Acaba
de fallecer en Posadas, Misiones, en su provincia adoptiva, el Chin
Cabral,
Conocí
a Salvador Cabral en 1975. Si bien se había acercado al movimiento
unos años antes -Chin era el producto de las grandes movilizaciones
estudiantiles de 1969 y 1970, concretamente del Correntinazo- fue
recién a principios de aquel año en que establecí con él un
contacto personal, amistoso y fraterno que duró hasta el día de
hoy.
Había
elecciones provinciales ese año en Misiones. La dirección nacional
del FIP me envió a mi y a decenas de compañeros y compañeras a la
provincia a colaborar con la campaña electoral. El Chin había
venido de Corrientes para asentarse en Posadas y por propia
gravitación y personalidad se había convertido en una de las
figuras de la Izquierda Nacional de más peso en la provincia. Para
que los lectores del siglo XXI se den una idea, yo tenía entonces 28
años y el Chin, 33. Había nacido en 1942. De estatura no muy alta y
de contextura robusta, Chin hablaba con una intensa tonada
correntino-misionera, usaba muchas palabras en guaraní y tenía ya
una actitud corporal, un modo de hablar y de imponerse caudillesca.
Fue conocerlo y llamarlo, de inmediato, Aureliano Buendía, mote que
a Chin le gustó porque coincidía con la impresión que intentaba
causar a sus interlocutores.
Su
primer libro fue un descubrimiento para todos nosotros. Del fondo de
la historia regional había rescatado la figura de Andresito
Guaicurarú, el hijo adoptivo de Jose Artigas. Había sometido los
documentos y las fuentes históricas a la luz de la interpretación
de lo que llamábamos el revisionismo histórico socialista,
es decir la relectura de la historia argentina propuesta por Jorge
Abelardo Ramos, Jorge Enea Spilimbergo, Alfredo Terzaga,
principalmente, y había traído a 1970 un hombre casi desconocido
pero de una intensa actividad como jefe popular en los inicios de
nuestra revolución patria. Con ello, Cabral, el Chin, le había dado
a Misiones un caudillo federal y guaraní, vinculado a los Pueblos
Libres del padre del federalismo rioplantense. Ese libro, “Andresito
Artigas en la Emancipación Americana”, fue
uno de los pocos que me acompañaron al exilio.
Su
tesis de doctorado, que convirtió en libro y que tuvo la deferencia
de regalarme, “Las
Estrategias del Poder del Yrigoyenismo”,
está dedicada a analizar de modo magistral la concepción táctica
de don Hipólito Yrigoyen en la construcción de su movimiento y en
el camino al poder en 1916. Los radicales de hoy no han leído esa
obra, así como ignoran todo lo que se pueda saber sobre el viejo
caudillo bonaerense.
Salvador
Cabral, el senador por Misiones, que acaba de fallecer fue un
patriota latinoamericano cabal. Toda su actividad política y su
preocupación intelectual estuvo dedicada al tema de nuestra
integración continental suramericana. Concebía, no sin razón, a su
provincia, como un nodo geopolítico que vinculaba al Río de la
Plata con el mundo guaranítico del Paraguay y con el gigante
lusoparlante. La pasión política, ese fervor que posiblemente sea
el único capaz de acompañarnos hasta el fin de nuestra vida, nos
alejó y nos acercó. Pero siempre, en cada momento decisivo de la
Patria, nos encontró del mismo lado, luchando por los mismos ideales
y objetivos que asumimos en nuestros años de estudiante.
El
senador Chin Cabral juró, recuerdo, además de hacerlo por la
Patria, por la memoria de Jorge Abelardo Ramos y fuimos cientos de
antiguos compañeros de aquellos años juveniles los que sentimos que
era el juramento de una generación, la nuestra.
Con
Chin Cabral se va, como no puede ser de otra manera, una parte de la
historia de los últimos cincuenta años. Mi más cariñoso saludo a
Elida Vigo, su esposa, y a sus hijas. Nuestro movimiento, que nos
llenó de ideas y convicciones para transformar la Argentina y
restaurar la Patria Grande, ha perdido un enorme compañero.
Buenos
Aires, 1 de febrero de 2020
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