7 de noviembre de 2008

El Pensamiento Nacional y la lucha contra la Matrix


El 16 de noviembre de 2007 se llevó a cabo, en el Auditorio del Pabellón Argentina, de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional de Córdoba, un encuentro sobre el Pensamiento Nacional. Fui invitado a participar en una mesa redonda sobre este tema, moderada por Francisco Pestanha y en la que intervinieron el doctor Ernesto Ríos, Eduardo Rosa, César "Tato" Díaz y el licenciado José Luis Muñoz Azpiri .



Esta fue mi intervención:





Pestanha: […] Ahora me toca, justo llegaste Julio, se que anoche estuviste en el homenaje a Alberto Methol Ferré y me imagino que despuéshabrá habido una cena. Después nos contamos. Julio, el amigo, Julio Fernández Baraibar, es periodista, político y escritor. Autor de Un solo Impulso Americano, el Mercosur de Perón, guionista y productor de cine, con películas como Mirtha de Liniers a Estambul y El General y la fiebre. Es director del documental La ceniza y la brasa, sobre Arturo Jauretche y es militante de la corriente denominada Izquierda Nacional. Julito.
Julio Fernández Baraibar: Bueno, muchísimas gracias. En primer lugar supongo que los oradores que me antecedieron habrán también dado el necesario y justo agradecimiento a quienes nos han convocado a la ciudad de Córdoba para tratar, discutir, difundir y ampliar las perspectivas del pensamiento nacional, tarea que es, en mi humilde opinión, una de las más importantes y estratégicas que los argentinos tenemos que desarrollar en este momento particular de nuestra historia. Y celebro a la vez que esto pueda hacerse en aulas de la Universidad de Córdoba a la que no vengo desde aquel célebre Congreso de FUA de 1970.
Han pasado 37 años, por lo menos para mí, desde la fecha en que los sectores nacionales del movimiento estudiantil logramos, por primera vez, introducir en las banderas de la Federación Universitaria Argentina -es cierto que por un breve tiempo, pero el hecho histórico es que lo logramos- las reivindicaciones nacionales y populares, logramos que en el programa adoptado por la FUA en aquel histórico congreso, el 17 de Octubre de 1945 fuese asumido como una fecha perteneciente al conjunto del pueblo del cual obreros y estudiantes formaban y forman parte indisoluble. De modo tal que estar hoy aquí hablando de los mismos temas, con 37 años más, que gritábamos y discurseábamos en aquel congreso de FUA, es para mi algo que me llena de emoción, por un lado, y me enorgullece, por el otro.
¿Por qué los argentinos y los pueblos latinoamericanos tenemos que hacer encuentros, tener cenáculos, revistas, libros, bibliotecas, editoriales, películas, videos que se refieran a algo que podría considerarse tan elemental como lo que llamamos pensamiento nacional?
Porque si uno va a Francia o va a Alemania o a Suecia no encuentra algo que se llame pensamiento nacional francés, alemán o pensamiento nacional sueco como una especificidad. Todo es nacional francés, nacional alemán o nacional sueco. No es motivo de debate, ni es motivo de encuentros académicos, políticos o militantes. Lo que se piensa en cada uno de esos países es producto de la experiencia, la conciencia, la acumulación histórica de esos pueblos.
Y sin embargo, nosotros en la Argentina, en el Río de la Plata, en América Latina, nos juntamos para precisar, definir, reivindicar el pensamiento nacional.
En mi opinión, la razón de esto se halla en el carácter semicolonial, dependiente, de nuestros países, desde sus orígenes mismos o inmediatamente después de que surgieran a la vida independiente.
La diferencia entre una colonia, -las islas Malvinas, para dar un ejemplo cercano-, y una semicolonia es que en la colonia gobierna la potencia extranjera, las instituciones son de la potencia extranjera, el ejército es de la potencia que ocupa colonialmente la región, las leyes están determinadas por la potencia extranjera, etc., mientras que en una semicolonia, ese país sojuzgado por el imperialismo tiene todos los atributos de la independencia, de la soberanía: tiene sus parlamentos, sus casas de gobierno, sus ejércitos, sus academias, sus universidades, sus leyes, sus códigos civiles, toda la estructura propia de un país soberano.
Y entonces el descubrimiento de que ese país es una semicolonia no es algo evidente a los ojos. Para usar la metáfora de Antoine de Saint-Exupéry en El Principito: “lo esencial es invisible a los ojos”, como diría también el amigo Tato Díaz (1), chiste este que él mismo me acaba de hacer.
(Risas).
Lo esencial es invisible a los ojos en el país semicolonial porque hay toda una pantalla que hace creer que somos independientes y el ejercicio de descubrimiento de nuestra condición de dependientes, el ejercicio intelectual y político de descubrir la naturaleza semicolonial de nuestra sociedad es el pensamiento nacional. Y el campo de lucha por la liberación, que en los pueblos coloniales se da en el enfrentamiento liso y llano de los hombres y mujeres del pueblo sojuzgado con la potencia imperial ocupante, en las semicolonias ese enfrentamiento se da en la cabeza de cada uno de los hombres y mujeres que integran esa sociedad. La lucha por la liberación y contra la opresión se da en nuestros cerebros.
Por eso el pensamiento nacional ocupa el lugar central en una política transformadora, liberadora para nuestros países y de ahí la necesidad de descubrir, de sostener y de profundizar y difundir que existe una manera de ver las cosas que es distinta de las que nos imponen el imperialismo y las clases sociales aliadas a ese imperialismo que funcionan como correa de transmisión del pensamiento imperial.
Hay una película que tuvo un gran éxito, a punto tal que se hicieron tres secuencias, una detrás de la otra, vista, sobre todo, por los jóvenes argentinos que encontraron en ella una serie de condiciones y elementos que la convirtieron en un éxito de taquilla. Se llama Matrix y seguramente algunos la han visto. Para los que no la han visto sintetizo rápidamente de qué trata esta película.
La humanidad, en un futuro no definido, ha sido dominada por las máquinas que la propia humanidad creó. Las máquinas se han hecho señores de la tierra y han convertido a los seres humanos, a cada uno de los seres humanos, en pequeñas pilas conectadas a un enorme sistema planetario que es la fuente de energía que hace mover al mundo. La humanidad ha sido parasitada por las máquinas convirtiéndola en fuente energética de las mismas. Como esto es muy brutal y descarnado y cualquier ser humano se revelaría ante esta situación de sojuzgamiento y de indignidad moral a la que es sometido, las máquinas, cuando conectan a cada ser humano al sistema energético, lo conectan también a una computadora. En esta computadora hay un programa que se trasmite al cerebro de cada uno de los tipos que están conectados a la red eléctrica. Ese programa ¿qué es? La vida, al parecer, la verdad. La gente va a trabajar, toma el colectivo, se pelea con el jefe, le dice un piropo a la compañera de trabajo, vuelve a la casa, compra un vinito, se toma un vinito, vive una vida más o menos feliz o más o menos infeliz, tal como la vivimos cada uno de nosotros.
Hay en esa humanidad un grupo que se rebela, que ha descubierto la cosa y se rebela ante esta situación. Viven sumergidos, son muy poquitos y tratan de reclutar nuevos luchadores contra la Matrix, que así se llama ese programa que se inscribe en la cabeza de cada hombre y le hace pensar que la vida es tal como la ven.
Logran contactar a un individuo y, a través de la Matrix, porque la única relación que tienen con la realidad es ésa, le dicen que esto no es así, que es otra cosa; que todo esto es una mentira. Y lo convidan, después de explicarle que es una mentira y planteándole que hay una manera de desprenderse de esa mentira, a ver la realidad. Ahora bien, le aclaran que ver esa realidad lo puede volver loco, porque es una cosa abismalmente distinta a la que había pensado hasta ese momento. Le proponen sintéticamente: “Tenés una pastilla roja y una pastilla verde. La pastilla verde te va a devolver a esa vida normal que has tenido hasta ahora. Allí donde vas a trabajar, gozás suavemente, sufrís suavemente y vivís. La pastilla roja, le dicen, te va hacer ver la realidad. Es desgarrador, pero es la única manera que tenés de ser libre.
El hombre opta por la pastilla roja, toma la pastilla roja y en el momento de tomar la pastilla roja recobra la lucidez y ve que él es nada más que una pequeña pila humana insertada en una red infinita de seres humanos que le dan energía a las máquinas.
El pensamiento nacional es nuestra pastilla roja. Es ni más ni menos que la pastilla roja que nos da la lucidez necesaria, la iluminación necesaria para ver de qué manera el imperialismo nos ha convertido a cada uno de nosotros y, lo que es peor, a nuestras sociedades en pequeñas pilas que solamente contribuyen a darle energía al sistema imperial. Esa es la función que tiene el pensamiento nacional.
Cuando Raúl Scalabrini Ortiz, después de su viaje por Europa, después de su recorrida por Alemania y entender, este muchacho entrerriano, cómo funciona el gran mundo, cómo funciona de verdad el gran mundo, después de ver cómo es la vida, en la realidad, no como lo muestra la Matrix, no vuelve a ser el mismo de antes.
¿Y cuál es nuestra Matrix? El diario La Nación, la revista Perfil, Canal 11, Canal 13, Canal 9, esa es nuestra Matrix.
Después de volver de ese viaje, Scalabrini escribe, en un esfuerzo denodado de investigación, La historia de los ferrocarriles ingleses.
Y descubre la Matrix, y ve cómo es el sistema de dominación. Ve cómo el sistema de dominación opera no sólo en los ferrocarriles, que, al fin y al cabo, una investigación puede sacarlo a la luz. Sino que descubre cómo el sistema de dominación opera en el cerebro de los dominados para impedirles inclusive creer que lo que dice esa investigación es cierto, es la realidad. Porque esa investigación, que demuestra que la Argentina era, en 1930, un país semicolonial, el Sexto Dominio del Imperio Británico era una verdad que atentaba contra la Matrix que funcionaba diariamente en el cerebro de cada argentino que iba a trabajar y volvía. Porque toda la Argentina y la sociedad argentina parecían iguales a la inglesa, a la norteamericana, a la francesa, a cualquier otra y ese velo que la opresión cultural del imperialismo y de las oligarquías aliadas al mismo impone sobre el conjunto de los pueblos, ese velo mental es el que dificulta ver la vida tal cual como es.
Es decir, es lo que impide ver el núcleo central, la clave central de la dominación imperialista, de nuestra naturaleza y de nuestro carácter semicolonial, dependiente.
De esto estamos hablando y discutiendo. Lo hicimos en Tandil, hace unos meses y como una especie de vieja trouppe de teatro de la legua, esta murga se traslada de pueblo en pueblo, llevando esta canción, este sonido: el pensamiento nacional, la necesidad de establecer un pensamiento nacional, la necesidad de hurgar en nuestra historia para encontrar la raíz de nuestros problemas actuales y la clave de nuestro desarrollo futuro. La necesidad de indagar en las causas culturales de nuestro país para ver cómo desde el sistema cultural dominante se construye la Matrix que nos impide ver la dominación. La necesidad de desarrollar una política que permita que las universidades del país no contribuyan de manera decisiva a incorporar a la Matrix a las nuevas generaciones de estudiantes, de técnicos, de ingenieros y de intelectuales argentinos.
Esa, ni más ni menos, es la función y el papel que cumple este bendito pensamiento nacional que hoy nos ha reunido y que con estas palabras he querido sintetizar para Uds.
Muchas gracias.
(Aplausos)
Público: Sería importante que en pos de la verdad el pensamiento nacional y el revisionismo histórico tuviéramos en cuenta el hecho de que un Abelardo Ramos termina pactando con Menem, que fue el mayor destructor de lo que el peronismo había construido. Hagamos esa crítica porque Menem lo hizo en nombre del peronismo.
Julio Fernández Baraibar: Yo creo que la pregunta del compañero nos obliga a ampliar la cuestión porque es evidente, como el compañero ha dicho de manera contundente, que el conjunto de las fuerzas nacionales argentinas y agregaría el conjunto de las fuerzas nacionales latinoamericanas, como el MNR boliviano, para dar un ejemplo, fueron sacudidas, conmovidas, permeabilizadas por la gigantesca ola reaccionaria que apareció en el mundo básicamente a partir de la desaparición de la Unión Soviética como potencia alternativa al imperialismo norteamericano y la ola de neoliberalismo opresor que se descargó sobre el mundo semicolonial. Esa ola arrastró al peronismo, arrastró a las direcciones más importantes del peronismo, a sus direcciones provinciales, a toda su estructura dirigente.
Fue un momento de una enorme debilidad para las fuerzas nacionales de todo el mundo semicolonial, donde la hegemonía imperialista era casi arrasadora. Y arrastró también a mi maestro, Jorge Abelardo Ramos, en los últimos años de su dignísima, brillante y admirable vida política e intelectual. Algunos intentamos no ser arrastrados, algunos no fuimos arrastrados.
Todo el período del menemismo y de esa ola reaccionaria permitieron la realización plena de todas las banderas de la Revolución Libertadora, ya que ese proceso contrarrevolucionario –encabezado por Menem- sólo podía ser llevado con éxito si se hacía desde una traición a las banderas y a las tradiciones fundamentales del movimiento nacional, para contar así, con una masa electoral que le diese justificación y legitimidad. Pero digo, muchos intentamos no ser arrastrados por la ola. Yo militaba en la época del menemismo, cuando las elecciones de Menem, en la Izquierda Nacional con Jorge Enea Spilimbergo, quien había planteado, en ese momento y desde uno años antes, diferencias, puntos de vista divergentes con las posiciones y puntos de vista que llevaba adelante Jorge Abelardo Ramos. Puntos de vista, los de Jorge Abelardo Ramos, que cristalizaron en ese pálido final al transformarse en embajador de Menem en México, pero que no alcanzó, porque la muerte fue generosa con él, no alcanzó a cumplir en su persona, por lo menos, lo que hubiera significado, a mi modesto y leal saber y entender, afiliarse al peronismo menemista. La muerte como un ángel reparador, evitó ese penoso acontecimiento.
Creo que el tema de las traiciones, el tema de las debilidades que han permitido que los movimientos nacionales se conviertan en determinado momento del desarrollo histórico en arietes contra la nación y la Patria deben ser incorporados a la discusión y a la reflexión colectiva de todos los nacionales. Nosotros, modestamente, desde la Izquierda Nacional, lo hemos venido haciendo. No hemos silenciado nunca ninguno de los errores, pero tampoco queremos convertir esos errores en una lápida, en una indigna lápida que impida ver la prodigiosa obra intelectual y política de Jorge Abelardo Ramos, cuyo libro “Historia de la Nación Latinoamericana”, que cumplirá el próximo año el 40º aniversario de su aparición, encuentra hoy en la revolución bolivariana, en los acontecimientos del Mercosur, en Lula, en Morales, una especie de realización cinematográfica de aquel guión que en 1968 pensó Jorge Abelardo Ramos.
De manera tal que a cada cual lo que le corresponde. No lo vamos a reivindicar a Ramos por los errores de los últimos años de su vida y lo vamos a reconocer personalmente como un maestro, como una guía y como quien nos enseñó, en mi caso, a entender este país. Esto es lo quería agregar.
Público: Mirando al pensamiento nacional como una unidad que empezamos a conocer ahora. Va ahora porque recién la empezamos a conocer nosotros los jóvenes. ¿Cuáles son sus criterios, a todos Uds, los temas centrales porque nos deberíamos preocupar no solo culturales, sino también estructurales para nuestro país? Se que son muchísimos pero que jerarquía le darían Uds.
(Después de la intervención de Pepe Muñoz Azpiri)
Julio Fernández Baraibar: Sí, yo voy a agregar, mejor dicho voy a tratar de subsumir este objetivo que plantea Pepe Muñoz Azpiri, y que me parece central, en una cuestión que, a mi modo de ver, es previa y es, creo, la tarea central que le corresponde a mi generación que ya tiene 60 años y a la generación política que viene.
Creo, compañeros y compañeras, que se ha terminado definitivamente, definitivamente, la posibilidad de pensar políticas nacionales en términos de los pequeños países en que ha sido convertida la gran heredad española. No existe ninguna de las grandes políticas culturales, estratégicas, militares, tecnológicas, energéticas que pueda ser concebida bajo el pequeño campanario de la Argentina, el pequeño campanario de Bolivia, el pequeño campanario de Uruguay y me atrevo a decir, aunque parezca paradójico, el pequeño campanario del Brasil. Tenemos que convencernos de que nuestro principal pensamiento debe estar dirigido a la unidad suramericana y latinoamericana. Tenemos que congeniar con el comandante Chávez, que se ha propuesto como tarea central volcar todos los esfuerzos de Venezuela y de su petróleo para la estructuración de una unidad latinoamericana que se hará… y que la está haciendo Chávez, mal que le pese al Rey de España y al señor que se retira …
(Aplausos)
… y al señor que se retira enojado.
Persona del público: Es un payaso Chávez.
Fernández Baraibar: Payaso lo llamó Cosme Becar Varela, ¿Ud. es Cosme Becar Varela?
Persona del público: No.
Fernández Baraibar: Pues piensa igual que él. Chávez, mal que les pesé al señor y al rey de España que quiere actuar todavía como si Fernando VII viviera, es el centro de nuestra política, de nuestro pensamiento y de nuestra reflexión. No hay solución a Malvinas sino en términos latinoamericanos, no hay discusión con los ingleses sobre las reservas energéticas y mineras de la Antártida sino en términos de políticas latinoamericanas. Es el conjunto de los latinoamericanos que tenemos que enfrentarnos a las grandes fuerzas imperialistas. Entonces, -ya termino- si no nos ponemos como eje la necesidad de dejar ser argentinos, uruguayos, bolivianos, chilenos, peruanos para ser, en primer lugar, latinoamericanos, si no nos ponemos como eje eso, vamos a repetir, para beneplácito de las grandes potencias, el ridículo enfrentamiento que hoy estamos teniendo con el Uruguay. Porque los uruguayos están pensando como uruguayos, las autoridades uruguayas están pensando en Uruguay y las autoridades argentinas están pensando en Argentina y acá tenemos que pensar en la cuenca del Plata, tenemos que pensar en el Mercosur, tenemos que pensar en la unidad latinoamericana. Ésta, a mi modo de ver, y mal que le pese al amigo que se acaba de retirar airado, es la tarea y el centro de nuestra política y de nuestra vida.
(Aplausos)
Pestanha: Había otra pregunta. Sulé.
Sulé: No adhiero a tus últimas palabras. Adhiero a las últimas palabras de Pesthana en tanto y en cuanto la Argentina debe realizarse como tal para que esa realización sea eficaz al conjunto de iberoamericana. Creo que no hay que olvidar aquellas expresiones de Perón que dijo que vamos a la continentalización y agregó: Argentinos no olviden que la Argentina es el hogar. En Europa se establece una unidad europea, pero el alemán no deja de ser alemán por la unidad europea, el francés no deja de ser francés por la unidad europea, sino que esa unidad permite una mayor afirmación de las comunidades nacionales. En tanto las comunidades nacionales se desarrollan va a ser posible el desarrollo de un bloque que le ponga freno a los intereses del imperialismo, en ese sentido yo coincido con sus últimas expresiones Pesthana, nada más.
Pestanha: Le paso.
Fernández Baraibar: Yo no coincido con el amigo Sulé para nada en este punto. En otras muchas cosas sí. En primer lugar, la nación Argentina no tiene nada que ver con la nación francesa. La nación Argentina es el resultado de una balcanización de una gran nación que estamos tratando de reconstruir y que es latinoamericana. La comparación y el pensar que las diferencias nacionales que existen entre Argentina y Brasil son similares a las que existen entre Francia y Alemania, donde han corrido siglos de luchas y hectolitros de sangre es, creo, es una comparación desacertada.
Nosotros cuando hablamos de una integración latinoamericana no hablamos de una integración al modo como está ocurriendo -porque tampoco se ha consolidado- en Europa, que es el intento de integrar a naciones radicalmente distintas, con historias diversas, con constituciones materiales e históricas, con genes diversos.
La integración latinoamericana es, en mi perspectiva, una reintegración. Nosotros intentamos volver a la primitiva visión que tuvieron estas tierras cuando San Martín, Bolívar y Artigas cabalgaron con los ejércitos liberadores. A esa unidad previa a la balcanización es a la queremos volver. Por eso, particularmente, no le damos un carácter nacional, en el sentido que tiene el concepto de nación francesa, ni a Bolivia, ni a Argentina, ni a Chile, ni a ninguno de los países latinoamericanos. Son productos de una balcanización, cuyos responsables fueron las grandes potencias de entonces y las minorías oligárquicas de cada uno de esos países.
Pestanha: Queda planteada entonces una buena disidencia para el análisis, sana. Hay otra pregunta, si si, hay otra pregunta pero vamos a cerrar. Digamos para que de alguna manera acercando a los chicos que están trabajando y anotando. Una disidencia que creo que es fundamental. Acá hubo una disidencia que me parece que tiene que ser un tema de discusión y de debate. Ahí tienen un planteo por ejemplo concreto y bueno Uds irán analizando a partir de los textos y del abordaje de su propia experiencia cual es la que vayan a compartir de alguna forma. Pero me parece una decisión interesante y sustancial.
Había otra pregunta.
Público: Me parece que es necesario ver como nuestros países vecinos, nuestros pueblos hermanos van logrando su propia identidad y si es factible en este momento, más adelante, o si fue factible una integración de pensamiento, es decir la pregunta concreta ¿cómo ven Uds a los grupos de pensamiento de los distintos pueblos hermanos de la región?
Fernández Baraibar: Desde mi opinión el tema sería así. Este es un punto tan importante como el anterior. El que acaba de plantear el amigo, el compañero. Una de las tareas principales de la integración, una de las tareas principales de esta urgencia que planteábamos recién es conocernos, conocernos, saber qué son los brasileros, saber cuál es su historia, saber cuál es la historia del Uruguay, saber que significó Batlle y Ordóñez, saber que significó Aparicio Saravia, aquí del otro lado del charco. Saber quién fue el general Belzú en Bolivia. Conocernos, acercarnos, porque, como decía anoche el Tucho Methol Ferré, con su tartamuda elocuencia, “no podemos amar a lo que no conocemos”. Las Universidades, las escuelas tienen que introducir historias latinoamericanas. Conocemos más de la Primera Guerra Mundial que de la Guerra del Chaco. Conocemos más de la Guerra Franco Prusiana que de la Guerra del Salitre. Tenemos que conocer a nuestros hermanos, conocer a aquellos con los que nos vamos a integrar, sentir a aquellos a quienes vamos a amar y formar una gran confraternidad. De esa manera vamos a descubrir cuál es el hilo del pensamiento histórico en cada uno de estos países, quiénes son los que tocan el violín en la misma frecuencia y en el mismo tono que nosotros. Pero no es una tarea que esté realizada, es una tarea que tenemos que realizar para que nuestros nietos no tengan la misma ignorancia que tenemos nosotros sobre nuestros hermanos vecinos, me parece que por ahí apunta el interrogante del compañero.
(1) El periodista y profesor universitario César "Tato" Díaz, de la Universidad Nacional de La Plata, gran investigador del pensamiento nacional y de su inclusión en el discurso de los medios, es ciego, hecho con el que bromea frecuentemente.
Caracas, 7 de noviembre de 2008.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Julio: Agrego al Bisonte a la lista que se tragó el menemato.

Anónimo dijo...

No sé como llegué a este discurso, pero la verdad está formidable. Lo voy a cortar y guardar para tenerlo como referencia y guia en varios temas.
Un abrazo latinoamericano