“Una derrota en estas
elecciones (…) también amenazaría, y esto no es ninguna exageración, la
notable y solitaria campaña en contra de la globalización dictada por el
capital financiero y la destrucción del medio ambiente para la vida humana en
el planeta, llevada adelante por nuestro compatriota, el Papa Francisco. La
historia ha hecho que nuestro país y nuestro continente sean la retaguardia y
la base territorial de su prédica a favor del mundo periférico y los más pobres
y desheredados de todos los pueblos. Un triunfo en su país de nacimiento de las
políticas que Francisco combate a escala global va a debilitar, de una u otra
manera, su inclaudicable prédica”.
Quiero ampliar un poco esta idea que puede parecer
desatinada, irrespetuosa o, simplemente, propagandística.
Desde su llegada al papado, nuestro compatriota Jorge
Bergoglio ha iniciado una prédica social y política que cuestiona frontal y
radicalmente el capitalismo globalizado bajo la hegemonía del capital
financiero y las consecuencias económicas, sociales, culturales y espirituales
que ello ha tenido sobre los millones de hombres y mujeres, tanto del mundo
central como del mundo periférico. Le ha dedicado a ello una carta apostólica
(Evangelii Gaudium) y una encíclica (Laudato Si).
Así, en Evangelii Gaudium afirma:
“54. En este
contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que
todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra
provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta
opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza
burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los
mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos
siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o
para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización
de la indiferencia”.
Pero no solo eso. En todos sus viajes, y sobre todo, en sus
viajes a nuestro continente latinoamericano, Francisco ha insistido con
palabras enérgicas sobre la injusticia, la exclusión, el empobrecimiento
material y ético y ha llamado a los pueblos a rebelarse contra ese inhumano
sistema, proponiendo un cambio de sistema. Así en Santa Cruz de la Sierra, en
el Encuentro con los Movimientos Populares, sostuvo enfáticamente:
“Ustedes,
los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho.
Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus
manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la
búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De acuerdo? (trabajo, techo, tierra)
y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio,
Cambios nacionales, cambios regionales
y cambios mundiales.
¡No se achiquen!”.
¿Y en qué cambios está pensando el
Papa? Lo explica en el mismo discurso:
“La primera tarea es poner la economía al
servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al
servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde
el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye.
Esa economía destruye la Madre Tierra”.
Un eventual
triunfo de Mauricio Macri en la Argentina significa explícitamente la victoria
de quienes pregonan la libertad de mercado, de quienes desprecian la vida digna
de los pueblos, de quienes ponen al hombre y la naturaleza al servicio del
dinero, bajo la forma idolatrada del dólar. Trabajo, Techo y Tierra para los
excluídos, para los marginados, para los perífericos, no es el cambio que
pregona cínicamente el candidato de Cambiemos y sus voceros, sus economistas y
sus publicitarios. En realidad, y pese a
las enormes dificultades y carencias, son los gobiernos suramericanos como los de
Kirchner, Cristina Fernández, Rafael Correa o Maduro quienes han logrado
imponer cambios decisivos en nuestros países, reinstalando la idea de la
justicia social, del amor a los más desprotegidos, de la vivienda digna, de la
salud, la educación y la cultura para todos.
Y nuestro país es,
en última instancia, y desde una perspectiva histórico-política, la base
territorial donde esas ideas se han plasmado embrionariamente. La Argentina es
el país natal de Francisco, y si bien su mensaje tiene un carácter universal,
el triunfo de las ideas de la hegemonía del capital financiero, de la dictadura
del mercado, de la globalización impiadosa conducida por las grandes
corporaciones económicas, quita al Papa su base territorial, el lugar en el
mundo donde esos principios intentan convertirse en políticas públicas, en un
reordenamiento de la sociedad más justo y humano.
Detrás del
candidato neoliberal conservador se ocultan también los mismos grupos e
intereses, la misma moral de explotadores, que en el seno de la propia Iglesia
católica y del corazón burocrático del Vaticano, ha intentado e intenta por
todos los medios ahogar su prédica y su acción renovadora. No es ajeno a esto
la aparición de un oscuro e hipócrita miembro del Opus Dei que, con propuestas
moralizantes propias del Concilio de Trento (1550), confronta con el mensaje
evangélico de amor y perdón que caracteriza la prédica papal.
Posiblemente sea
una exageración motivada por el énfasis de una campaña electoral, pero si hay
un candidato que expresa, en su ideario, en sus convicciones y en sus
propuestas, el mensaje de Francisco, es Daniel Scioli, quien ha hecho suya la
consigna de las Tres T mencionadas más arriba.
En la elección del
22 de noviembre el mensaje fresco de justicia, igualdad y latinoamericanismo
que viene de Roma no puede ser pisoteado por el pueblo que parió a Francisco,
que lo formó y lo puso en condiciones de ser el heredero de Pedro.
Hasta ese punto es
necesario el triunfo de Daniel Scioli, a quien la historia lo ha convertido en
la bisagra entre un mundo justo y humano o una brutal dictadura del interés
compuesto.
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