En esta página publico los artículos escritos por mí en los últimos años, sobre política argentina, política latinoamericana y política internacional, que considero más interesantes y de actualidad. Visite mi blog con temas periodísticos y literarios http://jfernandezbaraibar.blogspot.com
5 de noviembre de 2025
La Revolución Francesa de Milei
El titular del llamado ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, habló en el Hotel Mandarín Oriental Ritz, de Madrid, invitado por algo llamado Nueva Economía Forum, un lobby de empresarios, especialmente financieros, y políticos de la derecha española, que también podría llamarse “Lo de los Rodríguez”, ya que está conducida por José Luis Rodríguez, el presidente, Diego Rodríguez, el director general y Susana Rodríguez, la jefa de Secretaría y Administración. Allí intentó Sturzenegger explicarle a los españoles, que nunca tuvieron muy en claro qué fue la Revolución Francesa, que el proceso de liquidación nacional que vive la Argentina “sería como el Luis XVI (último rey francés con poderes absolutos); los sindicatos serían la Iglesia, y los empresarios prebendarios o cortesanos serían los terratenientes. Entonces Javier Milei, la Revolución Francesa”. Insisto, intentar vender esta chapucería histórica a los empresarios españoles, que se hicieron ricos bajo una monarquía impuesta por un régimen dictatorial montado sobre una guerra civil y 150.000 ejecuciones posteriores a ella, se le puede haber ocurrido solamente a este peligroso farabute.
El historiado inglés Eric Hobsbawm, en su clásico “La Era de la Revolución”, sostiene que lo que define a la Revolución Francesa no es la mera ruptura con un statu quo, sino su carácter doble: fue una revolución burguesa que, actuando bajo la bandera universal de la Ilustración, desató fuerzas sociales y políticas que transformaron irreversiblemente al mundo. El gobierno de Milei, del que Sturzenegger es alcahuete, no solo no encaja en este modelo, sino que representa su antítesis en aspectos fundamentales. Sigamos un poco a Hobsbawm:
El Proyecto Burgués y la Construcción de un Mercado Nacional
Dice Hobsbawm que la Revolución Francesa fue el instrumento de la burguesía ascendente para barrer con las estructuras feudales (privilegios aristocráticos, los viejos gremios medievales, leyes locales) que impedían la creación de un mercado nacional unificado y un Estado moderno. El lema “¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!” tenía una base material: crear las condiciones legales y administrativas para el desarrollo capitalista.
El gobierno al que pertenece el farabute, lejos de fortalecer el mercado interno y la industria nacional (lo que en términos clásicos se denomina la burguesía nacional), su programa de desregulación extrema y apertura importadora precipita la desindustrialización y el debilitamiento de las cadenas productivas locales. No se está construyendo un mercado nacional más robusto, sino que se lo está subordinando a los intereses del capital financiero internacional y a la importación, algo que Hobsbawm y nosotros identificaríamos más con un modelo colonial o de dependencia que con una revolución burguesa clásica.
La “Doble Revolución”: la Política y la Económica
Dice el autor inglés que la singularidad de la era 1789-1848 fue la “doble revolución”: la fusión Revolución Francesa (política) y la Revolución Industrial británica (económica). La política dejó de ser un asunto de las cortes y los cortesanos para convertirse en el campo de batalla de ideologías (liberalismo, conservadurismo, socialismo) y de sectores sociales que buscaban impulsar un cambio social y económico.
Por el contrario su gobierno insiste en presentar su programa como una verdad económica “inevitable” y “técnica”, por encima de la política y sus presupuestos ideológicos. Esto es todo lo opuesto al espíritu de la Revolución Francesa, que elevó el nivel político de las masas y afirmó que era la soberanía popular (no los dogmas de mercado) la que debía decidir el destino de la nación. Mientras la pandilla de Milei y Sturzenegger predican el “fin de la política”, la Revolución Francesa fue su explosivo renacimiento.
La Movilización Popular y la Conquista de Derechos
Hobswaum también explica que la Revolución Francesa no la hicieron unos pocos iluminados desde arriba. Fue un proceso masivo, caótico y popular (el Terror, los Sans-Culottes) que, con todos sus excesos, conquistó y universalizó el concepto de “derechos ciudadanos”. Abrió la puerta a las luchas por los derechos sociales que vendrían en el siglo XIX y XX.
La gestión de Milei se caracteriza por una concentración de poderin precedentes en el Ejecutivo, el uso de DNUs para eludir el debate legislativo y una retórica y una práctica que estigmatiza y reprime la protesta social. Mientras la Revolución Francesa expandió derechos, las políticas de ajuste que implementan Milei y Sturzenegger restringen derechos sociales y laborales (ley ómnibus, reforma previsional), aumentan la pobreza y debilitan el poder adquisitivo de la mayoría. Es una redistribución del ingreso, pero hacia arriba, no hacia el pueblo.
Una idea de redención universal
La Revolución Francesa se vio a sí misma como un faro para la humanidad. Sus ideales eran universales y se exportaron a través de las guerras revolucionarias y napoleónicas, que, aunque tenían una naturaleza de imperialismo político, llevaron consigo la modernización jurídica (el Código Napoleónico) y administrativa y generaron revueltas de signo parecido en los países de Europa.
Lu retórica de Sturzenegger -como lo demuestran estas declaraciones-, si bien es confrontativa, no propone un ideal universal emancipador. Por el contrario, se basa en un enfrentamiento entre “los que ajustan” (el gobierno) y “los vividores del Estado” (el conjunto de la sociedad), o en una visión que celebra el alineamiento incondicional con potencias extranjeras y capitales globales, sin un proyecto de integración regional o liderazgo de ideas a escala global.
En resumen, la Revolución Francesa fue un proceso de construcción de un nuevo orden burgués y moderno, que movilizó a las masas, expandió derechos y cambió la concepción misma de la política.
El gobierno del que forma parte Sturzenegger no puede ser equiparado a ello. No está construyendo un nuevo orden social más justo o moderno, sino desmantelando uno preexistente. No está expandiendo derechos, sino restringiéndolos en nombre de un equilibrio fiscal. No está movilizando al pueblo, sino gobernando a pesar de él.
Lo que llama “revolución” se parece más, en todo caso, a lo que Hobsbawm describiría como una “contrarrevolución burguesa radical”: la imposición desde el Estado de un capitalismo fundamentalista que busca desmontar los logros sociales y las conquistas democráticas del pueblo argentino a lo largo de 80 años que, irónicamente, son en parte el legado histórico de las revoluciones que comenzaron en 1789. Sturzenegger no se refiere al 1789 de la Toma de la Bastilla, sino al 1789 de los intentos de la aristocracia por frenar el curso de la historia.
Pero esto no es nuevo en el liberalismo semicolonial. El efecto Coriolis en materia de ideologías importadas hizo que quienes se identificaron abstractamente con la Revolución Francesa terminaran enfrentando a las propias manifestaciones populares capaces de reproducir, bajo las propias condiciones y con las características locales, los intereses y objetivos de aquella. Así fue como se enfrentaron a Artigas, a los caudillos provinciales, proclamaron que no había que ahorrar sangre de gauchos, aplastaron al Paraguay de Solano López, se opusieron al voto universal, secreto y obligatorio, dieron golpes de estado contra gobiernos que expresaban el contenido democrático y popular del París de 1789, como el de Perón, impusieron un baño de sangre con Martínez de Hoz y Videla y hoy, con Milei, Sturzenegger, el ludópata Caputo, intentan atar a la Argentina al carro empobrecedor y decadente del imperialismo norteamericano, llamando a eso una “Revolución Francesa”.
Esa es la patraña de este farabute semiletrado.
5 de noviembre de 2025.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
