17 de julio de 2008


El Yon Goicochea tuvo una idea y ya la quiere vender

En la edición de El Universal de Caracas del día de ayer aparece un esforzado producto intelectual del Premio Milton Friedman a la Libertad, un joven gordito venezolano llamado Yon Goicoechea. El título de la deposición es ya un anticipo de la abismal profundidad de sus elucubraciones. “Vendamos ideas” propone Yon, quien acaba de tener una y ya quiere hacerla plata
[1].

Así nos enteramos que “Las grandes naciones han vendido al mundo sus productos, pero se han hecho grandes por vender sus ideas”. Y de inmediato se lanza a dar ejemplos sobre tan peregrina idea de la grandeza histórica. “De Grecia trascendió su filosofía, de la Iglesia la fe, de Francia su libertad, igualdad y fraternidad” argumenta Yon, y agrega, para que nada le quede afuera de su erudición, un muy oportuno “etcétera”. Como se sabe etcétera, del latín et cetĕra, significa literalmente “y lo demás”. Se trata de una expresión usada para sustituir el resto de una enumeración que: (a) se sobreentiende gracias a una progresión lógica o al contexto, (b) que no interesa expresar o bien (c) que se ha olvidado. Como se verá, es lógico suponer que este último es el uso que en este caso tiene la locución latina.

Varias son las tonterías que aparecen en tan pocas líneas. La primera de ellas, la más simple, la más conspicua, es la idea de que Parménides y su rotunda afirmación acerca de que “el Ser es y el no-Ser no es”, el oscuro Heráclito y su metáfora del mutable río, la umbría caverna de nuestro psiquismo donde se proyectan las sombras del mundo real como explicaba Platón o el realismo democrático de Aristóteles, no fueron otra cosa que la ingeniosa ocurrencia de un grupo de creativos de una gran agencia publicitaria, gracias a los cuales Grecia -¿una gran nación?- ganó mucho dinero y se hizo grande.

La otra tontería que asalta al desprevenido lector es considerar a la Iglesia como una gran nación, y a la fe como un invento de ella. La tercera es creer que fueron esas ideas más que sus colonias en Asia, Africa y América, las que hicieron grande a Francia.

Y por sobre todo ello la idea de que estas tres entidades de diferente naturaleza se dedicaron a “vender” ideas.

Pero, no importa, Yon ha tenido una idea y quiere venderla. Encandilado por esta iluminación, el nuevo propietario de medio millón de dólares cree entender que los venezolanos “no venden ideas”. Y se pregunta, creyendo saber la respuesta: “¿Ha habido publicidad de logros científicos, artísticos, académicos o similares, de venezolanos en la última década?” Ops, aquí metí la pata, piensa, y agrega con un paréntesis: “salvo lo relativo a la música clásica, en eso somos de primer mundo”. Dejemos de lado la zoncera acerca de “ser del primer mundo” en lugar de decir lo hemos hecho bien o somos una gran nación. El ideal de Yon no es ni lo uno ni lo otro, sino parecerse a Miami, donde, no obstante, no deja de ser, con premio y todo, un oscurito latino de apellido impronunciable.

Y a partir de estas simples tonterías, que avergonzarían a un campesino de Guárico o a un criollo de Santiago del Estero, Yon desgrana un llamamiento a “hablar más de ciencia, de arte, de historia, de filosofía, etc”.

Si algo sorprende al visitante extranjero al llegar a estas hospitalarias tierras es el alto nivel de información sobre ciencia, arte, historia y filosofía que proporcionan los medios electrónicos públicos. La programación de Telesur abunda en maravillosos reportajes a artistas y pensadores de todo el continente. El CELARG de Caracas, la Biblioteca Nacional, el Ministerio Popular para la Cultura y las áreas culturales de todos los organismos públicos a nivel nacional, estadual y municipal, despliegan una incesante actividad en estas áreas. La impresión se hace más profunda a poco que se sintonice alguno de los canales privados que sistemáticamente protestan por la falta de libertad de expresión. Ahí reina el más crudo comercialismo, la programación más superficial, mediocre e ignara, la estolidez más profunda de conductores e invitados, la ausencia más completa de todos estos ítems –ciencia, cultura, arte, historia y filosofía- que hoy a Yon le salieron de su cabeza, como Minerva de la testa de Júpiter.

En una muestra de su infinito talento, el albacea intelectual de Milton Friedman da un ejemplo desopilante: “En algunos países lo están haciendo, por ejemplo, los jóvenes del Partido Nacionalista Vasco tienen un programa llamado ‘Think Gaur Euskadi 2020’”. Para la mayoría de los lectores de El Universal que poseemos una amplia ignorancia del éuzkaro nos informa que quiere decir “Piensa hoy la Euzkadi de 2020”. Que “pensar” en aquella misteriosa lengua se diga igual que en inglés es algo que lingüistas de todo el mundo todavía no habían descubierto.
Pero, tonterías aparte, Yon ignora, o simula ignorar, que hoy Venezuela es conocida en toda América Latina por sus ideas, por la producción incesante de libros, ensayos y artículos periodísticos donde lo que se hace es discutir el futuro, no solo de este país admirable, sino del continente americano. Que las ideas que esta Venezuela genera son discutidas no sólo en Europa, sino en el mundo árabe, en Asia, en África. Pero en algo tiene razón el farsante: no se ha dado un solo caso en el que Venezuela haya vendido estas grandes ideas liberadoras.

Quizás esté buscando un puestito en el Ministerio del Poder Popular para la Exportación de Ideas, a crearse en la próxima remodelación del gabinete.

Caracas, 16 de julio de 2008

[1] El Universal, martes 15 de julio de 2008, página 1-8.

4 de julio de 2008

Apuntes sobre la situación colombiana



El tema de las FARC, el rescate de Ingrid Betancourt y cómo ello influirá en la política de la región amerita un tratamiento cuidadoso porque están en juego muchos sacrificios, muchos años de lucha, mucho dolor y mucha sangre. De modo que trataré de expresar mi opinión del modo más prudente que me salga.




Creo que las FARC -más allá de la legitimidad de su origen, de la injusticia orgánica de la sociedad colombiana y de su estado- eran, en cierto modo, un elemento residual de otra época.

Las FARC fueron convirtiéndose a lo largo, sobre todo, de la década del setenta en un instrumento de la Guerra Fría en la región, política ésta de la que no fue ajena la propia dirección cubana. Ni el violento golpe de Estado contra Salvador Allende, ni el error de la destitución de Velazco Alvarado, ni la dictadura de Videla y Martínez de Hoz en la Argentina pueden ser analizados fuera del marco de la Guerra Fría.

Desde mi perspectiva -una perspectiva sureña, como digo, muy influida por la experiencia del peronismo- el papel jugado por los soviéticos en el proceso revolucionario latinoamericano fue deplorable. Sometieron el destino de nuestros pueblos a su política de gran potencia. Con muy pocas excepciones, los partidos comunistas latinoamericanos no fueron otra cosa que la correa de transmisión de la política soviética, ajena a la historia, los intereses y hasta las expresiones políticas concretas de nuestras aspiraciones. La lista de iniquidades cometidas por estas conducciones dóciles a Moscú sería larguísima. Para dar dos ejemplos tomados de la historia de mi país puedo citar el antiperonismo rampante del comunismo argentino y su apoyo declarado y documentado al golpe de estado de 1976 y a la dictadura de Videla.

La implosión de la Unión Soviética y la victoria de los EE.UU. en la llamada Guerra Fría cambiaron por completo las condiciones de lucha en nuestro continente. Si bien, la potencia vencedora desarrolló a partir de los años 90 una brutal hegemonía política, económica e ideológica fundada en los lineamientos del Consenso de Washington, con el dramático costo que ello tuvo para nuestros pueblos, la desaparición de la Unión Soviética y la crisis terminal de los partidos comunistas nacidos, crecidos y agotados bajo su dominio, abrió nuevas corrientes, nuevas perspectivas y posibilidades al desarrollo de un proceso popular revolucionario propio e independiente. La propia Revolución Bolivariana y la aparición de Hugo Chávez en el panorama continental son una prueba de ello. Pero también lo son todos y cada uno de los procesos que en nuestros países han modificado durante los últimos años la relación de fuerzas entre el imperialismo y nuestra Patria Grande.

Las FARC se congelaron en el frío siberiano de aquella época. Incapaces de tomar el poder en Colombia -país de una complejidad histórica y política descomunal-, con un creciente aislamiento político, con prácticas como la de los rehenes que las aislaban aún más de la población no sólo colombiana, sino latinoamericana, su sobrevivencia dependió cada vez más de la formidable tozudez de sus dirigentes que, conciente o inconcientemente, no lograban encontrar una salida política al laberinto en el que la historia colombiana y mundial las habían metido.

El propio Fidel y la dirección cubana en general fueron, poco a poco, largándoles la mano. Cada vez era más evidente su inviabilidad para tomar el poder en Colombia. Fuera del respeto que merecen su pertinacia y sus ideales, las FARC fueron debilitándose políticamente y la cuestión de los rehenes como única política para negociar su sobrevivencia terminó por hartar a la mayoría de la sociedad colombiana. Las relaciones con los narcos -que por otra parte atraviesa a toda la sociedad colombiana, por lo que se puede leer en las referencias periodísticas-, aún bajo la forma del llamado impuesto revolucionario, no contribuyó en lo más mínimo a sostener su popularidad. Su última actividad política de cierta magnitud fue aquella visita que hiciera uno de sus dirigentes a la Bolsa de Nueva York. La fiebre del capital financiero había llegado al corazón mismo de las selvas colombianas. Mientras tanto, un presidente que representaba a la tradicional política colombiana en su versión más conservadora, de una notable habilidad e inteligencia política, Alvaro Uribe, reunía tras de si a la mayoría del país que quiere poner fin al anacronismo de las FARC, de su chantaje y sus secuestros. Los EE.UU. ven en ello no la posibilidad de derrotar a una guerrilla que no significaba ninguna amenaza real a su política imperialista, sino la oportunidad de poner tropas en un país fronterizo a Venezuela y a Brasil. Mientras Fidel Castro y Cuba mantienen un buen nivel de relación con Uribe, Chávez intenta una salida negociada para los rehenes y para la propia guerrilla de las FARC. La entrega unilateral de rehenes, con la participación de importantes líderes continentales y europeos, fue la coronación de esta política de Chávez. Uribe, su ministro Santos y los yanquis vieron que esto daba nuevos aires a unas FARC bastante faltas de oxígeno y pusieron punto final a eso de un modo dramático: bombardearon un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano. La reunión de Santo Domingo, entre los países hispanoamericanos sin la presencia destructiva de los EE.UU. salvó al Cono Sur de un enfrentamiento militar que hubiera sido nefasto para el proceso de integración.

Chávez, que es un extraordinario político de la talla de los grandes de nuestro continente, -Lázaro Cárdenas, Getulio Vargas, Perón y Fidel Castro- y cuya mirada se proyecta en el tiempo y escudriña el futuro, entendió que tenía una brasa en las manos. Continuar con una política de hostigamiento hacia Uribe, en defensa de una guerrilla agónica, cuya única fuerza de presión eran los secuestrados, le significaba abrir un frente que no tenía una solución a corto plazo y mantener una disputa abierta con el principal vecino, ni más ni menos que la Colombia de Santander que derrotó al Libertador en su última batalla. Su paso atrás, su distanciamiento explícito y reiterado de las tácticas armadas y de los secuestros, hicieron evidente que la pulseada entre el gobierno colombiano y las FARC ya estaba decidida. Y, como dicen los sindicalistas argentinos, a los compañeros se los acompaña hasta la puerta del cementerio. No se entra con ellos.

Importa muy poco cuales fueron las condiciones de la liberación de Ingrid Betancourt. No es muy creíble la historia oficial y, como se sabe, la primera víctima de una guerra es la verdad. Pero lo que sí es evidente es que el gobierno de Colombia ha ganado políticamente y que esa victoria no arrastra a Hugo Chávez y al proceso bolivariano, es decir continental.
Caracas, 3 de Julio de 2008