundador de la carrera de Sociología en la UBA, el italiano Gino Germani caracterizó al peronismo como el fascismo de la clase obrera, lo que en sí mismo encerraba una verdadera paradoja metodológica). Lo que esta clase media hace con respecto al peronismo es no seguir obedeciendo al paradigma que sobre el peronismo tenían los sectores tradicionales de la Argentina. Lo que pone en cuestión es el paradigma ideológico de la oligarquía demo-liberal. Y por lo tanto reabsorbe todo el pensamiento nacionalista popular democrático del peronismo. Después se producen cuestiones más estrictamente políticas vinculadas a montoneros, pero eso ya es una cuestión de orden político, y estamos hablando de procesos sociales.
El proceso de nacionalización implica el reconocimiento de que en la Argentina había habido una sola revolución (si se llama revolución a una transformación de las condiciones políticas y económicas de un país) y esa había sido la que había llevado adelante el peronismo. Esto es lo que esa generación descubre e interpreta: “acá hubo una revolución y la hizo el peronismo”. Es cierto que un sector de la juventud pensó que el peronismo era una herramienta para hacer una revolución socialista, pero esto también es del orden político y no del social.
Los jóvenes católicos, honestos e idealistas que querían realizar en la sociedad los valores evangélicos, la hermandad que el cristianismo profesaba, deciden que para hacerlo tienen que hacerse peronistas y tomar las armas. Los jóvenes izquierdistas que intentaban también desarrollar una sociedad mas justa, más equitativa sin explotadores ni explotados, deciden hacerse peronistas y tomar las armas para hacerlo. Esto es lo característico de aquellos años, en una historia en donde la clase media había estado totalmente separada de la vivencia y la experiencia histórica de la clase obrera. Mientras la clase obrera argentina se encontraba a sí misma como tal, con altos salarios, con sindicatos, con colonias de vacaciones, con vacaciones, con hoteles en la costa, con mejores niveles de vida, la clase media decía “estos negros hijos de puta se quieren quedar con el país, son unos negros antidemocráticos, fascistas, llevados por la zanahoria de un demagogo criminal que es Perón”. Eran dos historias paralelas, no se tocaban jamás y, mientras, el pensamiento de izquierda decía “lo que hay que hacer es salvar a la clase obrera del peronismo, sacarla de ese mito peronista para que encuentre su verdadero pensamiento y su verdadera ideología y sus verdaderos objetivos”. En ese momento esta historia que marchaba en paralelo se cruza por las condiciones objetivas del país, porque ese viejo país que permitía esto ya no da más al punto que ya no sólo los trabajadores y el peronismo estaban sujetos a una total falta de democracia por la vía de proscripción y la prohibición al peronismo de presentarse a elecciones, sino que también la clase media era sometida a las mismas condiciones interviniéndole la Universidad, e imponiéndose en el país una dictadura en la que estaba prohibido votar. Eso hace que converjan esas dos experiencias y que sobre todo la clase media reanalice, revise todo ese paradigma heredado sobre el peronismo.
Aquellos años parecen como si se hubiera puesto de moda hacerse peronista y usar poncho, y si bien había algo de moda, ésta era la expresión superficial de una cosa mucho más profunda. Siempre hay elementos de moda y de snobismo, pero esto era la expresión superficial de toda una fuerza subterránea mucho mas profunda: nadie se hace matar por moda.
Había un sustento moral muy fuerte que en realidad estaba dado, tanto en el caso de los Montoneros como del ERP, como un elemento casi del orden religioso, católico místico, del sacrificio y del martirio, como inmolación, cosa que es ajena al pensamiento marxista, que nunca planteó las cosas en esos términos, y sí es propio de los procesos políticos en los que la clase media tiene un papal principal. Este elemento es el que le puso mayor dramatismo, y ahí tiene mucho que ver la Revolución Cubana y la personalidad del Che Guevara, que también elevó el auto sacrificio a nivel de concepto teórico-político, y esto generó en América Latina más daño que beneficio.
El intento de generalización de las condiciones cubanas al resto de América Latina hecho por los cubanos, es responsable de errores espantosos y muertes que si bien fueron voluntarias, fueron llevadas a cabo por un concepto equivocado en lo táctico, en lo concreto, en el modo de llevarlo adelante, basado también en ciertas incomprensiones de la realidad latinoamericana.
Que el Che hubiese pensado que se podía hacer una guerrilla campesina en Bolivia era ignorar que los campesinos desde la revolución del MNR del ‘52 tenían tierra, y lo ignoraba porque el Che era un joven fubista antiperonista (la FUBA, Federación Universitaria de Buenos Aires era uno de los puntales de la lucha estudiantil en contra del peronismo).
Esto fue lo que determinó el carácter tan dramático de esa radicalización, esta especie de reivindicación moral de la lucha armada. La cosa no era hacer la revolución, sino que era hacer la revolución a través de la lucha armada, sino no tenía valor. El concepto de la política, que es la lucha por todos los medios por el poder político del estado y, sobre todo para un revolucionario, la lucha con las grandes masas por ese poder, esa idea de la política fue remplazada por la lucha del pequeño grupo armado que al dar testimonio, genera admiración y adhesión. Esto fue una locura que terminó como terminó, no podía terminar de otra manera. Cuando Fidel Castro comienza la guerrilla en Cuba, Cuba no tiene un ejército, sino una especie de Guarda Nacional de policía. En segundo lugar, a medida que van ocupando territorios van realizando la Reforma Agraria, con lo cual, los campesinos que quedan del lado de la guerrilla, inmediatamente se convierten en sostenedores de esa guerrilla que les ha dado la tierra. En tercer lugar, contaron con el apoyo moral y económico de todo el sistema democrático liberal latinoamericano que ya repudiaba la dictadura de Batista. Eran vistos como una especie de alfonsines armados. La marina del Almirante Rojas le envió un equipo de radio a la guerrilla de Fidel Castro, porque consideraba que así como la revolución libertadora había derrotado al tirano Perón en la Argentina, la guerrilla pequeño burguesa liberal de Cuba derrotaría al tirano Batista. Mi papá, que era muy antiperonista, celebraba la Revolución Cubana, celebraba los fusilamientos que la Revolución Cubana llevaba adelante, diciendo “acá tendrían que haber hecho lo mismo con los peronistas”. Toda esta confusión generó las confusiones que sobrevinieron. Los cubanos se confiesan marxistas leninistas cuando se dan cuenta que si bien habían hecho la revolución con apoyo de los norteamericanos, en la medida en que esto afecta a los intereses norteamericanos ya estos no los apoyan mas y entonces declaran “somos marxistas leninistas”. Eso era algo determinado por la especificidad de Cuba. Al elevar eso a nivel de conceptos generales se convierte en un verdadero desastre pero, más allá de eso, en lo que insisto mucho porque de esto se habla poco en esta universidad es en el tema de los contenidos de esa radicalización. Los contenidos de esa radicalización se caracterizaron por su nacionalización, acercamiento al peronismo y a la clase trabajadora peronista. Esto fue lo más característico de esa época.
Días de peligro
Acá no hubo peligro hasta el ’74. Hasta ese momento el peligro era que a uno lo metieran preso, pero si ocurría lo sacaban en seguida, no era una situación de vida o muerte. A lo sumo unas trompadas, pero no más que eso. Recién en el ‘74, en el ‘75 se pone más pesado, al morir Perón, y ahí empezamos a andar armados. Son cosas a las que uno se acostumbra, como a todo. En el partido había una orden de que consiguiéramos un arma, armas cortas, revólveres, y que fuéramos armados. Cumplíamos esa orden no sin una cierta irresponsabilidad juvenil y una cierta emoción de andar con un chumbo en la cintura. Es más, se solicitaron autorizaciones para llevar armas. Al final nunca las obtuvimos pero andábamos calzados. Recuerdo situaciones graciosas. Por ejemplo, en pleno invierno, pantalón de franela, saco de tweed, pulóver, sobretodo y chumbo, e ir a la peluquería Basile que estaba al lado del teatro Maipo a que me cortaran el pelo. Adentro había un aire acondicionado que parecía el trópico. Entro y se me acerca una señorita que me pide los abrigos. Me saco el sobretodo y cuando me estoy por sacar el saco me acuerdo que tengo un chumbo en la cintura, entonces le digo “el saco me lo dejo” y me morí de calor todo lo que duró el corte de pelo, no sabía que hacer con el revólver.
Pero a uno le daba miedo ya en esa época, ya en el ‘75, cuando veías pasar los autos sin patente, a la noche, había siempre un momento de miedo, de inseguridad, el miedo de que te vinieran a patear la puerta, eso estaba. Sin embargo la posibilidad de abrirse y largar todo no se le cruzaba a nadie. Nuestra generación decidió dedicarse a la política para toda la vida. Es decir, yo no he vivido un minuto de mi vida desde los 18 años que no haya estado atravesado por la política. No he vivido un solo día en que yo no haya hablado, pensado, reflexionado, discutido de política y así toda la gente que yo conozco.
El sustento era muy verdadero y la política, contrariamente a ahora, por lo menos en nosotros, en los que nos hicimos marxistas, de izquierda nacional, la política era una actividad orientada por lo intelectual, es decir, signada por el pensamiento, de modo tal que el dedicarnos a la política implicaba una enorme parte de tiempo dedicada a estudiar, a leer y a formarnos políticamente. Lo que se llamaba la formación política tenía para nosotros una importancia decisiva. Decir de alguien “no le des bola que esta poco formado” era una descalificación absoluta. Mi generación leyó muchísimo y escribió mucho en la política.
Cuando cae Isabel se empieza a poner embromado porque evidentemente la reacción se ha reconstituido ya. El gobierno de Isabel es un gobierno muy débil, y se reconstituye el bloque liberal. Los viejos partidos demo-liberales, como la UCR, conspiran con el ejército para derrocar a Isabel y lo logran. Y el fracaso de la Revolución Nacional, la muerte de Perón y lo que ello implica en un movimiento como el peronista produjo a su vez una rápida desperonización o antiperonización de ciertos sectores dirigentes de Montoneros, como Firmenich que, en su lucha contra Isabel, terminaron coincidiendo con el golpe. El Partido Comunista también celebra la llegada de Videla, y ya se reconstituye, después de esos 15 años que van del ‘60 al ‘75, el viejo frente gorila con el radicalismo y el PC a la cabeza. Es decir, el viejo esquema anterior a los años 60 queda reconstituido.
La brutalidad de la dictadura establecida en el ‘76 fue tan grande que no pudo convertirse en un esquema de poder a largo plazo. Lo que determina la caída de los militares es la pérdida de confianza de parte de los EEUU gracias a la guerra de Malvinas. Cuando los EEUU descubren que estos militares también son inconfiables porque les agarran veleidades nacionalistas, dejan caer a la dictadura y ponen en su reemplazo esta democracia semicolonial, o colonial que hemos tenido, una democracia donde todo está permitido menos lo esencial: liberar al país, pero esa es otra historia.
Lo que ocurrió en aquellos años fue más o menos así pero además lo puedo ver en mi vida. Esto fue una cosa de dos o tres años de intensa discusión y actividad. Perón gobernó siete meses. El recuerdo que yo tengo de los años que van del ‘70 al ‘75 es como si hubieran sido 20 años, por la intensidad que tuvieron. Cada día era una batalla final. Era algo extraordinario.
Lo que ocurre, y se dice poco, es que en ese período se vivió una revolución que fracasó. Toda otra cosa que se diga tiene mala intención. No es que éramos jóvenes locos: acá se vivió una revolución y las revoluciones son así, o por lo menos son lo más parecido a eso que yo puedo imaginar. Fue una revolución que se perdió y entonces las consecuencias de una contrarrevolución siempre son terribles, son un baño de sangre, esto se sabe. En ese momento se sabía que iba a venir una mano muy pesada, porque se había llegado a un nivel de rebelión muy grande. Lo que el país llegó a representar entre el ‘73 y el ‘75, hasta que muere Perón como posibilidad política, el papel que empezó a jugar en América Latina fue muy grande. Entonces acá había que limpiar todo esto. Había que eliminar toda posibilidad de que esto volviera a ocurrir en los próximos, por lo menos, 10 o 15 años. Creo que si no se dice que lo que hubo acá fue una revolución y que lo que vino después fue una contrarrevolución todo se reduce a una pelea entre militares malos y chicos buenos, y eso le quita toda politicidad a lo que ocurrió, le quita toda sustancia histórica, queda como una especie de cuento de hadas que no sirve para nada, no sirve para que mis hijos y mis nietos entiendan lo que pasó. Si no se deja claro esto, a los que murieron los matamos de nuevo, porque pareciera que los mataron por boludos, o porque los llevaron de las narices, cuando lo que hubo acá fue una revolución que se perdió, seguida por una contrarrevolución muy sangrienta como lo son todas. Está bien hablar de los derechos humanos, pero no hay que dejar de decir esto. Las contrarrevoluciones han sido terribles en todas partes del mundo. Lo que sucedió es que por primera vez en la Argentina la contrarrevolución afectó a la clase media.
‘68 a ‘71, vida cotidiana
La actividad política era casi todos los días. Casi todos los días yo tenía reuniones en distintos lugares. Primero, yo me integro a una pequeña organización en la Facultad de Derecho de la UCA, una organización no estrictamente política, pero donde intentábamos generar un pequeño ámbito de discusión política y después hacíamos tarea de promoción social: íbamos a un barrio en González Catán a hacer promoción social, los sábados a partir de la 1 de la tarde y volvíamos como a las 10 de la noche, y allá hacíamos distintas tareas sociales, ahí conocí a la madre de mis hijos, y de esa época tengo amigos de toda la vida. Ahí lo conocí, por ejemplo, a Pepe Albistur, el actual Secretario de Medios de la Presidencia de la República. En esas reuniones, en el ámbito de la facultad discutíamos, leíamos, nos recomendábamos libros, comentábamos los libros que leíamos, tomábamos contacto con gente para conocer sus opiniones. Después tomo contacto con lo que se llamaba Acción Sindical Argentina (que no existe más) que era una organización sindical católica, que dio origen a la Confederación Latinoamericana de Trabajadores, que es la organización sindical Social Cristiana, con sede en Caracas. Allí tomé por primera vez contacto directo y personal con sindicalistas, con obreros portuarios, que estaban peleando porque les habían intervenido el sindicato y el puerto, y había una lucha de los portuarios muy dura, en la que yo participé indirectamente, a través de estos dirigentes obreros. Ahí ya me comprometí más, me hice cargo de la biblioteca, empecé a organizar conferencias y reuniones. Para entonces ya había leído a Jauretche, pero sobre todo a Ramos, y ahí había comenzado ya mi acercamiento a la gente de Ramos y a él. Después viene el período de la CGTA y allí me vinculo a dirigentes de mayor envergadura sindical, y a un gran dirigente tucumano de la FOTIA, de los trabajadores cañeros, que se llamó Benito Romano. Formo parte de la CGTA, integro y soy un poco el coordinador, el responsable de una comisión de ayuda a Tucumán que estaba pasando por una crisis. Organizo una serie de conferencias en ese lugar, y ya en el año ‘69 me integro al grupo de Ramos (el Partido Socialista de la Izquierda Nacional).
Después estaba todo el tema de los cristianos, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, todo el ambiente cristiano que estaba muy movilizado. Hubo encuentros cristianos muy importantes en los que participé. Cuando entro en contacto con la gente de Ramos, ahí inmediatamente lo que hacemos es constituir la primera y única agrupación estudiantil marxista que hubo en la UCA. Yo organizo esa agrupación en la Facultad de Derecho que se llamó Asociación Estudiantil Nacional y Social, y ahí logro juntar como a 40 o 50 chicos y chicas, que son integrados al partido, que era mucho decir para una facultad de 500 alumnos. Era casi el 10 %, era como si vos metieras en la Facultad de Económicas 2500 tipos, lo cual significó un quilombo muy grande en la Universidad, donde yo era prácticamente un convicto.
Entorno familiar
Mi papá era muy antiperonista, muy gorila, y yo discutía mucho con él. Por supuesto suponían que yo estaba en algún tipo de actividad pero nunca supieron en realidad mucho y eso fue motivo de un permanente malestar con mis padres. Nunca terminaron de reconocer esa actividad mía. No lo querían ver. Era distinto con otros amigos, que venían de hogares peronistas, en donde todo era como más natural, con un lógico miedo de los padres de “no te vayas a meter en líos” pero sin una tensión ideológica tan grande. Mi familia, como una familia bien tradicional y representativa de la clase media –mi padre se inició como empleado de comercio y llegó a ser gerente de una cadena de tiendas- era una familia que logró con el peronismo un buen status social y era profunda y visceralmente antiperonista. Yo me acuerdo a mis padres celebrando alborozados los bombardeos del 16 de junio del 55, en donde mataron a 300 personas. Pero esto era muy representativo de la clase media. Entonces en mi caso ese fenómeno era casi de laboratorio, yo vengo de una familia antiperonista que en ese proceso me nacionalizo y me radicalizo.
Primero nos movíamos con el dinero de cada uno y cuando nos habíamos organizado políticamente en organizaciones político-partidarias se generaba unas finanzas de la organización que tenía su origen en las cuotas y aportes de los militantes más otro tipo de actividades. La actividad de la Izquierda Nacional se financió durante muchos años con una escuela de periodismo. Ramos y sus amigos fueron los creadores de una escuela de periodismo que estuvo abierta muchos años, donde se cobraba una cuota. Gran parte de la financiación política venía de la escuela de periodismo. Siempre terminaba mal porque se gastaba más de lo que entraba.
Entorno académico
En la UCA el profesorado era muy reaccionario, eran más bien enemigos, de modo tal que mi relación con mis profesores no fue una relación cordial, no tuve en la Universidad ningún profesor que me haya dejado una señal.
En la UBA había un poco de todo, era distinto. Lo que había menos eran profesores nacionales, aunque también ahí aparece un proceso muy interesante que refleja exactamente esto que estuvimos hablando. Me refiero a la aparición de las Cátedras Nacionales. Las Cátedras Nacionales, que aparecen en el ’66 –como ves casi como un resultado inmediato de la intervención militar a la que nos referimos antes- son un conjunto de profesores universitarios que generan una especie de polo ideológico nacional peronista, constituyéndose en una especie de grupo político que tomó ese nombre, Cátedras Nacionales.
Eso tuvo una enorme importancia en el debate ideológico de aquella época: Gonzalo Cárdenas, Alcira Argumedo, Justino Farrell, eran profesores peronistas que se definen como peronistas y que establecen una política ideológico-universitaria desde el peronismo. Tuvieron una gran influencia sobre esa generación.
Mi universidad era un antro reaccionario en donde La noche de los bastones largos no causó cambios. Pero era tan fuerte todo el movimiento de la sociedad que no pudo evitar que también ahí se produjera el mismo fenómeno, porque todo esto era una fuerza de la naturaleza, no se podía contener, no había lugar en donde te pudieras aislar de todo esto. Donde había jóvenes, preocupados, honestos y buenos, esto era un hervidero.
Actividades juveniles
Hacíamos todo lo mismo que hacen todos los jóvenes (bailes, música, levantes, reuniones de amigos) pero absolutamente todo estaba cruzado por la política. Vos te casabas con una chica que era una compañera, con la que sabías que lo que le proponías era una vida de militante.
A partir del 76
En la dictadura del ‘76 los que estaban en la línea de fuego eran los tipos que estaban en la clandestinidad armada, en ese sentido nosotros no estábamos en la línea de fuego. Los que estaban en la línea de fuego lo sabían y vivían clandestinamente, vivían con documentos falsos, etc. Acá nadie ignoraba a qué estaba jugando.
Yo tenía amigos que estaban en la línea de fuego y andaban volados. Yo a Ricardo Grassi, que era uno de los directores de Descamisados, me lo encontraba en la calle de vez en cuando con la sensación de que era una boleta que caminaba. Afortunadamente para él, y para mi posible complejo de culpa, ello no ocurrió. Ricardo reside hoy en Italia. Tampoco tenías muchas ganas de quedarte ahí charlando porque te iban a comer a vos por algo que no tenías nada que ver. Estaban muy como alma en pena. Se les había desarticulado todo. Se nos había desarticulado a todos, en realidad, pero los tipos que estaban en la clandestinidad armada estaban más expuestos.