La verdadera colaboración no es alabar siempre,
sino señalar los errores, hablando un lenguaje claro de realidad, de
verdad y de amistad. El verdadero amigo es el que aconseja, y si es
el enemigo el que habla, es mejor que esté cerca.
Conducción Política, Juan Domingo Perón
El reportaje telefónico a Cristina Fernández de
Kirchner en el principal programa televisivo opositor, conducido por
el periodista Roberto Navarro, obviamente generó una gran
expectativa, ya que por primera vez, desde el 10 de diciembre del año
pasado, la ex presidenta era entrevistada por un medio.
Por las mismas horas se daban a conocer algunas
cifras sobre el crecimiento de la pobreza en el país que hielan la
sangre, habida cuenta del ambicioso objetivo de Pobreza Cero con que
el candidato Mauricio Macri se pavoneó en su campaña electoral.
En el informe brindado por el Centro de Economía
Política Argentina (CEPA) junto al Instituto de Economía Popular
(INDEP) se vio que la pobreza para el Gran Buenos Aires subió, a
partir de fines del año pasado, del 24,4% al 31,42% en marzo (un 7%)
y, luego, al 33,25% (casi un 10%). Esto, según los investigadores
Hernán Letcher y Eva Sacco, significa, sólo en el área
metropolitana, una crecimiento de 1,7 millones de pobres.
Para el instituto Gino Germani, de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, la pobreza en el
Gran Buenos Aires subió del 22% al 35,5% (la indigencia pasó de
5,9% al 7,7%). El porcentaje de pobres pasó de 23,8% al 38,2% en el
conurbano (indigencia del 6,8% al 9%), mientras que subió del 12,6%
al 21,8% en la Capital Federal, con un incremento de la indigencia
del 1,1% al 1,4 por ciento.
Estos guarismos, de medirse en todo el país,
significarían que desde que asumió Mauricio Macri en la Rosada
habrían entre 4,5 y 5 millones nuevos de pobres, según estimó el
investigador del Instituto Gino Germani, Eduardo Chavez Molina.
También la Universidad Católica Argentina (UCA)
estimó que la misma está cercana al 35%, en estos días. Según
esta investigación, entre noviembre y marzo se habían creado 1,4
millones de pobres. El investigador Agustín Salvia, responsable de
esa encuesta, explicó que el tarifazo tuvo un impacto importante en
los deciles de la población con menores ingresos (1).
De manera que las declaraciones de Cristina
Fernández de Kirchner se han dado en un momento de agudización
extrema de las demandas sociales, en el inicio de un duro invierno
anticipado por un frío otoño y en el marco de un desabastecimiento
general de gas, cuyo precio para los usuarios domiciliarios se ha
convertido en cifras que implican hasta la mitad del salario. El
grueso de la clase media asalariada o con ingresos fijos, la clase
trabajadora y los sectores más vulnerables de la sociedad
-desocupados, semiempleados, trabajadores en negro- están sufriendo
día a día una brutal disminución de su capacidad de compra y una
exacción de sus ingresos a favor de los sectores concentrados de la
economía y, sobre todo, del sector financiero. Como lo denuncia la
Declaración de Formosa:
“La derecha pretende imponer
un modelo de Estado mínimo, un gobierno de ricos y gerentes de
grandes multinacionales. Su objetivo es desmantelar el conjunto de
progresos laborales y sociales y los derechos conquistados durante
los últimos años”.
A su vez, los bloques parlamentarios del otrora
Frente para Victoria se han ido desgajando al vaivén de distintos
intereses, legítimos e ilegítimos, justos e injustos, mientras que
la presión del gobierno nacional sobre los requerimientos
presupuestarios de los gobiernos provinciales ha tenido su efecto en
las votaciones del Congreso. Hemos sostenido en otra parte:
“'Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
/ Sus alas de gigante le impiden caminar'.
El peronismo, en el poder, se asemeja, en su
autonomía, en su agilidad de movimientos, en su grandeza, a ese
albatros que cruza los mares del Sur. Pero alejado del poder, “sus
alas de gigante le impiden caminar”. Le cuesta recomponer sus
amplias alas, trastabilla con la inmensidad de su cuerpo y se le hace
difícil volver a remontar el vuelo” (2).
A excepción de esa Declaración de Formosa,
llevada a cabo a instancias del presidente del Congreso del Partido
Justicialista, Gildo Insfrán, no ha habido otras manifestaciones
orgánicas del movimiento que, a través de Néstor y Cristina,
ejerció el poder desde el 2003 hasta el año pasado. El
establecimiento de una clara y definida política opositora dispuesta
a reconquistar el poder del Estado para la realización de sus
grandes banderas no alcanza a manifestarse, mientras desde el
movimiento obrero se realizan permanentes esfuerzos en aras de una
unificación de la CGT bajo un programa y una conducción capaz de
resistir el embate del neoliberalismo financiero. En este último
sentido son alentadoras las palabras del dirigente Horacio Ghillini,
del SADOP, quien en un sustancioso reportaje acaba de manifestar (3):
“Queremos que el programa de la CGT sea en un
con presencia federal, movilizado. Que no tenga ambigüedades con
respecto a este proyecto político. Una cosa es tener respeto
democrático por el gobierno y otra es estar de su lado. Este es un
gobierno contrario a los trabajadores. Queremos confrontar su modelo
económico”.
Los dichos de la ex presidenta dieron lugar a una
gran producción de interpretaciones, elogios y críticas. No podía
ser para menos. Un importante sector de la sociedad ha depositado sus
expectativas y esperanzas en las palabras o los gestos que puedan
venir de la ex presidenta para dar respuestas políticas al gran
desafío que la derrota del año pasado ha impuesto sobre el
peronismo y, en general, sobre todo el movimiento nacional y popular.
Estas líneas no intentan más que sumarse a ese necesario debate.
La entrevista
La primera sorpresa fue que la entrevista se
hiciera por teléfono. Alguien dijo alguna vez, en tono humorístico
y paradojal, que, de haberse inventado la radio después de la
televisión, los oyentes la hubieran elogiado diciendo que era como
la televisión pero mejor, ya que no había necesidad de mirar la
imagen. No soy un especialista en comunicación, pero fue evidente
para el más desprevenido que el recurso típicamente radial de una
comunicación telefónica enfrió la expectativa de la entrevista. En
una época en que, con un teléfono y una aplicación podemos
conversar, con imagen y sonido, con un amigo en Estocolmo, la
decisión de no poner su imagen en vivo no pudo ser sino producto de
una decisión de política comunicacional. Y el resultado fue una
sensación de distancia y lejanía. Si a eso se le agrega el
comentario de la ex presidenta acerca de que recién entraba en su
casa, el efecto de sentido fue el de un encuentro casual, casi
inesperado.
Cristina, a lo largo de la conversación, dejó en
claro, fundamentalmente, que no pretende conducir a la oposición y,
mucho menos, al peronismo. Dejó en manos de la representación
parlamentaria esa función que queda así sin una dirección política
que la vertebre. Reivindicó con justo derecho las políticas de su
gobierno y dejó en clara su opinión sobre la naturaleza
liquidacionista, clasista y antinacional del gobierno del presidente
Macri, aún cuando señaló que deseaba su éxito. Este quizás haya
sido una de sus afirmaciones más desconcertantes dado que el éxito
del gobierno macrista consiste en la implementación, desarrollo y
profundización de esas políticas.
Puso énfasis en dos o tres cosas: por un lado,
una correcta visión alejada de cualquier tipo de vanguardia
iluminada, que es algo muy distinto a una conducción política de un
amplio espacio; puntualizó que son necesarias ideas, más que
hombres, para enfrentar al gobierno; y, por último, su confianza en
lo que llama “empoderamiento” de la gente.
Este concepto, de frecuente aparición en el
discurso de Cristina, ha tenido su origen en la sociología
norteamericana (enpowerment) y encierra un sentido más psicologista
que político y social. Un proceso de empoderamiento reemplazaría
así “un sistema piramidal tradicional por otro más horizontal en
donde la participación de todos y cada uno de los individuos formen
parte activa del control del mismo con el fin de fomentar la riqueza
y el potencial del capital humano lo que se reflejará no sólo en el
individuo sino también en la propia organización” (4).
En los discursos de Cristina el concepto parecería más bien a
apuntar a una cesión de poder, por parte del Estado, en los
ciudadanos y ciudadanas para que tengan la capacidad, la decisión y
el coraje de enfrentar las decisiones injustas o contrarias a sus
intereses. La ausencia de una mediación organizativa, capaz de
luchar por la conquista del poder político del Estado, corre el
riesgo de convertir el empoderamiento en una apelación a los
derechos y garantías de los ciudadanos, propio de todas las
constituciones liberales.
Uno de los momentos en los que más ruido me hizo
el mensaje de la ex presidenta fue su negativa a responder a la
pregunta del periodista acerca del estado de desamparo -creo que usó
esa palabra- en que se encuentra parte de la opinión pública que ha
confiado en su liderazgo. Fue evidente que no quiso contestar a ello
y en su lugar se extendió en un minucioso relato sobre las cañerías
de la calefacción en Santa Cruz, que en el crudo invierno patagónico
quedan congeladas y revientan de no tener el calor necesario. Fue
también, ahí, donde la expresidenta mencionó por única vez un
acuerdo previo y repitió varias veces la expresión inglesa “no
more”.
En suma, Cristina Fernández de Kirchner ha vuelto
a Buenos Aires. La pertinaz persecución judicial a la que la somete
la dictadura judicial y mediática requiere de su paciencia y
capacidad de respuesta. Es evidente y obvio que esta es su primera
preocupación. Pero también quedó evidenciado que no está en sus
objetivos inmediatos encabezar una oposición política amplia y
mayoritaria al gobierno de los CEOs y el imperialismo.
Es obvio que no se esperaba de la expresidenta un
discurso incendiario o un llamado a la rebelión. No hay antecedentes
en la conducta pública de Cristina para pensar algo así. Lo que
quizás se esperaba eran ciertas señales hacia el movimiento
peronista que fue la base de apoyo del presidente Néstor Kirchner y
la llevó al poder en dos oportunidades con el voto mayoritario. Una
gira por provincias, insinuado en las redes y en portales noticiosos,
podría satisfacer esas expectativas. Una reunión con el ex
gobernador de San Juan, José Luis Gioja, y actual presidente del PJ
nacional, una serie de entrevistas que cubra el espinel político del
peronismo en su amplia expresión -gobernadores, intendentes,
senadores y diputados- así como con dirigentes gremiales y de los
sectores que apoyaron a sus gobiernos harían manifiesta la voluntad
de Cristina de acaudillar, en las nuevas condiciones, el gran frente
opositor.
Poseedora hasta hoy de un gran caudal electoral en
cualquiera de los escenarios en que intente presentarse, su aparición
del domingo no dejó traslucir más que la idea de que con sus dos
gobiernos cumplió más que ampliamente con la voluntad popular y las
grandes tareas de la Patria. Algo que la Historia y sus
contemporáneos no dejaremos de agradecer y recordar con emoción.
Algunos amigos me preguntaban si valía la pena
plantear estas cuestiones, habida cuenta que tampoco el peronismo ha
resuelto o está en vías de resolver su problema de conducción.
Otros me decían si no era preferible que la realidad hiciera
evidente estas tendencias aquí señaladas, ya que estas reflexiones
solo generarían respuestas iracundas y apasionadas de fervor. No
tengo resuelto el dilema. Pero mi formación y tradición políticas
me indican que, para citar a Joan Manuel Serrat, “nunca es triste
la verdad, lo que no tiene es remedio”. Hacer frente a una
situación, ayudar a que con el conjunto reflexionemos sobre la real
situación estoy convencido que ayuda a encontrar, entre todos,
respuesta a los desafíos a los que estamos enfrentados.
A todo esto, una patota fascista empastelaba la
redacción del periódico Tiempo Argentino, golpeando a sus
trabajadores, y otra atacó la Parroquia de Nuestra Señora de
Fátima, donde Cristina se había reunido con los curas de la opción
por los pobres.
Y al día siguiente, 4 de julio, el presidente Macri se fotografiaba con una escarapela de los EE.UU.
Y al día siguiente, 4 de julio, el presidente Macri se fotografiaba con una escarapela de los EE.UU.
Hacemos propias, para enfrentar este desafío, las
palabras que cierran la Declaración de Formosa:
“En definitiva, los
argentinos nos encontramos hoy ante la misma encrucijada histórica
que enfrentaron los patriotas de 1816: Patria o colonia. Ante este
dilema, no dudamos que las banderas históricas del peronismo,
enriquecidas con los aportes expresados en este documento y los que
realicen todos los sectores del campo nacional y popular, constituyen
el faro que nos ha de guiar hacia la efectiva emancipación nuestro
pueblo en el Bicentenario de la Independencia”.
4
Blanchard, K., Carlos, J. & Randolph, A. (1997). Empowerment: 3
Claves para lograr que el proceso de facultar a los empleados
funcione en su empresa.
Bogotá: Norma S.A.
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