Un
amigo de estos muros me escribe:
“Sigo
preguntándome y te pregunto, ya que veo que lo seguís defendiendo
(a Donald Trump), ¿en qué nos beneficia a los argentinos? ¿en que
vamos a tener limones más baratos, quizás?. Por favor tratá de ser
muy didáctico porque me cuesta entender”.
Y
mi respuesta ha sido:
¿De
dónde sacás que lo defiendo?
Lo
he repetido cada vez que hablamos del tema, por aquí, por Twitter,
por la radio y en artículos publicados en distintos medios
electrónicos.
La
aparición de Trump expresa una ruptura en el bloque hegemónico
imperialista, un quiebre en el orden internacional planteado desde,
por lo menos, la presidencia de Reagan. TODO quiebre del bloque
hegemónico nos favorece. En este caso, no está en cuestión la
naturaleza imperialista del capitalismo norteamericano, sino que se
trata de un enfrentamiento entre los sectores vinculados directamente
al capital financiero -Wall Street- y sectores de la sociedad
norteamericana que descubren los perjuicios que esa hegemonía ha
generado puertas adentro de EE.UU. e intenta establecer una nueva
hegemonía, manifestando, así, una profunda crisis en el seno de la
principal potencia imperialista.
Es
obvio que el caracter no complementario de nuestra economía con la
economía yanqui no permite un efecto económico directo y más que
alguna dificultad con algunos pocos rubros, aunque importantes, como
la carne o los limones, no va ha haber en lo inmediato.
Pero
produce un realineamiento general en la política internacional, una
tensión nueva y distinta, donde EEUU vuelve a su aislacionismo de
los años 20, a un nuevo proteccionismo -que actualiza y pone en
evidencia las ventajas de nuestro propio proteccionismo- que tiene un
efecto inmediato sobre el NAFTA y México, sobre el TTP, sobre el
acuerdo del Pacífico y sobre las relaciones político militares de
EEUU con todo el mundo. Si eso no parece una ruptura del bloque
dominante, no entenderíamos qué es una ruptura del bloque
dominante.
Yo
no defiendo a Trump, sino que discuto con aquellos que se enojan con
Trump, cuando su aparición abre infinitas posibilidades para un
reagrupamiento de fuerzas a nivel mundial, incluída América Latina.
Que México se salga del Nafta, por ejemplo, replantea toda la
política de integración latinoamericana que, hasta ahora, ha debido
prescindir de ese importantísimo país. Y el
propio New York Times ha publicado que desde diversos sectores
empresariales y políticos han comenzado a discutir seriamente una
salida del NAFTA. Lo ha visto con ojo de águila Evo Morales, quien
inmediatamente a publicado un tweet saludando y dando la bienvenida a
los compatriotas mexicanos a Nuestra América. En realidad, el NAFTA
cortó una profunda tendencia que se venía gestando en México para
acercarse al Mercosur en el momento inmediatamente previo a la firma
del tratado.
Lamentablemente
Temer y Macri -y los sectores sociales que ellos expresan- son
incapaces de ver la riqueza de oportunidades integracionistas que
todo esto nos abre. México era una figurita muy importante que nos
estaba faltando. Y tanto el fortalecimiento de la política
antiimigratoria iniciada por los gobiernos demócratas, con la
finalización del muro ya existente, y la esperable secuela de
extradiciones y retornos voluntarios, más las dificultades
arancelarias y pararancelarias que EE.UU. imponga a México en sus
exportaciones o a las empresas norteamericanas para ampliar su
producción en el país azteca, obligan a la corrompida y
norteamericanizada clase política mexicana a una revisión de su
posición en el mundo.
Y
viene a cuento citar a ese excelso pensador político que fue
Cantinflas, una de las figuras universales que América Latina dio al
cine mundial, en la inolvidable escena en que conversa con un guardia
fronterizo norteamericano, intentando cruzar la frontera con su burro
y su caballo Bucéfalo:
-
¿Tiene ud. intención de derrocar al gobierno de los EE.UU.?,
pregunta severamente el guardia.
-
Ah, no sea payaso, pues. Solamente que tuviera armas y esas las
tienen ustedes.
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