Dice el amigo Bruno Sgarzini, desde Venezuela: “Pfizer y Estados Unidos llegan tarde con su vacuna porque su industria farmacéutica es para ganar dinero. El desarrollo de su conocimiento depende de la bolsa, no de la salud ni la reputación de EEUU. Para Rusia, la Sputnik V es un asunto geopolítico, de Estado, no de dinero”.
Aunque parezca traído de los pelos, la diferencia en los criterios de distribución y venta internacional de la vacuna Sputnik V y la de Pfizer tiene que ver con el hecho de que, en 1917, ocurrió en el viejo Imperio Ruso una revolución obrera socialista. Pese a las deformaciones burocráticas que, por diversas razones que no vienen al caso, sufrió la gran Revolución de Octubre, la URSS nunca estableció con los países que componían el Pacto de Varsovia una relación de imperialismo económico, al modo como los países capitalistas impusieron con su periferia semicolonial.
La relación era brutal, muchas veces despótica, pero se basaba exclusivamente en una imposición política y, en el peor de los casos, militar, que es, al fin y al cabo, una forma de la política. "La guerra es la política por otros medios", explicó Clausevitz. No había ni exportación de capital, ni hegemonía del capital financiero. A punto tal que, cuando el centro político del sistema se desmorona, el conjunto del "imperio" soviético se desarmó como un castillo de naipes.
En la “restauración” del capitalismo en Rusia, después de la disolución de la URSS, el Estado ha jugado un papel central, limitando y hasta persiguiendo y haciendo desaparecer, en parte, a las mafias que intentaron convertirse en una especie de “lumpenburguesía” dominante. Y, así como durante la existencia de la URSS, la cuestión de la carrera espacial estaba determinada no por un afán de rentabilidad capitalista, la política exterior de Rusia se basa, como observa Sgarzini, en un afán de prestigio geopolítico, de relaciones políticas no basadas en el interés compuesto, ni en la sujeción económica de las economías de la periferia, ni en la tasa de ganancia de la empresa estatal.
De alguna manera, y sin idealizar, detrás de la política exterior de Rusia sobrevive la Insurrección de Petrogrado.
Buenos Aires, 2 de febrero de 2020
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