El
insignificante y vulgar político cordobés, Luis Juez, hizo conocer,
en unas declaraciones, su miserable visión del país y de sus
compatriotas.
Prefiero ahorrarme la cita de sus prostibularios conceptos, porque su
sola mención ensucia. Pero sus expresiones no son distintas a las
que tradicionalmente el pensamiento oligárquico ha pretendido
imponer sobre nuestra conciencia.
Ya Jauretche lo había visto y
condenado como una de las formas de aherrojar ideológicamente
nuestro sometimiento. Pero, bueno, Luis Juez es, al fin y al cabo,
una pequeña expresión política de ese partido de la
autohumillación. Nuestro origen español, una inmigración de
segunda clase en el siglo XIX y de tercera clase en el siglo XX y
XXI, el lastre de los pueblos originarios, la indolencia natural del
criollo, todos esos estúpidos mitos autodenigratorios han vuelto a
resurgir con la aparición de esta banda de chetos italianos
mezclados con primos empobrecidos de la vieja oligarquía porteña.
Lo que resulta, muchas veces, más doloroso es
que, con otra retórica, con otro barniz expresivo, el mismo
sentimiento se manifiesta en sectores en que, por sus definiciones
políticas o sus expectativas, estas expresiones resultan
inesperadas. He leído en estos días una estúpida definición
autodevaluatoria que pretende hacer aparecer al pueblo argentino como
sumiso y obediente a los dictados del gobierno, frente a la aparente
altivez, rebeldía y fuerza combativa de los ecuatorianos, los
chalecos amarillos franceses o los “hooligans” ingleses.
No voy a entrar en consideraciones más
extensas sobre algo que es evidente y conspicuo, pero vale la pena
mencionar que el pueblo argentino, el movimiento obrero organizado en
sus distintas manifestaciones y el siempre calumniado peronismo
lograron aplastar en unas elecciones internas abiertas a la más
importante coalición oligárquico-imperialista y a la mayor
concentración política del capital financiero nacional e
internacional legitimadas por dos elecciones generales, en tan solo
cuatro años y hoy se aproxima a coronar su victoria dentro de quince
días, en lo que posiblemente, si no hay fraude ni maniobras
fraudulentas, sea un apabullante triunfo de veinte puntos arriba.
Eso
se logró con la notable capacidad de movilización de los sindicatos
obreros, pero también de su exquisita astucia, de su sabia
prudencia, de su capacidad para golpear en el momento oportuno.
Vamos a derrotar a esta cáfila de saqueadores sin que le cueste la vida a ninguno de nuestros compañeros y compañeras. En la calle y quirúrgicamente este siempre calumniado pueblo argentino está demostrando no solo su fortaleza, sino la fina madera en que ha sido tallado.
Vamos a derrotar a esta cáfila de saqueadores sin que le cueste la vida a ninguno de nuestros compañeros y compañeras. En la calle y quirúrgicamente este siempre calumniado pueblo argentino está demostrando no solo su fortaleza, sino la fina madera en que ha sido tallado.
Repitiendo para nuestros
compatriotas lo que escribió uno, que ha sabido cantar cosas lindas:
Así
que, de momento, nada de adiós muchachos,
me duermo en los entierros de mi generación;
cada noche me invento, todavía me emborracho;
tan joven y tan viejo, like a Rolling Stone.
Buenos Aires, 10 de octubre de 2019
me duermo en los entierros de mi generación;
cada noche me invento, todavía me emborracho;
tan joven y tan viejo, like a Rolling Stone.
Buenos Aires, 10 de octubre de 2019
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