29 de enero de 2020

Los predadores de la condición humana

Este es un gran país, el nuestro es un gran pueblo entre los grandes pueblos del mundo.

Leía la nota de homenaje que le escribió Mario Rapoport a Hugo Urquijo y que hoy publicó Página 12 y pensaba en esas reuniones que allí se cuentan. Hombres y mujeres en su plena madurez, con una fama cimentada en la actividad que desarrollaron durante toda su vida, con una situación económica de relativa holgura que se reunían porque el país se estaba deshaciendo a jirones y no querían ser tan solo hombres y mujeres exitosos, arrojados como pedazos de una explosión galáctica al espacio infinito sin pasado ni futuro. Se reunían para seguir perteneciendo a una colectividad humana que se identificaba, como dice Rapoport, con el cruce de los Andes de José de San Martín en una camilla.


Se resistían a ser individuos con cierta fortuna y buen pasar, porque estaban contumazmente convencidos que solo dejarían su pequeña huella de su paso por la tierra, si formaban parte de una comunidad humana en la cual su ciencia, su arte, sus saberes tuvieran sentido y finalidad.
Hemos visto, durante estos últimos cuatro años, el horroroso espectáculo de un país, una comunidad viva, trabajadora y orgullosa de su historia, gobernada por hombres y mujeres desinteresados por completo del destino colectivo, cuyo miserable horizonte personal se reduce a una cuenta millonaria en un paraíso fiscal y para quienes nuestra Patria -la nuestra, no la de ellos- no es la cuna de Manuel Belgrano, de Juan Manuel de Rosas, de Evita, de los muertos en Malvinas, de los asesinados en el ARA General Belgrano, de los sin nombre de la Semana Trágica o los innumerables del 17 de Octubre, sino un espacio donde viven animales, bellos, gigantescos, extraños, pero que son solo paisaje, hábitat al que sólo la sociedad humana da sentido y trascendencia. 

Hemos sido gobernados por miserables para quienes la vida no ha sido otra cosa que acumular la riqueza producida por esa comunidad de hombres y mujeres a la que desprecian.
La sola comparación entre lo que cuenta Rapoport y lo que hemos vivido estos cuatro desgraciados años expresa la magnitud de nuestro drama.

Que nunca más los saqueadores de los más hermosos sueños humanos, los predadores de la condición humana, vuelvan a ese lugar al que nunca deberían haber llegado.

Buenos Aires, 29 de enero de 2020

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