6 de octubre de 2023

Una reflexión para los discípulos de Trotsky


Todas las comparaciones históricas son tan solo un intento de explicación.

Dicho esto, la gran crítica de Trotsky al stalinismo alemán en 1930 fue no haber hecho un frente con la socialdemocracia y permitir, con su izquierdismo, el triunfo del loquito austríaco.

En 1931, León Trotsky publicó un folleto titulado “Por un frente único obrero contra el fascismo”. En él, Trotsky critica duramente la política del Partido Comunista Alemán (KPD), que se negó a hacer un frente único con la socialdemocracia alemana (SPD) para impedir el ascenso del fascismo. (1)

Trotsky argumenta que la política del KPD era una “política ultraizquierdista”, que conducía a la división de la clase obrera y al fortalecimiento del fascismo. El KPD, según Trotsky, estaba obsesionado con la idea de que la SPD era un partido socialfascista, es decir, un partido que colaboraba con el capitalismo. Esta idea, según Trotsky, era errónea y peligrosa.

Si el KPD hubiera hecho un frente único con la SPD, habría sido posible unir a la clase obrera alemana y derrotar al fascismo. Sin embargo, la política del KPD condujo a la victoria de Hitler en las elecciones de 1933.

Salvemos las distancias, como quien dice. Milei no es exactamente Hitler, básicamente porque Argentina no es la Alemania de 1930 y porque estamos en 2023. Por lo tanto “nada es como era entonces”, parafraseando a Olegario V. Andrade.

No obstante, estamos en presencia de un candidato capaz de imponer sobre el conjunto de la sociedad argentina condiciones similares a las que Hitler impuso en la sociedad alemana de entonces. Y tenemos un movimiento o un frente electoral que aglutina, de una u otra manera, al conjunto de las clases y sectores sociales oprimidos por la alianza entre la oligarquía agroexportadora, el capital financiero y el imperialismo, y que está en condiciones de derrotar el intento político despótico y extremista de esta alianza. Todo intento de mantener una supuesta independencia de clase -basada, por otra parte, en datos puramente ideológicos y no de representación social- colabora objetivamente, más allá de las buenas intenciones y declaraciones, con la derrota de la clase trabajadora y de los sectores sociales aliados a ella, es decir a la derrota del frente nacional antiimperialista.

No apoyar, aun “in extremis mortis”, a este frente es una traición, a la par que un suicidio político.

(1)https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1931/diciembre/08.htm


2 de octubre de 2023

Una charla en el banco de la plaza

Ayer a la tarde, mucho antes del debate y en medio de la batahola generada en las redes por el oneroso curso de navegación tomado por el, en ese momento, jefe de gabinete de la provincia de Buenos Aires, salí a dar una vuelta por el Parque Rivadavia. Era una tarde francamente peronista, posiblemente similar a aquella lejana tarde en la que Luis Elías Sojit, en la transmisión inaugural del Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, inventó esa afortunada expresión que se convirtió en lugar común. Mi amigo Jorge Enea Spilimbergo me dijo una vez que la poesía era crear nuevos lugares que la lengua convertiría en comunes.

Salí a caminar, entonces, llevándome un habano que pensaba fumar sentado en alguno de los bancos, bajo la mirada severa y la espada en ristre del Libertador Bolívar. La plaza estaba llena de gente de todas las edades. En los canteros y bajo los árboles había grupos de chicos y chicas, tomando mate y sol, las dos cosas que se toman en un domingo de primavera en la plaza. En el monumento mismo a don Simón, a la sombra del inmenso caballo y su no menos inmenso jinete, un grupo de hombres y mujeres bailaba tangos, milongas y valses porteños, al compás de las gloriosas orquestas porteñas de los no menos gloriosos años 40. Tanturi y Castillo, Troilo y Marino, José Basso y Floreal Ruiz llenaban sucesivamente la plaza como si fuera un antiguo patio con parral y malvones.

Encontré un banco extrañamente vacío y a la sombra. Me senté y encendí mi habano. Aspirar el humo de un puro y observar a mis compatriotas disfrutando del aire libre, del sol, de la tarde, del domingo es lo más parecido a la eternidad. Un pequeño grupo de dos hombres mayores y una señora se acercan a mi banco. Me preguntan si pueden sentarse y, aclarándoles que estoy fumando, les hago lugar.
Continúo con mi cigarro y mis cavilaciones, mientras escucho que comienzan a hablar de Rodríguez Larreta y de que alguien les ha dicho que ha hecho un gran gobierno. Al cabo de unos minutos, la señora se dirige a mí:
– Vamos a preguntarle al señor, a ver qué piensa –dice. – ¿Qué le parece Rodríguez Larreta?
Esbozo una sonrisa y les respondo:
– Una mierda.
Los tres estallan en una carcajada.
A partir de allí comenzamos una muy interesante conversación política. Me dieron sus nombres y me contaron que dos de ellos – un hombre y la mujer – eran de Lomas del Mirador, a una media hora en auto hacia el oeste. El otro hombre, de menor edad, contó que era argentino, pero que vivía en San Pablo, en Brasil, desde hace muchos años. Hablamos de la inflación, les dije cuáles, a mi entender, eran las causas de la misma. Hablamos de por qué en este momento a los uruguayos y a los paraguayos, así como al amigo que había venido de Brasil, les resultaba barato comprar en Argentina. Y les conté que muchas veces en el pasado la situación había sido inversa y que quienes se beneficiaban con ese cambio éramos nosotros. Hablamos de Artigas y de los 33 Orientales y de la Banda Oriental. Y les conté cuál había sido la reflexión de don José Gervasio al enterarse de la creación del Uruguay independiente: “Ya no tengo patria”. Quedaron sorprendidos.
Y hablamos de Milei, de su violencia verbal, de la locura de la dolarización y del dólar blue y del dólar de importación. El hombre tenía una carpintería y entendía rápidamente mis explicaciones. Y hablamos de la deuda con el FMI contraída por Macri y de la sequía y de la guerra en Europa. Estaban fascinados y seguían preguntando y analizando mis respuestas.
En ningún momento mencionaron el escándalo del yate en Marbella, ni, obviamente, la repercusión que había tenido el hecho en las redes. En ningún momento manifestaron odio, resentimiento, ni sentimientos violentos contra nadie. Yo tenía la sensación de estar hablando con ese compatriota anónimo, que no sabe muy bien que son las redes, ni para qué sirven, incapaces de imaginar que su interlocutor pasa habitualmente muchas horas online, leyendo y discutiendo lo que por ahí circula. Eran el votante innominado, que quiere entender lo que ocurre, que quiere a su país – muchas veces repitieron lo hermosa que era la Argentina y lo maravilloso que es Buenos Aires –. Antonio, el residente en San Pablo, comparó nuestra ciudad y sus plazas y la hospitalidad de sus calles, con la frialdad y la ausencia de vida urbana en la megalópolis en la que vive.
En suma, terminé mi cigarro y me despedí de mis ocasionales interlocutores. Me fui con la sensación de que el odio, el resentimiento, la hostilidad que se despliega desde La Nación+ o TN tiene un alcance limitado. Que hay millones de compatriotas como estos que sólo pretenden que se les explique, de modo sencillo, sin adjetivos altisonantes, qué es lo que pasa, porque ellos, como todo el mundo, están en condiciones de entenderlo.
Buenos Aires, 2 de octubre de 2023

23 de junio de 2023

"Conocer a Perón", el libro



Anoche, en un restaurante marplatense frente al Casino y ante la mirada escudriñadora del Doktor Freud, terminé de leer "Conocer A Perón" de Juan Manuel Abal Medina. Dije que al hacerlo haría algún comentario y aquí está.

Conocer a Perón debería ser un libro de lectura obligatoria para todos aquellos que se acercaron al peronismo en el nuevo siglo. Y ello porque presenta un escenario y un drama personal, político y social que se acerca con delicadeza, pero con descarnado realismo, a los hechos históricos que ocurrieron entre los años 1968 y el tristísimo 1º de julio de 1974.

Pero, sobre todo, pone una luz reveladora sobre la tragedia que se desenvolvía en dos escenarios, uno de ellos expuesto con una luz casi cenital: uno, el del paulatino y sangriento enfrentamiento entre el grupo armado Montoneros y su conducción y el general Perón y el peronismo histórico, y el otro, la intimidad del anciano general Perón y, lo que Jorge Abelardo Ramos llamó con gran acierto, el rasputinismo de López Rega. Tironeado por esas dos fuerzas, que tocaban la fibra emotiva más profunda del caudillo, un hombre envejecido en el destierro que anhela volver a unir al país y reinsertarlo en la ruta de su grandeza nacional.

Mi ingreso a la vida política fue en ese prodigioso escenario. Mis recuerdo personales son, salvando las distancias, muy parecidos a los del autor. Conocí personalmente a casi todos los actores allí mencionados. Muchos detalles que allí se cuentan los conocía de mentas y muchos otros los ignoraba. El conocimiento de estos últimos no hizo sino corroborar los aciertos de las decisiones políticas que en esa época tomamos.

Repito, lean el libro de Abal Medina. Inviten a los compañeros más jóvenes a leerlo. Discutanlo en las reuniones políticas. Todos vamos a salir enriquecidos políticamente, quizás, con la posibilidad de cometer menos errores.

21 de junio de 2023

17 de febrero de 2023

La detención de Perón y el testimonio del embajador del Brasil

Hoy me encontré con un viejo y querido amigo y, obviamente, estuvimos varias horas hablando de la actualidad política, de las grandes perspectivas qu e se le presentan a la región y a la Argentina y de la paradoja que significaría que las fuerzas nacionales no pudieran volver a ganar las próximas elecciones, cuando, como es de esperar, hasta el pipistrilo del actual presidente del Uruguay y el “menemizado” partido Blanco van a perder las elecciones en manos del Frente Amplio que tiene dos buenos candidatos presidenciales: la intendenta de Montevideo y el intendente de Canelones.

En un momento de la conversación mi amigo me recordó, a propósito de la “proscripción” de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el siguiente texto de mi libro “Un Solo Impulso Americano. El Mercosur de Perón”, que aquí transcribo levemente abreviado. Creo que su lectura pone algo de luz en la hora actual.

Un gaúcho más peronista que brasileño

En su edición del 21 de mayo de 1945 –Getulio Vargas aún rige los destinos de su país y falta casi medio año para la inflexión del 17 de octubre– aparece en el periódico “El Diario” de Buenos Aires una nota, consignando la llegada del nuevo embajador del palacio Catete en Argentina. Su nombre es João Batista Luzardo.

Posiblemente, ningún embajador de un país latinoamericano manifestó nunca un aprecio tan grande y una coincidencia de intereses tan sustancial con el país anfitrión como Lusardo. Formaba parte de la antigua guardia riograndense con que Getulio había volteado a la República Vieja, integrada entre otros por Oswald Aranha y João Neves da Fontoura. Había nacido, justamente, en Uruguayana, en el lugar que, del otro lado del río, había visto el levantamiento cívico militar de Paso de los Libres contra Justo en 1933. Fue recibido con gran deferencia por el General Farrell, a la sazón Presidente del gobierno provisional.

Dos días después de su arribo al país le pide al Ministro Consejero de su embajada, Maximiano Figueiredo, que solicite una entrevista con el Coronel Perón, entonces vicepresidente de la República y Secretario de Trabajo, en realidad el hombre fuerte de la presidencia Farrell. Figueiredo, hombre de cancillerías y protocolos, manifestó dificultades de procedimiento para llevar a cabo el encargo, probablemente porque el interés de su embajador debió parecerle extemporáneo. Pero Luzardo insistió ya que tenía expresas instrucciones de Getulio en ese sentido. Finalmente la audiencia fue concedida para el día siguiente en el Ministerio de Guerra.

El Embajador, acompañado de dos agregados militares, llegó al Ministerio a las 11 de la mañana.

A poco tiempo de su llegada, el embajador era un nombre conocido para la prensa, que, con beneplácito de él mismo, había castellanizado su nombre. Don Juan Bautista Luzardo fue el trato que siempre recibió en la Argentina. Esto dará origen a innumerables ataque a su persona acusándolo de ser “un extranjero, un argentino infiltrado en la política y la diplomacia brasileña al servicio del país vecino”. Varias veces, en su dilatada carrera política fue instado a exhibir su partida de nacimiento e, incluso, el "Juan Bautista", dicho o escrito en español, fue usado como indicativo de que Brasil no tenía un embajador junto a Perón, sino un hombre rendido enteramente a las motivaciones, ideas y planes del presidente argentino.

En esa entrevista, el coronel le reveló su admiración por la legislación laboral de Vargas, quien había creado el Ministerio de Trabajo, algo que, hasta entonces, no existía en América Latina. Luzardo le narró a Perón las circunstancias de la creación y destacó el papel cumplido por Lindolfo Collor. Perón le solicita, entonces, toda la legislación de protección al trabajo que el Embajador le pudiera proveer a efectos de estudiar su implementación en la Argentina. Es esta conversación la que da origen a la visita del eximio laboralista brasileño, el doctor Rego Monteiro, que durante un mes dicta cátedra de derecho laboral en Buenos Aires.

La amistad forjada en este primer encuentro alcanzaría niveles nunca vistos en la historia de las relaciones de un presidente argentino con un diplomático extranjero. De acuerdo a lo que cuenta el propio Luzardo, Perón solía solicitar su consejo sin considerar, en apariencia, que su nacionalidad fuera un obstáculo. Como ejemplo de ello, afirma que, tiempo después, Perón le confesó que tenía dificultades en nombrar embajadores en el Palacio de la Moneda y en el Catete. En respuesta a ello, el riograndense sugirió: “Pero el señor cuenta aquí con dos hombres de primer orden, que serán bien recibidos en Río y en Santiago y que sabrán honrar a la República Argentina. –¿Y quiénes son ellos? –Juan Cooke y Jerónimo Remorino”. Perón aceptó la propuesta y así fue como el padre de John William Cooke fue embajador en el Brasil. En tono de chanza, éste afirmaba a quien quisiese oírlo que él era, antes que nada, “embajador de Juan Bautista Luzardo”. Remorino sería también nombrado embajador en Santiago, pero, de inmediato, es designado titular del Palacio San Martín, convirtiéndose en canciller del gobierno peronista.

Luzardo y la detención del coronel Perón

En sus recuerdos sobre esos primeros meses de gestión, el embajador de Brasil hace mención a una serie de sucesos que revisten un gran interés histórico y ponen una nueva luz en los hechos que desembocaron en el 17 de Octubre.

El anuncio del coronel Perón, el 5 de octubre, anunciando que “renunciaría” a sus cargos y abandonaría la Secretaría de Trabajo, volviendo a su residencia de la calle Piedras, tomó al embajador por sorpresa. “Cierta mañana fue a conversar conmigo a la Embajada un hombre muy amigo de Perón y de Eva y que me conocía. Era el periodista Caffaro Rossi. Hablamos largamente y me transmitió su convicción de que Perón sería encarcelado por el gobierno. Caffaro, de acuerdo con el Almirante Tessaire, venía a sondearme para ver si yo estaría dispuesto a entrevistarme con Perón, para conversar con él. Su residencia estaba tan vigilada que el coronel, de ninguna manera podría llegarse hasta la Embajada. Me dijeron que ellos, el Almirante Tessaire y Caffaro, habían examinado el problema y llegado a la conclusión de que el hombre capaz de evitar la prisión de Perón, brindándole la posibilidad de irse al extranjero y el asilo político era yo. Querían que yo fuera…”. ­

“Vea que cosa seria: El embajador de Brasil llamado a intervenir en esas cuestiones… Perón seguramente tendría trazados sus planes, pensaba yo. (...) Sabía que lo que aquellos amigos me pedían podía resultarme muy caro, pero no tenía opción. Mandé a decir que iría, que me esperasen a los ocho de la noche”.

“Era el día 11 de octubre de 1945. Llegada la hora, tomé el revólver, la bandera de Brasil y entré en el automóvil de la embajada, al lado de Caffaro. No discutiría el asunto con el personal diplomático brasileño. Pensarían mucho en las alternativas, durante doce horas, y pesarían los pros y los contras. No quería implicar a nadie. Si mi gesto no resultaba nada tendrían que lamentar mis compañeros de representación. En ese instante renunciaría a mi puesto y me atendría a las consecuencias. (…)”.

“El almirante Tessaire me esperaba en la puerta. Ordenó que mi auto fuese estacionado dos cuadras más adelante. Subimos al tercer piso donde tendría el encuentro con Perón. Tessaire me repetía los argumentos de Caffaro y yo le aseguraba que creía que Perón tenía planes en marcha… Minutos después apareció el Coronel Juan Domingo Perón. Me abrazó con gran emoción y les dijo a Tessaire y Caffaro: –En medio de estas desgracias, son actos así los que elevan el alma de la gente. Y, volviéndose hacía mí, exclamó: ‘Embajador, yo confío, yo sé que estoy interpretando el alma de mi pueblo y nada temo. Yo comprendo ese gesto de mis amigos, procurando ayudarme, porque creen que yo deseo exiliarme. Ellos han sido generosos y valientes, en un grado que es difícil valorar en su totalidad. Naturalmente ellos quieren salvarme de la prisión… Pero Embajador, yo insisto en ir preso para liberar a mi pueblo, la Argentina precisa que yo vaya preso para liberarse’” (en negrita en el original).

“Luzardo conmovido le dice: –Coronel Perón, yo lo comprendo. Sus amigos me invitaron. Yo no tenía en absoluto la intención de entrometerme. Pero ellos me lo pidieron con una cierta insistencia, para hacerle una visita en esta hora sumamente delicada para la Argentina y para usted. No olvide las consecuencias que podría tener mi presencia aquí. Vine hasta aquí para darle un abrazo de total solidaridad y preguntarle si le podría ser útil en algo ¡Cuente conmigo! Pero comprendo su gesto, si el señor tiene la convicción de que es necesario ir preso para liberar a la Argentina, entonces que la prisión llegue inmediatamente”.

“Perón abrazó al diplomático brasileño y dijo en voz alta: –¡Esto es! ¡Esto es! ¡Estos son los hombres que yo necesito! Espere un momento, embajador”.

“Cuando yo dije aquello –observa Luzardo– él se sensibilizó, me dio un nuevo abrazo y me pidió permiso para retirarse durante un minuto. Fue adentro y vino del brazo con Eva, que vestía un ‘pegnoir’ azul. El coronel Perón me presento a la señora, de porte altivo, diciendo: –Eva, es este un gran amigo de la Argentina, el embajador Luzardo. Le acabo de decir algo que quiero que todos Uds. entiendan. Si, para liberar a mi país, tengo que ir preso, que venga entonces la prisión”.

“El diplomático brasileño se inclinó y besó las manos de Eva Duarte (se inicio en aquel momento una amistad que sólo terminaría con la muerte de la segunda mujer de Perón). Lusardo le dice: –Si puedo ser útil en algo…”

“Dirigiéndose a Perón, Eva dice: –Juan, ¿me permites decirle unas palabras al Embajador? No esperó el asentimiento del coronel y comenzó a hablar con el visitante:

"Señor Embajador, Argentina está pasando por su crisis más grave desde la Independencia. La presión de algunos generales obligó al general Farrell a poner a mi marido en la calle, quitándole todos los cargos. Ahora bien, lo importante es que el pueblo está con Perón y que es indispensable que él vaya preso para que la Nación se rebele como un solo hombre e indique quién debe ser el gran conductor. Yo me opongo totalmente a que él marche al exilio, como quieren algunos amigos, entre los que se encuentran los que están allí afuera. Nuestra posición es una: quedarnos firmes, porque cuando más rápido venga la prisión, más deprisa se hará la liberación de nuestra querida Patria”.

“Luzardo escuchaba, admirado por el tino político de aquella mujer, en tanto Eva concluyó: –Embajador, yo no tengo palabras para agradecerle este gesto suyo, desprendido y heroico, tan raro en la historia de los hombres”.

“Perón intervino entonces en la conversación: –¡Embajador, es necesario que le aclare que me siento mucho más orgulloso de oír esta decisión de mi mujer que si ella hubiese aprobado como solución el exilio!”.

“Batista Lusardo responde: ‘Mi misión está cumplida. Me siento tranquilo porque cumplí mi deber. Tengo la certeza y también la esperanza de que la Argentina, como dicen ambos, alcance en breve tiempo su libertad’”.

Este relato testimonial del embajador Luzardo agrega un nuevo e interesante elemento a la interpretación que se ha hecho del estado de ánimo y de los planes de Perón en esas jornadas previas al 17 de Octubre y, sobre todo, durante su detención en Martín García. Historiadores antiperonistas como Felix Luna1, han insistido que Perón se encontraba totalmente desmoralizado y que las movilizaciones obreras del 17 de octubre fueron un elemento inesperado, producto fundamentalmente de la actividad agitativa de Eva Duarte. Basan este punto de vista, que intenta descalificar política y moralmente a Perón, en una famosa carta del coronel a Evita, desde su prisión en la isla, donde considera que la lucha está perdida e invita a su esposa a irse a vivir a la Patagonia cuando todo esto hubiera terminado. Por su parte, Fermín Chávez2 ha sostenido que esta carta fue escrita, en realidad, pensando más que en su destinataria, Evita, en los servicios de inteligencia del Ejército que controlaban la correspondencia del detenido. La intención era, entonces, hacer creer a los mandos del Ejército que lo tenían preso que estaba desmoralizado y sin ánimo de continuar el combate. Este testimonio de Lusardo aporta datos de mucho peso a esta última tesis y revela que si bien la incontenible movilización obrera y popular del 17 de Octubre creó al Perón que luego entraría a la historia, Perón contaba con la fuerza de la multitud a la que había dado voz y dignidad. La firmeza de esa muchacha que, despojada de todo sentimentalismo, expresa a su interlocutor brasileño “es indispensable que él vaya preso para que la Nación se rebele como un solo hombre e indique quién debe ser el gran conductor”, y la confesión del coronel, llena de viril sentimiento, “ me siento mucho más orgulloso de oír esta decisión de mi mujer que si ella hubiese aprobado como solución el exilio”, descubre uno de los núcleos de hierro de la revolución del 45. No había en esa pareja y en ese momento el menor lugar para retroceder a la suave tibieza de una casita en la Patagonia. La historia les ofrecía una oportunidad y con ellos a los oprimidos de la Argentina. Sólo cabía jugarse el resto.


Hasta aquí lo escrito en aquel libro, hace ya 24 años. El diálogo de Perón con el embajador Luzardo pone en evidencia que Perón sabía que era necesario que fuera injusta y arbitrariamente preso por un sector de las FF.AA. comprometido con la vieja oligarquía y la embajada de los EE.UU. y estaba dispuesto a ese sacrificio. Renunciaba a toda salida personal que evitase esa
circunstancial derrota en aras de un triunfo estratégico del pueblo argentino.


1 Luna, Felix, El 45, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1975. Una hermosa tarde de sol, vídeo documental con motivo del cincuentenario del 17 de Octubre de 1945, dirigido por Jorge Coscia, Editorial Blakman, Buenos Aires, 1995. Felix Luna reitera en este documental los puntos de vista expresados en su libro.

2 Coscia, Jorge, Una hermosa tarde de sol, Editorial Blakman, Buenos Aires, 1995. Testimonio de Fermín Chávez. El autor participó en la producción y el asesoramiento político y periodístico de este vídeo.