El
próximo domingo 20 de mayo se realizarán, en Venezuela, elecciones
para elegir Presidente de la República, diputados en los Consejos
Legislativos estaduales y miembros de los Concejos Municipales. Las
elecciones han sido el resultado de un intenso proceso de negociación
con distintos sectores de la oposición al oficialismo chavista,
negociación de la que se autoexcluyeron los dirigentes y partidos
que conformaban la MUD y que, en su gran mayoría, se han exilado en
Colombia, desde donde lanzan pedidos de intervención militar contra
el gobierno. Los argentinos memoriosos recordarán, sin duda, los
llamados realizados, en 1951, por el abogado Walter Beveraggi
Allende, un notorio y declarado antisemita, solicitando, desde
Montevideo, la intervención militar norteamericana contra el
gobierno de Juan Domingo Perón. La indignidad manifiesta de la
proclama motivó que el Congreso de la Nación le quitara al
provocador su ciudadanía argentina, lo que significó el primero y
único caso de medida semejante contra una persona nacida en el país.
Venezuela
enfrenta estas elecciones en una difícil y complicada situación
económica. Más allá de ciertos errores que puedan haberse
realizado en materia de política económica desde el gobierno
nacional, el país está siendo atacado económicamente por agencias
imperialistas, con la complicidad de sectores de su burguesía
compradora. El congelamiento de sus depósitos en bancos extranjeros,
la imposibilidad consiguiente de realizar las transferencias
necesarias para el pago de sus importaciones -Venezuela ha tenido
tradicionalmente una gran dependencia del sector externo para sus
consumos más elementales-, una permanente y orquestada campaña
financiera contra el bolívar, la moneda nacional, y a favor del
dólar, ha depreciado la divisa venezolana y ha significado
permanentes problemas en la entrega de dinero efectivo en los cajeros
y ventanillas bancarias. Simultáneamente, las dificultades en la
importación han generado escasez en los remedios, importados en su
gran mayoría, con el consecuente desabastecimiento en farmacias y
centros de salud.
El
gobierno de Nicolás Maduro ha logrado, en ese marco, mantener, con
un esfuerzo organizativo y económico muy grande, un continuo
abastecimiento de alimentos indispensables a su población, a la vez
que, con una intensa prédica, se ha logrado aumentar la propia
producción agrícola, cosa que no se había logrado ni aún bajo la
prosperidad de los gobiernos del comandante Hugo Chávez.
A
su vez, con la ayuda técnica de Rusia, Maduro lanzó semanas atrás
un dinero virtual, el Petro, destinado a solucionar en el plazo
mediato, sus dificultades de pagos internacionales. Sobre la
tecnología de Blockchain, han creado una moneda virtual o
electrónica, cuyo respaldo son los recursos naturales de Venezuela.
Para Rusia, por su parte, el experimento adquiere la función de una
prueba piloto para una eventual implementación ulterior que
desplazaría al dólar como medio internacional de pago.
La
agencia Misión Verdad, desde Caracas, ha publicado recientemente:
“Esta
es la única elección de la historia de Venezuela en que una de las
partes (el fascismo proempresarial) sabe que va a perder y no está
dispuesto tan siquiera a intentar capturar unos votos, como lo
hicieron cuando enfrentaron a Chávez y como lo hicieron cuando
lograron la mayoría parlamentaria en 2015. La maquinaria electoral
con sello adeco y financiamiento transnacional que suele activarse en
este tipo de eventos está desmovilizada. Esos elementos, que
renunciaron a capitalizar electoralmente las rabias e inconformidades
de la población, y ni tan siquiera serán capaces de intentarlo,
andan invirtiendo tiempo y energía en otras tareas; por ejemplo, en
la búsqueda y negociación de otro tipo de fuerzas, distintas a la
electoral, para intentar un derrocamiento violento del Gobierno de
Venezuela”.
Henri
Falcón, un antiguo colaborador de los tiempos iniciales del
chavismo, es el principal candidato opositor, al que la oposición en
el “exilio”, principalmente en Colombia, ha boicoteado
sistemáticamente, sin ofrecer alternativa alguna.
La
periodista argentina Stella Calloni ha denunciado en estos días un
plan militar tendiente a derrocar al presidente Maduro con la
intervención de una fuerza militar integrada por Colombia, Panamá y
Brasil, conducida por los EE.UU. En mi opinión, más allá de lo que
algunos sectores del aparato de defensa norteamericano piensen, el
presidente Trump, cada vez que se ha tocado el tema, ha proferido sus
consabidos improperios pero no ha tomado medida alguna en el sentido
solicitado por la oposición belicista.
Las
encuestas predicen un triunfo de Maduro en las elecciones
presidenciales y una normal distribución de cargos en las
Legislaturas estaduales y los concejos municipales. Pero el suspenso
está puesto en la reacción de los grupos golpistas y
prointervencionistas que han boicoteado la elección.
Todo
ello lo podré observar personalmente, ya que el gobierno venezolano
me ha invitado a presenciar los comicios en carácter de veedor
internacional, por lo que, desde el sábado 19 estaré en tierra
venezolana.
Es
de destacar que Maduro sigue contando con el apoyo de dos sectores
esenciales: por un lado, la unidad de las Fuerzas Armadas
Bolivarianas alrededor del proyecto y programa enunciado por Hugo
Chávez y de la legalidad institucional de Venezuela. Y por el otro,
un sólido apoyo, pese a las enormes dificultades de una inmensa
mayoría de la sociedad, tanto en sectores populares como en sectores
medios, dotados de una singular conciencia política que les ha
permitido entender la gravedad de la hora y lo que está en juego.
Hay
que dejarlo claro: un triunfo de los partidos de la MUD en el exilio
significará inevitablemente un espantoso baño de sangre y una
salvaje revancha sobre los venezolanos de pata al suelo.
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