La noticia de la división del bloque de diputados del Frente para
la Victoria, con la separación de 12 diputados encabezados, al
parecer, por el diputado bonaerense y ex director del ANSES durante
los últimos siete años, Diego Bossio, provocó una profunda
impresión en amplios sectores del movimiento. El nuevo bloque, como
se sabe, reúne a varios diputados de distintas provincias norteñas,
a un par de dirigentes sindicales, además del propio Bossio.
El peronismo sufrió un duro golpe con la
derrota electoral del año pasado y se hicieron evidentes las
diferencias tácticas y estratégicas, en sordina mientras estuvo en
el gobierno. Las diferencias perdieron el freno inhibitorio que el
ejercicio de la presidencia de la república imponía y las críticas
a la campaña electoral, al ejercicio del poder en los últimos años,
al rigor interno y a la imposición de criterios por encima de la
capacidad de convencimiento se hicieron públicas. La derrota, casi
incomprensible, en la provincia de Buenos Aires, permanente bastión
de la recuperación peronista, dejó abierta una interna originada ya
en la campaña de las PASO y el enfrentamiento electoral entre Aníbal
Fernández y Julián Domínguez. Es indudable, pasados unos meses,
que una buena parte de la conducción territorial peronista en el
conurbano bonaerense sintió al binomio Fernández-Sabattella como
una imposición y el hecho es que ninguno de los dos miembros de la
fórmula ganó en su propio territorio.
Se abrió entonces un período de intensa
discusión interna, apremiada además por la necesidad de poner al
Partido Justicialista en orden con la Ley de Partidos Políticos y la
justicia electoral, que imponen plazos perentorios para la
realización de su Congreso y la elección de sus autoridades en todo
el país.
Al parecer, las dos grandes corrientes internas
serían: por un lado, quienes consideran que Cristina Fernández de
Kirchner es la conductora natural del espacio Frente para la Victoria
-incluido en el mismo al peronismo-, más allá incluso de detentar o
no la presidencia del partido justicialista; y por el otro lado,
quienes consideran que la conducción kirchnerista-cristinista es un
período superado por el resultado electoral y que el peronismo debe
seguir un camino similar al trazado por el ex gobernador cordobés,
José Manuel de la Sota, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey,
incorporando al ex intendente de Tigre y candidato presidencial por
el Frente Renovador, Sergio Massa, alejado del justicialismo desde
hace más de dos años, aunque con distintas simpatías e influencias
en el mismo. Entre esos dos puntos existe una variedad de matices,
tendientes en todos los casos a mantener una imprescindible unidad,
lo más amplia posible y que permita llegar al 2017 como una fuerza
política en condiciones de enfrentar exitosamente al oficialismo
liberal-conservador en las elecciones legislativas de medio mandato.
En esa franja, rica en matices, juegan dirigentes de amplio apoyo
popular y larga experiencia como Daniel Scioli -el hombre que
remontó, a fuerza de voluntad, amplio apoyo popular y con gran
resistencia interna, una elección presidencial enormemente
complicada por la derrota bonaerense-, José Luis Gioja -el veterano
ex gobernador de San Juan, muy cercano a la presidencia de la
república durante los doce años de gobierno de Néstor y Cristina-
y Jorge Capitanich -el ex gobernador del Chaco, ex jefe de gabinete
durante el período de mayor enfrentamiento con el monopolio
mediático y actual intendente victorioso de la ciudad de
Resistencia. A este cuadro debe sumarse al movimiento sindical,
dividido en varias centrales, con importantes matices en su seno, y
que, a partir de febrero, será protagonista del primero y más
importante enfrentamiento con el gobierno y los sectores patronales:
la apertura de la discusión paritaria después de un brutal ajuste
sobre los salarios y una descomunal suba de precios y tarifas.
Cuando nuestra Corriente Causa Popular decidió, semanas atrás,
afiliarse al peronismo dijimos:
“Los viejos sectores y clases de
terratenientes, agentes financieros, bancos y compañías extranjeras
han vuelto al poder, arrasando con la independencia económica y la
justicia social. Su principal objetivo político es convertir al
Partido Justicialista, creado por Juan Domingo Perón como
herramienta electoral del movimiento nacional y popular, en una
alternativa “popular” de la partidocracia liberal. Estamos
convencidos que la única forma de evitar esa domesticación, que
alejaría por décadas la posibilidad de retomar el rumbo del 17 de
octubre de 1945, es consolidar al peronismo como el gran movimiento
nacional y no como la alternativa dentro del régimen de la
dependencia. A ello nos comprometemos al afiliarnos. Fuera del
peronismo y en oposición al movimiento obrero, se corre el peligro
de quedar reducido a un partido sin posibilidades de poder,
debilitando y hasta dividiendo el gran frente nacional en provecho de
los intereses que se proclama combatir”.
Todo lo que ha ocurrido y ocurrirá en el seno
del peronismo y del Frente para la Victoria en los próximos meses
está directamente vinculado a este juego de pinzas, que, con
distinta intencionalidad, se ejerce sobre la unidad del frente
nacional.
La decisión tomada por los diputados
rupturistas no ha hecho otra cosa que explicitar lo que venía
sucediendo. Alfredo Silleta, en su blog
(http://alfredosilletta.blogspot.com.ar/2016/02/fracaso-de-macri-y-massa-en-romper-al.html),
sostiene: “Un pequeño grupo de diputados se ha alejado del
bloque. No es la primera vez que sucede en el peronismo. En los años
sesenta dirigentes políticos y sindicales, cansados de luchar por el
regreso de Juan Domingo Perón, prefirieron negociar con el poder de
turno y se los conoció como neoperonistas. Su principal referente
fue Augusto Vandor, que lanzó la consigna 'para salvar a Perón, hay
que estar contra Perón'”.
El periodista Gerardo Fernández, que desde sus
artículos escritos y radiales ha sostenido claramente a los
gobiernos de Néstor y Cristina, ha publicado en su blog
(http://gerardofernandez.net/dilemas-del-cristinismo/)
una inteligente reflexión sobre estos hechos, poniendo en el centro
de la misma la conducta seguida por la ex presidenta: “Más
allá de los reflejos y las broncas que instantáneamente generan
rupturas como la de ayer, el manual del buen político recomienda
leer que bajo esa cáscara están pasando cosas y que ya se pusieron
en evidencia el mismísimo 10 de diciembre cuando no toda la bancada
del FPV, tanto en diputados como en senadores, obedeció la orden muy
poco feliz de no asistir a la jura de Macri para acompañar la menos
feliz decisión de Cristina de tensar la cuerda para encontrar la
coartada de no asistir al acto simbólico de traspaso”.
Un viejo amigo me recordaba, días atrás, una
entrevista que tuvo con Alberto Serú García, quien, como recordarán
los más memoriosos, enfrentó, en 1966, la candidatura de Ernesto
Corvalán Nanclares a la gobernación de Mendoza, quien contaba con
el apoyo expreso de Juan Domingo Perón en el exilio. En esa
entrevista, Serú García, ya un hombre muy mayor -falleció en 2013
a los 92 años- le confesaba que el propio Perón le había pedido
que asumiera esa tarea. El resultado fue que Corvalán Nanclares
obtuvo 102.000 votos y Serú García 62.000, que sumados
superaban ampliamente los 129.000 votos obtenidos por el “ganso”
Emilio Jofré (para los lectores más jóvenes, “ganso” era el
mote que los conservadores tenían históricamente en Mendoza). Sabía
o intuía el general exiliado que unidos los votos peronistas nunca
hubieran alcanzado esa cifra. Con esta anécdota pretendo simplemente
desdramatizar lo ocurrido en Diputados.
Tenemos por delante una gigantesca tarea: derrotar al gobierno
liberal conservador basado en las empresas imperialistas y sus
gerentes. Solo la política, tan reivindicada todos estos años de
reencuentro con nuestras mejores tradiciones, podrá mantener la
unidad de criterio y de acción del movimiento nacional. En ese
sentido, tengo para mí que es tan contraproducente entregar de
antemano fuerzas al enemigo, como intentar manejar algo tan rico,
complejo y representativo como el peronismo, con criterios dignos de
un grupo de boyscouts.
El futuro inmediato irá determinando por donde pasa la línea de
corte entre un peronismo domesticado en el cepo de la partidocracia
liberal, un principismo testimonialista sin capacidad de poder y el
potencial revolucionario de un movimiento que más de 70 años de
conspiración oligárquica no han podido aplastar.
Buenos Aires, 4 de febrero de 2016
1 comentario:
Creo que, como resulta obvio, se le está dando más importancia de la que tiene al asunto.
CARRIÓ, hace un par de día, criticó acciones del PRO y, si bien se informó, pasó desapercibido en el fárrago de noticias diarias.
Dentro del peronismo y sus aliados hay distintas visiones: se trata de un MOVIMIENTO, no de un partido.
Y ese MOVIMIENTO es dinámico: tracciona dentro de sí.
Hay que reconocer que grupos del interior tienen su propia idiosincrasia que difiere, y mucho, de la porteña, de la del GBA e incluso de la pampa húmeda.
Sabemos que en el mundo no hay dos personas que piensen igual.
Estas 'fracturas' son dolores de crecimiento de una nueva organización que se está gestando.
Prefiero que esto suceda ahora, al inicio, y no en momentos álgidos.
De estas distintas visiones, de estas fricciones saldrá lo necesario cuando llegue el momento de la construcción definitiva y en ese momento intuyo no solo confluencia de opiniones y acción entre los actuales actuantes sino que vislumbro la suma de más de un miembro del FRENTE RENOVADOR (aclaro que descreo TOTALMENTE de MASSA que la está jugando sólo como alcahuete de MACRI y el sayo de 'líder de la oposición' no le cabe).
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