18 de junio de 2025

Una canción de 80 años

Una vez más fui a Plaza de Mayo y me crucé con viejos amigos, con amigos que me saludaban sin que yo supiera con precisión quiénes eran y con mi hija Guadalupe y mis nietos Gaspar y Violeta. Otra vez esa sensación de estar viviendo momentos que la historia recordará, momentos que pueden ser el fin de algo o el principio de algo nuevo. O, quizás, ambas cosas.

Comencé a caminar por la Avenida de Mayo a la altura de San José. Detrás mío avanzaba una columna sindical, con su enorme cartelón, sus altavoces y sus redoblantes. Y de pronto empiezo a escuchar, una y otra vez, la vieja canción de los gitanos andaluces, que Dimitri Shostakovich convirtió en leit motiv del Vals No 2, inspirado, quizás, por alguno de los miles de españolitos que poblaron la URSS después de la Guerra Civil:

“Yo te daré,

te daré niña hermosa,

te daré una cosa,

una cosa que empieza con P:

¡Perón!”

Se me puso la piel de gallina y un nudo en la garganta.

80 años que los argentinos de a pie venimos cantando esa vieja gitanería y en la Avenida de Mayo, para más datos. Muy pocos, posiblemente, recuerden en Egipto quien fue Gamal Abdel Nasser y, mucho menos, corean su nombre en sus manifestaciones populares. Seguramente que tampoco en Indonesia el nombre de Sukarno forma parte de un canto político popular. O el del Mariscal Tito, entre los serbios, los croatas, los bosnios, los montenegrinos y los herzegovinos. O en Ghana el de Kwame Nkrumah o el de Jomo Kenyatta en Kenia. O más cercanamente, el de Víctor Paz Estenssoro en Bolivia o el de Rómulo Betancourt en Venezuela.
Hay tan solo, creo, tres nombres de aquella década del cuarenta, cuando finalizó la carnicería europea y asiática, que han sobrevivido y mantienen el mismo eco en el seno de su pueblo: el de Mao Tse Dong, el de Ho Chi Minh y el de Juan Domingo Perón.

Todo eso se me vino a la cabeza al escuchar la vieja canción.

Pero tanto el chino, como el vietnamita habían triunfado en toda la línea. Habían logrado expulsar al colonialismo extranjero, había logrado expropiar a los grandes terratenientes y a las clases vinculadas a la explotación colonial y habían puesto a sus países de pie para enfrentar y crear un nuevo futuro soberano, digno y justo.

El nuestro no lo había logrado. Vez tras vez, como hoy, la contrarrevolución oligárquica, financiera e imperialista lo había derrotado. Pero, vez tras vez, su nombre, en lugar de empalidecerse hasta desaparecer, como aquellos ejemplos nombrados, se agranda en los momentos críticos y se convierte en bandera, en agitación, en desafío al futuro y lo sigue haciendo 80 años después:


“te daré una cosa,

una cosa que empieza con P:

¡Perón!”

Respiré hondo y continué la marcha hacia la Plaza de Mayo. Me encuentro con Guadalupe, Gaspar y Violeta, junto con algunas amigas. Gaspar y yo seguimos caminando y en algún lugar nos encontramos con José Luis Castiñeira de Dios. Hacía tiempo que no lo veía. Estas movilizaciones son importantes para encontrarnos y saber que todavía andamos entre gritos y pancartas, como lo hemos hecho toda la vida.

– ¿Cuántas veces con esta hemos venido hasta aquí? – me pregunta José Luis.

– Y espero que sigamos viniendo muchas más – le respondí.

Y le conté mi experiencia reciente con la vieja canción. Y su respuesta me dejó anonadado.

– Pensar – me dice – que en 1945 Mao comenzó a construir la China de hoy. Mirá como estamos nosotros y mirá como están ellos.

Por eso estábamos hoy todos en la calle.

Porque pensamos lo mismo sin vernos durante años.

Porque todos teníamos en nuestras cabezas y en nuestro corazón las imágenes del 17 de octubre, donde todo empezó: cuando un pueblo como este, como el de hoy, con sus obreros sindicalizados y sus movimientos sociales de trabajadores en cooperativa, de mujeres de los barrios más humildes, mostrando orgullosas las pecheras de sus organizaciones y mujeres estudiantes y empleadas y abogadas y médicas y enfermeras y psicólogas y arquitectas, y veteranos luchadores y jóvenes convencidos de que tienen un derecho al futuro, salió a la calle a enfrentar a los que habían proscripto y encarcelado a su principal dirigente, la que en sus dos presidencias le reconoció derechos y supo ofrecerle una vida mejor.

Tuve la sensación de que algo estaba terminando y algo estaba comenzando nuevamente.

18 de junio de 2025.

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