Las Malvinas vuelven a salir de su manto de neblina
El último cadaver que la vuelta al régimen constitucional había dejado escondido en el ropero -como en esas viejas películas de suspenso- ha reaparecido con su presencia ominosa. Malvinas, la ocupación colonialista de nuestro territorio por parte del Reino Unido, su recuperación en 1982 y la guerra contra nuestros soldados lanzada criminalmente por el usurpador, con la complicidad de los Ee.UU. se han hecho presentes a poco de iniciarse el año en que los argentinos recordamos el 30° aniversario de aquel glorioso 2 de Abril. Para ayudar a la gran batalla política, diplomática y cultural en la que están involucrados el conjunto de los países latinoamericanos contra la usurpación británica, publico aquí el último capítulo del libro "Historia de la Nación Latinoamericana" de Jorge Abelardo Ramos, en su última edición, donde el autor despliega con su reconocido dominio el significado profundo -histórico, político y cultural- de la Guerra de Malvinas.
JFB
Impacto del Exocet argentino en la fragata misilística HM Sheffield, 4 de mayo de 1982. La fragata terminó hundida unos días después.
CAPÍTULO XVII
DE BOLÍVAR A LAS MALVINAS
La guerra de las Malvinas replanteó con el lenguaje de las armas, última ratio de la historia, la exigencia de consumar la unidad política económica y militar de la Patria Grande. Debemos concluir de una vez con la intolerable ironía de que la América Criolla sea una Nación en todos los aspectos, menos en aquéllos que resultan decisivos para defender su dignidad, el nivel de vida de sus hijos y su gravitación cultural en el mundo.
1. Bolívar y el movimiento de las nacionalidades en el Siglo XIX.
Ni Bolívar ni San Martín combatieron pura y simplemente por la independencia de las colonias españolas en América. Por el contrario, ambos capitanes se esforzaron por todos los medios en mantener unidas las provincias americanas del Imperio a su centro metropolitano español. Tal es el significado de las conversaciones de San Martín con el Virrey La Serna en Pinchauca. En Colombia, Bolívar meditaba lo mismo que San Martín. De allí nació su proyecto de una Confederación entre América y España. Sería un Imperio “compuesto de Repúblicas perfectamente independientes, reunidas para su felicidad bajo el dominio de una Monarquía constitucional”.
Pero las Cortes liberales de 1820, que ni siquiera querían admitir la igualdad de las provincias americanas con las de España, rechazaron el proyecto. Eran la expresión de la raquítica burguesía española, incapaz de realizar su revolución democrática y que capitula una y otra vez ante el absolutismo.
La independencia fue irremediable y, a la vez, trágica. Pues la independencia de España nos costó la “fragmentación” en 20 repúblicas impotentes y la subordinación a los nacientes imperios anglosajones. ¿Cuál era, en consecuencia, la esencia del pensamiento político de Bolívar? Crear una Nación americana. Si era posible, proteger su crecimiento y fortalecer su débil estructura bajo el manto protector del viejo Imperio Español, con la garantía del carácter constitucional de su centro monárquico.
La explicación es muy simple. Tanto Bolívar como San Martín, O'Higgins, Alvear y muchos otros soldados de las guerras contra España habían sido oficiales del Rey en la metrópoli. Eran hijos de una época dominada por dos grandes temas: la revolución francesa, con sus Derechos del Hombre y del Ciudadano y las campañas napoleónicas, que contribuyeron a la constitución de nuevos Estados Nacionales. El Siglo XIX ha sido llamado, justamente, el siglo del movimiento de las nacionalidades. Pero la formación de los Estados Nacionales unificados en Europa, que serían formidables palancas para su progreso, encontró insuperables obstáculos en la América Criolla. No sólo se oponen a la unidad nacional de América Latina las potencias anglosajonas, cuya divisa, tomada de los romanos, sería divide et impera, sino que las oligarquías portuarias y los grandes hacendados fortalecidos después de las guerras contra España, habrían de confiscar el poder. Las clases dominantes criollas se aliaron al poder imperialista extranjero. Despojaron al pueblo de América Latina de dos valores esenciales: a) la democracia política y económica, y b) el acceso a la civilización moderna, sólo posible por la unidad de la América Criolla en una poderosa Confederación. Tal sería un resumen posible de la historia de América Latina.
2. Oligarquía e imitación.
El triunfo del parasitismo oligárquico, que requiere para continuar en el poder la fragmentación de la Nación Latinoamericana, se revela esencial al dominio imperialista, lo mismo que la formación de un sistema de partidos políticos domados, una “inteligencia” colonizada y un aparato cultural que, en el caso de la Argentina, adquiere una fuerza semejante al de un ejército de ocupación. Tales apoyos del poder imperial, que hablan generalmente nuestro mismo idioma, constituyen una pieza clave de la aludida dominación extranjera. El Gobernador Roberts decía en 1842, en la India conquistada por Gran Bretaña, palabras de una claridad penetrante: “Es una terrible experiencia gobernar sin la ayuda de intermediarios de extracción nativa”.
La división de América Latina desencadenó un proceso contradictorio: los centros mundiales de poder se enriquecían mientras las nuevas Repúblicas se empobrecían. El imperialismo saquea América Latina y realiza su acumulación, es decir, la realiza a costa de nuestra impotencia y atraso. Las clases nativas mencionadas se forman culturalmente en la veneración de las instituciones europeas, sus modas, sus libros, sus ideas y Constituciones, sus vinos y trajes, mujeres y vicios. Toda una literatura a principios de siglo va a dar testimonio deplorable de la anglomanía o francomanía lugareñas. Cada país latinoamericano se incomunica entre sí y estrecha sus lazos con un poder imperial. Las provincias se llaman ahora naciones, pero en realidad son semicolonias apenas disfrazadas por los símbolos externos de un país soberano: escudos, banderas, monedas, Constituciones, Códigos Civiles, instituciones parlamentarias, aduanas cerradas para sus vecinos y abiertas para los imperios, etc. Todo se vuelve estéril o imitativo. Las burguesías comerciales se reparten, junto al capital extranjero depredador, la riqueza nacional. Una parte de la inteligencia literaria, profesional o técnica de la América Latina no cesa de imitar o de adorar cuanto producto proviene de Europa, cuando no va a Europa a arrodillarse ante él. Como el orangután que imaginaba Blanco Fombona y que al imitar a su amo mientras se afeitaba, terminó por degollarse con su navaja, ante el espejo.
Así esa inteligencia en la Argentina, en las palabras de Borges, expresará: “soy un europeo en el destierro”.
La escritora oligárquica Silvina Bullrich escribiría: “Mi hogar está en París y mi oficina en Buenos Aires”. Julio Cortázar afirma que se fue de la Argentina hace 30 años porque “los altoparlantes con los bombos peronistas le impedían escuchar los Cuartetos de Bela Bartok” y que “prefería ser nada en la ciudad que lo es todo a ser todo en la ciudad que no es nada”.
Que unos sean de derecha o de izquierda, poco importaba en la factoría pampeana hechizada por la Inglaterra victoriana. Estos intelectuales y partidos “demoliberales”, hace 40 años apoyaban jubilosamente a las democracias coloniales en guerra con las potencias europeas totalitarias. Son los mismos que hoy consideran la guerra de las Malvinas como una aventura irresponsable. En 1941 pugnaban por el ingreso de la Argentina a la guerra imperialista a fin de defender a Inglaterra. Ahora rechazan la guerra argentina contra Inglaterra. El orangután sigue frente al espejo.
Muchas colonias terminan por independizarse políticamente de las metrópolis y adquieren la ficción de un “status” jurídico de soberanía formal. Entonces, el imperialismo mundial, en particular en los últimos veinte años, enlaza a las antiguas colonias con las cadenas del endeudamiento financiero y vuelve a someterlas mediante el poder extorsivo de la deuda externa. Es interesante a este respecto citar nuevamente al patriota Nehru, que escribió las siguientes reflexiones, detenido en una prisión de su propio país, la India, por orden del “gran demócrata” Churchill, mientras Inglaterra luchaba por la “democracia” mundial en 1944: “Para los ingleses la India era una finca muy vasta que pertenecía a la Compañía de las Indias Orientales y el propietario era el representante mejor y más natural de su finca y de sus arrendatarios. Ese criterio se mantuvo incluso después de que la Compañía de las Indias entregara su finca de la India a la Corona Británica, con una muy lucida compensación a costa nuestra. Así comenzó la deuda pública de nuestro país. Era el precio de compra de la India pagado por la India”.
Así fue como en 1902, Venezuela fue amenazada en sus costas por una flota inglesa y otra alemana, enviadas por los acreedores europeos. Fue en esa ocasión que el General Roca, Presidente de la Argentina, por medio de su canciller, formuló la Doctrina Drago, que condenaba en América el cobro compulsivo de la deuda externa. Era un fugaz relámpago del pensamiento bolivariano, sometido a prolongados eclipses. El Atlántico Sur ahora lo convoca con inmensa fuerza en los días que corren.
3. Breve historia de piratas.
En 1806 desembarcaron en las proximidades de Buenos Aires 7.000 soldados Británicos. Venían al mando del General Beresford. Ocuparon a una Buenos Aires aldeana con toda facilidad. Beresford se instaló en el Fuerte (actual Casa de Gobierno en la Plaza de Mayo) y comenzó a estrechar lazos con algunas familias de la “gente decente”. Pero los gauchos de los alrededores se organizaron en milicias y con algunos regimientos españoles y criollos, empezaron a luchar. Las mujeres, desde los techos bajos de las casas cercanas al Fuerte, arrojaban sobre los ingleses aceite hirviendo y grandes piedras. Se luchó casa por casa y los criollos vencieron a los soldados del Rey inglés. Beresford fue tomado prisionero pero logró huir, ayudado por Saturnino Rodríguez Peña. Este porteño anglófilo fue pensionado de por vida en el Brasil por el gobierno de Su Majestad. A pesar del tiempo transcurrido, todavía Beresford cuenta en la Argentina con abnegados amigos. Al año siguiente, el Imperio Británico persistió en el intento. En 1807 aparecieron 110 velas en el Río de La Plata. Desembarcaron esta vez 12.000 hombres al mando del General Whitelocke. Derrotados por los criollos, fueron capturados y reexpedidos a Inglaterra.
La tercera invasión inglesa obtuvo mejor éxito. En 1833 desembarcaron en las Islas Malvinas y se quedaron 150 años. Para imponer su presencia comercial en los ríos interiores argentinos, una flota anglo-francesa se abrió camino en el Paraná en 1845. Escasas fuerzas argentinas, al mando del General Lucio Mansilla, tendieron una cadena, a falta de naves nacionales, en la famosa batalla de la Vuelta de Obligado. En 1877 una cañonera británica pretendió intimidar al gobierno argentino para favorecer una maniobra financiera poco clara de un gerente inglés en un Banco de la ciudad de Rosario. Finalmente, en 1982, la flota de la Reina, cargada de oficiales coloniales y de gurkas degolladores, con un refinado armamento electrónico, reocupó las Islas Malvinas, y estableció una base con armamento nuclear en el suelo de América Latina.
4. Antes de Galtieri.
Un año antes de la reconquista de las Malvinas se hizo perceptible que los ingleses, al cabo de 150 años de intercambio de notas diplomáticas, se disponían a mover otra pieza en su tablero estratégico. Por un lado habían resuelto deshacerse de su flota, reliquia de mejores tiempos imperiales. Por otro, aspiraban a contar con las Islas Malvinas a un bajo costo y a la luz de las exigencias de su posición actual en el mundo. Esto último debe entenderse en el sentido de proceder sin dificultades a la explotación del petróleo del área malvinense que los geólogos consideran de una capacidad mayor que la de Arabia Saudita y a la industrialización del Krill, pequeño crustáceo de alto poder proteico, que es una de las mayores reservas mundiales en materia de alimentación. Finalmente, reforzar la importancia inglesa en la OTAN, mediante el control militar del Estrecho de Drake y sus aspiraciones a la Antártida. Pero Inglaterra no deseaba negociar con la Argentina. Advirtió, mediante el M16 (Servicio de Inteligencia Británico) en Buenos Aires, que la Argentina no aceptaría el cumplimiento de los 150 años de la ocupación inglesa en las islas sin una modificación sustancial de dicha situación. Desde 1965, en los Estados Mayores de las Fuerzas Armadas se venían realizando anualmente ejercicios y planes alternativos para la ocupación de nuestro Archipiélago. Sólo faltaba la decisión política. A partir del año mencionado, siempre hubo planes militares para la acción inmediata.
Los ingleses elaboraron un proyecto maestro a bajo costo, truncado el 2 de abril de 1982 por la ocupación militar de las Malvinas. Ese plan consistía en “descolonizar” las Malvinas. Se trataba de fundar de la noche a la mañana un nuevo “Estado Soberano”, el de las “Falkland Islands”, con un Primer Ministro (quizás el mismo “barman” del único “pub” de Port Stanley), pedir a las grandes potencias un intercambio de cónsules y solicitar su admisión a las Naciones Unidas y a la OEA. El reconocimiento diplomático de Gran Bretaña, Estados Unidos y demás socios de la OTAN europea sería inmediato. No menos fulminante sería el tratado que el flamante Primer Ministro malvinés firmaría con Estados Unidos, otorgándole un contrato de arriendo por 99 años para la construcción de una base aeronaval, que sería luego puesta a disposición de los socios de la OTAN. La intriga no sólo encajaba dentro de la tradición de Lord Ponsonby sino también en el plan de austeridad fiscal impuesto por el gobierno conservador de la señora Thatcher.
Nada podía ser más oportuno que llevar a cabo la operación diplomática en el feliz año de 1982, en que al fin un verdadero Presidente militar pro-occidental se había hecho cargo del gobierno en la Argentina.
5. ¿Por qué se plantea hoy la unidad de América Latina?
La unidad del Estado se forma en Europa como resultado del desarrollo del capitalismo. Al trocarse en potencias imperialistas, impiden a su vez a otras regiones del planeta históricamente rezagadas que ingresen al camino del capitalismo y se constituyan en Estados Nacionales unificados. Tal es el caso del Medio Oriente árabe o de los Estados de la América Criolla. El imperialismo se opone al crecimiento del capitalismo en las colonias. Gracias al resorte propulsor e involuntario de las grandes crisis mundiales (1914, 1939, el crack de 1929) aparecen en los países coloniales o semicoloniales formas embrionarias de capitalismo industrial. Grupos de burguesías locales se vinculan al mercado interno. Por su parte, el gran capital imperialista, estrechamente vinculado a las oligarquías agrarias, mineras o financieras, se opone al desenvolvimiento de estas nuevas burguesías, empleando todos los medios, sean políticos, económicos o militares.
Esta lucha de clases se da con frecuencia, pero no se trata de la lucha de clases habitualmente conocida como el duelo entre la burguesía y el proletariado según el modelo europeo, sino de una lucha menos mencionada en los libros y más vista en la realidad, que es la lucha entre la clase oligárquica y la nueva burguesía. En este sentido, podría decirse que la dictadura militar en la Argentina, guiada por la pandilla de Martínez de Hoz, ha luchado con tal éxito contra la burguesía nacional, que ha terminado por destruirla. Pero esto no podría significar en modo alguno que Martínez de Hoz ha llegado al socialismo, sino, por el contrario, que la oligarquía ha logrado dejar sin trabajo a dos millones de obreros y obligado a los industriales a transformarse en importadores, financieros, estafadores, o, en otros casos, a emigrar. A diferencia de todos los países de Europa o Estados Unidos, donde la norma es el triunfo económico y político de la burguesía urbana sobre sus antiguos adversarios de la nobleza agraria, en América Latina la burguesía industrial es minoritaria en todas partes y rara vez está en condiciones de ocupar el poder, sino mediante caminos indirectos como en el caso del Ejército y del peronismo entre 1945 y 1955, en la Argentina.
Resulta evidente, ante todo lo dicho, que la unidad de América Latina no se plantea hoy como exigencia del desarrollo de las fuerzas productivas en busca del grandioso mercado interno de las 20 Repúblicas, sino justamente por la razón opuesta. A fin de lanzarnos resueltamente por el camino de la civilización, la ciencia y la cultura, exactamente para desenvolver el potencial económico de nuestros pueblos sea por la vía capitalista, por medio del capitalismo de Estado, por la ruta de un socialismo criollo o por una combinación de todas las opciones mencionadas, América Latina necesita unirse para no degradarse. No es el progreso del capitalismo, como lo fue en Europa o Estados Unidos el que exige hoy la unidad de nuestros Estados, sino la crisis profunda y el agotamiento de la condición semicolonial que padecemos.
La guerra de las Malvinas, en el cuadro de esta lenta decadencia, ha irrumpido y vuelto a plantear todo de nuevo y aquella figura retorizada, abrumada en el bronce, venerada en la rutina escolar inmovilizada y divinizada, es decir Simón Bolívar, ha cobrado vida en el Atlántico Sur. Vuelve a montar a caballo. Toda la América Latina ha recobrado la memoria histórica perdida. Ahora se entiende al fin el significado de voces olvidadas y precursoras: Torres Caicedo, Manuel Ugarte, José Vasconcelos, Haya de La Torre. Y se podrá comprender que ni el nacionalismo, ni la democracia, ni el socialismo poseen el menor significado en América Latina, si no se reencarnan en un programa general de Revolución Nacional Unificadora de La Patria Grande. La guerra de Malvinas, con el fulgor del relámpago, enseñó a los latinoamericanos que realmente tienen una patria común.
6. Nacionalismo de los países opresores. Nacionalismo de los países oprimidos.
La guerra de las Malvinas permite reformular problemas de una gran importancia, frecuentemente oscurecidos por una fraseología que gira alrededor de un “democratismo” puramente verbal. La asimilación de un país imperialista u opresor con el nacionalismo de un país oprimido o semicolonial es un concepto típicamente europeo. De ese modo, no faltaron “demócratas” y aun “marxistas” que identificaron el nacionalismo de Hitler con el nacionalismo de Perón, o el nacionalismo de Gandhi con el de Mussolini. Aunque se trata de una trivialidad teórica (que se degrada hasta trocarse en impostura política), será preciso referirse a ella pues los poderosos intereses que regulan en América Latina el poder real, han introducido tales falacias hasta en el olimpo del ámbito académico. La guerra de las Malvinas reabrió el debate. Algunos sectores, en la propia Argentina y, naturalmente en Europa, legitiman la agresión de la flota inglesa en el Sur. Al fin y al cabo era una lucha entre la democracia británica contra la dictadura militar del general Galtieri.
El nacionalismo de Hitler expresaba la suprema forma del terrorismo del capital financiero en busca de una redistribución colonial en un mundo oprimido por las potencias rivales. La democracia inglesa, belga o francesa, por el contrarió, eran “pacifistas”. Gozaban de la explotación colonial de continentes enteros. Su servicial doctrina reposaba en el “statu-quo”. Una guerra sólo podía poner en peligro el botín conquistado. Así Inglaterra resulta hoy pacifista en relación con la Argentina. Hasta hay en Buenos Aires “pacifistas anglofilos”. Desean poner fin a la disputa en nombre de una paz imperial.
El nacionalismo de Perón o de Velazco Alvarado, a diferencia del nacionalismo japonés, nazi o fascista, encarnó la resistencia de los pueblos débiles contra un imperialismo explotador oculto tras la “máscara democrática” de las potencias de occidente o de Oriente.
Justamente el caso de la oposición entre democracia formal y democracia real adquiere en Bolívar un profundo significado. Para abrir el camino a una sociedad civilizada unida y soberana, Bolívar concibe el Proyecto de una Presidencia vitalicia. Belgrano y San Martín, en el Sur, meditaban un proyecto parecido, el de establecer una Monarquía, instalando en el trono a un descendiente de los Incas. El sol de la Bandera creada por Belgrano y que es hoy la bandera argentina de guerra, es símbolo inca. Los Libertadores perseguían el objetivo central de encontrar un foco centralizador del poder que evitase las tendencias centrífugas generadas por el atraso, las grandes distancias y las intrigas diplomáticas anglosajonas. Como América Latina, tras la larga dominación española, carecía del desarrollo capitalista, con una burguesía urbana y una monarquía absoluta, factores esenciales para generar la unidad del Estado, Bolívar había meditado una forma especial de centralización del poder que preparase en un largo trecho histórico el tránsito hacia una democracia representativa. Por tal razón, así como San Martín fue acusado de “monárquico” por los tenderos del puerto de Buenos Aires interesados en el librecambio, Bolívar, a su vez, fue combatido por el célebre leguleyo Santander, localista como el porteño Rivadavia, de aspirar a la “dictadura”. Y, en efecto, tanto Santander, como Rivadavia o Casimiro Olañeta en el Alto Perú, eran “demócratas” en el sentido de que eran elegidos por las reducidas oligarquías comerciales, mineras o latifundistas de sus comarcas respectivas para impedir la formación de una gran Nación. En la recién fundada Bolivia, todos los propietarios de indios y minas eran opuestos a Sucre y Bolívar que habían abolido en el papel el régimen de la mita, o sea la esclavitud indígena, antes de desaparecer de la escena.
América Latina es el objeto del hazmerreír europeo por las crisis cíclicas de sus instituciones democráticas. Sin embargo, para conocerse a sí misma, América Latina debe preguntarse: ¿cómo lograron la democracia las naciones europeas que más próximas han estado de la historia de nuestro continente?
En primer término, abrieron el camino a la democracia por medio de la dictadura. Oliverio Cromwell, Protector de Inglaterra, cortó la cabeza a Carlos I, encarnación del absolutismo. A su vez, en Francia, Robespierre y el partido jacobino, decapitaron a Luis XVI y su mujer, con los mismos fines. Estos regicidios no eran el único recurso. Hicieron lo mismo con parte de la nobleza feudal que se resistió al nuevo poder burgués y popular. La segunda fase del proceso democrático en Europa pasa por la explotación colonial. La acumulación de capital extraído de las colonias africanas, asiáticas y americanas, permite mantener cierto nivel de vida en las metrópolis, desarrollar la técnica, investigar la ciencia, mantener grandes flotas, construir enormes fábricas y echar las bases de la democracia europea. En cambio, para sostener la democracia en las metrópolis, se requiere mantener el terror y el despotismo militar en las colonias. Democracia y dictadura son indisociables en la historia de las potencias europeas.
“El saqueo de Bengala ayuda a la revolución industrial de Inglaterra”, escribe en sus memorias Pandit Nehru.
7. Los generales argentinos occidentales se enfrentan con Occidente
En diciembre de 1981 el general Galtieri y su nuevo Canciller, el Dr. Nicanor Costa Méndez, se habían referido públicamente a la necesidad de purificar, “blanquear” la política exterior de la Argentina. Esto no era nuevo. Ya el Ministro del Interior precedente de la dictadura, General Albano Harguindeguy, se había envanecido en una conferencia de prensa de que la “Argentina se contaba entre los dos o tres países blancos del mundo”.
Al mismo tiempo, expulsaba del país a trabajadores chilenos, bolivianos y paraguayos. Cierto tipo de militares latinoamericanos participaban del mismo punto de vista. Por ejemplo, el general boliviano Vázquez Sempertegui, ilustre pensador contemporáneo, de la misma escuela filosófica que el general argentino, había dicho: “Hay que mejorar la raza mediante la inseminación artificial”.
El general Galtieri afirmó que era imperioso ubicarse junto al Occidente. Su canciller, el Dr. Costa Méndez se refirió despectivamente al conjunto sospechoso de los Estados del Tercer Mundo. El General Calvi, Jefe del Estado Mayor del Ejército, había elogiado, por su parte, las relaciones argentinas con la racista Sudáfrica. El genio inventivo de García Márquez quedó reducido a la nada cuando la elusiva y fabulosa Clío desenvolvió toda la intriga. Los Estados Mayores de las fuerzas armadas, advertidos de los planes británicos, resolvieron precipitar la acción de reconquista de las Islas Malvinas. Fundaron su decisión en varias hipótesis, todas erróneas. La primera de ellas era la neutralidad benévola de Estados Unidos en la solución del problema. Resultaba lógico para los militares argentinos suponer que el gobierno norteamericano, agradecido por el envío de 500 instructores militares a Centroamérica para ayudar a los planes yanquis de invasión de Nicaragua y El Salvador, jamás actuaría contra los intereses argentinos en las Malvinas. Tampoco Gran Bretaña, en vísperas de vender su flota, y aliada de Estados Unidos, reaccionaría mediante acciones militares. Era sensato suponer que Estados Unidos mediaría para lograr una solución tan satisfactoria para su aliado anticomunista del Sur como para su aliada europea de la OTAN. Por lo demás, se contaba con el apoyo diplomático mayoritario en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero nada de eso ocurrió. Sucedió exactamente lo contrario. El 3 de abril, al día siguiente de la ocupación argentina, en el Consejo de Seguridad votaron contra la Argentina tres de los gobiernos que cuentan con poder de veto: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Los dos gobiernos que también son miembros permanentes del Consejo de Seguridad y asimismo tienen poder de veto, se abstuvieron en la votación: fueron los gobiernos de la URSS y de China. Sólo un país, de la América Criolla, votó gallardamente a favor de la Argentina en el Consejo de Seguridad. Fue la República de Panamá, por la boca de su Canciller, el Dr. Jorge Illueca. En esa misma tierra, en 1826, el Libertador Simón Bolívar había convocado a los estados emancipados del Imperio español a reunirse en una gran Federación. De Panamá regresaba ahora el eco del gran mensaje, que parecía olvidado para siempre. Y así fue: Bolívar, Panamá, las Malvinas.
Hasta último momento, a mediados de abril, Galtieri y los generales esperaron que Estados Unidos cumpliera con sus amigos del Sur. Cuando el Presidente Reagan anunció que su gobierno apoyaría con todos sus medios a Gran Bretaña, ya navegaban en aguas del Atlántico Sur los submarinos atómicos ingleses. Su bloqueo marítimo impidió a la Argentina la afluencia del material de guerra, en particular la artillería de costa de 155 mm, que habría vuelto inexpugnable las islas a la invasión inglesa. Recién entonces, los generales argentinos pro occidentales comprendieron que había que enfrentar una guerra con el Occidente colonialista. Entraron en guerra cuando ya era tarde para hacerlo. Si hubieran sabido desde el principio lo que ocurriría, jamás hubieran ocupado las Malvinas. El general Galtieri se volvió antioccidental; y el Dr. Costa Méndez, abogado de grandes empresas inglesas, pronunció excelentes discursos antiimperialistas. Estos cambios son frecuentes en la historia universal. Más allá de las intenciones y propósitos de los participantes; los acontecimientos que desencadenaron son infinitamente más importantes que los circunstanciales actores. Hegel llamaba a tales disparidades, “ironías de la historia”.
Los Generales debieron declarar abominable todo lo que habían adorado y dar vuelta al poncho bajo el torrente de hierro y fuego. América Latina y el Tercer mundo los esperaban.
8. Explicación histórica de fondo de la crisis de las Malvinas.
La inesperada guerra del Atlántico Sur exige una dilucidación más profunda que los simples hechos narrados o que una investigación del misterio psicológico del general Galtieri. Es perfectamente trivial, cuando no ridículo, suponer que la mayor operación de guerra aeronaval emprendida por la tercera potencia militar del mundo desde la crisis del Canal de Suez en 1956, obedeció a que el General Galtieri pretendía mejorar “su imagen” o aspiraba a quedarse en el poder. No han faltado aquéllos que han visto en el drama de las Malvinas un duelo entre la democracia inglesa y la dictadura argentina.
La explicación esencial reside en que la imponente arquitectura económica, política y cultural erigida sobre la complementación productiva y comercial entre el Imperio Británico y el Río de La Plata (Uruguay incluido) ha desaparecido para siempre. Duró algo más de un siglo. Después de cien años de esplendor ya nada queda de aquella alianza que llegó a su cima en la década posterior a la muerte de la Reina Victoria y que luego declinó lentamente. Había constituido una expresión notable del intercambio entre los “países-granja” y la “nación-taller”, una verdadera muestra “in vitro” de las teorías de Adam Smith. Por lo demás, la contribución inmigratoria de los países agrarios atrasados de Europa, permitió construir una sociedad criolla europea, con una pátina de modernidad. De tal manera se formó una clase media demoliberal con fuertes propensiones imitativas en el orden cultural, tanto como en el orden político, así como una oligarquía dominante intensamente educada en las normas de los refinados consumos de la plutocracia europea. La “semi-colonia próspera” comienza a desaparecer y a hundirse en una crisis profunda a medida que Inglaterra y Europa se retiran del Río de La Plata. La fundación y funcionamiento del Mercado Común Europeo hacia 1960, va a cerrar el período. No resultó una casualidad que el terrorismo de ciertos sectores de la clase media acomodada del Uruguay y la Argentina hagan su aparición al mismo tiempo que se disuelven en la nada los lazos económicos, políticos y culturales que habían permitido un siglo antes traer al mundo social esas mismas clases.
La Comunidad Económica Europea se esfuerza por encerrarse en sí misma, en procurar un mercado pan-europeo y en realizar su propio abastecimiento agrícola y ganadero. El año 1981 la Europa de la CE exporta al mercado mundial 600.000 toneladas de carne subsidiadas con “precios políticos”. Esto no sólo significa la ruptura radical con los países del Plata que durante un siglo habían abastecido con sus praderas al consumidor europeo, sino también el fin oficial y categórico del “liberalismo económico” y de la “división internacional del trabajo”. Todas las clases sociales ligadas en la Argentina al comercio exterior con el Viejo Mundo, quedan marginadas. Y todos los símbolos literarios, jurídicos y políticos elaborados durante el prolongado período histórico de complementación que acabo de señalar y que habían destacado a la Argentina como al “país más europeo y menos latinoamericano” de la América Criolla, se ofrecen a la curiosidad pública como piezas anacrónicas: las razas inglesas de toros Shorthorn, las categorías libreempresistas de la oligarquía pampeana, el orgullo dudoso de pertenecer a una raza blanca (dentro del área bonaerense) y hasta el propio poeta Borges, sobreviven como reliquias de una época que ha tocado a su fin.
El enfrentamiento armado por las Malvinas habría sido inconcebible tres décadas antes: ningún gobierno argentino lo hubiera emprendido y ningún país europeo habría respondido con la guerra. Pero ya nada unía a la Argentina ni con Inglaterra ni con Europa, convertida al más cerrado proteccionismo.
La guerra de las Malvinas, por el contrario, pondría a prueba, como en un laboratorio gigantesco, la solidaridad política, económica y militar latinoamericana con la Argentina. La patria bolivariana resurgiría nuevamente ante el asombro del mundo entero.
9. El giro militar en las Malvinas y el doble carácter de los Ejércitos latinoamericanos.
El brusco viraje de los generales argentinos hacia la guerra con Inglaterra y la adopción de un lenguaje anticolonialista requiere algunas observaciones.
En su mayoría, los oficiales de las Fuerzas Armadas en América Latina, proceden de las clases medias. Del mismo modo que los egresados de las Universidades, los miembros de las Fuerzas Armadas están sometidos a las presiones políticas y culturales de todas las fuerzas que libran su batalla en las frágiles sociedades de América Latina. Esto explica las mutaciones corrientes de los Ejércitos.
Los aviones argentinos, a un alto costo de vidas, lograron destruir, dañar o hundir a numerosas fragatas misilísticas, poner fuera de combate al portaaviones “Invencible”, dañar seriamente al portaaviones “Hermes”, hundir en total a cerca de 30 naves y poner en crisis al esquema marítimo militar de la OTAN. En efecto, la flota de la OTAN está compuesta por naves de alta complejidad electrónica, envueltas en una delicada película de aluminio. Hasta los aviones “Pucará”, fabricados en la Argentina, lograron perforar el aluminio. Los jefes de la OTAN siguieron con los ojos bien abiertos la prueba de fuego del Atlántico Sur. Si se considera que la única flota de guerra del mundo que está acorazada con planchas de acero es la soviética, bastará para señalar que los pilotos argentinos han desbaratado el perfil bélico de la flota de la OTAN. En segundo lugar, las adaptaciones a tierra de los Exocet, concebidas por ingenieros argentinos y los vuelos de la aviación nacional a sólo 3 metros del agua que burlaron todos los dispositivos de prevención del radar de las naves, constituyeron una prueba más de los factores políticos de toda guerra. La historia militar propiamente dicha de la guerra está en elaboración, pero si se pone a un lado la impericia de ciertos generales, no hay duda que la imponente flota inglesa estuvo muy cerca de ser aniquilada. Hay algo más importante todavía.
Ha saltado por los aires el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, firmado en Río de Janeiro en 1947, para uso privado de los Estados Unidos. Es un simple papel mojado. La Doctrina Monroe ha sido enterrada por los propios norteamericanos con pocos honores. Ha quedado destruida también la “Doctrina de la Seguridad Nacional”, la teoría de las “fronteras ideológicas” y el mito de los “valores de Occidente”. Ahora, los militares argentinos saben que los valores de Occidente se cotizan en la Bolsa de Londres. La integración argentina al Tercer Mundo enseñará a las Fuerzas Armadas que si los europeos y norteamericanos gozan de un modo de vida occidental, los latinoamericanos padecen de un modo de vida accidental. Tales lecciones han sido recogidas en las aguas ensangrentadas del Atlántico Sur y nadie podrá olvidarlas.
Ha quedado en evidencia que los países del Pacto Andino pueden y deben reemplazar las menguadas compras de la Comunidad Económica Europea. La oleada de entusiasmo patriótico y fervor antiimperialista debe ser incluida en este sumario balance.
Los cambios generados por la guerra con Inglaterra obligaron a la dictadura militar a trascendentales modificaciones en su política exterior. De acuerdo a un informe de la CIA al Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, publicado en Washington, la crisis de las Malvinas impulsó a los Estados Unidos a practicar modificaciones profundas en su estrategia en Centroamérica. En efecto, según dicho informe, el compromiso adquirido por el general Galtieri de enviar instructores militares para hostilizar a Nicaragua y El Salvador, se quebró por la conducta observada por Estados Unidos al apoyar a Inglaterra. Dichos instructores, dice el informe de la CIA, fueron retirados y la heroica República de Sandino experimentó así el primer beneficio de la lucha en las Malvinas. Estados Unidos debió enfrentar por sí mismo y abiertamente la defensa de su política agresiva hacia Centroamérica.
El abrazo del Dr. Costa Méndez con Fidel Castro en La Habana, por lo demás, simbolizó la reorientación no ideológica, sino política, que la Argentina de la dictadura militar se veía obligada a adoptar a causa de la guerra. Al concurrir a Managua, Nueva Dehli y Belgrado, los representantes militares de la Argentina debieron aceptar que nuestro país se encuentra en el campo revolucionario de la historia moderna, es decir en el Tercer Mundo.