Lo
de la renuncia de Kuscynski no puede ser más mamarracho. Ahora, el
renunciado amenaza con retirar su carta de renuncia, si el Congreso
trata su situación como una vacancia, con el juicio que ello trae
aparejado. Perú atraviesa una profunda, muy profunda, crisis
política de representatividad. La presidencia del propio Kuszinski
es un ejemplo de ello. Primo hermano, por parte de su madre, de
Jean-Luc Godard, el director frances de Sin aliento y Vivir su vida,
dos películas que dieron inicio a la llamada Nouvelle Vogue, o Nueva
Ola, del cine francés y europeo. Está casado en primeras nupcias y
divorciado con la hija de un ex diputado norteamericano, con quien
tiene varios hijos, y, en la actualidad, con otra polítologa también
norteamericana. Realizó su carrera profesional en el Banco Mundial.
Trabajó en varias entidades financieras hasta llegar a copresidente
del banco de inversión First Boston. Fue miembro fundador del Grupo
Bildenberg y miembro del directorio de diversas empresas, incluyendo
Siderúrgica Argentina y Tenaris, del grupo Rocca.
Llegó a la política
de la mano de Fernando Belaunde Terry, en 1966, y debió refugiarse
en los EE.UU. con el advenimiento de la Revolución Peruana en 1968,
con la acusación de otorgar certificados de divisas a la
International
Petroleum Company
lo que permitió que esta compañía pudiese enviar 115 millones de
dólares de utilidades a la Standard
Oil,
su casa matriz en Estados
Unidos.
Después de ocho años y ya vencido el intento nacionalista de
Velazco Alvarado, la Corte Suprema de Perú lo absolvió junto con
otros honestos empresarios como él mismo.
Con
esta breve biografía, es muy difícil extrañarse que este apátrida
pueda haber incurrido en actos de corrupción. Toda su vida anterior,
al servicio de los intereses extranjeros en su país, hacía evidente
que, tarde o temprano, lo agarrarían con las manos en la masa.
Después de amnistiar al “Chino” Fujimori, el candidato que cortó
las aspiraciones presidenciales de Mario Vargas Llosa, y al que
Kuszynski envió a su casa desde el sanatorio donde se encontraba
internado y en cumplimiento de 25 años de prisión por violaciones a
los Derechos Humanos, Keiko Fujimori retiró el apoyo de su partido y
el viejo saqueador del Perú tuvo que renunciar.
El
escenario de Perú se parece al de un país europeo. Esto quiere
decir que las alternativas electorales que se le ofrecen están
insertadas en exactamente el mismo punto de vista de aceptación
resignada del actual estado de cosas. Entre Kuszynski y Keiko
Fujimori había menos diferencia que entre Bachelet y Piñera, lo
cual es mucho decir. Ahora bien, cualquier país europeo puede vivir
con esto ya que forman parte del sistema mundial de dominación y son
centro de operaciones del capital financiero, amo y señor del mundo
occidental. Por lo tanto su población, aún los sectores más
humildes y explotados gozan todavía de un bienestar que, comparado
con la situación de los pobres peruanos, es de un inalcanzable
bienestar. El pueblo peruano y el propio Perú, país agro-minero
exportador, sin industrias, con una gigantesca economía en negro,
sin trabajadores fabriles, con un enorme atraso agrario y una
burguesía financiera trasnacionalizada, no creo que esté en
condiciones de aguantar indefinidamente semejante ausencia de
oportunidades superadoras.
En algún lugar del Perú que no
conocemos ni los medios permiten ver tiene que estarse gestando
alguna cosa que lo saque de este miserable marasmo en el que se
encuentra. Insisto, en algún lugar un Perón, un Chávez, un Vargas,
un nuevo Haya de la Torre, un nuevo Cholo Velazco Alvarado, está
afilando el cuchillo de la redención.
Lejos
de mí pretender decir lo que hay que hacer, pero la política como
la física aborrece el vacío.
Buenos Aires, 23 de
marzo de 2018
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