27 de octubre de 2015

El domingo 22 de noviembre votaremos a Scioli-Zannini

El domingo, como ha escrito Enrique Lacolla en su sitio web, se ha producido “un terremoto político: Una opinión pública voluble, la saturación mediática y un oscuro tramado de intrigas en el seno del FpV, han puesto en tela de juicio el futuro del modelo”.

No se puede negar la importancia del traspié que ha sufrido el proyecto de independencia nacional, justicia social e integración latinoamericana iniciado con la presidencia de Néstor Kirchner, en el 2003 y de cuyo fallecimiento hoy se cumplen cinco años. La provincia de Buenos Aires, la más rica y populosa del país, ha quedado en manos del partido que expresa los intereses del capital financiero, los grandes productores agrarios, el monopolio mediático, el ajuste y la devaluación del dólar. Buenos Aires se suma así a Mendoza, Córdoba y Santa Fe al bloque de provincia gobernadas por los partidos de la Argentina agroexportadora y dependiente, los partidos del endeudamiento externo, el achique del Estado, la exclusión social y el alineamiento automático con los EE.UU. Ello implica que la franja central del país que concentra la mayor parte del Producto Bruto Interno ha quedado en manos de la oposición.

A esto debe agregarse un resultado muy exiguo para nuestro candidato Daniel Scioli con una escasa diferencia a favor sobre el candidato del establishment económico Mauricio Macri.

El impacto de estos resultados, a los que debe sumarse triunfos como el del candidato Arroyo, en Mar del Plata -un confeso admirador de la dictadura, xenófobo y homofóbico declarado-,  han producido en los círculos militantes del Frente para la Victoria un juicio negativo sobre la conducta del electorado, sobre su supuesta desmemoria, su frivolidad política o la hegemonía de los peores sentimientos.

En el pueblo anidan siempre, cuando ganamos y cuando perdemos, los peores y los mejores sentimientos. Ellos se mezclan en el proceso electoral en el que las razones por las cuales se vota a una candidatura son siempre, desde la perspectiva individual, heterogéneas y confusas. Pero eso es políticamente irrelevante.

La política consiste, justamente, en conquistar la voluntad popular tal como ha sido generada por la historia, negociar con la realidad, y ganar elecciones. Cuando el resultado nos es adverso, la responsabilidad es siempre nuestra. Porque no gobernamos tan bien como para que sus resultados fuesen incontrovertibles, porque pecamos de soberbia o triunfalismo, porque ideologizamos el mensaje sin preocuparnos por los problemas cotidianos. El pecado de ideologismo ha estado permanentemente presente en nuestras filas, haciéndonos alejar, muchas veces, del sentir popular profundo. Creer que denunciar a algún candidato racista alcanza para destruirlo es un pecado típico de ideologismo. Si ganó Arroyo es porque nuestro candidato fue considerado peor por una importante mayoría popular. Mar del Plata es una plaza muy conservadora, como Bahía Blanca. Horrorizarse porque un candidato desprecia a los bolivianos -con todo lo perverso que tiene- no alcanza operatividad política alguna.

Las sociedades, en general, son conservadoras y no soportan durante mucho tiempo la controversia y la tensión políticas, menos cuando la situación favorable comienza a retroceder y aparecen turbulencias económicas. Hay que aceptar, por duro que sea, el mensaje de las urnas. Hacer recaer la culpa en el electorado es escupir al cielo. Es hacer algo parecido a lo que hace la derecha económica. Y, lo que es peor, no sirve para corregir nada.

De modo que toda reflexión política debe centrarse en revertir los errores, mezquindades, pruritos y desaciertos cometidos y las heridas -voluntarias o involuntarias- que han sangrado durante la jornada electoral, para convertir el exiguo triunfo del 25 de octubre en un contundente triunfo el próximo 22 de noviembre.

La fórmula presidencial Daniel Scioli-Carlos Zannini es, en estas condiciones, más que nunca la respuesta para mantener los logros nacionales y populares alcanzados durante estos doce esforzados años, en los cuales, no solo logramos sacar al país del infierno y el empobrecimiento material y espiritual en que lo dejó la dictadura del capital financiero, los organismos internacionales de crédito, la desindustrialización y el darwinismo social.

Está en la capacidad de energía estratégica y negociación táctica de nuestro candidato presidencial y del Frente para la Victoria restañar heridas y resentimientos, reunificar las fuerzas centrales y determinantes del movimiento nacional, ratificar y fortalecer el voto popular por un proyecto de desarrollo industrial y productivo, de inclusión social y de soberanía la clave del triunfo en la segunda vuelta. Una derrota en estas elecciones implicaría una derrota no solo de nuestro país, sino de la gran esperanza abierta en las históricas jornadas de la Cumbre de Mar del Plata en el 2005, pondría en graves dificultades a los gobiernos populares latinoamericanos, incluído al Brasil.

Pero también amenazaría, y esto no es ninguna exageración, la notable y solitaria campaña en contra de la globalización dictada por el capital financiero y la destrucción del medio ambiente para la vida humana en el planeta, llevada adelante por nuestro compatriota, el Papa Francisco. La historia ha hecho que nuestro país y nuestro continente sean la retaguardia y la base territorial de su prédica a favor del mundo periférico y los más pobres y desheredados de todos los pueblos. Un triunfo en su país de nacimiento de las políticas que Francisco combate a escala global va a debilitar, de una u otra manera, su inclaudicable prédica.

Scioli-Zannini es el único voto posible para todos aquellos compatriotas a los que la Argentina no es solo un dato en el pasaporte sino el único lugar posible para su realización personal y social.

No puede haber vacilaciones, mezquindades o pruritos ideológicos. Doscientos años de una historia repleta de sacrificios sin límite reclaman de nuestra generación poner punto final al ciclo de revoluciones y contrarrevoluciones que han puesto grilletes a nuestro futuro.

Scioli-Zannini es la fórmula del país económicamente independiente, socialmente justo y políticamente soberano.

Buenos Aires, 27 de octubre de 2015.

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