29 de febrero de 2024

Nuevas alianzas, nuevas tareas, nuevos objetivos

Como dijo Cantinflas (y aquí Gerardo Sofovich le hizo decir a Alberto Irizar sin mencionar la anterior autoría): “Antes de hablar, quisiera decir unas palabras”.

Aquí van.

Lo que los argentinos estamos viviendo es, lisa y llanamente, una contrarrevolución. Las fuerzas de la reacción, es decir la coalición de agroexportadores, grandes productores agrarios, el capital imperialista, el gran capital argentino transnacionalizado, bajo la dirección del capital financiero, ha tomado el poder político del estado nacional y se dispone, en la medida de lo posible, a disolver toda resistencia nacional a su dictadura. Los estados nacionales, tal como han sido conocidos desde su constitución al inicio de la Edad Moderna, son el último obstáculo para la completa hegemonía de la expresión más parasitaria y voraz del capitalismo, el capital financiero.

Es esta etapa aún más brutal en sus objetivos que la dictadura de Videla y Martínez de Hoz y sus sucesores. Aquella, pese a sus criminales métodos, estaba limitada en sus objetivos por un elemental nacionalismo militar que le permitió, por ejemplo, lograr el ciclo completo del uranio enriquecido para nuestras centrales nucleares o que, paradójicamente, cerró su ciclo con una guerra de histórica reivindicación nacional, la Guerra de Malvinas.

Esta etapa no tiene ninguno de esos frenos inhibitorios. Al frente del Poder Ejecutivo hay una persona que carece de toda noción de Patria, de pertenencia a una comunidad nacional, a un acerbo histórico, cultural, artístico común. Vive en las estrechas y arbitrarias leyes de un video-juego manejado desde Silicon Valley, solloza ante símbolos religiosos y culturales extraños, habla como un autoproclamado profeta en la reunión de los hombres más ricos del planeta y se emociona ante un expresidente proteccionista, antiglobalizador y enfrentado a Wall Street, defendiendo, en su reunión, el libre comercio, la globalización y los principios que rigen a Wall Street.

Los resultados inmediatos

Milei es presidente porque el conjunto del PRO, tanto el de Macri, como el de Bullrich o el de Larreta, lo votó en el balotaje. En realidad, la puja entre Macri y Bullrich (Larreta quedó totalmente fuera de juego con el resultado de las PASO) era sobre la manera en que uno u otro podían hacerse cargo de ese gobierno. El propio Macri definió el rejunte libertario de Milei como “un partido fácilmente infiltrable” y se dio el lujo de citar al presidente electo a su propia casa para discutir la formación de un gabinete. Bullrich, con menos llegada a la cúpula del establishment, eligió un camino más melifluo y sinuoso, poniéndose a disposición de Milei, lo que obtuvo reiterados elogios del libertario, que se sentía “apampado”[1] por la posición en que la elección lo había dejado: ser Presidente de la República.

El terrorífico e inútil plan de ajuste lanzado por la dupla Milei – Caputo, sumado a una, involuntaria o voluntaria, incapacidad de administración del aparato del estado ha generado, además de una inflación que supera la de Venezuela -- un país con una economía bloqueada por la principal superpotencia occidental --, un total desbarajuste del sistema político institucional de la Argentina. A ello debe sumarse la caída del consumo de alimentos y de remedios, por la inaccesibilidad de los precios y la total ausencia de control estatal,

·         Se han roto el sistema previsional (una pérdida del 28% de los haberes) y los servicios de la obra social de los jubilados (el ANSES), mientras se pretende convertir a los jubilados por las moratorias en receptores de un plan social.

·         Se ha desfinanciado totalmente el sistema educativo público del país, a la vez que se ha encarecido astronómicamente la educación privada (pudorosamente llamada pública de gestión privada).

·         Se ha desfinanciado a las provincias, llegando, en algunos casos, a una abierta provocación.

·         Se ha clausurado la obra pública.

·         Se ha quebrado el pacto federal que, desde 1853, ha sido el eje de nuestra organización nacional.

·         Se ha intentado soslayar la función del Poder Legislativo y se ha promulgado un DNU cuyos alcances políticos, económicos e institucionales aún no han llegado a establecerse.

La magnitud de los objetivos que esta contrarrevolución se propone son tan magnos y letales que la primera reacción institucional – después de la gigantesca reacción social protagonizada por el movimiento obrero el 24 de enero de 2024 – de la República de 1984 (que aunque manca y coja, es una continuidad de la de 1880) ha sido la rebeldía de las provincias gobernadas por el partido del establishment económico liberal, el PRO.

El movimiento obrero, por primera vez desde los tiempos de la CGT liderada por Saúl Ubaldini, ha ocupado el centro de la escena política, convirtiéndose en la cabeza de la oposición social, de los sectores sociales enfrentados a este proyecto y a los cuales este proyecto condena a la marginalidad. La sucesión de conflictos parciales derivados de la discusión salarial en las paritarias, el cierre de fuentes de trabajo, la caída del consumo y de la producción industrial se han agudizado en estos últimos 30 días. Otro paro general de la CGT -seguramente también con movilización- ya ha sido virtualmente establecido y faltaría solo ponerle fecha.

Pero, a su vez, el PRO, que aparecería como socio del gobierno de Milei, está sufriendo una fuertísima crisis interna, con una virtual ruptura entre el sector, minoritario, liderado por la ministra de Seguridad y el sector mayoritario – que tiene mayor cantidad de gobernaciones, intendencias y miembros del poder Legislativo – liderado por Mauricio Macri, con quien el presidente mantiene una sorda hostilidad, correspondida, a fuer de verdad, por el expresidente.

La desfinanciación del sistema federal, a través de la negativa a enviar los fondos de la coparticipación federal y la oscura maniobra usurera con la provincia de Chubut permitió que Mauricio Macri, jefe político del gobernador Ignacio Torres, maquinase un enfrentamiento que el chubutense supo presentar, en su discurso ante el poder Legislativo provincial, con habilidad y con poderosos argumentos. Y quien salió a enfrentar a Torres, con lenguaje y argumentos propios de un viejo comisario de provincia, no fue otra que Patricia Bullrich, ex candidata presidencial de PRO. “En Chubut no vive nadie, hay nada más que un millón de guanacos” disparó en La Nación+, ante la mirada bovina de los dos paniaguados que la entrevistaban.

Rato después, el gobernador Axel Kicillof, en una conferencia de prensa, expuso la situación de su provincia y se solidarizó con lo dicho por Ignacio Torres. Una por una, las provincias patagónicas primero y el resto de las provincias, después, se sumaron a lo denunciado. Hasta los más remisos, como Pullaro, de Santa Fe, o Frigerio, de Entre Ríos, formaron parte del reclamo.

En el caso de Kicillof, digno es de destacarlo, el gobernador tuvo una prudente respuesta a la pregunta sobre la posibilidad de emitir dinero propio. Sin descartar ninguna medida, advirtió del peligro balcanizador que ese tipo de decisiones implicaban y puso en prioridad la unidad del estado nacional argentino.

Pero el conjunto de los gobernadores de UxP han dejado que el enfrentamiento lo lleve adelante Torres, mientras su actitud se basa en bombardear, en la medida de sus posibilidades legislativas, el DNU en ambas cámaras del Congreso.

Las intenciones de Macri

A esta altura resulta evidente que Mauricio Macri es el motor impulsor de estos reclamos provinciales y de algunas renuncias de funcionarios de segundo rango en el gobierno nacional. En la medida que su plan inicial de “infiltrar” el gobierno de Milei le resultó difícil y viendo el deterioro de la imagen presidencial como consecuencia de su obstinación opuesta a la negociación política, comenzó a acercarse a una solución que implicase el alejamiento del presidente, por renuncia, por juicio político o lo que fuere, y su reemplazo por la vicepresidente Victoria Villarruel, una señora conservadora y representante gremial de los ancianos militares sentenciados y presos con largas condenas. La carencia de un equipo político por parte de la hija y sobrina de militares represores y condenados por sus graves crímenes ilusiona a Macri, deseoso de poner sus Dietrich, Iguacel y demás secuaces en el gobierno.

Esta alternativa que, insisto, Macri mira con delectación tiene tantas dificultades como las que tiene la presidencia de Milei.

La política llevada a cabo por este gobierno hacia las FF.AA. no ha podido ser más nefasta para ellas. Desde la situación salarial, donde un comisario gana más que un general, hasta la genuflexión al Reino Unido por parte del presidente y su canciller, la ínclita señora Mondino, y la claudicación explícita al reclamo de soberanía de Malvinas no le han dado mucho aliento a Milei en el seno de las FF.AA. Por otra parte, existe en ellas un rechazo profundo a involucrarse en asuntos de seguridad interna, como puede ser la lucha contra el narcotráfico. Son conscientes que un cambio en la relación de fuerzas, que saben inestable, los puede poner nuevamente en el banquillo de los acusados. Además, la experiencia en otros países respecto al involucramiento militar contra el narcotráfico ha tenido más éxito en complicar a sectores de las instituciones militares con el mismo, que en su erradicación.

Un gobierno de Villarruel, con un repudiado Macri manejando los hilos, sería un gobierno altamente irrepresentativo y de una legitimidad muy debilitada. El consabido salir de Guatemala, para caer en Guatepeor.

En concreto, por ahora Milei ha logrado dividir al PRO, es decir, al partido que le permitió ganar las elecciones.

El peronismo se mantiene unido

La coalición encabezada por el peronismo, por su parte, ha mantenido su unidad, solo conmovida por la claudicación del gobernador tucumano, Osvaldo Jaldo. La frágil situación económica de la provincia, la debilidad estructural de la industria azucarera y la amenaza – que seguramente se convertirá en una realidad ya que es parte del núcleo ideológico de Milei – de importarla, lo que dejaría a la provincia en estado de vaciamiento económico, han sido las razones determinantes, aunque no justificatorias, de una deserción repudiada por el conjunto del movimiento nacional.

La representación política de la oposición está haciendo su trabajo en el lugar en donde debe hacerlo: en los gobiernos y municipalidades a su cargo y en el Congreso Nacional. La CGT y el conjunto del movimiento obrero y los movimientos sociales – los trabajadores sin salario – son el centro de la movilización y la fuerza popular que ha permitido y permitirá sostener y fortalecer las posiciones parlamentarias y la lucha de las provincias.

El partido Justicialista, bajo esta nueva realidad, se encamina a su reorganización. Es necesario el surgimiento de nuevas alianzas, de nuevas sociedades y de una nueva representatividad. Ya hemos perdido demasiadas elecciones. El peronismo debe alentar la conformación de un nuevo movimiento nacional que exprese las nuevas realidades sociales de la Argentina, pero también las impostergables tareas que permitan el despegue de la totalidad de nuestras fuerzas productivas.

Si en doce años – un período más largo que el de Perón entre 1945 y 1955 – no pudimos terminar con algunas de las instituciones impuestas por la dictadura y Martínez de Hoz, como la ley de Entidades Financieras, no pudimos romper los límites del “stop and go” del proceso de industrialización y no pudimos diversificar nuestras exportaciones, quitándole al negocio agroexportador su capacidad de chantaje sobre las arcas nacionales, nuestro objetivo para el próximo período debe ser reindustrializar a pleno el país, poner valor agregado a todo lo que se pueda, aumentar y diversificar las exportaciones, incorporando sectores que hasta ahora permanecen dormidos o congelados. Es el deber de esta generación de argentinos explotar toda la riqueza argentina que haya para explotar. No hay razones naturales para el desempleo en la Argentina. Nuestra capacidad productiva es, en cierto modo, infinita. El nuevo mundo de la multipolaridad nos está obligando a hacerlo.
Es imperioso terminar el ciclo de las contrarrevoluciones sin haber hecho ninguna revolución. El Papa Francisco tiró algunas ideas en su mensaje a la reunión de los jueces, comenzando por la de la legitimidad de un gobierno:
“No alcanza con la legitimidad de origen, el ejercicio también tiene que ser legítimo. De qué sirve tener el poder si se aleja de la construcción de sociedades justas”.

“El Estado es hoy más importante que nunca y está llamado a ejercer el papel central de redistribución y justicia social”.

“Les pido firmeza y decisión frente a los modelos deshumanizantes y violentos”

Buenos Aires, 28 de febrero de 2024.



[1]    “Apampado” es un término acuñado por Arturo Jauretche, refiriéndose al estado de ánimo de los chacareros en la lujosa oficina de los consignatarios y escribanos del régimen agroexportador: una mezcla de estólida admiración y desconcierto.

16 de febrero de 2024

Quién fue Juan de Mariana

Juan de Mariana fue un jesuita contemporáneo de Lope de Vega y de Francisco de Quevedo, o sea del Siglo de Oro Español.

Era hijo natural del deán de Talavera de la Reina, un pequeño pueblo castellano y una mujer del lugar. Deán era, en el caso del padre de Juan de Mariana, el sacerdote que preside una “colegiata”, esto es un templo católico que, sin ser catedral, tiene un colegio que lo administra.

Vale la pena mencionar que el Concilio de Trento (1545-1563) aún no había establecido el celibato sacerdotal que caracteriza todavía hoy al catolicismo.

Es considerado el Padre de la Historia de España por su libro Historiae de rebus Hispaniae libri XX. Fue un filósofo tomista y llegó a enseñar en La Sorbona. Es el antecedente inmediato al pensamiento de Francisco Suárez y su iusnaturalismo que, con el Victoria y Belarmino, dieron lugar a la concepción del derecho a la resistencia a un poder injusto.

Fue uno de los primeros en denunciar la disminución del peso de la moneda y la inflación para financiar los gastos del estado.

Su pensamiento, en realidad, corresponde al surgimiento de ideas burguesas en el seno de la España de Felipe II, ideas que, merced al parasitismo de la estructura de los Habsburgos y la nobleza hispana, nunca lograron imponerse. Tal es así, que sus ideas llegaron a influir en la Revolución Francesa, a punto de que, según afirma Florence Gaulthier, los aristócratas contrarrevolucionarios llamaban “marianos” a los sostenedores de la Revolución, justamente por el teólogo de Talavera de la Reina. Y agrega la historiadora francesa que el nombre de Marianne como personificación de la República Francesa derivaría del jesuita de Mariana[1].

Este nombre, digno de todo respeto y homenaje, ha sido usurpado por un grupo de neoliberales españoles vinculados al capital financiero peninsular para crear un Instituto epónimo, que goza del aprecio del hombre de doble apellido de LLA, el diputado Alberto Benegas Lynch, un caballero que atrasa 500 años, habida cuenta que nuestro jesuita de Talavera de la Reina falleció en 1624. Por su intermedio, los neoliberales monárquicos de allá, premiarán al loco de la motosierra. El responsable de una inflación del 46% en dos meses recibirá una estatuilla del cura que denunciaba a Felipe II por su devaluación del peso de la moneda.

Buenos Aires, 16 de febrero de 2024



[1] https://www.sinpermiso.info/textos/de-juan-de-mariana-a-robespierre-entrevista

15 de febrero de 2024

El documento de Cristina

La expresidenta ha dado a conocer un extenso documento, lleno de tecnicismos, a efectos de hacer saber su punto de vista personal sobre el actual momento económico caracterizado, desde el título, como Argentina en su tercera crisis de deuda.

Vamos a intentar aquí, desde la perspectiva del movimiento nacional, un análisis político de los aciertos y de los, en nuestra opinión, desafortunados errores que encierra el informe de Cristina Fernández de Kirchner.

El misterio de la inflación

Dados los tiempos que corren, el documento se inicia con una cita de un intelectual argentino que ha servido, últimamente, tanto para un fregado como para un barrido, por parte de ambos lados de la grieta: Juan Bautista Alberdi. Jorge Abelardo Ramos ha descripto la tensión moral del intelectual que ha vuelto al país a los 70 años y, como diputado nacional, debe votar la nacionalización del puerto y la ciudad de Buenos Aires:

“La violencia que Tejedor y Mitre desatan en Buenos Aires contra Avellaneda y Roca aterroriza a Alberdi. Llegado el momento, el diputado avergonzará al pensador. Alberdi flaqueará y votará contra la federalización, como Vicente G. Quesada, bajo la intimidación porteña. El pobre y gran viejo será débil (hablamos del hombre con más coraje intelectual de su tiempo), pero el roquismo comprenderá su actitud; consumada la federalización Alberdi será nombrado presidente de la Comisión bonaerense que elegirá nuevo gobernador de la provincia, en reemplazo del derrotado Tejedor”1.

Gran parte del documento se dedica a explicar las tres grandes crisis de deuda externa sufrida por la Argentina desde 1983: la del final del gobierno de Alfonsín, la de de la Rúa en 2001 y la generada a partir del gobierno de Mauricio Macri. Cristina Fernández de Kirchner define correctamente al nuevo gobierno:

“El nuevo Presidente se declara libertario, anarco capitalista, enemigo del Estado, seguidor de la escuela económica austríaca -corriente de pensamiento que no aplica en ninguna parte del mundo-, su propuesta central durante la campaña electoral fue ajuste y dolarización y sostiene que la principal causa de la inflación es la emisión monetaria para financiar el déficit fiscal. Califica al gobierno de la convertibilidad, a Carlos Menem y a Domingo Cavallo como el mejor gobierno, el mejor Presidente y el mejor Ministro de Economía de la historia y pretende reeditar privatizaciones, aperturas indiscriminadas y desregulaciones sin reparar que el mundo que recibió a Carlos Menem como presidente nada tiene que ver con el actual”.

El punto central de su análisis discute con los economistas liberales la causa de nuestra inflación. Ha sido y es un permanente leit motiv de los liberales que la inflación es causada exclusiva, central y fundamentalmente por la emisión “descontrolada” y el déficit fiscal de un Estado que, según ellos, gasta por encima de sus ingresos. De inmediato comparan la economía de un país inserto en una economía global con la administración de un hogar.

El documento acierta en este punto al poner, de modo un tanto monocausal, a la falta de dólares como causa material y eficiente de nuestra inflación. Digo un tanto monocausal porque, si bien ese es el principal motivo a él se agrega una serie de otras causales coadyuvantes que complican el escenario.

“Lo que tensiona y detona realmente la economía de nuestro país es el déficit en la balanza de pagos que significa, nada más ni nada menos, que la Argentina se empieza a quedar sin dólares.

Ya sea por déficit en la cuenta corriente, cuando las exportaciones no alcanzan a cubrir las importaciones o su saldo es muy exiguo, o por la cuenta capital, cuando se produce su apertura indiscriminada permitiendo el ingreso de capitales especulativos que realizan maniobras de “carr trade” y se terminan llevando más dólares de los que ingresaron al país”.

Sin autocrítica

Lo que se extraña en el documento, habida cuenta de todo lo que ha pasado desde el 2008 a la fecha es alguna sombra de autocrítica, algún juicio reparatorio de los errores que, más o menos, a partir de esa fecha se cometieron sistemáticamente desde el gobierno, tanto en lo económico como en lo político. ¿Por qué se dejó de crecer desde aquellos años? ¿Por qué un dólar bajo permitió un erróneo distribucionismo que financiaba viajes y compras en el exterior? ¿Desde cuándo nuestra economía estaba en condiciones de que empleados administrativos públicos o privados realizasen viajes a Miami o a Europa dilapidando dólares que el mismo mecanismo del “stop and go” hacía imprescindibles para un nuevo crecimiento industrial?

Y aquí aparece otro de los, en mi opinión, errores en el análisis de CFK: el bimonetarismo. Este fenómeno es el resultado, la consecuencia de, justamente, esa escasez de dólares y no su causa.

El otro punto en cuestión es la pertinacia en la crítica a Alberto y al manejo de la deuda que realizó junto con su ministro Guzmán. Esa negociación fue la mejor que se podía llevar a cabo en las condiciones de enorme debilidad financiera que se encontraba la Argentina. Toda la retórica acerca de su cuestionamiento, que puede tener un sólido basamento moral, carece de todo realismo político. El desplante realizado por la vicepresidenta, a través de la provocación del entonces jefe del bloque del FpV, su hijo Máximo Kirchner, de prosperar convertía al gobierno y al país en un proscripto financiero. El FMI no es un conjunto de poderosos acreedores privados. Es el conjunto de la comunidad internacional, incluída China, que nos condenaba al ostracismo y a la pérdida total de crédito. Alberto, de no hacerlo, caía en medio de un descomunal desastre económico.

¿Es Milei un presidente fuerte? 

Por último, y muy correctamente, el documento presenta las consecuencia nefastas para el futuro del país de la posible dolarización que propone, como eje de su programa, el presidente Milei.

En su análisis, que parecería escrito antes de la debacle de la ley Ómnibus, la expresidenta presenta a un Milei fuerte y decidido a llevar adelante su criminal misión. Pero la verdad es que el poder del presidente, a tan solo dos meses de su asunción, se ha debilitado estratégicamente. La CGT, los sindicatos y los movimientos sociales han asumido la representación del conjunto de los sectores populares condenados al hambre y la desocupación y han ocupado el centro de la oposición social al gobierno. Los socios de último momento de La Libertad Avanza tienen más el aspecto de aves carroñeras que de enfermeros de emergencia. La oposición política, aún con dificultades, ha cumplido con su tarea en el parlamento y los apoyos gubernamentales, que parecían sólidos, comienzas a vaporizarse.

Cuando aún no han terminado de desarrollarse las nefastas y liquidadoras consecuencias de su política sobre el conjunto de la clase trabajadora y la clase media de ingresos fijos, sobre las pymes, la ocupación y los salarios, el presidente del 56 % ha sufrido un deterioro que solo puede profundizarse. Macri o Bullrich no son ambulancias. Son una infección intrahospitalaria en un enfermo grave.

Propuestas extemporáneas

Y de yapa, el documento agrega programáticamente una reforma laboral, quince días después de que la CGT y su movilización diera base social al derrumbe de la ley Ómnibus.

“10. Resulta ineludible discutir seriamente un plan de actualización laboral (en negrita en el original) que brinde respuestas a las nuevas formas de relaciones laborales surgidas a la luz de los avances tecnológicos y de un pandemia que trastocó todos y cada uno de los ámbitos de la vida de las personas”.

¿Es hoy el momento de hablar eufemísticamente de una reforma laboral, que es lo que de hecho significa la propuesta? ¿Se ha conversado con el movimiento obrero, con sus dirigentes gremiales, con sus especialistas, sobre este punto? Toda la propuesta tiene el tufillo de una concepción desde arriba, sin consulta de los interesados, en un momento en el que lo principal no es ofrecer propuestas programáticas, que serán motivo de congresos y de ofertas electorales en el momento adecuado. El momento exige estrechar filas y sostener con firmeza lo que hicieron nuestros representantes en el Congreso: la más rotunda y clara oposición a una reforma laboral. Y hasta diría, hablar de la necesaria reforma patronal que clama el particular momento en que vive el mundo.

También plantea la posibilidad de incorporación de capital privado a algunas empresas estatales, cuando eso también estaba en la ley rechazada.

“12. También queremos discutir la integración de la empresas del estado (en negrita en el original) tanto por vía de la participación del capital privado como de las provincias, en el caso de que sus recursos estén afectados a la explotación económica de aquellas, como así su cotización en bolsa para agrega valor y eficiencia bajo la forma de una asociación pública y privada virtuosa”.

Es, por cierto, una propuesta que puede discutirse. Pero no es el momento, habida cuenta que, justamente, la ley Ómnibus rechazada lo planteaba en su mamotrético articulado.

Son dos errores tácticos. El primero ratifica su distancia y desconfianza al movimiento obrero.

El segundo debilita la posición contra las privatizaciones.

Todo el documento, por otra parte, parece dirigido especialmente al sector que se encolumna detrás de la expresidenta y no al movimiento nacional en su conjunto, que espera propuestas estratégicas y tácticas, aspira a que el movimiento nacional exprese desde la totalidad de su compleja composición qué hacer y cómo enfrentar la difícil coyuntura por la que atraviesa el país.

Buenos Aires, 14 de febrero de 2024

1 Jorge Abelardo Ramos, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, tomo 2, Del Patriciado a la Oligarquía, Edición del Senado de la Nación, Buenos Aires, 2006, pág. 164.

23 de enero de 2024

“…Y tú no sabes quién toca el violín”

“…Y tú no sabes quién toca el violín”

Como negra ciudad crece la noche,

En que, siguiendo leyes silenciosas,

Se enredan las callejas en callejas

Y las plazas se juntan con las plazas,

Y muy pronto en mil plazas surgen torres.

Pero en las casas de esta ciudad negra

No sabes tú quién puede residir.

En el mudo fulgor de sus jardines

Para bailar los sueños hacen corro,

Y tú no sabes quién toca el violín…

Rainer-Marie Rilke


En enero de 1989, a pocos días del desatinado intento de copamiento del cuartel militar de La Tablada, publiqué en la revista CREAR en el Pensamiento Nacional, que dirigía Oscar Castelucci, un artículo sobre esos mismos acontecimientos que titulé, citando un oscuro y bello poema de Rilke “…Y tú no sabes quién toca el violín”. Martín García, en el año 2014, me propuso una reescritura de aquél artículo a la luz de las cosas que pasaron a partir de ese año y que modificaron totalmente el país que hasta entonces habíamos conocido.

En efecto, el año 1989 era un año de elecciones presidenciales. El gobierno de Alfonsín, al fin de su mandato, se deshilachaba como poncho de pobre. La negativa del peronismo a modificar la Constitución e incorporar la posibilidad de la reelección presidencial había hecho imposible un nuevo mandato para Alfonsín y los crecientes triunfos electorales del peronismo hacían evidente que el futuro gobierno tendría este signo. Después de una tensa elección interna, el partido justicialista había erigido a Carlos Menem como su candidato presidencial, quien había constituido el FREJUPO con un conjunto de partidos de corte nacional. Nuestro agrupamiento político de entonces, el Partido de la Izquierda Nacional (PIN) que dirigía Jorge Enea Spilimbergo, integraba esa alianza electoral conducida por el PJ, junto con el MPL de Jorge Abelardo Ramos, el MID de Rogelio Frigerio, la Democracia Cristiana de Essio Silveyra y otras fuerzas menores.

La posibilidad de que el peronismo, encabezando un frente de fuerzas nacionales, retomase el poder del estado había puesto en alerta al conjunto de las fuerzas políticas y los sectores sociales vinculados al imperialismo. La política del alfonsinismo era presentar al peronismo y sus aliados como antidemocráticos y generadores del caos. Ya, un tiempo atrás, el ministro del Interior, Coti Nosiglia, había enviado un grupo de provocadores a un acto organizado por la CGT de Saúl Ubaldini, y que contaba con la presencia de los principales referentes peronistas, para que generasen disturbios. En efecto, los sicarios de Nosiglia comenzaron a romper y saquear las vidrieras de la sastrería Modart, en la esquina de Perú y Avenida de Mayo, sucesos que fueron grabados por la televisión oficialista y profusamente transmitidos. La investigación posterior permitió establecer que los protagonistas de los hechos de vandalismo pertenecían a los servicios de “inteligencia”. Fue esa la primera vez que se hizo público hasta dónde estaba dispuesto a llegar el alfonsinismo, y su mentado fervor democrático, a efectos de desprestigiar a su oponente, electoralmente mayoritario, según los últimos comicios.

De ahí que aquel artículo comenzara sosteniendo:

“Si alguna duda quedaba acerca de la importancia histórica que las elecciones del 14 de mayo tienen para nuestro destino nacional, la burda y demencial intentona de La Tablada ha despejado brutalmente todo escepticismo: en el país están jugando fuerzas internas y externas dispuestas a evitar a sangre y fuego el triunfo de Carlos Menem y el FREJUPO y de impedir las elecciones si lo primero se torna imposible”.

Resulta difícil hoy, a raíz de la cobardía de Carlos Saúl Menem, de su claudicación oprobiosa ante la ofensiva liberal imperialista, tener una idea de lo que se jugaba en aquellas elecciones.

El país se encontraba en una de las cíclicas crisis generadas por el endeudamiento, mientras el establishment económico amenazaba con la hiperinflación. El gobierno de Alfonsín, desde la asunción de su ministro de Economía, Sourrouille, había avanzada en el camino que le marcaba el FMI, y la incorporación de Rodolfo Terragno a su gabinete había puesto en la agenda del gobierno el tema de las privatizaciones de Aerolíneas Argentinas y ENTEL.

La UCD, el partido ultraliberal de Alvaro Alsogaray, había crecido electoralmente y una intensísima prédica privatizadora era bombardeada diariamente por los medios.

El candidato de la UCR era el gobernador de Córdoba, Eduardo Angeloz, quien desplegaba un abierto y declarado programa antinacional, privatizador y de ajuste y detrás del cual se habían organizado todos los sectores del capital extranjero y del establishment bancario, financiero, exportador y oligárquico.

Después de una dura interna, el PJ había elegido como su candidato presidencial a un dirigente que se había alzado con el triunfo por afuera de las estructuras orgánicas del aparato partidario: el entonces gobernador de La Rioja, Carlos Menem. La victoria en la interna justicialista había significado una importante movilización detrás de un precandidato que, si bien no explicitaba con claridad su programa, estaba notoriamente connotado por un aura popular que confrontaba con ciertas deformaciones demoliberales que se expresaban en algunos sectores del cafierismo.

La alta inflación se había convertido en una de las principales preocupaciones de los argentinos y el alfonsinismo había comenzado a romper con el electorado de clase media que le permitió el sorpresivo triunfo de 1983. La clase media sindicalizada, los docentes y otros sectores vinculados al Estado habían comenzado a sentir las consecuencias del ajuste destinado al pago de la deuda externa.

En esa coyuntura, la alternativa electoral era clara. O se votaba por Angeloz, quien prometía realizar el programa de la UCD, o se votaba por Menem, detrás de quien se agrupaban las grandes mayorías nacionales - los trabajadores, los desocupados, los pueblos del interior - y que insinuaba un camino distinto al seguido hasta ese momento.

El ultra antiperonismo

A fines de la década del ’60 apareció en escena el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Se trataba de un grupo terrorista surgido de una antigua fracción trotskista, el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Con toscas elucubraciones teóricas tomadas de la llamada “teoría del foco”, pergeñada por el bachiller francés y asesor del presidente Miterrand, Regis Debray - cuando era un joven entusiasta de las guerrillas latinoamericanas amparado en su condición de ciudadano de un país de primera clase -, se dieron a una doble tarea: propagandizar la lucha armada como táctica política y atentar contra policías y militares. Para lo primero realizaban actos, por así decir, políticos, que consistían en ocupar una fábrica y arengar a los obreros o robar camiones con leche y repartirla en barrios populares. Todo este espíritu robinhoodiano reflejaba a las claras el carácter pequeñoburgués, salvacionista, redentorista del grupo terrorista, pero su indigencia teórica era compensada por una febril actividad homicida.

Desde un primer momento este agrupamiento se caracterizó por su furibundo antiperonismo, abrevado en las fuentes del gorilismo trotskista de Nahuel Moreno y Milcíades Peña (los mismos que consideraban a Perón un agente inglés). En las dos elecciones de 1973 llamaron al “abstencionismo revolucionario” y, ni bien Cámpora asumió la presidencia, se apresuraron a declarar que no lo atacarían, pero que “seguirían combatiendo contra las fuerzas armadas contrarrevolucionarias”.

Y efectivamente lo hicieron. Atacaron cruentamente varios cuarteles y, después de la asunción de Perón, tomaron el Regimiento de Azul, matando a un conscripto y al jefe de la guarnición y a su esposa, tomando de rehén a otro alto oficial a quien posteriormente mataron. Paralelamente a esto, lanzaron una criminal campaña de asesinatos contra oficiales medios. Todo esto hizo que el gobierno popular los declarara fuera de la ley.

Recuerdo que por aquellos años conocí a un capitán del Ejército. Los grandes triunfos populares le habían cuestionado la formación recibida. Conversábamos, en la casa de un notable dibujante de historietas, concuñado del capitán, sobre Perón, el nacionalismo, la unidad latinoamericana, el socialismo y todos los temas que aún hoy vale la pena conversar con un capitán del Ejército. Este militar, dispuesto a recorrer el camino que lo volvía a vincular a su pueblo, salía todos los días de su casa –me contaba, preocupado-, con la pistola en la mano y amartillada, dispuesto a defenderse del ataque aleve. La caminata hasta el garaje era uno de los momentos más peligrosos del día. No lo volví a ver después de 1976. Sé que fue un héroe en Malvinas. Pero lo importante del recuerdo es evocar cómo el salvaje terrorismo del ERP no solamente generaba una provocación insostenible sobre el gobierno popular, sino que congelaba – ya entonces - a la oficialidad en la lucha contra la subversión. Su ultraizquierdismo táctico no era más que la expresión de su ultra antiperonismo1 estratégico. Las viejas clases medias, formadas en el liberalismo izquierdizante del ´55, daban expresión a una política imperialista de debilitamiento del gobierno de Perón.

En realidad, el origen político de los cuadros dirigentes del ERP hay que encontrarlo en el antiperonismo de la Unión Cívica Radical. Provenían, en general, de familias radicales de la clase media provinciana y fue en los sectores izquierdistas de la UCR donde el ERP encontró eco y abogados. Si los Montoneros se consideraban políticamente integrantes del Movimiento Justicialista, el ERP constituía, de hecho, el ala radicalizada del liberalismo de izquierda de la UCR.

Esto fue en suma el ERP. Y viene a cuento ya que de alguna manera reapareció vinculado a los sucesos de La Tablada.

“Quitadle la bomba al anarquista y quedará simplemente un liberal”. (León Trotsky)

Ese ERP ya no existía en 1989. Aislado políticamente, la represión militar terminó con él. Sus dirigentes fueron muertos o se exilaron. Fueron una de las excusas para el golpe de estado de 1976 y éste los aplastó. Quienes habían estado vinculados a él se esparcieron por el mundo. Muchos comenzaron a volver después de la elecciones de 1983; algunos lo hacían para integrarse a la actividad política. Los sueños marciales habían quedado atrás. Desprovistos de sus armas muchos de sus miembros y seguidores volvieron a ser lo que habían sido, izquierdistas liberales, antimilitaristas abstractos, antimalvineros, críticos contumaces al “burocratismo” de Saúl Ubaldini, alternativistas2 y gorilas.

Algunos de ellos crearon el Movimiento Todos por la Patria. La propuesta era, más o menos, la siguiente: los partidos políticos argentinos no han hecho otra cosa que dividir al pueblo. Dentro de cada uno de los partidos tradicionales argentinos –obvia excepción del liberalismo conservador- hay, permítaseme la expresión, gente buena. Se trata de juntar a todos los buenos - peronistas, radicales, socialistas, cristianos, todos - e ir al pueblo, a “las bases” – concepto abstracto emparentado con el del “buen salvaje” de Rousseau -, supuesta fuente inagotable de todo conocimiento y toda acción.

Uno de sus integrantes más conspicuos entonces, el sacerdote franciscano Antonio Puigjanet, un hombre bueno y simple, envuelto en turbulencias ideológicas que no comprendía, define de esta manera el movimiento, en un reportaje que le hiciera, en prisión, la periodista uruguaya María Ester Giglio:

-“¿Cómo describiría al MTP, al que usted pertenecía?”

-”Como un movimiento político que había descartado la vía violenta, la lucha armada, pero que pretendía hacer un cambio revolucionario a partir de la participación de todos. Una de las cosas en que insistíamos era en ésta: democracia participativa y no representativa. Para eso proponíamos un trabajo en los barrios, desde las bases”.


Dos elementos caracterizaron a este MTP. Uno, la total heterogeneidad de sus miembros. En la maniquea y simplista visión de buenos y malos, se trataba obviamente de estar con los primeros. Todo lo demás era materia opinable que dividía. Segundo, su cercanía con el gobierno radical. De todos los grupos representativos de la extrema izquierda cipaya, el MTP era el único que no enfrentaba políticamente al alfonsinismo. No integraba el FRAL ni la Izquierda Unida y el eje único de su política fue una casi obsesiva preocupación por el peligro del golpe de Estado y los carapintadas. Es cierto que ésta no fue una cuestión que monopolizara este grupo, pero era sí evidente que ningún otro había hecho de ello el tema exclusivo de sus preocupaciones.

La breve popularidad del MTP

El MTP saltó al centro de la escena política una semana antes de los hechos de La Tablada. Su presidente, Jorge Baños, y un grupo de dirigentes denunciaron aparatosamente una supuesta reunión con fines golpistas entre Carlos Menem, Lorenzo Miguel y el coronel Seineldín, en la que se habría preparado un golpe institucional que sacaría a Alfonsín y pondría a Víctor Martínez en su reemplazo. Dan precisiones tales como un supuesto lugar del encuentro y el nombre del supuesto intermediario. Inmediatamente la prensa oficialista se abre de par en par para Baños. Los canales del gobierno informan profusamente sobre la denuncia y entrevistan al dirigente.

Rápidamente, el juez federal, doctor Martín Irurzun, recoge la denuncia e inicia una investigación judicial, citando a los denunciantes e informando que declararán todos los supuestos cómplices del plan golpista. La revista El Periodista retoma la cuestión y truca en tapa una foto en la que aparecen juntos Carlos Menem y el coronel Mohamed Seineldín. El Ciudadano no le va en zaga y embadurna sus amplias páginas con este tipo de basura.

Durante la conferencia de prensa del presidente de la República, que se convirtió en un virtual discurso de campaña, uno de los periodistas preguntó al doctor Alfonsín sobre esta supuesta reunión. La respuesta fue breve y enigmática: “Simplemente le recuerdo que la fecha en que se menciona se realizaba esa reunión, el coronel Seineldín ya estaba detenido”. Sin desmentir la existencia de la reunión, hace entender que los propios carceleros de Seineldín estaban enterados y la habrían permitido.

El lunes 23 el país despertaba preocupado. Las radios informaban que un grupo militar había tomado el Regimiento 3 de La Tablada. Volantes de un “Nuevo Ejército Argentino” vivaban a Seineldín y Rico, atacaban al ejército liberal y se expresaban a favor del triunfo de Menem.

El presidente Alfonsín había dicho en aquella conferencia: “… puedo afirmar categóricamente que no van a tener posibilidades de triunfar los facciosos. Pero también debo decir con absoluta seriedad que no estoy en condiciones de asegurar con la misma fuerza, con la misma certeza, que no han de producirse episodios para adelante”. Nadie que hubiese visto al presidente en alguna de las muchas veces que la reunión de prensa se pasó por las escasas cuatro horas de TV, pudo evitar recordarlo. Ahí estaba lo que el presidente había anticipado. Los comandos se habían vuelto a pintar la cara.

Al mediodía la situación informativa había variado, desde distintos sectores se cuestionaba la autoría. Algo raro, que no cerraba, estaba ocurriendo. Al parecer la ocupación no habría sido realizada por militares, sino por grupos de civiles, que previamente habrían esparcido apócrifas proclamas golpistas. No obstante ello y cuando ya era claro que ni Seineldín, ni Rico, ni ningún militar argentino tenía que ver con el copamiento del cuartel, La Razón3, tanto en su quinta como en su sexta edición, continuaba hablando de los seineldinistas al referirse a los ocupantes. La instantaneidad de los medios electrónicos de comunicación no había llegado al diario oficial.

Al atardecer del fatídico lunes había algunas cosas, no muchas, claras. En primer lugar, estaba confirmado el carácter civil de los ocupantes y que la identidad de los dos primeros cadáveres correspondían a un antiguo miembro del ERP y al de quien era presidente del MTP de Zárate. La información que proporcionó posteriormente el ministro del Interior no iluminó mucho más la situación.

Desde La Plata, el ministro de Gobierno4, Carlos Alvarez, - presente en el lugar del combate casi desde un primer momento -, sentaba una hipótesis: el intento inicial habría sido el de copar el Regimiento, robar armas e huir. La presencia de la Policía de la Provincia había impedido esto último, junto con la no esperada resistencia del personal militar. Una llamada a la agencia DyN aumentó los interrogantes. Una mujer identificada con los ocupantes explicó que se trataba de una Frente de Resistencia Popular que había ido al cuartel a impedir un golpe. Pedía que se llamara a la gente para evitar lo que llamó una masacre.

Al día siguiente era recuperado el Regimiento. Más de veinte detenidos eran llevados a la Policía Federal. También se sabría que entre los muertos estaba Jorge Baños, presidente de Todos por la Patria.

En el reportaje a Fray Antonio Puigjanet, que ya mencionamos más arriba, pueden confirmarse algunas de las hipótesis que aquí se plantean. Leemos allí:

-“Si él (Enrique Gorriarán Merlo5) estaba convencido de que ya no había espacio para acciones violentas y creía que las cosas debían realizarse de otra manera, ¿por qué se metió en un hecho como el de La Tablada?”

-“Para evitar una violencia mayor. Ellos tenían la información de que venía otro golpe militar. En diciembre del '88, un mes antes de La Tablada, un militar que pertenecía al movimiento democrático de las Fuerzas Armadas, el UALA, nos dijo a dos compañeros y a mí que se venía otro golpe muy violento. ‘Los militares van a salir a matar’, nos dijo. ‘Va a correr mucha sangre’”.

-“¿Era verdad?”

-“Yo no sé. Lo que sé es que todo lo que llevó a estos muchachos a hacer lo que hicieron tiene mucha característica de trampa”.


La periodista no le pregunta y, obviamente, el sacerdote no responde a una pregunta básica: ¿Por qué se distribuyeron volantes que vivaban a los jefes militares carapintadas y se disfrazó el operativo como una acción militar destinada a dar un golpe de Estado?

Pero el propio Puigjanet se anticipa a cualquier suspicacia. Al confesarle su total falta de capacidad para ser dirigente político, el sacerdote franciscano dice a María Ester Giglio:

-“Me doy cuenta de que se me escapan de las manos miles de detalles. Hay que tener una gran astucia; yo soy demasiado crédulo, me dicen una cosa y en general no pienso que me están mintiendo. La creo”.

Qui prodest?

¿Quién se beneficia? solían preguntar aquellos cerebrales investigadores de las novelas policiales inglesas. Y es a la luz de esta clásica pregunta que debe buscarse la racionalidad política de aquel hecho criminal.

¿Quién se beneficiaba con un copamiento del Regimiento 3 de Infantería, robo de armas, algunas muertes y posterior huida de un grupo que deja volantes de solidaridad con Seineldín y Rico y de apoyo a la candidatura de Menem?

La respuesta era indudable, entonces, y lo sigue siendo a través de los años: el oficialismo, el gobierno, el doctor Alfonsín y su proclamado intento de “defender a su gobierno con dientes y uñas”.

Esta hipótesis le permitiría alcanzar, por lo menos, dos objetivos: vincular a los militares que entonces acaudillaba Seineldín con un cruento hecho delictivo, que ratificaría la existencia de un clima golpista, y enredar al candidato justicialista (Carlos Menem), aún pasivamente, con el hecho, pero de manera lo suficientemente clara para confirmar el pacto anunciado por Baños en su conferencia de prensa. La prensa adicta hubiera hecho el resto.

Pero, de ser cierto lo manifestado por el ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, doctor Carlos Alvarez, esto habría fracasado y al hacerlo cambió bruscamente de carácter: un violento acto de terrorismo, inexplicable y demencial si se prescinde de todo lo aquí expuesto. Se benefició así al conjunto del sistema oligárquico-imperialista. Se volvió a poner en el centro de la discusión militar el tema del terrorismo. Y en un día, la conciencia castrense retrocedió al 23 de marzo de 1976. Todo el desarrollo dialéctico, difícil y ambiguo de una nueva conciencia militar, a la luz de Malvinas y los destructivos resultados del Proceso, se congeló nuevamente.

La irresponsabilidad criminal del grupo ocupante y de sus instigadores últimos reunificó a las FF.AA. en el espíritu de cuerpo de la “guerra sucia”.

La cúpula liberal y procesista encontró en sus manos una justificación moral muy fuerte para aplastar toda resistencia interna. Podían seguir sosteniendo que el terrorismo era todavía un peligro para la continuidad institucional de la República, el mismo argumento que habían usado en 1976, para derrocar a Isabel Perón. En ese sentido, y solamente en ese sentido, los acontecimientos de La Tablada serían para el doctor Alfonsín un regalo del cielo: la provisoria consolidación del generalato continuista.
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1 Neologismo inventado en aquellos años por Jorge Abelardo Ramos para referirse a las provocaciones de estos grupos sobre el gobierno popular.
2 Expresión típica de aquellos años que se refería a la posibilidad de una alternativa a la UCR y el peronismo.
3 En aquella época, el vespertino “La Razón” era un órgano oficioso del gobierno alfonsinista.
4 El gobernador de la Provincia de Buenos Aires en aquel momento era el doctor Antonio Cafiero. Su ministro de Gobierno, aunque homónimo del Chacho Alvarez, no tenía nada que ver con éste.
5 Enrique Gorriarán Merlo fue uno de los líderes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Encabezó el ala más militarista de la organización, como puede leerse en el libro Todo o nada de María Seoane sobre Roberto Santucho. Ante la muerte en combate de este dirigente, y el profundo y peligroso debilitamiento de la organización, se exilió a Nicaragua a final de los años setenta. Allí luchó junto al ejército sandinista, donde habría integrado los servicios de inteligencia. Planeó y participó, en los ochenta, en el asesinato del ex-dictador nicaragüense Anastasio Somoza, en el Paraguay. Después de los sangrientos hechos que aquí se están narrando y que condujo desde afuera del regimiento ocupado por sus seguidores, Gorriarán Merlo fue detenido en México, por los servicios secretos argentinos, y condenado a cadena perpetua.

6 de octubre de 2023

Una reflexión para los discípulos de Trotsky


Todas las comparaciones históricas son tan solo un intento de explicación.

Dicho esto, la gran crítica de Trotsky al stalinismo alemán en 1930 fue no haber hecho un frente con la socialdemocracia y permitir, con su izquierdismo, el triunfo del loquito austríaco.

En 1931, León Trotsky publicó un folleto titulado “Por un frente único obrero contra el fascismo”. En él, Trotsky critica duramente la política del Partido Comunista Alemán (KPD), que se negó a hacer un frente único con la socialdemocracia alemana (SPD) para impedir el ascenso del fascismo. (1)

Trotsky argumenta que la política del KPD era una “política ultraizquierdista”, que conducía a la división de la clase obrera y al fortalecimiento del fascismo. El KPD, según Trotsky, estaba obsesionado con la idea de que la SPD era un partido socialfascista, es decir, un partido que colaboraba con el capitalismo. Esta idea, según Trotsky, era errónea y peligrosa.

Si el KPD hubiera hecho un frente único con la SPD, habría sido posible unir a la clase obrera alemana y derrotar al fascismo. Sin embargo, la política del KPD condujo a la victoria de Hitler en las elecciones de 1933.

Salvemos las distancias, como quien dice. Milei no es exactamente Hitler, básicamente porque Argentina no es la Alemania de 1930 y porque estamos en 2023. Por lo tanto “nada es como era entonces”, parafraseando a Olegario V. Andrade.

No obstante, estamos en presencia de un candidato capaz de imponer sobre el conjunto de la sociedad argentina condiciones similares a las que Hitler impuso en la sociedad alemana de entonces. Y tenemos un movimiento o un frente electoral que aglutina, de una u otra manera, al conjunto de las clases y sectores sociales oprimidos por la alianza entre la oligarquía agroexportadora, el capital financiero y el imperialismo, y que está en condiciones de derrotar el intento político despótico y extremista de esta alianza. Todo intento de mantener una supuesta independencia de clase -basada, por otra parte, en datos puramente ideológicos y no de representación social- colabora objetivamente, más allá de las buenas intenciones y declaraciones, con la derrota de la clase trabajadora y de los sectores sociales aliados a ella, es decir a la derrota del frente nacional antiimperialista.

No apoyar, aun “in extremis mortis”, a este frente es una traición, a la par que un suicidio político.

(1)https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1931/diciembre/08.htm


2 de octubre de 2023

Una charla en el banco de la plaza

Ayer a la tarde, mucho antes del debate y en medio de la batahola generada en las redes por el oneroso curso de navegación tomado por el, en ese momento, jefe de gabinete de la provincia de Buenos Aires, salí a dar una vuelta por el Parque Rivadavia. Era una tarde francamente peronista, posiblemente similar a aquella lejana tarde en la que Luis Elías Sojit, en la transmisión inaugural del Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, inventó esa afortunada expresión que se convirtió en lugar común. Mi amigo Jorge Enea Spilimbergo me dijo una vez que la poesía era crear nuevos lugares que la lengua convertiría en comunes.

Salí a caminar, entonces, llevándome un habano que pensaba fumar sentado en alguno de los bancos, bajo la mirada severa y la espada en ristre del Libertador Bolívar. La plaza estaba llena de gente de todas las edades. En los canteros y bajo los árboles había grupos de chicos y chicas, tomando mate y sol, las dos cosas que se toman en un domingo de primavera en la plaza. En el monumento mismo a don Simón, a la sombra del inmenso caballo y su no menos inmenso jinete, un grupo de hombres y mujeres bailaba tangos, milongas y valses porteños, al compás de las gloriosas orquestas porteñas de los no menos gloriosos años 40. Tanturi y Castillo, Troilo y Marino, José Basso y Floreal Ruiz llenaban sucesivamente la plaza como si fuera un antiguo patio con parral y malvones.

Encontré un banco extrañamente vacío y a la sombra. Me senté y encendí mi habano. Aspirar el humo de un puro y observar a mis compatriotas disfrutando del aire libre, del sol, de la tarde, del domingo es lo más parecido a la eternidad. Un pequeño grupo de dos hombres mayores y una señora se acercan a mi banco. Me preguntan si pueden sentarse y, aclarándoles que estoy fumando, les hago lugar.
Continúo con mi cigarro y mis cavilaciones, mientras escucho que comienzan a hablar de Rodríguez Larreta y de que alguien les ha dicho que ha hecho un gran gobierno. Al cabo de unos minutos, la señora se dirige a mí:
– Vamos a preguntarle al señor, a ver qué piensa –dice. – ¿Qué le parece Rodríguez Larreta?
Esbozo una sonrisa y les respondo:
– Una mierda.
Los tres estallan en una carcajada.
A partir de allí comenzamos una muy interesante conversación política. Me dieron sus nombres y me contaron que dos de ellos – un hombre y la mujer – eran de Lomas del Mirador, a una media hora en auto hacia el oeste. El otro hombre, de menor edad, contó que era argentino, pero que vivía en San Pablo, en Brasil, desde hace muchos años. Hablamos de la inflación, les dije cuáles, a mi entender, eran las causas de la misma. Hablamos de por qué en este momento a los uruguayos y a los paraguayos, así como al amigo que había venido de Brasil, les resultaba barato comprar en Argentina. Y les conté que muchas veces en el pasado la situación había sido inversa y que quienes se beneficiaban con ese cambio éramos nosotros. Hablamos de Artigas y de los 33 Orientales y de la Banda Oriental. Y les conté cuál había sido la reflexión de don José Gervasio al enterarse de la creación del Uruguay independiente: “Ya no tengo patria”. Quedaron sorprendidos.
Y hablamos de Milei, de su violencia verbal, de la locura de la dolarización y del dólar blue y del dólar de importación. El hombre tenía una carpintería y entendía rápidamente mis explicaciones. Y hablamos de la deuda con el FMI contraída por Macri y de la sequía y de la guerra en Europa. Estaban fascinados y seguían preguntando y analizando mis respuestas.
En ningún momento mencionaron el escándalo del yate en Marbella, ni, obviamente, la repercusión que había tenido el hecho en las redes. En ningún momento manifestaron odio, resentimiento, ni sentimientos violentos contra nadie. Yo tenía la sensación de estar hablando con ese compatriota anónimo, que no sabe muy bien que son las redes, ni para qué sirven, incapaces de imaginar que su interlocutor pasa habitualmente muchas horas online, leyendo y discutiendo lo que por ahí circula. Eran el votante innominado, que quiere entender lo que ocurre, que quiere a su país – muchas veces repitieron lo hermosa que era la Argentina y lo maravilloso que es Buenos Aires –. Antonio, el residente en San Pablo, comparó nuestra ciudad y sus plazas y la hospitalidad de sus calles, con la frialdad y la ausencia de vida urbana en la megalópolis en la que vive.
En suma, terminé mi cigarro y me despedí de mis ocasionales interlocutores. Me fui con la sensación de que el odio, el resentimiento, la hostilidad que se despliega desde La Nación+ o TN tiene un alcance limitado. Que hay millones de compatriotas como estos que sólo pretenden que se les explique, de modo sencillo, sin adjetivos altisonantes, qué es lo que pasa, porque ellos, como todo el mundo, están en condiciones de entenderlo.
Buenos Aires, 2 de octubre de 2023