Hacia un nuevo movimiento estudiantil con las banderas de Néstor y Cristina
Una agrupación estudiantil llamada Arturo Jauretche acaba de ganar las elecciones del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires. La noticia, que pasó desapercibida para los monopolios informativos, tiene una importante trascendencia: es la primera manifestación política de la masiva presencia juvenil en las exequias de Néstor Kirchner.La juventud es, como se sabe, un estadio pasajero, algo que pasa con los años. Pero su manifestación en las clases sociales es muy distinta. El acceso al trabajo asalariado y en blanco de parte de nuevas generaciones obreras provoca, a la larga o a la corta, una renovación de las dirigencias sindicales y la aparición de lo que en la Argentina se ha dado en llamar “juventud sindical”. Este fenómeno se ha hecho evidente en el movimiento obrero organizado. Gremios como la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), que durante el período neoliberal desindustrializador vio disminuida la cantidad de afiliados, ha visto resurgir una nueva dirección como resultado del crecimiento producido en el sector a partir del 2003. La movilización popular del 24 de marzo pasado contó con la presencia masiva de una Juventud Sindical de la CGT.
En la clase media no asalariada la adhesión a políticas nacionales y populares no tiene un inmediato correlato, tal como ocurre con la clase trabajadora. En general, la caja de resonancia de los cambios político-culturales de la clase media ha sido el movimiento estudiantil, tanto en su versión universitaria como secundaria.
La lucha política por los centros de estudiantes y las Federaciones Universitarias regionales y la FUA ha sido el campo de batalla de las grandes luchas políticas de las juventudes de clase media. Homero Manzi, en su poema a la vieja Facultad de Derecho de la avenida Las Heras, escrito a los diecinueve años, menciona ese movimiento estudiantil que intenta conjugar cierta universalidad conceptual con la realidad americana y argentina de entonces.
Corazón que practica
la leyenda hipocrática de dormir a la izquierda,
hecho con las estrías de cien muchachos locos
que sueñan con la paz
y que hacen la simbiosis
—pampeanamente rara—
de Yrigoyen y Marx.
Por otra parte, fue en el campo estudiantil donde el movimiento nacional y popular argentino -tanto el radicalismo en vida de Yrigoyen, como el peronismo- más dificultades tuvo para influir política e ideológicamente. Distintas corrientes del socialismo y del comunismo cipayos se encargaron de convertir las banderas de la Reforma del 18 en instrumento contra los gobiernos que expresaban la voluntad popular.
Y en 1945 esas mismas corrientes, más un radicalismo ya alvearizado, lograron que los organismos de masas del movimiento estudiantil -los Centros de Estudiantes, las Federaciones Universitarias y la FUA- fuesen instrumento de la conspiración oligárquica antiperonista.
A partir de la década del '60 se produjo un proceso político cultural al que la Izquierda Nacional llamó de “nacionalización de las clases medias”. Los hijos o los hermanos menores de aquellos estudiantes gorilas de 1955 se acercaban al peronismo y, sobre todo, a la experiencia del movimiento sindical peronista. Ese notable fenómeno, que caracterizó las grandes victorias populares a partir del Cordobazo, puso punto final a la llamada Revolución Argentina y contribuyó, junto con la lucha de millones de trabajadores peronistas, al regreso de Perón y a los triunfos populares del año 1973.
En 1970, una alianza integrada por la Agrupación Universitaria Nacional (AUN) -expresión estudiantil de la Izquierda Nacional- y la llamada Franja Morada Nacional -un agrupamiento de sectores reformistas socialistas y anarquistas- triunfó en el Congreso de la FUA en Córdoba. La declaración política de ese Congreso reivindica, por primera vez en la FUA, la fecha del 17 de Octubre de 1945 como un jalón decisivo en la lucha por la liberación argentina.
El notable despertar político de amplios sectores juveniles de clase media que han visto en los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández la representación de sus intereses, postergados por años de neoliberalismo, tiene que convertirse en triunfos políticos que ratifiquen esta voluntad de lucha explicitada en los últimos meses.
Esa explosión juvenil debe consolidarse en un gran movimiento estudiantil -secundario y universitario- que en todo el país despliegue el discurso democrático, popular, nacional, modernizador y latinoamericano de la presidenta Cristina. Ese movimiento debe tener como objetivo principal reconquistar para la causa nacional y popular los centros de estudios, las Federaciones Universitarias y, sobre todo, las Universidades nacionales, en especial la de Buenos Aires.
Si todos las agrupaciones de simpatía kirchnerista que militan en las universidades llegan a los necesarios e inevitables acuerdos políticos, el movimiento estudiantil debe ser un apoyo autónomo y amplio al programa presidencial. No es posible que la FUBA y la FUA estén en manos cipayas, de ultraizquierda o liberales. No es posible que la Universidad de Buenos Aires siga siendo un enclave aislado del proceso general que vive la Nación, sobre todo cuando estamos en presencia del gobierno que más presupuesto ha dado a las universidades y a la investigación científico-tecnológica en los últimos cincuenta años.
Esa juventud dolorida y esperanzada que llenó las calles de Buenos Aires despidiendo a Néstor Kirchner, debe convertirse en una fuerza política capaz de llevar adelante una nueva Reforma Universitaria, que vuelva a poner a la Universidad al servicio de los intereses nacionales y populares. En suma, llamamos a un movimiento estudiantil que con el programa de Cristina y Néstor, con el programa de los trabajadores argentinos, revierta la hegemonía cipaya en el movimiento estudiantil. Ni más ni menos que lo que han hecho las chicas y chicos del Nacional Buenos Aires.
Si ello se logra, dotaremos al nuevo proyecto nacional de la fuerza y el conocimiento capaz de proyectarlo y garantizarlo en el tiempo.
Buenos Aires, 26 de noviembre de 2010