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con este artículo mi colaboración con el sitio Mucho más que Dos,
donde semanalmente intentaré ofrecer algunas reflexiones sobre la
política latinoamericana e internacional desde la perspectiva de los
intereses argentinos y la integración latinoamericana.
La
situación venezolana
El
gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, presidido por
Nicolás Maduro, ha venido recibiendo enormes embates tanto en el
plano interno como internacional. El triunfo electoral de la
oposición en las elecciones legislativas, con el resultado de una
mayoría integrada por los partidos antichavistas, generó una
situación de enorme enfrentamiento y de virtual doble poder.
Los
diversos errores cometidos por el chavismo -sobre todo en el área
económica-, más las maniobras imperialistas tendientes a la baja
del precio del petróleo -única fuente de divisas de la economía
venezolana- generaron una situación de crisis económica y de
abastecimiento -sostenida y profundizada por maniobras de agio con el
dólar y los alimentos -caracterizados por el gobierno de Maduro como
de guerra económica- que llevó a cuestionar la inmensa mayoría
popular y electoral que el chavismo había conquistado. La oposición,
caracterizada por una total dependencia política y económica del
Departamento de Estado y un rampante odio clasista y racista contra
el chavismo, se lanzó a una permanente provocación institucional y
política, en constante cuestionamiento a las normas
constitucionales. El objetivo ha sido durante todo el tiempo generar
una división en el seno de las Fuerzas Armadas Bolivarianas y un
golpe de Estado que impusiese una dictadura de la burguesía
compradora y el imperialismo. Su torpeza, su improvisación, sus
ambiciones personales y grupales fueron algunas de las principales
dificultades que encontraron para la realización de este objetivo.
Por
su parte, el gobierno de Maduro logró, lentamente, mejorar la
situación económica más sensible. Logró hacer desaparecer el
desabastecimiento y las mafias del contrabando y el agio con las
divisas, reconquistando en buena parte el apoyo popular.
Después
de los fracasos en lograr un repudio unificado al gobierno de Maduro
por parte de la OEA, del deplorable papel jugado por su secretario
general, el uruguayo Luis Almagro -diplomático de carrera vinculado
al Partido Demócrata norteamericano-, la oposición y el sistema
planetario de comunicación imperialista anunciaron para este 19 de
abril, aniversario que corresponde a nuestro 25 de Mayo, un combate
definitivo que terminaría con el gobierno. En el interín,
circulaban intensos rumores sobre levantamientos militares en
distintas guarniciones, denuncias por la oposición de actos de
violencia gubernamental y anuncios oficiales de desmantelamiento de
células extranjeras terroristas. La noche del martes 18 de abril el
presidente Maduro, en un acto transmitido en cadena, y acompañado
por los principales dirigentes de su gobierno, entre ellos, Diosdado
Cabello -hombre decisivo en la relación con las Fuerzas Armadas
Bolivarianas- , convocó a la Milicia Popular y anunció la
posibilidad de graves alteraciones del orden público para el día
siguiente. El ambiente social y político era de exasperante tensión.
El
miércoles 19 de abril, a partir de la media mañana, comenzó la más
importante movilización popular realizada en Caracas -y en el
conjunto del país- desde el fallecimiento de Hugo Chávez. Miles y
miles de venezolanos salieron a las calles, desde distintos puntos de
encuentro, y marcharon hasta el centro de Caracas con sus camisas
rojas y las banderas mirandinas. La concentración fue
extraordinaria. La CNN habló de medio millón de personas, lo que
permite sostener que la cifra superó ese número hasta llegar al
millón.
La
proclamada rebelión militar no fue más que la deserción de tres
jóvenes tenientes, que viajaron a Colombia, y a la presencia de los
seguidores chavistas se le sumó la movilización de miles de
integrantes de las Milicias Populares -un organismo creado por ley en
época de Chávez-.
La
oposición también realizó una importante movilización en Caracas
y otras ciudades. Los casos de violencia que determinaron la muerte
de, según se dice, ocho personas son muy confusos. El joven muerto
en Caracas fue el resultado de un atraco, mientras que la mujer
fallecida en Táchira lo fue por un disparo hecho, desde un edificio,
por un militante opositor, que ya fue detenido.
La
jornada fue un rotundo éxito del presidente Maduro y del chavismo.
La presencia multitudinaria y popular en las calles consolidó, si
ello era necesario, la unidad de las Fuerzas Armadas -que junto con
el apoyo popular es la garantía de continuidad de la revolución
chavista- y su apoyo al gobierno. Contra lo que se presuponía, y se
había hecho creer a la opinión pública, no hubo enfrentamientos
entre las dos movilizaciones y la prensa extranjera, una vez más,
quedó sin el espectáculo de la caída de Nicolás Maduro que la
oposición le había prometido.
Por
otra parte, y pese a las advertencias del oficialismo venezolano, es
muy difícil pensar en la intervención directa militar de los EE.UU.
en los próximos acontecimientos. Pese a la proximidad de la IV
Flota, pese a los insistentes pedidos de la oposición venezolana,
pese a la evidente relación de los dirigentes opositores con figuras
políticas y ongs norteamericanas, los EE.UU., como veremos a
continuación, tienen suficientes problemas en distintas regiones del
planeta como para lanzarse a una aventura militar en el continente
suramericano. Un ejército unificado atrás de un proyecto político,
una amplia base popular y el apoyo político, diplomático y hasta
económico de las otras potencias del sistema multipolar son
elementos disuasivos de cualquier sueño militar norteamericano.
El
misterio Trump y sus contradicciones
Después
de su asunción, el presidente Donald Trump continuó siendo objeto
de una furibunda campaña de socavamiento de su poder y de
desprestigo en la prensa internacional. Su enemigo fue identificado
por distintos analistas como el “deep state”, el estado profundo
norteamericano, los oscuros repligues burocráticos y sus
vinculaciones corporativas que han decidido la política exterior
norteamericana durante los últimos treinta o cuarenta años. A los
distintos cambios experimentados en su gabinete, por presión
parlamentaria o por acción conspirativa burocrática, debe sumarse
el reciente acercamiento a China, objeto de su crítica durante la
campaña, y el enfriamiento con Rusia, en sentido inverso de lo
también anunciado antes de las elecciones.
Como
sostienen
Arnaud
Blin y François Soulard en “Los naipes están sobre la mesa: Trump
y el retorno de una realpolitik
ortodoxa”1:
“A
través de su política exterior, donde va a hacer sentir la potencia
de los Estados Unidos, Trump intentará ganarse un apoyo del público
estadounidense que le permita, eventualmente, amordazar al parlamento
(recientes encuestas indican una opinión mayoritariamente favorable
a las medidas de ataque aéreo a Siria en la población
estadounidense)”.
Todo
indica que su política intentará repetir el viejo “big game” de
principios de siglo XX, intentando impedir una alianza permanente
entre los otros dos grandes jugadores, Rusia y China. En medio de
esos alejamientos y acercamientos, Trump consolida y asegura su
alianza estratégica con Israel lo que significa un incremento de la
amenaza sobre Irán, aliado muy cercano a Rusia en la política de
Medio Oriente. La provocación a Corea del Norte, a su vez, lo acerca
a un Japón que ha querido jugar con cierta independencia en el
Extremo Oriente y obliga a China a actuar como garante del orden en
la región.
A
este cuadro se le suma el acercamiento a su vecino ruso por parte del
presidente turco Erdogan, quien ha recibido un amplio apoyo en el
plebiscito sobre el paso hacia un sistema presidencialista. A nueve
meses del fallido golpe de estado, Erdogan ha visto afirmado su
poder, justo en el momento en que sus relaciones con Rusia pasan por
el mejor momento, mientras sus antiguos aliados -no muy confiables,
por cierto- europeos se alejan espantados.
Todo
ello hace evidente, como afirman los autores citados, que Europa no
tiene un papel muy significativo en la visión internacional de
Trump. La OTAN ha dejado de ser, por ahora, el instrumento militar
preferido por EE.UU.
Esto
convierte la escena internacional en un territorio muy lábil, en el
que el desprecio de Trump a los mecanismos burocráticos de su propio
país y su repliegue a un equipo muy íntimo y personalizado, pueden
generar situaciones de alto riesgo en un terreno minado como el el
Medio Oriente, donde están involucrados, de una manera u otra,
Rusia, Israel, Irán y Europa, o sea, donde hay, con EE.UU., tres
países con bomba atómica.
En
esta perspectiva es que considero que la amenaza de intervención
militar o de alto compromiso público de los EE.UU. en Venezuela no
es una alternativa de alta probabilidad. Por otra parte, sería
interesante saber qué opina el alto mando militar brasileño sobre
una presencia militar norteamericana en sus fronteras, no ya como una
base militar, sino como potencia invasora.
Buenos
Aires, 20 abril de 2017