18 de abril de 2011

De como el Dr. Jekyll se convirtió en Mr. Hyde


La escena fue retransmitida varias veces en distintos programas de televisión, circuló por la Internet y llegó a miles y miles de casillas de correo.

La periodista de C5N pregunta al candidato presidencial de Proyecto Sur:

- ¿Y cómo explica la elección de Urtubey con números tan elevados?

- Y... bueno... todo eso es dependencia laboral... dependencia es... clientelismo... todo eso. Y también poca forma... también poblaciones con muy poco acceso... con muy poco nivel cultural... Todas esas cosas cuentan...

La periodista insiste:

- Pino, ese análisis que Ud. hace, por ejemplo, de la situación en la provincia de Salta y de la reelección de Urtubey con números históricos, ¿no es subestimar un poco al electorado también? Desde el punto de vista de la participación ciudadana...

- Bueno... no sé cómo llamarlo... Creo que está mal... yo creo que está mal... pero, en general, todas esas provincias... Las provincias más pobres no se caracterizan por tener la mejor calidad del voto, eh...

Los periodistas, un hombre y una mujer curtidos de escuchar todo tipo de respuesta quedaron en silencio. Habían tocado una cuerda cuyo sonido les resultó inesperado. Ignoraban si habían hecho bien o mal, si habían metido la pata o habían descubierto la cuadratura del círculo.

Para que no quedasen dudas, viendo el azoro de sus entrevistadores y tratando de justificar su lapidario juicio el candidato que supuestamente representará a lo más avanzado y radical del espectro político argentino agregó:

- Es así...

Como quien dice qué quiere que le haga.

¿Fue un traspié producto de la irritación del momento? ¿Fue una zancadilla que le jugó su presuntuosa personalidad que le hizo decir cosas que no pensaba?

El general Héctor Solanas Pacheco fue ministro de Ejército del presidente Arturo Frondizi. Según los comentarios de la época su nombramiento tuvo como finalidad poner una cuña entre los altos mandos gorilas del Ejército surgido de la Revolución Libertadora. En efecto, existía en esos generales rabiosamente antiperonistas una sorda lucha interna: quienes habían participado en la asonada de 1951 despreciaban a los generales de 1955 -como Pedro Eugenio Aramburu- por considerarlos “antiperonistas de última hora”. Héctor Solanas Pacheco militaba con los de 1951. Con su designación, Frondizi intentó circunscribir el poder de los “libertadores” enfrentándolos a sus propias contradicciones y que ello le permitiese actuar con mayor autonomía. Todo este malabarismo se desmoronó rápidamente. Los gorilas de 55 comenzaron con sus planteos, mientras Francisco Manrique, desde El Correo de la Tarde, acusaba al coronel Raimundes, un amigo de Solanas Pacheco, de apoyar al peronismo y a los sindicalistas como Andrés Framini.

La historia viene a cuento porque de esa familia surgió el cineasta y , por ahora, candidato a presidente de la república, Fernando Ezequiel Solanas Pacheco. El pequeño Fernando creció en un ambiente conservador, con antepasados que se remontan a las guerras de la Independencia, con tíos militares y antiperonistas. En algún momento de su adolescencia, Fernando rompe con esa tradición política en la que toda su familia se había formado y, con los vientos radicalizados de los años '60, se hace peronista y simpatizante de la revolución cubana.

Abandona su carrera de músico e intérprete del violín, se dedica al cine político y publicitario y se va convirtiendo en Pino Solanas.

Todas sus películas iniciales, incluída La Hora de los Hornos que filmó con Octavio Getino, dejan traslucir un cierto elitismo en su concepción de la política, un cierto aroma a vanguardia esclarecida, una casi imperceptible distancia del pueblo raso.

Pino Solanas nunca se enroló en ninguna tendencia organizada del vasto campo peronista. Se mantuvo a distancia de todos los encuadramientos, con un pequeño grupo de selectos amigos y prefirió siempre el reducido espacio de un living -por amplio que fuese- a las asambleas desordenadas y multitudinarias.

Si bien, en plena reacción de los años 90 sus posturas y declaraciones le valieron convertirse en un momentáneo referente para quienes sosteníamos posturas enfrentadas al proceso de privatización y desmantelamiento industrial desplegado desde el gobierno, Solanas comenzó a alejarse, conceptual y políticamente, del gran movimiento de masas que constituye el peronismo en la Argentina. Su antimenemismo se deslizó hacia el antiperonismo. Y la desazón que compartíamos entonces ante el apoyo electoral multitudinario que obtenían esas medidas que combatíamos fue instalando en la cabeza de Solanas una desconfianza hacia el voto popular como única legitimación democrática de la política.

Uno de los graves problemas que acarreó la aparición del menemismo, en el seno del principal movimiento popular del país, fue, precisamente, el peligro que significaba tomar distancia de la política que ese movimiento impartía desde el poder del Estado, sin alejarse ni romper con la base social y política que le daba sustento al mismo.

Pertenecientes al riñón mismo del sindicalismo peronista, el MTA de Hugo Moyano y Juan Manuel Palacios, entre otros, logró sortear ese difícil escollo. Pudo hacer una política de resistencia al neoliberalismo de Menem-Cavallo, sin apartarse del movimiento del cual surgían. Algo parecido ocurrió con la revista Línea, dirigida por Rubén Contesti, que desde la primera presidencia de Menem sostuvo un punto de vista crítico al rumbo adoptado por el gobierno de Menem, trató de nuclear a su alrededor sectores nacionales también críticos y, por la lógica de los acontecimientos, se convirtió en un vocero oficioso del MTA. Esta posición difirió radicalmente de la adoptada por la CTA que, de la mano de Víctor De Gennaro, se alejó sin retorno del peronismo.

Un viejo proverbio de la política revolucionaria enseña que es preferible equivocarse acompañando a las grandes masas en su equivocación que acertar declarativamente y aislarse de la experiencia concreta de los trabajadores y el pueblo. La primera permitirá, seguramente, asumir y elaborar los errores para que, en un nuevo momento, sean superados. La segunda lleva a un alejamiento de las grandes masas y a una concepción elitista que desdeña su experiencia y participación.

Y esto es lo que ha ocurrido con Pino Solanas. Su distanciamiento del peronismo en su conjunto, su alejamiento del único gobierno que desde la muerte del general Perón ha vuelto a enfrentar los problemas irresueltos de la Argentina semicolonial, su incapacidad típicamente antiperonista de diferenciar los aspectos estratégicos de una política nacional transformadora de aquellos meramente instrumentales y tácticos, lo han ido llevando en esta cuesta abajo que hoy resulta casi bochornosa.

Las patéticas declaraciones con que comienza esta nota no son el mero resultado de una traición o la aparición de un inconsciente reaccionario en su protagonista. Son la consecuencia de ese primerizo y lento alejamiento del único campo nacional posible: el que habitan las grandes masas argentinas.

Los expertos en cohetería saben que una pequeñísima diferencia de décimas de segundo en el ángulo de tiro implica, en la proyección al espacio, una distancia de miles de kilómetros, un alejamiento irreversible del objetivo buscado. Pino Solanas no supo entender esa ínfima diferencia y el tiempo, la vida, esas cosas, quien sabe lo que, lo ha convertido sin remedio en Fernando Ezequiel Solanas Pacheco, en la búsqueda del voto de calidad de Barrio Norte, Recoleta y Palermo Chico.

Buenos Aires, 17 de abril de 2011

4 de abril de 2011

El discurso de Cristina en Río Gallegos este 2 de Abril

No hubo muchos comentarios ni en la prensa opositora ni en la oficialista, pese a que el 2 de abril de 2010 deberá ser recordado como la jornada en la que la máxima autoridad del Estado argentino, elegida democráticamente por el voto popular, asumió, en su totalidad y sin ambages, la Gesta de Malvinas como la gran causa nacional.

Tuvieron que pasar 29 años y cinco presidentes surgidos del voto popular, para que, desde Río Gallegos, en la Patagonia a la que pertenecen nuestras islas, Cristina Fernández de Kirchner estableciera un principio político que es con el que se ha regido la Izquierda Nacional desde el 2 de abril de 1982.

Afirmó Cristina, el sábado pasado: “Nosotros -y cuando hablo de nosotros hablo de los argentinos- debemos saber diferenciar las cosas que ocurrieron, poder separar quienes gobernaban bajo formas no democráticas, del hecho en sí que es el ejercicio de la soberanía nacional y el rechazo al colonialismo que aún avergüenza a la humanidad en el siglo XXI”.

Jorge Abelardo Ramos escribió,por ejemplo, poco después del 2 de abril, a propósito del desagrado que la Guerra de Malvinas produjo en algunos demócratas que no vacilaron en llamarla ilegítima: “Pero cuando está en juego el suelo de la patria, sólo un cipayo puede preguntarse si el gobierno que conduce la guerra le gusta o no. Si San Martín hubiese renunciado a luchar contra el Imperio español al descubrir a su llegada a Buenos Aires la catadura de Rivadavia y Pueyrredón, quizás seríamos todavía subditos del rey de España”. Y en general, el conjunto de los hombres y mujeres formados en la Izquierda Nacional hemos reivindicado, muchas veces contra la incomprensión y el silencio del establishment de derecha e izquierda, el carácter nacional, patriótico de la reconquista de Malvinas. Nos negamos sistemáticamente, enfrentándonos al progresismo porteño, a confundir el legítimo y necesario ejercicio de nuestra soberanía, incluso con el uso de la fuerza militar, con la naturaleza político-social del gobierno que la llevaba a cabo. Decía Ramos, en aquel artículo: “No tengo benevolencia hacia Galtieri ni hacia ninguno de sus colegas anteriores o posteriores. Pero comprendo muy bien a la partidocracia sucesora de Saturnino Rodríguez Peña (aquel que ayudó a escapar al general Beresford, cuando la primera invasión inglesa). No falta entre ellos quienes proponen el día 2 de abril como día de luto”.

Ese derrotismo proinglés disfrazado de democratismo ha sido condenado explicitamente por la Presidenta. Cristina no sólo estableció un principio general de patriotismo, que desde hacía tiempo no se escuchaba de boca de un presidente argentino, sino que fue mucho más precisa. Afirmó que esa reivindicación debía hacerse incluso cuando ese gobierno nos persiguiese, nos metiese presos o intentase quitarnos la vida. Dijo Cristina: “Tan es así, tan está hecho carne, por lo menos adentro nuestro, de quien fuera mi compañero y de esta Presidenta, esta situación, que también debo contarles -y algunos lo recordarán- que también durante esos meses en los cuales en Río Gallegos no se movía una mosca sin que fuera absolutamente controlado, porque era necesario, también se produjo un atentado contra el estudio en el cual mi compañero y yo ejercíamos nuestra profesión.

Sin embargo, eso nunca nos llevó a confundir las cosas, porque es imprescindible que los hombres y mujeres que tenemos responsabilidades institucionales y también todos los argentinos, aprendamos, hagamos el duro aprendizaje de poder diferenciar las cosas y saber comprender que la patria y sus derechos están por sobre toda otra cualquier circunstancia o episodio que nos haya tocado vivir a cada uno de nosotros”.

Con estas palabras, alejadas tanto del buen pensar ramplón como de la tremebunda retórica izquierdista, la presidenta ha hecho una trascendental obra de docencia política. Ha puesto punto final a todas la teorías sobre la “ilegitimidad”, la “inoportunidad” o “el aventurerismo” de la Guerra de Malvinas. Con sus palabras ha remalvinizado a la política argentina, proponiendo a los argentinos los superiores derechos de la Patria por sobre las meras circunstancias institucionales. Ha puesto un abismo de distancia entre su visión estratégica, no sólo sobre Malvinas sino sobre el conjunto de los grandes objetivos nacionales, y la mirada calculadora y sumisa ante el poder imperial de quienes juzgan con reservas y un supuesto derecho de inventario aquellas heroicas jornadas.

Cristina ha reiniciado, con sus palabras y sus actos, las horas de gloria patria que los argentinos vivimos hace 29 años. La expresión democrática de la voluntad popular ha vuelto a reunirse con la voluntad de construir un país soberano en toda la extensión de su territorio.

Buenos Aires, 4 de abril de 2011