Uno
lee gente en las redes -suele ocultarse tras un seudónimo- que
considera tibio reformismo socialdemócrata a un gobierno de un mes,
que aún no ha llenado la grilla de funcionarios, tiene que pagar una
deuda monstruosa, con provincias en quiebra y rodeado de gobiernos
hostiles.
De
alguna manera, la discusión está planteada en esos términos: ¿para
qué votamos a este gobierno? Y la respuesta no es, ni puede ser, una
respuesta científica como quien responde a la pregunta "cuánto
es 7 por 9", donde solo cabe una respuesta correcta.
La
respuesta es política y se base únicamente en apreciaciones. En mi
opinión, el triunfo electoral por un 48 % de los votos a la fórmula
F y F se debió, en gran parte al terrible fracaso de la política
económica de MM, a la descontrolada inflación, al deterioro del
nivel de vida popular, al cierre de miles de pequeñas y medianas
empresas y a la consecuente desocupación. Es decir, se votó
mayoritariamente contra una posible reelección de MM y sus
políticas. Esto implica que no se votó por un programa económico
determinado, que ni siquiera fue explicitado puntualmente en la
campaña, sino para sacar de la Casa Rosada a un gobierno que la
mayoría del electorado consideraba insoportable.
Sólo
un relativamente pequeño número de electores votaron por propuestas
del tipo aumento de las retenciones, nacionalización del comercio
exterior, nacionalización de los depósitos bancarios o medidas
semejantes. No discutimos acá la validez o necesidad de ese tipo de
medidas, sino lo que se votó. A punto tal no se votó ese rango de
medidas que el candidato presidencial fue Alberto Fernández y no
CFK, quien de una u otra manera podría ser relacionada con un
programa de esas características. Y fue Alberto Fernández porque,
justamente, CFK consideró que su propia candidatura no lograría el
número suficiente para ganar en primera vuelta, descontando que en
un balotaje sería perdedora.
Esa decisión no fue simplemente táctica, fue una decisión estratégica. Implicó un cambio de concepto general que significaba el desarrollo de una política que lograse implicar un amplio conjunto de sectores políticos con distintos grados de enfrentamiento al bloque del macrismo.
Esa decisión no fue simplemente táctica, fue una decisión estratégica. Implicó un cambio de concepto general que significaba el desarrollo de una política que lograse implicar un amplio conjunto de sectores políticos con distintos grados de enfrentamiento al bloque del macrismo.
El
gobierno esta llevando a cabo, con enormes dificultades, su
compromiso electoral. Soluciones urgentes a los sectores socialmente
más castigados y vulnerables, evitar la declaración de un default
de la piratesca deuda externa -el default en lo inmediato no haría
sino multiplicar el número de vulnerables, sin traerle una
solución-, negociar en esas condiciones con los acreedores, intentar
con los mecanismos a su alcance, es decir por métodos consensuados,
detener la inflación y generar nuevamente las condiciones para un
crecimiento del mercado interno, como dinamizador de la economía
real.
Todo
esto, rodeado de gobiernos hostiles, con un frente político
variopinto y disímil, con una debilidad enorme del estado nacional,
sin FF.AA. y con una clase dominante miserable y cortoplacista que
solo quiere que no le toquen la parte del león que se ha venido
llevando todos estos cuatro años.
Quien
no comprenda la dificultad profunda e insalvable del momento y lance
consignas tremendistas y abstractas, sin los mecanismos políticos
para llevarlas a cabo, solamente contribuye -por decirlo
livianamente- a hacer aún más difícil el fortalecimiento político
de un gobierno, al que un pequeño sector financiero y agrario se lo
quieren llevar puesto.
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