Este es un artículo escrito para la publicación brasileña Caros Amigos.
Con la sensación
de haber sido un rotundo ganador en las elecciones legislativas del
mes de octubre, el presidente argentino Mauricio Macri convocó al
conjunto del poder económico e institucional de la Argentina al
Centro Cultural Kirchner, pudendamente llamado con sus siglas CCK,
para presentar lo que será su plan político y económico para los
dos años de mandato que le faltan cumplir.
Paradójicamente,
ese lugar, el Centro Cultural Kirchner, era el edificio central de la
Empresa de Correos, que quedó a cargo de la familia Macri al ser
privatizado, administración que lo llevó al concurso preventivo,
hasta que, en el 2003, en una de sus primeras medidas el presidente
Néstor Kirchner rescindió el contrato y finalmente renacionalizó.
Es necesario destacar que la administración privada quedó debiendo
al estado un monto de alrededor de U$S 3.500 millones que el
presidente Macri se encargó de condonar.
Ante un público
integrado por los CEOs de las grandes empresas imperialistas y
nacionales, por los dueños del oligopolio mediático, los
representantes de los intereses terreatenientes y exportadores, que
aplaudían entusiastamente, Macri anunció sus grandes reformas:
laboral, impositiva, previsional y política. El tan anunciado cambio
que su fuerza pregonaba y que los sectores más ortodoxos del
establishment neoliberal le reclamaban por fin se pondría en marcha.
La prensa adicta desplegó fotos y elogios, en los barrios cerrados
de la zona norte del Gran Buenos Aires se hablaba con euforia del
tantas veces anunciado fin del peronismo. Mauricio Macri gozaba del
cénit de su poder y ponía fin a un año de gobierno caracterizado
por grandes torpezas, anuncios de recuperación económica que no
ocurrían y disminución de una inflación que no hacía sino crecer,
a la par de una deuda externa considerada record en el mundo.
La derogación de
la actual Ley de Contrato de Trabajo, de la jornada de ocho horas, de
las horas extras, de los principios básicos del derecho laboral
podrían, por fin, ponerse en marcha para disminuir ese “costo
laboral” que, según el mundo empresarial, impide nuestra
competitividad en el mercado internacional. Un drástico recorte de
las jubilaciones, la creación de un fondo de despidos pagado por el
propio trabajador, el aumento de la edad jubilatoria y, hasta, el
retorno de las AFJP -los fondos de pensión estatizados por Cristina
Fernández de Kirchner- hacían las delicias del capital financiero
presente en la reunión. Una redistribución de los recursos
federales daría inició a una desfinanciación de las provincias del
interior del país y el voto electrónico aseguraría, fraude
mediante, un milenio de gobierno patronal.
El
país estaba en sus manos.
Mientras
tanto, el sistema judicial adicto, caracterizado por su alto grado
de corrupción e inepcia jurídica, se sacaba de encima a la jefa de
los Fiscales Federales, la doctora Gills Carbó, por el procedimiento
de hacerla renunciar amenazando a su hija. En efecto, después de
utilizar inútilmente todo tipo de presiones, el diario Clarín,
verdadero órgano de batalla del gobierno, publicó el número del
telefóno celular de la hija de la Fiscal, que de inmediato se llenó
de amenazas sobre su integridad física. Ese mismo día se decidía
quitar los fueros parlamentarios y detener arbitrariamente al ex
ministro de Planificación, Julio de Vido. Días después, le tocó
el turno al ex vicepresidente de la República Amado Boudou, con
argumentos que no resisten el menor análisis jurídico y acusaciones
que no pueden terminar sino con un sobreseimiento definitivo.
“Siempre
es más oscuro justo antes de que aparezca el día”
Pero
esa mañana, el momento del apogeo del poder de Macri, basado, según
sus cálculos en un 42% del electorado, comenzaba inexorablemente su
perigeo. El mundo real comenzaría a poner dificultades y
limitaciones a la ambición de crear una Argentina a imagen y
semejanza de los integrantes de los directorios de las 10 principales
empresas y bancos del país.
El
viaje a EE.UU, con el intento de destrabar la importación de
biodiesel y de limones, que se ha convertido en la cuadratura del
círculo de un gobierno con serias dificultades de financiación, fue
estéril y lleno de gestos de inútil complacencia con el país
anfitrión. Pocos días después de que la Argentina votase en contra
del bloqueo económico a Cuba, el presidente pidió a Donald Trump
que cortase la importación de petróleo venezolano y toda relación
comercial con el país suramericano. Mientras tanto, el gobierno
norteamericano volvía a enviar un embajador a Caracas y buscaba
restablecer algún modo más normal de relacionamiento, después del
fracaso estrepitoso de la oposición prohijada por los EE.UU. En esos
mismos días la firma Standard & Poors declaraba a la Argentina
como una de las cinco economías más frágiles del mundo, justamente
debido a su altísimo nivel de endeudamiento, junto con Turquía,
Pakistán, Egipto y Qatar.
Ya
de vuelta en el país, Macri tuvo dos nuevos e importantes traspiés
que hicieron evidente la fragilidad de su fortaleza. Una reunión con
los gobernadores provinciales, con los que discutiría una nueva
distribución de los recursos nacionales e impuestos a ciertos
productos de las economías regionales -un 20% de impuesto al vino,
por ejemplo- terminó en el más absoluto fracaso ante el rechazo
generalizado de la medida, incluso de parte de gobernadores de su
propio campo, como el de Mendoza, provincia vitivinícola por
excelencia. El malhumor presidencial terminó con una orden al
ministro de Hacienda de cancelar los impuestos anunciados.
Y
por la tarde vendría el golpe político más fuerte. La CGT, la
central obrera, conducida por un triunvirato formado por
representantes de los gremios más poderosos y negociadores, se
reunió formalmente para rechazar “de
plano”
la reforma laboral propuesta por el gobierno. Esa declaración
permitió, obviamente, que los gremios más dispuestos a un
enfrentamiento con el gobierno, como los empleados bancarios, dieran
rienda suelta a su oposición, incluso llamando a un paro de
actividades contra el proyecto de reforma laboral.
La
firme declaración sindical ha dado solidez a los sectores de la
oposición peronista que, con cierto grado importante de dispersión
y enfrentamiento interno, si bien ha resistido ciertos embates
gubernamentales, como el proyecto de voto electrónico, han
manifestado una relativa debilidad. Es de destacar que, en la nueva
composición de la Cámara de Diputados, se sumarán varios de origen
sindical y representativos de sus propias organizaciones. Con esa
unidad de criterio evidenciada en la CGT no habrá legislador de
origen peronista capaz de aprobar el proyecto tal cual viene del
Ejecutivo. La reforma laboral, corazón de la política macrista,
puede naufragar en el Congreso.
Pero
además, y esto ha sorpredido a propios y extraños, tanto el diario
La Nación, como Clarín han manifestado en sendos editoriales su
desagrado ante los procedimientos policiales con los que se detuvo a
De Vido y a Boudou. El columnista Carlos Pagni, un vocero del más
ferviente antikirchnerismo, llegó a afirmar que muchos miembros del
gobierno están en peores condiciones, para ser sujetos de una
detención policial, que los ex funcionarios kirchneristas. Esas
palabras cayeron como un rayo en una noche serena en un gobierno cuyo
ministro de Finanzas, Luis Caputo, figura en las listas de los
Paradise Papers como propietario de empresas fantasmas, vinculadas a
la parentela del propio presidente.
Como
afirmó el Libertador don José de San Martín, “los
argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir
la boca”.
Buenos Aires, 10 de noviembre de 2017.
2 comentarios:
Excelente análisis de la realidad política y social de nuestra Argentina.
Muy bueno Julio, la claridad siempre te destaca..
Publicar un comentario