9 de febrero de 2012

La calumnia contra Casalla es algo peor que un crimen, es un error

La historia es sencilla. Han condenado a un oficial y a nadie se le ocurre sospechar de la buena fe de sus jueces.

Nunca se había organizado una opresión tan monstruosa y dirigida contra la libre discusión. Y reina el más vergonzoso terror, los más valientes se vuelven cobardes, nadie se atreve ya a decir lo que piensa por miedo a que le denuncien acusándole de vendido y traidor.

Yo acuso, Emilio Zola.

Al enterarme de las viles e infundadas acusaciones que, insidiosamente y como al pasar, se lanzaran contra el doctor Mario Casalla me invadió una sensación de indignación e impotencia. El famoso escrito de Emilio Zola, en defensa del oficial francés Alfred Dreyfus, calumniosamente degradado y condenado a trabajos forzados en la Isla del Diablo, fue lo primero que me vino a la cabeza.

Mario Casalla es, por un lado, un destacado intelectual, autor de algunos libros que son impostergables como “Tecnología y Pobreza. La modernización vista en perspectiva latinoamericana” (1988) y, sobre todo, “América Latina en perspectiva. Dramas del pasado y huellas del presente” (con ediciones en 2003, 2005 y 2011). Su actividad como profesor universitario le ha valido un sólido respeto en el ámbito académico de la Filosofía y de la Psicología. Como se sabe ha sido impulsor inicial y vocero principal de la escuela de Filosofía Latinoamericana y ha dado conferencias y seminarios en todo el país y el extranjero.

Pero además, y principalmente, el doctor Mario Casalla es un militante político del peronismo, donde ingresó en sus años juveniles y donde ha permanecido dando batalla hacia adentro y hacia afuera del mismo, siempre coherente con los valores de soberanía política, independencia económica y justicia social que caracterizaron desde su nacimiento a esta corriente sustancial y mayoritaria de la Argentina.

Es además un notable e inteligente periodista, con quien he tenido el placer y el honor de compartir columnas gráficas y radiales, en especial las mañanas de radio Excelsior en un programa que se llamó “Buenos días, Buenos Aires”, entre 1989 y 1991.

Conozco en profundidad el pensamiento filosófico y político de Mario Casalla así como su actividad política. Su convicción peronista se basa en el pensamiento y la acción que caracterizaron las dos primeras presidencias del general Juan Domingo, que crearon las condiciones de la Argentina moderna. Es un hombre de firmes convicciones democráticas, defensor decidido de los derechos humanos y sociales y admirador de los dos grandes movimientos populares de la Argentina del siglo XX, el yrigoyenismo y el peronismo, ambos derribados por golpes militares ajenos a y en contra de la voluntad popular. Es por ello que, como tantos de nosotros, defendió hasta último momento la legitimidad del gobierno de Isabel Perón ante la conspiración cívico-militar que intentó derrocarla hasta que lo logró en la nefasta noche del 24 de marzo de 1976, en momentos en que muchos sedicentes demócratas fogoneaban entusiasmados el golpe asesino.

Ha sido, desde siempre, un amigo de la Izquierda Nacional y ha reconocido en sus libros la influencia que la obra de Jorge Abelardo Ramos ha tenido en la elaboración de su pensamiento latinoamericanista. Ha prologado, por estas mismas razones, la última edición de “La Cuestión Nacional en Marx”, de Jorge Enea Spilimbergo.

Que este hombre haya sido acusado de atentar contra los Derechos Humanos, sin que exista denuncia o procedimiento judicial en tal sentido; que este profesor haya sido condenado sin juicio previo, sin defensa y por la mera acusación sectaria de un pequeño grupo, por el Consejo de la facultad de Psicología, nada menos, es algo peor que un crimen, es un error.

Es un error que deja entrever luchas facciosas por el pequeño poder académico, viejos odios de provincia contra un militante político que no cedió ante la presión de derecha e izquierda para voltear a un gobierno constitucional, antiguos y renovados rencores antiperonistas contra un inclaudicable defensor de los valores y las tradiciones del 17 de octubre de 1945.

Volviendo a Zola, podemos afirmar con él, pensando en nuestro compañero Mario Casalla: “Respondo con mi vida, respondo con mi honor. En esta hora solemne, ante este tribunal que representa a la justicia humana, ante ustedes, señores del jurado, que son la esencia misma de la nación, ante toda Francia, ante el mundo entero, juro que Dreyfus es inocente”.

*Julio Fernández Baraibar es político, periodista y escritor. Es Asesor de la Secretaría de Cultura de la Nación y miembro de número del Instituto de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.

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