4 de noviembre de 2018

¿Qué pasará con la Argentina después de la reunión del G20?


El viernes pasado -2 de noviembre, Día de los Muertos-, después de algunas entrevistas personales y conversaciones telefónicas, escribí en las redes algunos posteos que, si bien escuetos y bastante poco explícitos, traducían el clima que mis amigos y conocidos de ambientes políticos y empresariales reflejaban.
El primero, en Facebook, afirmaba: En realidad, este gobierno está nada más que para garantizar la reunión del G20. Una vez realizada, que Dios te ayude”.
El segundo, en Twitter, decía:

Con esa información había comenzado una de las conversaciones. El detonante de este estado de ánimo era el papelón cometido por el presidente de la República con su inconsulta y fracasada propuesta, hecha conocer por las redes sociales, de que la final de la Copa Libertadores, en el estadio Monumental de River Plate, se jugase con público del equipo visitante. El primero en reacciónar con estupefacción y profundo desagrado fue, obviamente, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. La eventualidad de hacerse cargo de un enfrentamiento entre barras bravas, con consecuencias impredecibles, ante la impotencia de su Policía Metropolitana, fue un golpe demasiado fuerte. No había sido consultado, ni siquiera avisado de antemano, y el presidente de la Nación, de su propio partido, le entregaba un presente griego en las vísperas de la reunión del G20. Una llamada telefónica a los dirigentes de los clubes puso fin, unas horas después, al ex abrupto de Mauricio Macri. Eran las autoridades de los clubes involucrados quienes se encargaban de hacer evidente el dislate, salvando así el pellejo del Jefe de Gobierno porteño, al evitar una discusión pública con su presidente. Pero lo que no se pudo evitar fue la conclusión política a la que se llegó: la autoridad presidencial ya no regía en la Ciudad Autónoma, un distrito en el que la alianza Cambiemos ganó hace menos de un año por el 50% de los votos.
A eso se le suma el distanciamiento notorio que ha establecido la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, con el gobierno nacional, como consecuencia del gigantesco peso que el ajuste decretado por el FMI hace recaer sobre su distrito. Al parecer -y una visita a Roma estaría atrás de esta decisión- la gobernadora, con la ayuda de su Jefe de Gabinete Federico Salvai y su esposa, la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, solo se dedica a intentar paliar los efectos del desastre económico en los sectores social y económicamente más vulnerables de su distrito. Y nada más. Ninguna orden o sugerencia emanada de Olivos o del Palacio de Hacienda de la Nación preocupa a la vecina de la Base Aérea de Morón. Decidida a no ser arrollada por la tempestad que amenaza ese gigantesco páramo en que se ha convertido el conurbano porteño, la ayuda social es su única preocupación.
Sin respuesta en la Ciudad de Buenos Aires, ni en la Provincia de Buenos Aires, la situción del presidente de la República permite preguntarse en qué parte del país gobierna verdaderamente Mauricio Macri.
El tema, casi excluyente, de esas conversaciones del Día de los Muertos, era algo que también publiqué en otro tweet:

Las sociedades, conciente o inconcientemente, no se suicidan, se resisten a desaparecer. No son un pequeño islote en el medio del océano al que un maremoto devora en una oleada voraz e instantánea. Pero la economía, el motor de toda sociedad humana, en nuestro país ha dejado de funcionar. El diario Página 12, en su sección Cash, publica, este domingo 4 de noviembre, un iluminado artículo del periodista económico Claudio Scaletta. Allí podemos leer:
Según muestran los indicadores privados y los encuestadores, la confianza de los consumidores se encuentra en sus mínimos históricos y la paciencia social declina rápidamente junto con la imagen del gobierno. En la segunda mitad del año, la economía pasó del freno a, directamente, una etapa de destrucción de riqueza. Mientras cae el Producto y se deteriora aceleradamente el empleo, con una desocupación que ya llega a los dos dígitos, con cierres de empresas y despidos cotidianos, las verdaderas fuentes de la inflación permanecen intactas.
Es decir, la economía argentina ha dejado de funcionar. Y de esto han tomado conciencia tanto importantes sectores empresariales, que confiaban hasta no hace poco en el gobierno que habían votado, como economistas de formación liberal que descubren que la impericia, la improvisación, la ignorancia y la ausencia total de reflexión patriótica está tirando por el desagüe al agua y y al chico que se pretendía bañar.
Es en este punto donde se rompen todas las fronteras políticas e ideológicas. En el seno del Partido Justicialista funciona, desde hace varios meses, una Mesa Económica del Justicialismo. En ella se reúnen semanalmente técnicos y políticos vinculados a la economía y que expresan todas las distintas opiniones que conviven en el amplio espacio peronista. Desde Roberto Feletti hasta Guillermo Nielsen, pasando por Guillermo Moreno -que funciona como responsable de la Mesa- cada uno de sus integrantes, a su vez, conversa con distintos sectores políticos no peronistas y con especialistas económicos definidos como liberales y vinculados al mundo de las grandes empresas. Y en esos corrillos y mesas de discusión ya comienzan a pensarse alternativas. Esto es lo que expresa Scaletta, en su artículo ya citado:
Mientras tanto el dato nuevo es que se abre un frente inesperado por el oficialismo: la perplejidad al interior de las clases dominantes. Los empresarios advierten que sólo le va bien a un núcleo muy pequeño: el sector financiero, unas pocas exportadoras y las energéticas amigas del gobierno (o propiedad a través de terceros). En el resto de la economía reina la paz de los cementerios. El modelo fracasó rotundamente”.
Con una desconfianza profunda por parte del FMI -el que se quema con leche, cuando ve una vaca llora-, con unas finanzas públicas atadas al suicidio financiero de las Leliq, cuya deuda pasó de 432 mil millones en octubre a 584 mil millones de pesos a principios de este mes, aumentando en un 35%, con una parálisis total de la economía real y un muy poco comprometido apoyo internacional, el gobierno da la impresión de existir solo para garantizar la realización de la reunión del G20. Lo que ocurra después que se retiren los visitantes presidenciales es objeto de intensa preocupación.
La idea de un gobierno de muy amplia coalición, involucrando a todos los sectores políticos y económicos, excluídos los representantes más conspicuos del actual régimen -financiero, exportador y energético- comienza a ser pronunciada en círculos que, hasta no hace mucho, celebraban con globos amarillos. Incluso, los más osados elucubran la posibilidad de usar al juez Bonadío para que haga con Mauricio Macri lo que no ha podido hacer con Cristina Fernández de Kirchner. Las denuncias, ratificadas en sede judicial, de Hugo Alconada Mon sobre los pedidos de dinero en negro del actual presidente a las más grandes empresas del país para solventar su campaña electoral, dan base a estos, por ahora, devaneos primaverales.
Buenos Aires, 4 de noviembre de 2018

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