Ayer, al final del
día, pude tener ante mí dos discursos, ante sus respectivos
congresos, de dos mandatarios argentinos. Uno, el del presidente de
la República, Mauricio Macri, y el otro el del gobernador de la
Provincia de Formosa, Gildo Insfrán. Una rápida comparación de
ambos textos revela, descubre dos diferentes concepciones de la
política, dos diferentes concepciones de la sociedad y del mundo.
El discurso del presidente, que ya ha sido analizado y comentado
profusamente, comienza con la retórica que se ha hecho conocer como
de “coaching motivacional”1.
Intentemos explicar de qué se trata. Los estudios acerca de lo
motivacional son el resultado de la aplicación de conclusiones
psicológicas y de comportamiento a partir de estudios cuantitativos
sobre el funcionamiento conductual de personas afectadas a un sistema
organizativo determinado por la diferencia entre “input”(o
inversión) y “output” (o resultado) , es decir la ganancia.
Básicamente, se habla -o hablan estos especialistas-
de motivación intrínseca y motivación extrínseca. La motivación
intrínseca corresponde a una serie de aspiraciones atribuíbles al
conjunto de los seres humanos basadas en el deseo
de cosas nuevas y nuevos retos, para analizar la capacidad de uno
mismo, observar y adquirir más conocimiento, según lo definen
Richard Ryan
y Edward L. Deci, dos psiquiatras norteamericanos de la Universidad
de Rochester, que se han especializado en estos estudios. Es
un impulso que no tiene sus raíces en presiones externas o en deseos
de recompensa. Al tener este origen, es mucho más difícil o
requiere mucho más tiempo y esfuerzo fomentar esta motivación
intrínseca para que incida sobre el comportamiento, que depende
exclusivamente de la personalidad individual de cada sujeto.
Pero
ahí aparece la motivación extrínseca. Y ¿cuál es el motor
esencial de ese impulso externo al individuo y que hace que el éste,
con menos tiempo y menos esfuerzo, encuentre la
motivación necesaria para llevar a cabo una tarea y seguir
esforzándose en ella con persistencia?
Básicamente, la recompensa, la promesa de un premio en dinero, en
mejoramiento de su situación personal, en reconocimiento -que
también se traduce en más dinero-.
El
discurso motivacional es el que tiene por objetivo movilizar al
individuo a aumentar su esfuerzo, su rendimiento y su competitividad
con premios, no simbólicos -una copa, una medalla, un aplauso es una
motivación intrínseca- sino en contante y sonante: un aumento de
sueldo, un coche nuevo, un viaje a Hawaii, una casa con pileta, todo
a cuenta de la empresa y libre de impuestos.
“Estamos
acá para construir una Argentina donde cada persona pueda
proyectar la vida que espera”.
Esa
motivación extrínseca, individualista, asocial, que hace caso omiso
del conjunto social, al que define, nuevamente, con elementos
subjetivos e individuales: “Una
sociedad es una inmensa red afectiva”. El
extremismo subjetivista y superindividualista de Ayn Rand, la papisa
laica del presidente Macri, impregna este concepto. No hay comunidad
humana, no hay creación de un nosotros, de un yo colectivo orgulloso
de su soberanía, de su historia, de su lengua y sus tradiciones.
Hay, tan solo, una tibia y húmeda red de individuos aislados, unidos
por un nauseabundo tegumento llamado afectividad.
Y
agrega motivacionalmente: “Pero
es imposible que podamos tomar contacto con esas emociones si no
podemos pagar las cuentas a fin de mes o no podemos poner comida en
nuestra mesa”. Después
de haber quintuplicado las tarifas de los servicios y producido el
más alto precio relativo de los alimentos en quince años, el
presidente, en su papel de “coach”, exhibe la motivación
extrínseca para que aceptemos su propuesta y nos esmeremos en
lograrla. Olvida, los psicólogos motivacionales suelen carecer de
pensamiento histórico, que hace tan solo dos años pagabamos
nuestras cuentas y comíamos en una mesa abundante con todos nuestros
afectos y desplegábamos nuestras emociones de manera colectiva y
pletórica de alegría en manifestaciones desbordantes de alegría y
entusiasmo.
Anticipándonos
al análisis que haremos posteriormente, vale la pena adelantar este
concepto, tan simétricamente opuesto, pronunciado por el gobernador
de Formosa en su discurso a la Legislatura provincial: “Esto
lo vive la familia argentina a diario cuando le llega la factura de
la luz o debe comprar sus alimentos, y siente que aún esforzándose
como siempre, se hace más difícil llegar a fin de mes”.
Por
eso no hay interés en hablar ante una multitud. Por eso carece de
significación el brillo incandescente de la ausencia de las
multitudes argentinas en una Plaza de los Dos Congresos vacía como
un pueblo abandonado. El pueblo es como el sistema de ávidos
ejecutivos de una empresa, al que hay que alentarlo, uno por uno,
para que, ganando dinero, le haga ganar más dinero a la empresa.
Esta
noción recalcitrantemente individualista y despolitizada es la
última y más soez manifestación ideológica del capital
financiero. Si para el liberalismo del siglo XIX, admirador de
Augusto Comte y su organicismo social, el pueblo era el sector
ilustrado y pudiente, para estos sociópatas randianos no existe,
siquiera, ese concepto. Se trata de una población que, por abuso del
estado, aún no ha descubierto las mieles del individualismo, del
hedonismo privilegiado y de la anomia en que se mueven.
El
gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, por el contrario, comienza su
discurso presentándose ante su gente para cumplir “con
el deber democrático de rendir cuentas sobre la marcha de nuestro
gobierno”.
Y
lo primero que enuncia el gobernador es el estado en que se encuentra
el mundo, ya que, como afirmara Juan Domingo Perón, “La
política es política internacional”.
Es una referencia breve, sintética, pero con la suficiente carnadura
para ilustrar a su pueblo, a los formoseños, de las dificultades de
la hora:
“El
mundo, confundido, se debate cuestionando sus propios paradigmas.
China, pilar del comunismo en el pasado, impulsa el libre mercado.
EE.UU., meca del liberalismo, cierra sus fronteras insinuando una
fuerte apuesta proteccionista. La Unión Europea, universalmente faro
de los derechos humanos y ejemplo de integración supranacional,
cuestiona sus propios ejes fundacionales y cierra sus puertas al
drama humanitario de los refugiados.
En suma,
teorías políticas, económicas, sociales y culturales que dominaron
el mundo por décadas, hoy muestran su fracaso.
Así
las cosas, mientras los países más poderosos de la tierra se
debaten sobre la dirección a tomar, las personas se ven sumidas en
la más cruel desigualdad”.
Desde
ahí, desde esa real inserción en el mundo, Insfrán comienza su
informe.
Comparemos
con esta reflexión del presidente Macri:
“Pero,
este mundo que tenemos hoy es un mundo lleno de incertidumbres, de
volatilidades. Vemos la tensión los debates políticos en los países
centrales, los países desarrollados, cruzados por la globalización,
las corrientes migratorias, la revolución tecnológica.
Autos
que se manejan solos, alimentos que se producen en forma sintética,
inteligencia artificial, robots, revolución genética; todos temas
que hace rato dejaron de ser ciencia ficción.
Frente
a esto yo siento, y quiero transmitirles, que en esas novedades hay
herramientas que pueden ayudarnos a resolver nuestros problemas, pero
para eso tenemos que dejar de tener una agenda mezquina, pequeña,
negar lo que pasa en el mundo”.
La compleja
realidad política, sus enfrentamientos, las sombras que amenazan al
conjunto humano, son reemplazadas, en una cabeza propia de un
vendedor de cepillos puerta por puerta, en un vulgar catálogo de
novedades explicadas admirativamente por un niño de ocho años... de
la década del 60.
Continúa el
gobernador de Formosa:
“De acuerdo a
la organización internacional OXFAM, tan solo 8 individuos
concentran en sus manos una riqueza equivalente a la que poseen 3.600
millones de personas, es decir, la mitad más pobre del planeta.
Al abordar las
principales causas de esta terrible injusticia, destaca: la falsedad
de la teoría del derrame; las enormes ganancias empresariales a
costa de los trabajadores; la sumisión de las instituciones
democráticas a los intereses de las grandes corporaciones; y
especialmente, el papel de la evasión y de la elusión fiscal.
En América
Latina y el Caribe, el 10% más rico concentra el 71% del capital,
mientras que la evasión asciende a más de 320.000 millones de
dólares, cifra que se escurre anualmente hacia los paraísos
fiscales. Esto afecta a los más pobres, que dependen en mayor medida
del dinero que se deja de tributar.
La desigualdad
no solo tiene un efecto económico, fundamentalmente tiene
consecuencias humanas. Está probado que crea las condiciones para el
aumento de la delincuencia, la inseguridad y un peligroso resurgir
del racismo y la xenofobia”.
Quien pretendan encontrar en el discurso ante la Asamblea Legislativa
algo parecido buscará en vano. El mundo es, para el presidente de la
República, lluvia de dólares, generosidad capitalista, deseos de
invertir, afán de beneficiar a la Argentina. Y, lo que es peor, el
reconocimiento de esta incertidumbre y volatilidad es considerado
“aislamiento del mundo”.
“Es inaceptable subordinar nuestros intereses a los centros de
poder global, bajo el engañoso argumento de la reinserción de la
Argentina en el mundo”, dice el gobernador en su mensaje,
anticipándose a lo que en ese mismo momento decía el presidente en
Buenos Aires.
Menciona Insfrán, en su discurso al Papa Francisco, mención que no
es tan solo un saludo a la bandera, sino un claro establecimiento de
un lugar, una toma de partido, en esa “incertidumbre” que
es el mundo:
“Porque
precisamente este sistema '...no hace nada por sanar las heridas
sociales ni enfrentar las estructuras que dejan a tantos hermanos
tirados en el camino'.
Contrariamente a la abstracta enunciación de deseos del presidente
Macri sobre pobreza cero y su preocupación por los más pobres, que
no le permite enunciar una sola medida concreta dirigida a ese
sector, el gobernador de Formosa plantea “un mundo más justo,
una economía más humana y respetuosa de la naturaleza, una
comunidad más solidaria”. Y el resto de su discurso es un
repaso a la lista de realizaciones que su gobierno ha implementado en
la provincia.
Pero antes se encarga de dejar perfectamente claro cuáles son sus
diferencias con el gobierno nacional. Desde una provincia que,
históricamente, ha sido considerada como marginal y a la que Domingo
Cavallo llegó a ofender con el calificativo de “inviable”,
sabiendo a los riesgos políticos que su sinceridad lo expone,
Insfrán sostiene:
“Las medidas
económicas tomadas por el gobierno nacional han producido una enorme
transferencia de riquezas en beneficio de los sectores más
privilegiados, haciendo caer el peso del ajuste sobre las espaldas de
los que menos tienen.
Así lo
demuestran los indicadores económicos y sociales, incluso los datos
oficiales. Cayó el consumo y la economía familiar. Cayó el empleo
y la capacidad adquisitiva de los salarios. Cayó la actividad
industrial, con el cierre de miles de empresas. Cayó el turismo.
Cayeron las industrias culturales. La inflación superó el 40%
anual. El déficit fiscal creció por encima de los valores
largamente criticados por quienes hoy nos gobiernan. Crecieron los
indicadores de pobreza, indigencia, desocupación, desigualdad, y
sobre todo, el endeudamiento del país. Con estas políticas, lejos
quedan nuestros anhelos de lograr la independencia económica”.
Estas palabras se pronunciaban en el momento mismo en que el
presidente Macri mentía con obras no realizadas, con aspiraciones de
deseos sin mecanismos ni financiación para convertirlos en
políticas, con promesas de inversiones no conseguidas, en suma con
la lista de mendacidades que el conjunto de la clase política,
oficialista y opositora, sabe que no quiere ni puede llevar adelante.
El discurso de Insfrán, como no podía ser de otra manera, abunda en
cada una de las realizaciones, mejoras, progresos y transformaciones
que ha vivido la provincia y su pueblo en todos esos años. Pero
además, tiene la virtud del agradecimiento, rasgo poco habitual en
la política.
“Mucho
se habla de pesadas herencias, pero de la única herencia de la que
podemos dar cuenta los formoseños es la que vino a reparar
históricas postergaciones, con más inclusión, equidad y dignidad”.
Y es agradecimiento, porque es conciente, y quiere que todos sus
coprovincianos lo sean, que el actual presente de la provincia, sus
rutas, sus escuelas, sus hospitales, ese mar de techos azules que se
ve desde el avión al acercarse a Formosa, fueron posibles por el
compromiso de Néstor y Cristina con la provincia, con su
postergación injusta e inmotivada.
El
discurso de Gildo Insfrán enuncia uno a uno los logros alcanzados y
advierte sobre las dificultades que pueden sobrevenir. Enunciar cada
uno de ellos sobrepasa el intento de esta nota. Pero quiero terminar
citando el final mismo del discurso formoseño, porque permite
descubrir la diferencia de concepciones acerca del pueblo y la
voluntad popular, que caracterizan ambos discursos: Termina diciendo
Insfrán:
“Vivimos
momentos difíciles, no reconocerlo sería faltar a la verdad. Pero
los formoseños estamos acostumbrados a enfrentar la adversidad.
Muchas veces se nos planteó el dilema de vencer o ser vencidos.
Nuestra respuesta fue nunca pactar, y así vencimos siempre.
Hoy,
como ayer, hay quienes pretenden que volvamos atrás y seamos aquel
territorio olvidado que no gozaba de los mismos derechos ni de las
mismas oportunidades que otras provincias se equivocan. Formosa
cambió para nunca más volver atrás.
Tenemos
mucho más por hacer. Tenemos mucho que mejorar. Pero también somos
un pueblo sano, creyente, alegre, sin odios, con la fuerza necesaria
para avanzar.
No
es un tiempo para tibios ni medias tintas.Es tiempo de estar unidos.
Todos juntos... hombres..., mujeres..., trabajadores..., jóvenes...
Unos al lado de los otros. Cuidando aquello que queremos. Defendiendo
lo que tanto nos costó lograr. Sé que vamos a estar a la altura de
los desafíos, porque conozco a Formosa y conozco al formoseño.
Porque
sabemos luchar, resistir y vencer.
Porque
no nos arrodillamos ante nadie..., solo ante Dios. Y a Él elevamos
nuestras oraciones para que, junto a nuestra Madre, la Virgen del
Carmen, bendigan y protejan a nuestro pueblo”.
No
hay motivación extrínseca en estas palabras. Hay apelación a las
mejores motivaciones intrínsecas del ser humano: su dignidad, su
orgullo, su amor a la tierra en la que nació”.
Es la diferencia entre un
discurso peronista, nacional y popular, y un ramplón alegato
neoliberal randiano, sin pasión ni razón.
Buenos Aires, 2 de marzo de
2017
1Así
lo definió el periodista Damián
Fernández Pedemonte
en La Nación,
http://www.lanacion.com.ar/1989184-un-discurso-activista-sin-certezas-sobre-el-plan-general-del-gobierno.
Y escribe: “Los
"argentinos" destinatarios del mensaje no constituyen un
colectivo. Algunos pasajes demuestran esta apelación al ciudadano
común, en particular el extraño momento en que habla de las
emociones y del país como "una red afectiva". No se
apuntala un proyecto colectivo ni un bien común. Macri les habla a
individuos en contacto con otros individuos. Y el estilo que elige
para hacerlo es el motivacional, el aspiracional del líder
empresarial, del coach. Ahí encajan muy bien los casos ejemplares
que le gusta citar: la comunidad wichi Asunción; las docentes
Mónica, Raquel o María Marta”.
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