Alberto René Methol Ferré fue el intelectual uruguayo que, desde la década del 50 del siglo pasado hasta su muerte, ocurrida el 15 de noviembre de 2009, dedicó todo su esfuerzo intelectual y volitivo a la integración de los países de la Cuenca del Plata, como punto de partida de la unidad latinoamericana.
Alberto Methol Ferré, Tucho como le llamaban todos los que conocieron su cautivante simpatía personal, nació en Montevideo el 31 de marzo de 1929, en un hogar de clase media. Aquejado desde niño por una pertinaz tartamudez, tuvo en su padre un amigo protector y comprensivo, lo que le permitió superar esa particular dificultad, hasta convertirse en un fascinante orador y conferencista.
Realizó sus primeros estudios en el Liceo Francés de la capital uruguaya e ingresó a la Universidad de la República para estudiar Derecho. Entre otros compañeros tuvo uno que se haría famoso: Jorge Batlle, presidente uruguayo entre 2000 y 2005, hijo del presidente de la República Luis Batlle, sobrino nieto de don José Batlle y Ordoñez, el creador de la “Suiza del Plata”, y bisnieto del también presidente Lorenzo Batlle.
No obstante, sus preferencias políticas estuvieron orientadas, desde el hogar, hacia el partido Nacional o Blanco, el centenario movimiento creado por el federal Manuel Oribe, en plena guerra civil en 1836.
Methol Ferré fue, a lo largo de su vida, periodista, escritor, profesor de historia y filosofía, filósofo de la historia y teólogo. Hacia la década del 50 se convierte al catolicismo, proviniendo de una familia sin grandes convicciones religiosas. Por esa época comienza su relación con don Luis Alberto de Herrera, el más importante dirigente histórico del Partido Blanco. Herrera, un hombre vinculado al patriciado oriental y de madre protestante - “un cajetilla entre los mersas” lo definió alguna vez Tucho-, había sido secretario de Aparicio Saravia en la revolución de 1904 y acompañó al último caudillo blanco hasta que éste muere como resultado de las heridas recibidas en el combate de Masoller.
Simultáneamente comenzó a desarrollar su admiración por el entonces presidente de la Argentina, el general Juan Domingo Perón. Él mismo ha contado el impacto que le produjo la publicación en Montevideo del célebre discurso de Perón ante los oficiales del alto mando del Ejército, el 11 de noviembre de 1953, en el que expone su concepción del Nuevo ABC. Por primera vez en la región, un presidente argentino, contra todas las teorías de los estados mayores, proponía una alianza estratégica con el Brasil y con Chile, como paso necesario para la integración del continente.
A partir de ello, el pensamiento político de Methol Ferré estuvo dedicado a consolidar, profundizar y extender en toda su arquitectura, la propuesta de Perón. Sus incursiones en la historia española y latinoamericana, sus análisis sobre el Uruguay y su historia, su abordaje a la Geopolítica, su frecuentación a Hegel y a Ratzel no tuvieron otra finalidad que abarcar en toda su extensión e implicancias la potencialidad que se encerraba en esta alianza estratégica.
En un país signado por un origen vinculado a las intrigas de Lord Ponsomby y a la irreductible estolidez rivadaviana, caracterizado por un laicismo raro en la región y en el que el imperio inglés permitió una suave democracia urbana y una fuerte miseria rural, Alberto Methol Ferré fue católico, federal, artiguista y blanco. Encontró en la prédica de Herrera contra el establecimiento de bases norteamericanas, en la década del 50, una vinculación entre las viejas banderas de Oribe de los tiempos del sitio de Montevideo y las nuevas tareas patrióticas exigidas por el reemplazo definitivo de aquel Lord Ponsomby por el nuevo Mr. Ponsomby, como, con gracia, definía la aparición del nuevo imperialismo norteamericano en las playas de Pocitos.
Junto al viejo caudillo blanco, participó Methol Ferré de la campaña electoral que permitió el triunfo de Herrera junto a quien fundara el movimiento ruralista, Benito Nardone, conocido por su seudónimo radial “Chicotazo”. De esos años es el libro que publicara en nuestro país don Arturo Peña Lillo en la memorable colección La Siringa, “La crisis del Uruguay y el imperio británico”, de lectura aún hoy reveladora del Uruguay profundo, más allá del Cerro de Montevideo.
Compartió con Washington Reyes Abadie y Roberto Ares Pons la creación de la revista Nexo, en 1958. Desde ella comenzó a desarrollar aquellas tesis aprendidas del general argentino derrocado en 1955 y a concebir la función de su pequeño país, alguna vez Banda Oriental y alguna otra Provincia Cisplatina, como el nexo y la clave capaz de articular la unidad de la Cuenca del Plata. Justamente con este concepto dará inicio a la más trascendente y luminosa reflexión que se haya escrito sobre el papel histórico y el destino del Uruguay, su admirable “Uruguay como problema”. Así comienza el libro: “El Uruguay es la llave de la Cuenca del Plata y el Atlántico Sur, y la incertidumbre de su destino afecta y contamina, de modo inexorable y radical, al sistema de relaciones establecido entre Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia”.
A partir de la instauración de la dictadura en su país, perdió su alto cargo en la administración del puerto de Montevideo y se convirtió en uno de los más importantes intelectuales laicos del Episcopado Latinoamericano. Esa tarea le permitió recorrer nuestro continente en toda su extensión, conocer de cerca las distintas realidades de nuestros pueblos e investigar en su historia política y económica.
Lentamente su pensamiento comenzó a abrirse paso en el Uruguay, en la otrora llamada “Suiza del Plata”. A medida que el bienestar de la semicolonia inglesa comenzaba a desaparecer y miles y miles de uruguayos emigraban a Europa y a Australia, cuando el país no podía ofrecerles un lugar bajo el sol, la prédica de Alberto Methol Ferré, su intransigente continentalismo, su desprecio a la “argentinidad”, a la “uruguayidad”, a la “chilenidad”, comenzaron a demostrar su valor y trascendencia. Fundador del Frente Amplio uruguayo, antes de la dictadura, la hegemonía que durante mucho tiempo ejercen el partido Comunista y los sectores liberales, lo alejan del mismo recluyéndose en su identidad blanca. La aparición de Pepe Mujica como caudillo del Frente y su candidatura presidencial lo acercaron nuevamente a aquellas filas y son muchos los comentarios acerca de sus reuniones con Pepe, hablando de lo que más sabía: la unidad continental, el Mercosur, la Unasur y el futuro de la Patria Grande.
Tuvo con la Argentina una relación más que fraternal. En el fondo Tucho Methol Ferré se consideraba un argentino oriental, como aquellos a los que estaba dirigido el llamamiento del general Lavalleja: “Argentinos Orientales: las Provincias hermanas sólo esperan vuestro pronunciamiento para protegeros en la heroica empresa de reconquistar vuestros derechos. La gran nación argentina, de que sois parte, tiene gran interés de que seáis libres, y el Congreso que rige sus destinos no trepidará en asegurar los vuestros”. Cultivó la amistad con grandes argentinos, como Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos o Fermín Chávez. Y hasta los últimos días mantuvo una enorme capacidad de trabajo y una incansable voluntad de transmitir sus conocimientos y sus reflexiones.
En nuestras de gratitud por su intensa amistad con nuestro país fue condecorado por el Estado argentino con la Orden de Mayo al Mérito en grado de Comendador, meses antes de su fallecimiento.
Buenos Aires, 31 de octubre de 2011.
1 comentario:
impecable recordatorio de quien fuera un patriota iberoamericano,un intelectual de fuste y un americano de verdad.Su pensamiento estará vivo en cada camino,en cada recodo,en cada llanura abierta de esta,nuestra heredad,Methol Ferré impulsó con denodado esfuerzo permitirnos lo que hoy vivimos la "ArgentinidadUruguaya",excelente nota y homenaje a este gran,repito,patriota en serio.Su pensamiento no estará ausente de las grandes causas de America Unida.Como lo pensaron Artigas,Perón,Aparicio Saravia y otros tantos.
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