El año 1954
empezó muy mal para el presidente Getulio Vargas. La presión
parlamentaria de la oposición le obligó a pedirle la renuncia al
joven ministro Joaõ
Goulart.
Su ex canciller João
Neves da Fontoura
-que ya lo había dejado en la estacada, uniéndose a la revolución
“constitucionalista” de los cafetaleros paulistas, en 1932-,
había comenzado una injuriosa campaña en la prensa, denunciando que
el presidente estaba preparando un pacto secreto con Perón, contra
los EE.UU. y con el propósito de imponer un estado “sindicalista”.
El
antiguo militante comunista, convertido en un feroz anticomunista
pronorteamericano, Carlos Lacerda desde su cloaca periodística
Correio
da Impressa,
y con la protección de la Fuerza Aérea, abrumaba a sus lectores con
permanentes denuncias de corrupción hacia el presidente y todo su
entorno.
En
su diario se publicó la denuncia formulada por Neves de Fontoura
acerca de que su renuncia fue para “repeler”
un
emisario de Perón a Vargas, que había venido directamente a
entenderse con Getulio, pasando por encima de su ministerio.
El
millonario Francisco Assis de Chateaubriand, “Cható”, era dueño
de "Diários
Associados",
entonces
el
mayor conglomerado de medios
de comunicación en
América
Latina,
que llegó
a tener más
de cien periódicos,
revistas
y
agencias
telegráficas, más
emisoras
de radio y de
televisión.
Con
una fortuna hecha sobre la base del chantaje, Cható había
sintetizado de esta manera la inserción internacional de su país:
Delante de los EE.UU. Brasil se encuentra “en la condición de una
mulata 'sestrosa'
(sensual,
cautivante y deseable) que
debe aceptar la voluntad de su 'gigoló'”. Su cadena inundaba con
calumnias sobre el gobierno que le había ayudado a forjar su fortuna
y hasta secuestrar, con una ley a su medida, a una hija de manos de
su madre. Mientras que desde su curil de senador denunciaba el
“imperialismo argentino” y afirmaba:“El
Uruguay es una provincia brasileña. Ya, por lo demás, aconseje a
los uruguayos que retornaran a la comunidad brasileña, en una de las
veces que estuve allí. Tengo con este país el complejo de Electra.
Soy imperialista nato y creo que debemos cambiar el nombre de
República de los Estados Unidos del Brasil por el de Imperio del
Brasil y volver a ser impetuosos ‘imperiales’ del tiempo de la
guerra de los Farrapos”.
Los rivales de
Vargas eran, como lo habían sido siempre, los dueños de la "hacienda y la tienda" los hacendados del café, los
importadores y exportadores y los productores nacionales de
alimentos. Aunque el sector había ido perdiendo peso político,
tenía una gran incidencia como grupo de presión. En términos
económicos se habían favorecido por el alza de los precios del café
en 1949 y al estallar la guerra de Corea. La
presión se ejercía principalmente por medio de las Asociaciones
Comerciales. Estas Asociaciones estaban organizadas en el país desde
muy antigua data y eran adversarias decididas de la
industrialización, porque ella, en último análisis, les quitaría
el lugar de intermediarios de las fuentes externas de abastecimiento,
a la vez que las medidas de proteccionismo volvían más difíciles y
costosos los negocios de importación.
Los
partidos opositores habían logrado encontrar apoyo en sectores de la
alta oficialidad de las Fuerzas Armadas y, en medio de ese ambiente
de creciente tensión y enfrentamiento, en el mes de agosto un
pistolero disparó sobre el jefe político de la oposición golpista,
Carlos Lacerda, en Copacabana. El periodista salió levemente herido
pero fue muerto el mayor de Aeronáutica Rubens Florentino Vaz que
integraba su grupo de guardaespaldas. El asesinato provocó una onda
de repudio que fue asumida pasionalmente por la Fuerza Aérea, la que
constituyó una comisión investigadora. Esta llegó a la conclusión
que el pistolero había actuado a las ordenes de Gregorio, un gaúcho
analfabeto que, desde hacía treinta años, servía a las órdenes de
Getulio1.
La
crisis política ya estaba
en la calle. Apareció
un llamamiento de un grupo de oficiales de las FF.AA. pidiendo la
renuncia del presidente, mientras en las oficinas de los grandes
exportadores e importadores, en los directorios de los bancos y en
las redacciones de Chateaubriand y de Marinho se celebraba
ya la caída del presidente Vargas.
En
la madrugada del 24 de agosto, Getulio convocó
a una reunión de gabinete. Allí comprobó
que, a excepción de Tancredo Neves, todos sus ministros estaban
a favor de la dimisión. El presidente insistió
en su firme postura de no renunciar y prouso
un pedido de licencia, mientras agregaba:
“Si vienen a deponerme, encontrarán mi cadáver”. La ofensiva y
la traición no cedieron.
El ministro de Guerra, en nombre de las FF.AA., le exigió
la renuncia.
Ante
lo inevitable de la situación y al ver que todos los caminos de la
negociación estaban cerrados, Getulio se retiró a su cuarto. Es un
cuarto amplio, espacioso. El mobiliario es una gran cama, un
escritorio y un sillón. Se desvistió lentamente. Se puso un pijamas
a rayas, como solía usarse. Se acercó al escritorio y escribió de
puño y letra una carta de solo cinco carillas. La firmó con letra
segura y pulso estable.
Del
escritorio sacó el revolver que allí guardaba. Se sentó en la
cama. Llevó el caño del arma a la altura del corazón. Suspiró
hondamente. Seguramente pasó por su cabeza la inmensidad de su país,
los años transcurridos desde aquel levantamiento de 1930 y los
prodigiosos cambios que habían ocurrido. Generaciones de brasileños,
bandeirantes ambiciosos, esclavos hacinados en el sensala, indígenas
de lo profundo de la prodigiosa foresta, la cópula brutal del
fazendeiro y la bella africana, el amor libre e igualitario de
negros, blancos e indios
de los quilombos de
Zumbí, la crueldad de los cangaceiros y el misticismo del
Conselheiro, una infinita escola de zamba pasó por los ojos del
gaúcho, taciturno y astuto. Volvió a suspirar y apretó el gatillo.
Su
carta, que sería su testamento político, quedó como una acusación
permanente a los mezquinos intereses que exigían su renuncia. Con su
muerte, se anticipaba a la puñalada trapera del golpe, y exponía
ante el pueblo brasileño la miseria de la conspiración. Su trágico
sacrificio le dio a la democracia de su país diez años más de
sobrevida y un mensaje perenme de responsabilidad política.
Al
año siguiente, las mismas fuerzas sociales, los mismos intereses
latifundistas, exportadores y bancarios, con el mismo despliegue de
moralina hipócrita, con el mismo subterfugio republicano obligaban a
Juan Domingo Perón a refugiarse en una embarcación paraguaya. Mas
de 1000 muertos, ciudadanos desarmados e indefensos, e infinidad de
heridos era el saldo que dejaba la infamia oligárquica. Vinieron
para arrasar con los diez años peronistas, pero, sobre todo, con la
intención de borrar de la memoria popular esa experiencia.
En
el camarote de la humilde embarcación militar paraguaya, el general
que se negó a derramar sangre entre hermanos, vio también,
seguramente, pasar, en esas noches, el
país que había encontrado y el país que dejaba. La fábrica de
aviones, los astilleros, la marina mercante que nos beneficiaba en
los fletes de la exportación, las miles de fábricas que a las seis
de la mañana tragaban a millones de oscuros trabajadores, que una
década atrás, cuidaban una majadita de ovejas en las provincias
norteñas, esas
multitudes eufóricas gritando a coro su nombre que tan bien se
prestaba a las rimas, el agradecimiento de esos ancianos y ancianas
que habían encontrado un poco de dignidad en el ocaso de sus vidas y
el amor religioso que le profesaban a la pobre Eva en su joven
agonía, debían
aparecer proyectadas en las frías y metálicas paredes, en esas
largas noches en vela. Y debió surgir en su memoria, con seguridad,
el abrazo que nunca fue posible con el gaúcho de San Borja, esa
entrevista que, aquí y allá, habían impedido los que, allá, lo
llevaron al suicidio y acá, lo empujaban a un destierro que, sabía,
sería largo.
Quizás,
si hubiésemos podido abrazarnos, si hubiésemos podido sentarnos a
conversar de esa alianza que yo me había imaginado, si nuestra
incipiente industria pesada podía sumarse a esa Corporación do Vale
do Rio Douce que le arrancó a los yanquis con astucia y firmeza, si
sumábamos esfuerzos para fortalecer nuestra fábrica de aviones en
Córdoba, si podíamos mandar a su país nuestras heladeras Siam, con
alguna inversión que ellos pudieran hacer para permitir el esfuerzo,
nada de esto hubiera pasado, quiero creer que le pasó por la cabeza
al General solo, derrotado y en vela.
El
triunfo electoral de Macri y la intentona destituyente contra Dilma y
Lula, la complicidad del sistema judicial y de los monopolios
mediáticos me hicieron reflexionar sobre estos hechos históricos.
De aquellos días de 1954 y 1955 y de estas jornadas más cercanas en
el tiempo queda un dato esencial e insoslayable: Argentina y Brasil
son los dos países en cuyo destino se juega y se cifra el destino
del continente. Quien no lo vea, será un ciego o un cómplice de
nuestro sometimiento.
Buenos
Aires, 22 de marzo de 2016
1
Ver Un solo impulso americano - El Mercosur de Perón, Julio
Fernández Baraibar, Fondo Editorial Simón Rodríguez, Buenos
Aires, 2004.
1 comentario:
El gran trabajo pendiente en el MERCOSUR, más allá de la unión aduanera, y por extensión al UNASUR es romper el colonialismo cultural.
Esa mentalidad que hace que el que no tiene nada, o poco, en cuanto mejora algo se identifica con el opresor. Más allá de muchos errores considero que ese es el motivo fundamental de la derrota del campo popular en las últimas elecciones.
Aunque parezca una paradoja considero que hay que fusionar el ideario de los escritos de JAURETCHE con la acción que MAO ZEDONG llevo adelante con su REVOLUCIÓN CULTURAL.
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