25 de mayo de 2011

Buenos Aires debe volver a ser de todos los argentinos



-->Filmus-Tomada a la Capital Federal
Buenos Aires debe volver a ser de todos los argentinos

La decisión presidencial de designar la fórmula de Daniel Filmus y Carlos Tomada para las elecciones de Jefe de Gobierno de la Capital Federal ha puesto al conjunto de las fuerzas nacionales y populares en campaña para derrotar a Mauricio Macri.
Las próximas elecciones en la ciudad de Buenos Aires serán decisivas para la marcha del proyecto nacional y popular impulsado por el gobierno nacional. La campaña interna de varios meses, que tuvo como protagonistas a los tres candidatos del Frente para la Victoria -Amado Boudou, Daniel Filmus y Carlos Tomada-, permitió desplegar en toda su potencialidad la voluntad de sacar de Bolívar 1 al reaccionario e inepto Mauricio Macri y poner en su lugar a un legítimo representante del gobierno nacional, votado por la mayoría de los capitalinos.
Cristina ha repetido en cada uno de sus discursos sobre este tópico que “Buenos Aires es de todos los argentinos”. Conociendo la fina conciencia histórico-política de la presidenta esas palabras no son simplemente un lugar común sino una necesaria aclaración sobre la distorsión que se ha producido a partir de la reforma constitucional de 1994.
La vieja ciudad-puerto
La ciudad de Buenos Aires no fue siempre de todos los argentinos. Desde el 25 de mayo de 1810, la ciudad-puerto -como la llamó Cristina en su discurso de inauguración del magnífico Museo del Bicentenario- lejos de ser de todos los argentinos fue la base política y económica de la burguesía comercial porteña desinteresada en la lucha por la Independencia y ejecutora de un proyecto de sujeción de los gobiernos provinciales a su hegemonía. Durante esos setenta años que van de 1810 a 1880, Buenos Aires y los representantes de su burguesía comercial defendieron a sangre y a fuego el monopolio sobre la Aduana porteña y se negaron a compartir sus beneficios con el resto del país. El partido rivadaviano, primero, en parte el rosismo y, por último, el mitrismo intentaron -con diferentes métodos- que la ciudad, puerto y provincia de Buenos Aires fuese la que condujese al conjunto del país, sin tocar el privilegio aduanero. Y lo de sangre y fuego no es una mera expresión retórica. Desde las campañas militares contra José Artigas, en la Banda Oriental, hasta el asesinato del Chacho Peñaloza, la Guerra del Paraguay y la represión a Felipe Varela, el partido porteño asoló a las provincias del interior. La ciudad-puerto se negó a ser sede del gobierno nacional en 1853 cuando se aprueba la Constitución Nacional y se separa del gobierno nacional asentado en Paraná. Durante siete años Buenos Aires se convierte en una especie de Hong-Kong platina, busca reconocimiento internacional y hasta intenta contratar tropas cipayas de la India -aunque esto suene como una exageración revisionista- para enfrentar militarmente al gobierno nacional. Incluso, cuando después de Cepeda, Buenos Aires se reincorpora a la Confederación en 1860, bajo el gobierno de Mitre, lo hace a condición de que los derechos de exportación no serían considerados como rentas nacionales, sino como rentas de la ciudad-puerto. Todo lo que pagaban los productores del país para salir por el puerto de Buenos Aires y todo lo que pagaban los productos que entraban al puerto y se distribuían en todo el país era propiedad de Buenos Aires.
La Capital Federal
Recién en 1880, con la acción del ejército del General Julio A. Roca, formado por hombres del interior, las provincias logran aplastar a la ciudad-puerto. El jefe militar porteño era Carlos Tejedor, gobernador de la provincia, un acérrimo centralista que había declarado que el gobierno nacional era “un huésped suyo”. Los llamados “cuicos” de Roca triunfan sobre las formaciones porteñas en dos sucesivas batallas que ponen fin a la guerra civil: la batalla de Puente Alsina, en Pompeya, y la batalla de los Corrales Viejos, en Caseros y Rioja. Más de tres mil argentinos cayeron en esas dos batallas. Su sacrificio permitió que la ciudad fundada por Garay se convirtiera en Capital Federal y que la renta del puerto integrase las arcas del gobierno nacional. Por primera vez desde 1810, la ciudad de Buenos Aires se integraba al conjunto del país. Miles de argentinos habían muerto a lo largo de esos 70 años, las provincias se habían empobrecido, las producciones regionales habían desaparecido y el Paraguay era una selva poblada de valerosos espectros. En esta historia y en estos dolorosos acontecimientos se basó la figura jurídica por la cual el presidente de la República nombraba un delegado suyo como intendente de la ciudad. El gobierno nacional, y sobre todo cuando expresaba políticas nacionales, no podía volver a ser huésped -metáfora que encubre la de prisionero- de la egoísta oligarquía porteña.
El pacto Alfonsín-Menem, que dio origen a la infausta reforma constitución de 1994, modificó irresponsablemente ese equilibrio, con la finalidad, no explícita en ambos jugadores fulleros, de que ambos partidos -la UCR alfonsinista y el PJ menemista- se repartirían la ciudad, el primero, y el país, el segundo.
Capitalinos con el país
Todo esto recordó Cristina al usar la antigua denominación de ciudad-puerto para nombrar a Buenos Aires. Y todo esto es lo que los candidatos elegidos deberán poner sobre sus hombros.
No se trata, por supuesto, de quitar al ciudadano capitalino -como, por otra parte, gustaba decir Néstor Kirchner, para referirse a los porteños, haciendo hincapié en su condición de habitantes de una ciudad capital de todos los argentinos- su derecho a elegir. Se trata de que la mayoría de los ciudadanos de Buenos Aires, los más humildes, los más desprotegidos, los que necesitan viviendas, hospitales y escuelas, logren poner nuevamente a la ciudad como Capital Federal, asiento de un gobierno de todo el país, en armonía con la política de reparación nacional y popular que se despliega desde la Casa Rosada.
Como nunca antes están dadas las condiciones para un estratégico triunfo popular en la ciudad de Buenos Aires. El gobierno de Macri -este Carlos Tejedor frívolo y poco dotado- ha sido incapaz de dar satisfacción a los votantes de su propio sector social. La avidez por los negocios rápidos, la búsqueda de lucro donde hay una necesidad, no sirve ni siquiera para mantener limpia la zona de la Recoleta. Daniel Filmus exhibe en su trayectoria un importante antecedente de gestión en materia educativa, con grandes realizaciones. Carlos Tomada ha sido el hombre que logró, como ministro de Trabajo, los más grandes avances de los trabajadores desde la muerte de Perón y una paz social basada en la justicia que garantizan su futura gestión.
Cristina Fernández de Kirchner triunfará en las elecciones capitalinas. Y los porteños volveremos, como José Hernández, a ser también nacionales.
25 de mayo de 2011

13 de mayo de 2011


La conducción de este frente nacional,
popular y democrático es de Cristina


En el momento en que se hace evidente el triunfo de las fuerzas nacionales y populares encabezadas por Cristina Fernández de Kirchner en las próximas elecciones a presidente, los sectores del privilegio y el sometimiento han iniciado todo tipo de operaciones.

Una huelga irracional de un sector muy bien pago de los trabajadores -cuyos patrones son fundamentalmente extranjeros- amenaza el abastecimiento de combustible lo que es aprovechado por los monopolios mediáticos para pintar con sus acostumbrados tonos sombríos el futuro inmediato. Una discusión por lugares en las listas de diputados es utilizado livianamente por un dirigente sindical para amenazar con romper el frente encabezado por la presidenta.

Los sucesivos fracasos de todas las operaciones destituyentes, desde aquella que se montó a partir de la Resolución 125 sobre las retenciones, encuentran en estas maniobras una perversa repetición.

La presidenta Cristina, la única en condiciones de liderar el gran frente nacional, popular y democrático, ha pronunciado hoy una certera definición -en el estilo de las grandes definiciones del peronismo- sobre el papel de los sindicatos, sobre su base ética que es la solidaridad y sobre la diferencia que deben mantener con las corporaciones.

La Corriente CAUSA POPULAR adhiere a las palabras de la Presidenta en su discurso en José C. Paz. En uno de los distritos más empobrecidos del conurbano bonaerense, frente a un pueblo humilde y leal, Cristina puso en claro quien conduce y hacia donde al movimiento nacional. El pueblo y los trabajadores se encargarán de repudiar a los dirigentes que crean ser más representativos que quienes han sido capaces de dejar atrás las peores llagas de la dependencia y el privilegio, como lo han sido Néstor y Cristina.

Buenos Aires, 12 de mayo de 2011

Mesa Nacional de la Corriente Causa Popular