Ha pasado una semana desde el día en que un avión blanco, llevando el brillante ataúd de Néstor Kirchner, se perdía dentro de un cielo de nubes hospitalarias.
Nuestros adversarios tienen una gran debilidad, que debemos conocer para aprovecharla. Se creen sus propias mentiras. Sufren de ese defecto que caracteriza a mitómanos y estafadores: el convencerse de que lo que acaban de inventar, por compulsión o interés, es realidad, forma parte del mundo objetivo. Así fue como no sabían explicar, sino conspirativamente, los centenares de miles de argentinos que despidieron a Néstor Kirchner. Habían creído de verdad que el kirchnerismo carecía de apoyo popular, que languidecía en el poder, esperando que Cobos, Macri o Duhalde se encargaran de desalojarlo en las próximas elecciones.
Desorientados por sus propias mentiras, elucubraron que la presidenta Cristina quedaba debilitada con la pérdida no sólo de su compañero de toda la vida, sino del titiritero que, imaginaban, era la única razón de su poder. Embriagados en la melopea de sus divagaciones no percibieron que el primer y determinante signo de la autoridad y capacidad para ejercerla que manifestó Cristina fue la decisión de velar a su esposo en la Casa Rosada, en su ámbito, en lugar de hacerlo en un Palacio del Congreso deshonrado por la presencia ilegítima de un mediocre Iscariote. No iba a ser Cristina quien entregara el cuerpo de Néstor a la infamia de la deslealtad. Tampoco vieron ni comprendieron, sino en versión paranoide, la decisión de presentarlo a su pueblo con el cajón cerrado. Ni Magnetto, ni Vigil, ni Mitre, ni Fontevecchia tendrían una portada con la foto del luchador caído. Y el pueblo, por el que Kirchner había luchado, tendría el recuerdo de su rostro sonriente abrazado a su esposa.
Esas dos decisiones dejaron claro que Cristina gobernaba y decidía, que elegía el terreno y el momento. Luego, en el momento de retirar los restos de Kirchner para transportarlos a su tierra natal, la Presidente, ya no Cristina, la compañera, dio dos órdenes más. Cuando la fanfarria de Granaderos comenzaba la Marcha Fúnebre, que según el protocolo y la costumbre acompaña la póstuma procesión, Cristina dio la orden de que comenzaran con la Marcha de San Lorenzo, que inmediatamente comenzó a ser coreada por la multitud. Sería una popular marcha guerrera, la que recuerda el bautismo de fuego de nuestros legendarios Granaderos a Caballo, la que acompañaría al gran hombre, al peleador por la dignidad de nuestro pueblo y la recuperación de nuestros atributos de soberanía.
Por eso pudieron entretenerse en las tonterías acerca de si modificaría o no el rumbo, morigeraría o no la agresividad y zarandajas similares con las que se engañan a sí mismos.
Y el martes, después del emocionado y personal agradecimiento que Cristina, la compañera, le ofreciera al pueblo argentino que la acompañó en su dolor porque era dolor propio, Cristina, la presidenta, comenzó su discurso en la planta de Renault con un homenaje a los obreros y estudiantes que pusieron fin a la dictadura de Onganía e iniciaron el retorno de Perón, el 29 de mayo de 1969 en el Cordobazo. Y se permitió corregir, con delicadeza y un toque de ironía, al gobernador Schiaretti, desplegando un extraordinario discurso en el que expuso el rumbo que tendrá su trabajo como presidenta de los argentinos.
Lo bueno que tienen, como he dicho, es que se creen sus propias mentiras.
Ignoran entonces la voluntad, la firmeza, la claridad política y la solvencia intelectual de Cristina. Todas esas virtudes ya han comenzado a desplegarse. Y los mentirosos a inventar nuevas mentiras que les permita seguirse engañando.
Dios ciega a quien quiere perder.
Buenos Aires, 7 de noviembre de 2010.
3 comentarios:
Querido Julio, he leído esta exquisita nota y la quise publicar en mi facebook, con el permiso de nuestra amistad y por haberlo recibido en mi mail, como gratamente recibo todas tus notas.-
Un abrazo Grande
Hernán Javier Ojeda
"Dios ciega a quien quiere perder"!
Excelente Julio y es indudable que quieren perder.
Quieren perder por propio instinto de supervivencia,ya que no quieren morir.
Quieren y necesitan perder,porque la incapacidad ante ésta gestión los sepultaría para siempre y se saben inferiores.
Por eso Dios los ciega.Porque ha oído sus plegarias.
Un abrazo.
Son muchos los Iscariotes querido Cumpa.
Hay que apoya a muerte a la Compañera Cristina para borrar de la faz de la tierra a toda esta lacra de traidorzuelos de cuarta.
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