11 de octubre de 2019

Militando contra la autodenigración


El insignificante y vulgar político cordobés, Luis Juez, hizo conocer, en unas declaraciones, su miserable visión del país y de sus compatriotas. Prefiero ahorrarme la cita de sus prostibularios conceptos, porque su sola mención ensucia. Pero sus expresiones no son distintas a las que tradicionalmente el pensamiento oligárquico ha pretendido imponer sobre nuestra conciencia. 
Ya Jauretche lo había visto y condenado como una de las formas de aherrojar ideológicamente nuestro sometimiento. Pero, bueno, Luis Juez es, al fin y al cabo, una pequeña expresión política de ese partido de la autohumillación. Nuestro origen español, una inmigración de segunda clase en el siglo XIX y de tercera clase en el siglo XX y XXI, el lastre de los pueblos originarios, la indolencia natural del criollo, todos esos estúpidos mitos autodenigratorios han vuelto a resurgir con la aparición de esta banda de chetos italianos mezclados con primos empobrecidos de la vieja oligarquía porteña.

Lo que resulta, muchas veces, más doloroso es que, con otra retórica, con otro barniz expresivo, el mismo sentimiento se manifiesta en sectores en que, por sus definiciones políticas o sus expectativas, estas expresiones resultan inesperadas. He leído en estos días una estúpida definición autodevaluatoria que pretende hacer aparecer al pueblo argentino como sumiso y obediente a los dictados del gobierno, frente a la aparente altivez, rebeldía y fuerza combativa de los ecuatorianos, los chalecos amarillos franceses o los “hooligans” ingleses.
No voy a entrar en consideraciones más extensas sobre algo que es evidente y conspicuo, pero vale la pena mencionar que el pueblo argentino, el movimiento obrero organizado en sus distintas manifestaciones y el siempre calumniado peronismo lograron aplastar en unas elecciones internas abiertas a la más importante coalición oligárquico-imperialista y a la mayor concentración política del capital financiero nacional e internacional legitimadas por dos elecciones generales, en tan solo cuatro años y hoy se aproxima a coronar su victoria dentro de quince días, en lo que posiblemente, si no hay fraude ni maniobras fraudulentas, sea un apabullante triunfo de veinte puntos arriba.
Eso se logró con la notable capacidad de movilización de los sindicatos obreros, pero también de su exquisita astucia, de su sabia prudencia, de su capacidad para golpear en el momento oportuno.
Vamos a derrotar a esta cáfila de saqueadores sin que le cueste la vida a ninguno de nuestros compañeros y compañeras. En la calle y quirúrgicamente este siempre calumniado pueblo argentino
está demostrando no solo su fortaleza, sino la fina madera en que ha sido tallado.
Repitiendo para nuestros compatriotas lo que escribió uno, que ha sabido cantar cosas lindas:
Así que, de momento, nada de adiós muchachos,
me duermo en los entierros de mi generación;
cada noche me invento, todavía me emborracho;
tan joven y tan viejo, like a Rolling Stone.


Buenos Aires, 10 de octubre de 2019

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