5 de febrero de 2021

Ecuador: entre la dolarización y la atomización del poder político



El domingo hay elecciones presidenciales en Ecuador. Su resultado tendrá un importante efecto no solo en el país sino en el conjunto del bloque de países de Suramérica.

Ecuador es un país sobre el cual tenemos un enorme desconocimiento, tanto de su historia política, como de su realidad político-social. No vamos a intentar aquí resumir esos doscientos o trescientos años de historia, pero la balcanización que tuvo lugar a partir de la muerte de Bolívar no terminó de construir un estado al modo como Roca lo hizo en la Argentina o Guzmán Blanco en Venezuela.

El país se divide en tres zonas geográficas con muy distintas características sociales y económicas: la costa, la zona andina donde está ubicada su capital Quito y la llanura amazónica, cada una de ella con sus oligarquías locales y sus caciquismos políticos. La oligarquía costeña, vinculada al puerto de Guayaquil, ha sido siempre la que más vinculada a estado a los intereses extranjeros, tal como ocurre con todos los puertos de nuestro continente. Allí radica el sector más ferzomente enfrentado a cada uno de los gobiernos que intentaron superar ese acuerdo de las clases dominantes. Tradicionalmente la administración del poder central fue una negociación entre las tres oligarquías correspondientes a las tres regiones mencionadas. De alguna manera, la situación tiene características comunes con lo que en Brasil se llamó la República Velha (Vieja), a la que el régimen de Getulio Vargas puso fin.

A ello debe sumarse, en las últimas décadas la presencia de una importante organización político-social indígena como el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik, cuyo papel ha sido intentar sumarse a la mesa de esa distribución oligárquica del poder. Inclusive la izquierda participa de ese reparto quedándose tradicionalmente con la universidad en la que discute e investiga tanto sobre la explotación del trabajo infantil en las minas alemanas en el siglo XIV, como el papel jugado por la Segunda Guerra Mundial en la incorporación de la mujer al mercado laboral inglés.

Rafael Correa pretendió disolver el poder de estas oligarquías, construir un estado por encima de ellas y sobre la totalidad del territorio nacional, recortando el poder político de las mismas, algo del poder económico, sobre todo en el área del petróleo e intentando superar el arcaico enfrentamiento entre liberales y conservadores. El final de su gobierno y el brutal cambio de bando de su sucesor, Lenin Moreno, dejó a las claras que no había logrado realizar totalmente su tarea.

Es necesario agregar que la moneda de curso legal en el Ecuador es el dólar, impuesto durante el gobierno del presidente Jamil Mahuad, con asesoramiento de nuestro conocido Domingo Cavallo. Es decir que Ecuador carece de moneda propia, no puede emitir y depende totalmente de sus exportaciones y de los créditos tanto privados como del FMI.

Los Candidatos

Es en este país donde el domingo habrá elecciones en las que se enfrentarán con posibilidades tres candidatos.

Andrés Arauz, de 35 años, es el candidato que lleva adelante el conjunto de sectores que se definen como correístas, ante la proscripción impuesta por el regimen de Moreno al expresidente, quien, por su parte, ha jugado un papel importante en la campaña electoral desde su exilio belga. Arauz es un economista con títulos en la Flacso, en la Universidad Autónoma de México y, esto es muy importante para su imagen en el país, en la Universidad de Michigan. Fue ministro coordinador de Conocimiento y Talento Humano de Correa, cualquiera hayan sido las funciones de este ministerio, en un país donde existe una clase media y media alta con títulos universitarios altamente sofisticados y carece de industria en la que poner esos conocimientos. Hoy Arauz encabeza todas las encuestas de opinión en el Ecuador

Guillermo Lasso, antiguo presidente del Banco de Guayaquil y uno de sus principales accionistas. Es un hombre que representa directa y casi exclusivamente al capital financiero, está asociado a 49 empresas offshore en paraísos fiscales y acumuló entre 1999 y 2000 una riqueza de 30 millones de dólares, según publicara Página 12 hace unos años. Fue ministro de Economía del presidente Jamil Mahuad, que terminó su gobierno arrastrado por la crisis financiera de enero del 2000. Fundó el Movimiento Creando Oportunidades (CREO) con un rejuntado de grupos y partidos liberales. Es supernumerario del Opus Dei sostenedor de la falacia de “las dos vidas” y ha sido el principal opositor al gobierno de Rafael Correa. Ya se presentó y perdió en las anteriores elecciones presidenciales y, si bien es el candidato que según las encuestas va en segundo término en la preferencia de los electores, su recalcitrante conservadorismo político y su liberalismo económico no lo hacen capaz de sumar votos para enfrentar a Arauz en una segunda vuelta.

Y ahí es donde aparece la candidatura de Yaku Sacha Pérez Guartambel, inscrito al nacer con los nombres de Carlos Ranulfo. Este abogado recibido en la Universidad Católica de Cuenca, especializado en justicia indígen y derecho ambiental, es desde hace varios años miembro de Pachakutik y la CONAIE (la organización nacional de pueblos indígenas del Ecuador), fundador de ECUARUNARI (la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa), la organización indígena quichua de la Sierra, que constituye la fuerza más importante dentro de la CONAIE. Es hijo de madre quichua cañari y declara dirigir una organización latinoamericana de pueblos indígenas, que en realidad es un sello inventado por él. Su figura creció como referente de la lucha antiminera en esa provincia, en defensa del agua y los páramos, convirtiéndose en referente también y muy especialmente del anticorreísmo. En los ambientes académicos que este dirigente indígena frecuenta desde siempre ha recibido el mote de “brichero”, que en la jerga estudiantil significa algo así como “levanta gringas”. Está en pareja, unido en matrimonio ancestral, con Manuela Picq, una PHD en Derecho Internacional, franco-brasileña y ecofeminista de Flacso, que encabezó una fuerte campaña contra Correa por el tema minero. Correa cometió el grave error de expulsarla del país por participar, como extranjera, en protestas, convirtiéndola, en la prensa europea, en la principal denunciante de “la dictadura de Correa”. Este Yaku Pérez pertenece al ala más vinculada a las ONG y el financiamiento de la cooperación internacional, como ocurre con buena parte de la dirigencia de Pachakutik. Fue, sorpresivamente, la apuesta ganadora dentro de Pachakutik, cuando se pensaba en Leónidas Iza, el líder de las poderosas movilizaciones de octubre del 2019 contra Moreno y gobierno. En realidad, la designación de Yaku como candidato respondió al interés de la burocracia de Pachakutik por bloquear a Iza y su línea de enfrentamiento al régimen oligárquico. Dentro del correísmo, donde hay puentes tendidos con Iza, se piensa que éste hubiera sido un mejor candidato para el desempeño electoral de Pachakutik, aunque el hecho de tener unos contornos étnicos y regionales más subrayados y la memoria de la insurrección de octubre le habrían representado un techo mucho más bajo e infranqueable.

Yaku Pérez está logrando que por primera vez un candidato propio de Pachakutik sea tenido en cuenta al momento de considerar escenarios de ballotage. De hecho, su campaña polariza ahora con Lasso, para ver si logra entrar en la segunda vuelta. Por esta razón y en clara evidencia del oportunismo que caracteriza su política se mostró a favor de la independencia del Banco Central, de la derogación del Impuesto a la Salida de Divisas y está abierto a considerar un TLC con Estados Unidos, eso sí, “si es bueno para el Ecuador”.

Para el correísmo es muy importante ganar en la primera vuelta. Tal como ocurrió en nuestro país, la posibilidad de que los votos que resisten a una vuelta de Rafael Correa al país y a su influencia en el gobierno puedan sumarse en un ballotaje pone en riesgo su triunfo.

En Ecuador sobreviven el sistema político creado por las oligarquías regionales y la burocracia indígena y un gobierno de Arauz sería, en el mejor de los casos, una transición para futuros cambios en un país, atomizado, dolarizado y sometido de manera sistemática a la alianza de los sectores exportadores y el capital financiero. Lo que sigue siendo una duda que circula con voz en sordina es sí ese régimen aceptará los resultados de las urnas o apelará, como lo hicieran en Bolivia, al recurso de la OEA y su servicial secretario general Luis Almagro.

Para la Argentina y el proyecto histórico del movimiento nacional respecto a la integración regional, Arauz es el candidato que más expectativas genera y así lo ha hecho evidenciar el gobierno de Alberto Fernández.

El domingo se juega, nuevamente, una baza importante para el conjunto suramericano.

Buenos Aires, 5 de febrero de 2020

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