29 de enero de 2020

Los predadores de la condición humana

Este es un gran país, el nuestro es un gran pueblo entre los grandes pueblos del mundo.

Leía la nota de homenaje que le escribió Mario Rapoport a Hugo Urquijo y que hoy publicó Página 12 y pensaba en esas reuniones que allí se cuentan. Hombres y mujeres en su plena madurez, con una fama cimentada en la actividad que desarrollaron durante toda su vida, con una situación económica de relativa holgura que se reunían porque el país se estaba deshaciendo a jirones y no querían ser tan solo hombres y mujeres exitosos, arrojados como pedazos de una explosión galáctica al espacio infinito sin pasado ni futuro. Se reunían para seguir perteneciendo a una colectividad humana que se identificaba, como dice Rapoport, con el cruce de los Andes de José de San Martín en una camilla.


Se resistían a ser individuos con cierta fortuna y buen pasar, porque estaban contumazmente convencidos que solo dejarían su pequeña huella de su paso por la tierra, si formaban parte de una comunidad humana en la cual su ciencia, su arte, sus saberes tuvieran sentido y finalidad.
Hemos visto, durante estos últimos cuatro años, el horroroso espectáculo de un país, una comunidad viva, trabajadora y orgullosa de su historia, gobernada por hombres y mujeres desinteresados por completo del destino colectivo, cuyo miserable horizonte personal se reduce a una cuenta millonaria en un paraíso fiscal y para quienes nuestra Patria -la nuestra, no la de ellos- no es la cuna de Manuel Belgrano, de Juan Manuel de Rosas, de Evita, de los muertos en Malvinas, de los asesinados en el ARA General Belgrano, de los sin nombre de la Semana Trágica o los innumerables del 17 de Octubre, sino un espacio donde viven animales, bellos, gigantescos, extraños, pero que son solo paisaje, hábitat al que sólo la sociedad humana da sentido y trascendencia. 

Hemos sido gobernados por miserables para quienes la vida no ha sido otra cosa que acumular la riqueza producida por esa comunidad de hombres y mujeres a la que desprecian.
La sola comparación entre lo que cuenta Rapoport y lo que hemos vivido estos cuatro desgraciados años expresa la magnitud de nuestro drama.

Que nunca más los saqueadores de los más hermosos sueños humanos, los predadores de la condición humana, vuelvan a ese lugar al que nunca deberían haber llegado.

Buenos Aires, 29 de enero de 2020

28 de enero de 2020

En el Encuentro de Formosa se inició la marcha hacia un nuevo gobierno peronista




El año 2016 no venía fácil para el peronismo. En diciembre del 2015 había asumido Mauricio Macri a la presidencia y el Estado argentino había quedado en manos de un grupo de empresarios, especuladores, banqueros y empleados de empresas imperialistas. Habían logrado ganar las elecciones y desplegaban su programa antinacional, desindustrializador y de endeudamiento. Los efectos de ese desatino aún no habían comenzado a sentirse sobre el conjunto social. El gobierno se satisfacía en considerarse gradualista, mientras la prensa hegemónica se ufanaba de la “inserción de Argentina en el mundo.
El diario La Nación informaba sobre
“la fuga de diputados kirchneristas”, encabezados por Diego Bossio, quien hasta el 10 de diciembre del año anterior se había desempeñado como administrador de la ANSES. Algunos diputados del interior, como Oscar Romero, Carlos Rubin, Eva Isa, Pablo Kosiner y Guillermo Snopek de algunas provincias norteñas, armaban el Bloque Justicialista “con el argumento de asumir un rol de 'oposición responsable', diferenciandose del kirchnerismo duro”, según describía, no sin regocijo, La Nación del 3 de febrero de ese año..
El 15 de junio, también La Nación afirmaba que “por el escándalo que desató la detención del ex secretario de Obras Públicas, José López, otros tres diputados se apartaron del FPV. Se trató de tres legisladores misioneros, encabezados por el ex gobernador provincial Maurice Closs. Los dos restantes son Jorge Franco y Silvia Risko. Con esta sangría, el bloque del FPV en la Cámara baja retrocedió de 79 a 76 integrantes”.
Una semana después, el mismo diario publicaba en su sección política: “Los seis diputados del Movimiento Evita se sumaron al éxodo en la bancada kirchnerista que conduce Héctor Recalde. Encabezados por Leonardo Grosso, los diputados Andrés Guzmán, Lucila De Ponti, Remo Carlotto, Araceli Ferreyra y Silvia Horne anunciaron su salida porque no estaban de acuerdo con defender a Julio De Vido. La salida de los legisladores del Evita provocó una nueva caída en el número de diputados del bloque, que pasó de 76 a 70 diputados”.
A su vez, aparecía una dramática información: “Cristina Kirchner denunció a través de su cuenta de Facebook que rompieron a patadas la puerta de la casa de los padres de Néstor Kirchner en Río Gallegos y sembró sospechas sobre efectivos de la Policía Metropolitana que estuvieron en la capital santacruceña. El hecho denunciado por la ex presidenta se conoce al día siguiente de que se difundiera que la casa del ministro de Gobierno bonaerense, Federico Salvai, fue revisada por desconocidos que revolvieron todo el lugar. “No es cualquier lugar. Es la casa de los padres de quien fuera mi compañero”, señala la nota, en la que se califica lo sucedido como un hecho "violento e intimidatorio, que refleja claramente un clima de época”.
Y sigue La Nación: “Tras contar el hecho sucedido en la casa paterna de Kirchner, Cristina dedicó largos párrafos a criticar el actual clima político y al Gobierno. Denunció ataques mediáticos y judiciales. Cuestionó, particularmente, las causas del dólar futuro -en la que está procesada- y de Fútbol para Todos, en la que fueron procesados varios ex funcionarios, entre ellos Aníbal Fernández y Jorge Capitanich”.
Estas citas del diario del establishment económico y financiero argentino de aquellos días permite percibir el clima político que vivía el peronismo derrotado en las urnas: debilitamiento parlamentario, fuga de diputados del bloque, persecución judicial y policial contra la ex presidenta y algunos de sus ex funcionarios, entre otras manifestaciones del revanchismo oligárquico. Algunos pocos anunciábamos la terrible tormenta que se descargaría sobre el país, mientras que el movimiento nacional y popular vivía una intensa ola de escepticismo, oportunismo, desencanto y cinismo disfrazado de realismo político. El pueblo argentino callaba, comenzaba a gastar algunos de los ahorros logrados en los doce años anteriores y veía cómo aumentaban las tarifas del gas, la electricidad, el combustible y, por ende, el transporte. Aún no habían comenzado a cerrar las miles de pequeñas y medianas empresas que nuevamente tuvieron que ceder ante la apertura de las importaciones.
Era un momento, oscuro, de desbande y desorden, de deserciones y bandolerismo políticos, como después de Sipe Sipe. Allá el enemigo realista había propinado una contundente derrota a las fuerzas patrióticas, minadas por luchas intestinas, ambiciones personales y, como tantas veces en nuestra historia, la indiferencia de la lejana Buenos Aires. Cien años después, algo parecido había pasado en ese año 2015.
Pero si el impacto, la desmoralización y el derrotismo generados por la derrota de Sipe Sipe fue respondido por la convocatoria al Congreso de Tucumán, al año siguiente, con la potente voz de San Martín que desde Cuyo exigía la declaración de la Independencia, hubo un hecho en aquel año de 2016 que tuvo, estamos convencidos, un efecto similar.
El gobernador Gildo Insfrán, desde Formosa, convocó a unos setenta dirigentes, intelectuales y políticos del movimiento peronista para analizar y discutir “la actualización doctrinaria del Movimiento Justicialista, para fortalecer las grandes banderas de la Independencia Económica, la Soberanía Política y la Justicia Social en el siglo XXI, con sentido federal y en el camino de la Integración Latinoamericana”. Desde la provincia enclavada en el corazón del viejo Chaco incaico, donde se mezclan las vertientes del oeste y del este de nuestro norte argentino, se revoleaba el antiguo poncho colorado de la Patria vieja y los caudillos. Y el 23 y 24 de junio de 2016 se llevó a cabo el Encuentro de Formosa y se discutió y redactó la Declaración de Formosa.
Personalmente, tuve el honor de participar de ese Encuentro y de contribuir con algunas ideas y propuestas a la Declaración y estoy convencido de que en esas jornadas comenzó la infatigable marcha del pueblo argentino y de sus representantes que terminó con la victoria del 27 de octubre de 2019. Es cierto, indudablemente, que la tarde en la que Alberto Rodríguez Sáa lanzó su firme convicción de que “¡Hay 2019!” se condensó la voluntad nacional de sacarnos de encima la garrapata que se había apoderado del estado nacional.
Pero no es menos cierto que el llamado de Gildo Insfrán a reunirnos en Formosa, a discutir sin condiciones los fundamentos doctrinarios y políticos del peronismo para volver al poder, detuvo el desbande de Sipe Sipe, revitalizó a la militancia peronista en su misión y su destino y, sobre todo, permitió desplegar una propuesta política, una visión de la Argentina y del continente que es la que, por fin, vuelve a gobernar el país.
La Declaración comensaba afirmando:
Al modelo liberal, que se representa en el individualismo, el hedonismo, la acumulación de la riqueza y la expansión del capital financiero, oponemos otro que se funda en el valor del amor, la equidad, la solidaridad y la soberanía integral. Surgimos como un proyecto político-cultural frente a las potencias imperialistas que pretendían dividirse el mundo y hegemonizarlo. El justicialismo puso en marcha un proyecto que ponía al Estado al servicio de la comunidad, regulaba la economía, los servicios, las comunicaciones, el petróleo, el comercio exterior, las finanzas, entre otras realizaciones. Esto dio lugar al mayor proceso de inclusión social a través de derechos y conquistas inéditos para el pueblo. La Nación consagró soberanía, reemplazando al poder del mercado, de las oligarquías y de los monopolios internacionales”.
En el momento en que comenzaba a desplegarse el proyecto desindustrializador del capital financiero, sosteníamos en Formosa:
Reivindicamos el federalismo, la unidad nacional, un proyecto productivo industrial y sustentable, el pleno empleo, la justa redistribución de la riqueza material y cultural, una educación liberadora que priorice el conocimiento de lo propio sobre lo universal y la vigencia de la democracia social. En definitiva, seguir trabajando por la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria”.
Para ello es necesario cerrar la grieta de la desigualdad. Consideramos imprescindible revertir el shock distributivo impuesto por el actual gobierno en favor del capital concentrado, para retomar un modelo que apuntale la demanda interna y promueva el crecimiento sostenido. Lograr una distribución equitativa requiere de la acción de un Estado presente para no caer en la trampa neoliberal del efecto derrame. El mercado no asigna de manera justa los recursos de una comunidad, menos aún en una economía fuertemente concentrada y extranjerizada como la nuestra. Por ende, es necesaria la regulación del Estado para evitar comportamientos de abuso de poder en perjuicio de los más débiles”.
La economía argentina en sus ciclos de expansión enfrentó situaciones de restricción externa, debido a una estructura productiva desequilibrada. Esta restricción estructural solo se supera con industrialización y más integración regional y no con endeudamiento externo, sobre todo cuando, mayormente, se destina a financiar fuga de capitales y gastos corrientes”.
“Planteamos nuestra defensa de un Banco Central que sea parte de un proyecto de desarrollo y no regido por el concepto neoliberal de “independencia”, que en los hechos lo somete a los requerimientos del sector financiero y lo torna funcional a la especulación”.
Y ya en el 2016 denunciabamos lo que posteriormente se conoció como “lawfare”:
Asimismo, a la luz de las recientes experiencias latinoamericanas, en las que el poder judicial resulta un actor central en las estrategias de debilitamiento de gobiernos democráticamente elegidos, creemos esencial repensar los límites y las prerrogativas de este poder del Estado, para que pueda cumplir con su objetivo, que no es otro que afianzar la justicia en pos del bienestar general”.
Y se retomaba, en medio de la desorientación, el programa continental del peronismo:
La visión del General Perón planteada en la década del ‘50 del siglo pasado, según la cual el continentalismo sería la expresión del futuro mapa político internacional, es hoy una realidad. Munidos de esta certeza, el Movimiento Nacional Peronista, tiene la responsabilidad de plantear una política internacional acorde con sus principios doctrinarios: un modelo de trabajo, producción y Justicia Social, es decir, colocando al hombre y su medioambiente en el centro de la construcción del modelo social al que aspiramos”.
La enunciación por parte de Perón de la Tercera Posición en el mundo de la posguerra, implica hoy la afirmación de un modelo político que en lo internacional, sostenga una organización multipolar, un sistema económico con base en la Justicia Social y el hombre como centralidad, en una comunidad internacional organizada. No hay pueblo que se realice en una comunidad humana que no se realice”.
También se reinvindicó la figura excepcional del Papa Francisco, en las jornadas formoseñas:
Como lo ha afirmado el Papa Francisco, son dos los peligros que se ciernen sobre la humanidad. Por un lado, una situación de 'tercera guerra mundial en cuotas'. Por el otro, la afectación, a partir de un modelo económico depredador, de la casa común. La articulación de un modelo social solidario y justo es una responsabilidad que la política debe asumir de manera concreta para evitar el riesgo de una humanidad que sucumba ante los intereses financieros, destruyendo de este modo toda posibilidad de organización social y cultural”.
Y obviamente Malvinas volvía a estar en el centro de nuestra propuesta diplomática, como lo ha vuelto a estar con el gobierno de Alberto Fernández:
Es un objetivo del Movimiento peronista la recuperación de las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur, poniéndole fin a un enclave colonial en el territorio nacional. Es también objetivo irrenunciable la preservación del territorio, la biodiversidad y los recursos naturales que hacen a nuestra soberanía política y territorial. La causa de Malvinas y el reclamo argentino del territorio antártico es una causa latinoamericana”.
La Declaración de Formosa ratificaba el núcleo de la política peronista: el trabajo y la cultura del trabajo:
El peronismo nace en defensa de la cultura del trabajo. Reivindica a los trabajadores como columna vertebral del movimiento. Entiende al trabajo como organizador comunitario y como un derecho humano esencial. Propone que la sociedad y el Estado se valgan del capital y lo reubiquen al servicio de la comunidad y el trabajo”.
La concepción nacional, popular, humanista y cristiana, que nos legó Perón, se ha renovado respondiendo a lo largo del camino con históricas conquistas: el voto femenino, los derechos de la niñez y la ancianidad, la protección integral de la familia, la gratuidad universitaria, el desarrollo científico y tecnológico, la reivindicación de los pueblos originarios, la titularidad inalienable de los recursos naturales, el matrimonio igualitario, ente otras.
Y por supuesto se asumía la herencia y la experiencia de Juan y Eva Perón y de Néstor y
Cristina:
Reivindicamos, por ello, las valiosas conquistas, aún incompletas, obtenidas por los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que son patrimonio del pueblo argentino, tendientes a democratizar la palabra, combatir la concentración de medios y el compromiso con nuevos contenidos federales, culturales y educativos”.
Fueron ellos, encabezados por Perón y Evita, líder de acción y de intelecto el primero, sensibilidad y amor nuestra inolvidable compañera. Ambos expresan la síntesis entre razón y corazón, hoy más válidos que nunca”.
Y, con esa idea de convocar a una nueva etapa de lucha, la Declaración de Formosa terminaba diciendo:
En definitiva, los argentinos nos encontramos hoy ante la misma encrucijada histórica que enfrentaron los patriotas de 1816: Patria o colonia. Ante este dilema, no dudamos que las banderas históricas del peronismo, enriquecidas con los aportes expresados en este documento y los que realicen todos los sectores del campo nacional y popular, constituyen el faro que nos ha de guiar hacia la efectiva emancipación nuestro pueblo en el Bicentenario de la Independencia”.
¡Viva la Patria!”
El Encuentro de Formosa y la Declaración de Formosa, hace ya cuatro años, fueron el inicio de esa reconquista del apoyo popular mayoritario y de esta nueva y difícil etapa que conduce Alberto Fernández desde la presidencia. Vale la pena recordarlo.
Buenos Aires, 28 de enero de 2020

20 de enero de 2020

Para qué votamos a este gobierno


Uno lee gente en las redes -suele ocultarse tras un seudónimo- que considera tibio reformismo socialdemócrata a un gobierno de un mes, que aún no ha llenado la grilla de funcionarios, tiene que pagar una deuda monstruosa, con provincias en quiebra y rodeado de gobiernos hostiles.
De alguna manera, la discusión está planteada en esos términos: ¿para qué votamos a este gobierno? Y la respuesta no es, ni puede ser, una respuesta científica como quien responde a la pregunta "cuánto es 7 por 9", donde solo cabe una respuesta correcta.
La respuesta es política y se base únicamente en apreciaciones. En mi opinión, el triunfo electoral por un 48 % de los votos a la fórmula F y F se debió, en gran parte al terrible fracaso de la política económica de MM, a la descontrolada inflación, al deterioro del nivel de vida popular, al cierre de miles de pequeñas y medianas empresas y a la consecuente desocupación. Es decir, se votó mayoritariamente contra una posible reelección de MM y sus políticas. Esto implica que no se votó por un programa económico determinado, que ni siquiera fue explicitado puntualmente en la campaña, sino para sacar de la Casa Rosada a un gobierno que la mayoría del electorado consideraba insoportable.
Sólo un relativamente pequeño número de electores votaron por propuestas del tipo aumento de las retenciones, nacionalización del comercio exterior, nacionalización de los depósitos bancarios o medidas semejantes. No discutimos acá la validez o necesidad de ese tipo de medidas, sino lo que se votó. A punto tal no se votó ese rango de medidas que el candidato presidencial fue Alberto Fernández y no CFK, quien de una u otra manera podría ser relacionada con un programa de esas características. Y fue Alberto Fernández porque, justamente, CFK consideró que su propia candidatura no lograría el número suficiente para ganar en primera vuelta, descontando que en un balotaje sería perdedora.
Esa decisión no fue simplemente táctica, fue una decisión estratégica. Implicó un cambio de concepto general que significaba el desarrollo de una política que lograse implicar un amplio conjunto de sector
es políticos con distintos grados de enfrentamiento al bloque del macrismo.
El gobierno esta llevando a cabo, con enormes dificultades, su compromiso electoral. Soluciones urgentes a los sectores socialmente más castigados y vulnerables, evitar la declaración de un default de la piratesca deuda externa -el default en lo inmediato no haría sino multiplicar el número de vulnerables, sin traerle una solución-, negociar en esas condiciones con los acreedores, intentar con los mecanismos a su alcance, es decir por métodos consensuados, detener la inflación y generar nuevamente las condiciones para un crecimiento del mercado interno, como dinamizador de la economía real.
Todo esto, rodeado de gobiernos hostiles, con un frente político variopinto y disímil, con una debilidad enorme del estado nacional, sin FF.AA. y con una clase dominante miserable y cortoplacista que solo quiere que no le toquen la parte del león que se ha venido llevando todos estos cuatro años.
Quien no comprenda la dificultad profunda e insalvable del momento y lance consignas tremendistas y abstractas, sin los mecanismos políticos para llevarlas a cabo, solamente contribuye -por decirlo livianamente- a hacer aún más difícil el fortalecimiento político de un gobierno, al que un pequeño sector financiero y agrario se lo quieren llevar puesto.

7 de enero de 2020

“Si no puedes ser fuerte, pero tampoco sabes ser débil, serás derrotado”

Hace menos de un mes asumió el gobierno de Alberto Fernández en la Argentina. Una promesa central y casi exclusiva primó en toda la campaña electoral del Frente de Todos: resolver de inmediato los acuciantes problemas de hambre, indigencia y pobreza que afecta a un amplio sector de la sociedad argentina, en un porcentaje que se calcula entre el 35 y 41 %. Simultáneamente el candidato triunfador se comprometió a volcar todos sus esfuerzos para poner nuevamente en movimiento el aparato productivo industrial argentino, desmantelado por los cuatro años de gobierno de Mauricio Macri.
Ese fue el eje de su campaña.
Al llegar a la presidencia Alberto Fernández se encontró con una pavorosa deuda externa de más de 100 mil millones de dólares, con plazos que comienzan a vencerse en el año 2020 y con intereses y condiciones que secarían las arcas públicas en un estado que, por lo antedicho, ha visto perder notablemente su capacidad de recaudación. Entonces, negociar con los acreedores externos, evitando la caída en un default explícito -de alguna manera la Argentina se encuentra ya en un default técnico- que paralizarían por completo la actividad económica y hundiría en la pobreza, de inmediato, a tres o cuatro millones de argentinos más.
Estos dos objetivos, entonces, -aliviar la situación de los más sumergidos y negociar el pago de la gigantesca deuda externa- son las condiciones imprescindibles para que la Argentina se ponga nuevamente de pie, tal como lo plantea el propio presidente Alberto Fernández. El incumplimiento de cualquiera de estos dos objetivos, que están forzadamente unidos, como dos hermanos siameses, debilitara casi definitivamente al gobierno de Alberto y Cristina, que en tan solo dos años debe enfrentar una elección legislativa de entre tiempo.
La mesa de negociación de la deuda externa tiene un sitio de privilegio: el gobierno de los EE.UU. y, concretamente, su presidente Donald Trump. Fue la opinión de Trump la clave que permitió que el Fondo Monetario Internacional (FMI) entregase al gobierno de Mauricio Macri, y pese a los criterios técnicos en contra, el mayor préstamo en la historia del organismo: 50 mil millones de dólares. Los EE.UU. son el principal aporte económico al FMI y por lo tanto su voto y opinión tiene una enorme influencia. Esto obliga al gobierno y a su Cancillería a mantener una vía de negociación, una relación de confianza y sin grandes conflictos con la potencia imperialista que actúa en nuestro continente como en su patio trasero: los EE.UU.
Todo ello, en medio de una región en la que EE.UU. ha logrado restablecer un importante y agobiante predominio. El signo de los gobiernos de Uruguay, Paraguay, Bolivia, Brasil, Ecuador, Perú y Colombia no es propicio a un enfrentamiento político ni retórico con el gobierno de los EE.UU. como lo fueron, para dar un ejemplo, las jornadas de Mar del Plata en el año 2005, que dieron por tierra con el intento de George W. Bush de crear el ALCA. Ya la negociación para lograr sacar del país y salvarle la vida al presidente de Bolivia, Evo Morales, derrocado por un golpe de Estado, y su posterior radicación en Buenos Aires había generado suficientes rispideces.
Este es el contexto de la declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina sobre los acontecimientos políticos en Venezuela con motivo del cambio de autoridades de la Asamblea Nacional, publicada este 5 de enero, así como los mensajes en Twitter del canciller Felipe Solá en su bautismo de fuego en la política internacional. El gobierno de Alberto Fernández se había negado, más temprano, a sumarse a la declaración del Grupo de Lima, como también lo había hecho México, y emitió una declaración por su propia cuenta tomoando distancia crítica de los sucesos en el Congreso venezolano pero limando los aspectos más confrontativos con el gobierno de Nicolás Maduro, al que ni siquiera nombra, como tampoco lo hace con el autoproclamado y ahora reemplazado presidente de la Asamblea Nacional.
La declaración expresa generalidades como las siguientes:
Recuperar el diálogo entre las fuerzas políticas de Venezuela en un marco de pleno respeto de las libertades y los mecanismos institucionales, es el objetivo al que busca propender el Gobierno argentino, para aliviar el padecimiento de millones de venezolanos dentro y fuera del país.
En esa búsqueda, y sin pretender involucrarnos en la situación interna de otros países, instamos a todos los partidos representados en la Asamblea a reencauzar el proceso de elección de sus autoridades en el pleno respeto de las reglas constitucionalmente establecidas”.
Es interesante agregar a esto dos cosas,
En primer lugar, la reacción del conservador candidato a vicepresidente de Mauricio Macri, el ex senador peronista Miguel Angel Pichetto, quien en un tuit afirmó:
No me parece bueno no haber acompañado la declaración del Grupo de Lima. Más temprano que tarde, el presidente Fernández deberá priorizar los intereses nacionales, alejarse definitivamente de Maduro y de Evo Morales, y fortalecer la relación con Brasil y con Estados Unidos”.
En segundo lugar, hoy mismo la cancillería argentina le retiró las cartas credenciales a la seudo embajadora del seudo presidente Juan Guaidó, que había sido reconocida por Mauricio Macri y su canciller, el fugaz canciller Jorge Faurie. A partir de la fecha, Alberto Fernández reconoce como único presidente venezolano a Nicolás Maduro y al al actual encargado de Negocios, Juan Valero Nuñez, como su representación diplomática.
La Argentina que ha dejado el macrismo ha obligado al gobierno peronista a solucionar, antes que nada, el terrible desafío de poner a la Argentina nuevamente de pie y, desde ahí, volver a jugar el papel integrador que señalara Juan Domingo Perón en su famosa propuesta de Unidos o Dominados.
El gran estratega chino Sun Tzu recomienda en alguno de sus célebres aforismo sobre la guerra: Si no puedes ser fuerte, pero tampoco sabes ser débil, serás derrotado”.
Ignoramos si el presidente o su canciller recordaban este precepto, pero de todas maneras lo aplicaron que es lo que importa.
Buenos Aires, 7 de enero de 2020

6 de enero de 2020

Venezuela: Cómo se esfumó el “presidente” Guaidó



Esto es lo que me cuentan mis informantes:
1) los partidos de la oposición venezolana, mayoritariamente blanquitos y de la burguesía compradora, reclutaron, para competir con el chavismo, algunos dirigentes de extracción popular, caracterizados por, como decía Ernesto Palacio en tono festivo, su humilde color. Es decir eran negritos. O más negritos que los otros.
2) La creación de la fantasiosa “presidencia” Guaidó hizo llegar a la oposición oleadas de dinero yanqui, a través de sus ya conocidas ongs. Pero en cantidades que harían marear a cualquiera y cuyo control era absolutamente discrecional.
3) Efectivamente se marearon y el manoteo sobre esos dólares fue un espectáculo digno de verse. Diputados y dirigentes viajaban a Colombia y manoteaban. El llamado embajador en Colombia fue el primero y posiblemente uno de los que más logró manotear. Esto generó denuncias sobre los manoteadores, de parte de los que no habían manoteado.
4) ¿Que hicieron los manoteadores? Acusar a los dirigentes recién incorporados, de humilde color, de que habían sido ellos, tierrúos pata al suelo, los culpables del desmanejo.
5) Esto hizo que los injustamente acusados, que, además, se habían quedado fuera de la lotería, decidiesen alejarse de sus afortunados amigos e intentar ser ellos, entonces, quienes se erigiesen en presidentes autoproclamados.
6) Sobre esta profunda división doctrinaria se montó el oficialismo para lograr que una mayoría de diputados de la Asamblea Nacional eligiesen un nuevo presidente de la misma y que el autoproclamado quedase fuera de juego.
7) Este pícaro, sabiendo que no tenía el número suficiente, hizo la pantomima de que no le permitían entrar en la Asamblea, lo que los vídeos demuestran que no es cierto, puesto que entró y volvió a salir, y actuó el ridículo intento de trepar una verja, hecho en el cual se ve claramente que cuando logra encaramarse y está por pasar al otro lado, se voltea para atrás, intentando hacer creer que no lo dejaron entrar.
8) El resto de los diputados vinculados a Guaidó ya estaba adentro esperando que este entrara. Había quorum, se produjo la votación y ¡abracadabra! Guaidó desapareció.
Buenos Aires, 5 de Enero de 2020