27 de noviembre de 2025

Entre el legado de la Cumbre de Mar del Plata y la búsqueda de nuevos caminos


América Latina en punto muerto

Entre el legado de la Cumbre de Mar del Plata y la búsqueda de nuevos caminos


Ha habido elecciones en Uruguay, en Bolivia, en Argentina, en Chile y en Ecuador tuvo lugar un importante plebiscito propuesto por el gobierno del banquero Noboa. El resultado de esas expresiones de la voluntad popular y la situación política en los otros países latinoamericanos, desde México hasta Colombia, ameritan una reflexión.

A partir de la entrada en el siglo XXI, Latinoamérica vivió un momento casi único de gobiernos, surgidos de la voluntad popular, que coincidían estratégicamente en la búsqueda de una unificación continental. La irrupción del Comandante Hugo Chávez en Venezuela, sobre todo a partir de la derrota del golpe que lo derrocó y lo detuvo durante 48 horas, fue el inicio de una seguidilla de triunfos de partidos de clara tradición popular. Lula, en el 2002, gana la presidencia del Brasil en su cuarto intento. El peronismo, rescatado por Néstor Kirchner de las babas del neoliberalismo en que lo envolvió Menem, se impuso en las elecciones del 2003. En el 2005, Evo Morales asume la presidencia de Bolivia como el primer presidente hijo de los pueblos originarios del Altiplano. En el 2009, Pepe Mujica es elegido presidente de la República Oriental del Uruguay y pone un matiz latinoamericanista al gobierno del Frente Amplio que había encabezado Tabaré Vázquez. Entre 2003 y 2015 se produce en Suramérica el más intenso proceso de acercamiento e integración que conoció la región desde los tiempos de la Guerra de la Independencia. Las visitas presidenciales suceden a las reuniones cumbre de presidentes de la región y hasta el gobierno liberal-conservador del chileno Sebastián Piñera logra adecuarse al ímpetu integrador de sus colegas regionales. El Mercosur vive su momento de mayor esplendor. Estos escribimos después de la cumbre de Mar del Plata en 2005:

“La férrea unidad y convicción de los gobiernos del Mercosur -Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay-, y de Venezuela logró algo que, hace tan sólo unos años, hubiera parecido imposible: impedir de modo casi irreversible la firma del nuevo estatuto colonial norteamericano, el ALCA.

Las fauces del chacal de Iraq se fueron, esta vez, limpias de sangre. El presidente George W. Bush se retiró de Mar del Plata sin haber logrado asestar su feroz dentellada sobre Suramérica. Un desgarbado y ceceoso presidente argentino había puesto en negro sobre blanco la insalvable contradicción entre los intereses imperialistas norteamericanos y el interés de los pueblos y la patria americana, había denunciado ante todo un continente la responsabilidad yanqui sobre las feroces dictaduras militares, el despotismo saqueador de los organismos financieros internacionales y la arbitrariedad de un ALCA que aporta beneficios para una sola de las partes. En la voz del presidente argentino Néstor Kirchner se resumió un siglo de pensamiento y acción nacionales”
1.


Ese era el espíritu y la atmósfera de aquellos años.

Lentamente, por razones endógenas y exógenas, por las debilidades políticas de los gobiernos populares suramericanos y por lentos e indetenibles cambios en la política internacional ese momento glorioso dio paso al actual momento de “impasse” o, si se quiere, punto muerto en que se encuentra hoy la Argentina y nuestra región. Por un lado, el relanzamiento intensificado de la “Doctrina Monroe” por parte de los EE.UU. ha operado en toda la región a través de los políticos y los medios de prensa afines. Las crisis derivadas de la debilidad orgánica de las economías de la región frente al cuello de botella de su sector externo ha generado un enfriamiento en la adhesión y hasta en la participación popular a las políticas que caracterizaron los primeros 15 años del siglo. En nuestro caso, debe agregarse que, pese a la importante mejora de la situación de los sectores populares, los tres gobiernos consecutivos del peronismo no lograron grandes transformaciones estructurales que hicieran imposible o muy difícil la restauración neoliberal.

Insisto, en lo que acabo de escribir. No estamos atravesando un proceso abierta y decididamente contrarrevolucionario en la totalidad de nuestra región, no estamos ante una situación de derrota de los grandes proyectos nacionales y populares del continente, como mucha prensa pretenden hacernos ver. No hay un proyecto hegemónico claro, ni del campo de las clases dominantes y el imperialismo, ni de los pueblos y sus movimientos políticos, sino que estamos atravesando una especie de coexistencia de modelos, con una seria crisis de representación y una búsqueda, a veces desesperada, a veces errática, de soluciones a cuestiones y problemas que han sido endémicos en la región.

1. El Cono Sur: Crisis, Continuidad y Pragmatismo

A. Argentina: La Crisis Terminal del Peronismo y el 40% Desorientado


Ochenta años después del 17 de octubre de 1945, el peronismo -el movimiento nacional surgido en la posguerra de mayor perdurabilidad en el continente- y veintidós años después de su rescate por Néstor Kirchner dela mazmorra neoliberal, enfrenta una profunda crisis de conducción, una evidente fragmentación, una indisimulable dificultad para ofrecer una alternativa convincente y, por ello, una importante crisis de representación. Errores y debilidades de vieja data, tanto en lo económico como en lo político que comienzan tan lejos como en el 2011, que se agravan con la derrota electoral en 2015 y culminan con la crisis del gobierno de Alberto Fernández generada desde las propias filas que propusieron su candidatura, fueron algunas de las manifestaciones tempranas de esta crisis. Si a eso le sumamos los cambios moleculares sufridos por la sociedad argentina en los últimos 25 o 30 años, con cambios estructurales en el mundo del trabajo, con una relativa pérdida de representatividad de los sindicatos por la precarización de la mano de obra y la imposibilidad que tuvo el peronismo en sus 12 años de gobierno de producir cambios estructurales más o menos permanentes -por lo menos tan permanentes como los efectuados por los gobiernos peronistas entre 1945 y 1955- llevó a la derrota electoral del 2023 ante un candidato totalmente marginal y casi desconocido como Javier Milei.

Ese lamentable gobierno presidido por un marginal de confusas ideas religiosas y económicas, con la asistencia técnica y terapéutica de su hermana mayor, fue el resultado de un frente político y social implícito en el balotaje del 2023. El conjunto de las clases dominantes tradicionales de la Argentina semicolonial encontraron en la candidatura de Milei la posibilidad de asumir el poder político del país, derrotando al candidato del frente que, pese a sus vacilaciones y debilidades, representaba al movimiento nacional.

El triunfo de Milei – con los dos meses de encierro en el hotel Libertador- expresaba a la gran burguesía transnacional, identificada en la figura de Paolo Rocca, a los exportadores, al capital financiero nacional y extranjero, a la gran burguesía inmobiliaria y a los dueños de los grandes medios, concentrados básicamente en la ciudad de Buenos Aires. También a las clases dominantes en las provincias, vinculadas a la producción agraria y extractiva, la burguesía comercial provinciana, los grandes propietarios y los sectores medios dependientes de aquellos, sectores que, de existir, votarían por un partido conservador. Todo este complejo social se había expresado en las fórmulas del macrismo a nivel nacional y en distintas expresiones políticas provinciales, que iban desde el radicalismo hasta candidatos de anterior vinculación con el peronismo. Encontraron en el marginal, sin mayores compromisos ni exposición social, el ejecutor perfecto de sus políticas.

Pasados dos años de la asunción de Milei, las elecciones de medio tiempo dieron un muy estrecho triunfo al oficialismo. Como también he dicho en otro lugar:

“en el resultado de ayer (26 de octubre de 2025) ganó, básicamente, el miedo al día posterior a las elecciones. El chantaje financiero de Trump, Bessent y JP Morgan funcionó. Una mayoría del electorado temió un desastre con el dólar a 2000 pesos y un descontrol en la remarcación de precios”2.

La Libertad Avanza, es decir Milei, obtuvo 9.437.000 votos, un poco más de un millón de votos que los que obtuviera en la primera vuelta presidencial en 2023 (8.034.000 votos), pero 5.117.000 votos menos que en el balotaje. Es decir, que mantiene un núcleo duro de protesta y desencanto, pero sin alcanzar una expansión masiva.

Pero, y este es el dato principal, un 40 % de abstención, un 40 % de un electorado que no encuentra rumbo u horizonte. Lejos de significar un giro del electorado a posiciones neoliberales, libertarias y proimperialistas, los votantes argentinos expresan rechazo y desorientación. A mi entender eso se debe a diversas razones, entre las que se puede mencionar el desencanto por la falta de una clara propuesta del partido popular por excelencia que es el peronismo, una modificación sustancial en las condiciones de trabajo de un amplio sector de la juventud, que desconoce y desconfía de la organización sindical, y el hastío por enfrentamientos que llevan varios años y no logran superar la sensación de empate hegemónico, mientras el país retrocede en la mayoría de sus índices. En realidad, ese 40 % es, o debe ser, el eje de la disputa política en el futuro inmediato. Forjar propuestas claras, establecer un diálogo genuino con una juventud que ingresa a un mundo laboral fragmentado y desorganizado, y priorizar los problemas del presente sobre los enfrentamientos del pasado son, posiblemente, algunos de los mecanismos para romper con este punto muerto.

B. Brasil: La Continuidad de Lula en un Escenario Adverso

Por su parte, Brasil sigue demostrando la vitalidad de la conducción de Lula y su enorme capacidad de negociación. Bolsonaro, su enemigo declarado, está a punto de ser llevado a prisión, mientras continúa con detención domiciliaria. Si bien, el Congreso y la diversidad de partidos estaduales, cada uno con sus requerimientos, significan un escollo muy grande y una permanente negociación, Lula ha logrado mantener su caudal electoral, volver a ganar las elecciones y negociar en pie de igualdad con el chantaje de Trump y su intento de arancelar las exportaciones brasileñas a los EE.UU.

Es más, las medidas del gobierno norteamericano, más las intrigas generadas por el hijo de Jair Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro -un diputado nacional electo que vive en los EE.UU. dedicado a convencer a la administración Trump de aislar económicamente al Brasil-, solo lograron fortalecer el antinorteamericanismo de los brasileños.
Aún cuando los gobiernos de Lula no han logrado retornar a un crecimiento del sector industrial y la reprimarización del país ha seguido su curso, no se ha consolidado un movimiento que intente retrotraer al país a las condiciones políticas de la dictadura militar.

C. Uruguay: La Excepción Ordenada

El Uruguay ha logrado mantener una notable estabilidad de su electorado a partir de una derecha, como la que constituyen el Partido Nacional y el Partido Colorado, caracterizada por su prudencia, tanto en lo político, como en lo económico, y una izquierda centrista, pragmática y con enorme capacidad de adaptación a las condiciones generales.

La antigua semicolonia inglesa privilegiada ha logrado sobrevivir a los conflictos de los últimos 50 años convirtiéndose, en parte, en un pequeño paraíso fiscal de la burguesía evasora argentina, y, en parte, con un crecimiento nulo de su población.

“En los últimos 12 años, la población uruguaya apenas creció. Los datos preliminares del Censo 2023 muestran que los residentes en el país son 3.444.263, lo que significa que el aumento en comparación al 2011 (cuando se hizo el último estudio) fue de solo un 1%. Sin la población extranjera (unas 60.000 personas), los habitantes de Uruguay hubieran estado por debajo del Censo de 2011.
En el estancamiento de la población de Uruguay se registra otro fenómeno: la cantidad de personas que dejaron el país en los últimos 12 años fueron, al menos, 100.000”
3.

También allí podemos apreciar, con el triunfo electoral del Frente Amplio, un punto muerto. No ha habido un corrimiento en la opinión pública hacia posiciones de una derecha neoliberal o libertaria.

D. Chile: La Sombra de la Geopolítica y la Inestabilidad Interna

El resultado electoral en Chile es uno de los datos que más se utilizan para demostrar el corrimiento hacia la derecha de la voluntad popular del continente. Ocurre que hace cinco años, Chile vivió una enorme y espontánea movilización popular, encabezada, sobre todo, por las nuevas generaciones hartas de la alternancia regiminosa. Fueron esas movilizaciones las que desembocaron en una convención constituyente y en el triunfo electoral de Gabriel Boric.

Lamentablemente, la convención constituyente fue escenario de una radicalización meramente ideológica de los convencionales de los grupos de izquierda que determinó la redacción de un texto que, finalmente, fue rechazado por el voto popular. El gobierno de Boric, más allá de los enfrentamientos retóricos con el sistema de la alternancia postpinochetista, no supo, no quiso o no pudo ofrecer al pueblo chilenos las respuestas a las expectativas despertadas por aquellas movilizaciones de 2019. Como ha escrito el analista Marcelo Solervicens:

“Jeannette Jara no consiguió imponer su tema de urna, aunque realizó una excelente campaña, distanciándose del gobierno, presentándose como líder de una coalición que busca mejorar las condiciones de vida de la población y seguir reforzando la seguridad de las personas. Una narrativa que adolece de una narrativa capaz de movilizar los sectores populares en torno a un proyecto país que responda a un contexto internacional crecientemente complejo”4.

Por otra parte, el inesperado 20 % obtenido por el candidato Franco Parisi del Partido de la Gente, es un signo más de esta impasse o momentáneo punto muerto en que se encuentra el estado de conciencia de las grandes masas latinoamericanas. Habrá que esperar al balotaje para saber quien va a gobernar en Chile, pero el análisis del resultado electoral de ninguna manera permite pensar en una “derechización” del electorado chileno.

Pero además, un eventual triunfo del candidato José Antonio Kast, expresión lisa y llana de la ultraderecha libertaria-conservadora en Chile, no significaría, en mi opinión, el establecimiento de un eje Buenos Aires-Santiago. La clase dominante chilena y sus expresiones políticas adolecen de un antiargentinismo estructural que podría terminar como lo hizo la relación entre Pinochet y Videla. Recordemos brevemente. En 1978 la disputa de soberanía sobre tres islas en la zona del Canal Beagle: Picton, Lennox y Nueva, y sus aguas adyacentes al arbitraje escaló al punto de que ambas dictaduras iniciaron fuertes aprestos bélicos. Durante varios meses, Argentina y Chile estuvieron al borde de una guerra, hasta que la intervención del Papa Juan Pablo II logró bajar la tensión.

Un gobierno como el de Kast tendería, por otra parte, a competir con el de Milei en su relación con Trump, con la ventaja comparativa que tiene Chile en su relación con los EE.UU. que es de complementariedad y con una alianza que lleva ya más de 50 años.

2. La Región Andina: estabilidad macro, inestabilidad política y parálisis productiva

A. Bolivia: La crisis del MAS y la fragilidad del nuevo gobierno

Las elecciones bolivianas dieron el triunfo al candidato del partido Demócrata Cristiano, Rodrigo Paz, contrariamente al anunciado triunfo de los candidatos de la derecha tradicional, Jorge “Tuto” Mercado o el derrotado en la primera vuelta electoral Samuel Doria Medina. Este resultado estuvo determinado por la ruptura del MAS, como consecuencia del duro enfrentamiento que el expresidente Evo Morales llevó adelante contra el gobierno, también del MAS, de Luis Arce.

El resultado, en mi opinión, es de una gran fragilidad. Esto se ha hecho evidente en las declaraciones del vicepresidente de Rodrigo Paz, un joven ex capitán de la Policía Nacional de Bolivia, Edman Lara, cuya figura se popularizó en TikTok por sus denuncias de la corrupción policial. Días atrás ha lanzado un ataque contra el presidente a poco más de una semana de haber asumido. El oportunismo de los acuerdos políticos, la poca densidad política de estas candidaturas circunstanciales, más el hecho de que posiblemente nadie o muy pocos hayan votado pensando en una solución, sino en un mal menor, hacen, insisto, de estos resultados más que un triunfo de los sectores sociales vinculados al imperialismo, un retroceso popular, una especie de estancamiento de las energías transformadoras

También en Bolivia, entonces, nos encontramos con un transitorio cambio en el electorado, como resultado, por un lado, de los límites alcanzados por las políticas tanto de Evo Morales como de su sucesor Arce, no como producto de una “derechización” de la opinión popular.

B. Perú: La Total Inestabilidad Política y la más notoria estabilidad macroeconómica

El caso del Perú quizás sea uno de los más dramáticos de la región, donde una estimable estabilidad macroeconómica se asienta paradójicamente sobre una larga y profunda inestabilidad política. Las destituciones de presidentes legítimamente elegidos y su reemplazo por circunstanciales reemplazantes que se ven obligados a llamar a nuevas elecciones que tampoco garantizan la continuidad del nuevo mandatario ha sido la característica de la situación política peruana. A ello se suma, o quizás es causa de lo anterior, un Congreso Nacional fragmentado y una permanente tensión entre los poderes estatales.

En realidad, tras esta inestabilidad política hay una clase dominante, sólida y estructurada que, al margen y prescindiendo casi de la política, ha establecido una verdadera dictadura económica sobre el país. El extractivismo minero sin industrialización (cobre, oro, zinc, plomo y plata) y la exportación de productos como uvas, arándanos, espárragos, paltas y café, constituyen el grueso de sus exportaciones, que alimenta al capital financiero que es quien ha establecido las reglas desde hace ya más de 35 años. La emigración constante y en aumento de peruanos hacia España y Estados Unidos ha descongestionado la presión social que este estrecho corsé económico genera. Las remesas de los emigrados constituyen un importante sostén de millones de economías familiares en el Perú.

Ello no le ha impedido establecer ventajosas relaciones con China, que llevaron a la inauguración, este año, del puerto de Chancay , una gigantesca infraestructura situada a unos 75 km al norte de Lima, construida por la empresa estatal china Cosco Shipping Ports. Su objetivo es servir como el principal centro logístico para América Latina en la costa del Pacífico y fortalecer el corredor comercial entre Asia y el continente sudamericano como parte de la iniciativa china de la Franja y la Ruta.
El interrogante que propone la situación peruana es si la virtual dictadura del poder económico puede sostenerse en el tiempo sin tensiones y enfrentamientos. Un poder político debilitado y fragmentado, sin capacidad real de decisión, no parece una situación que pueda sostenerse en el tiempo.

C. Ecuador: En un "Impasse" por la Violencia

Al final de las tres presidencias de Rafael Correa y el restablecimiento de las viejas oligarquías ecuatorianas en el control del país se produjo un paulatino crecimiento de la violencia criminal, sobre todo ligada al narcotráfico. Ecuador se ha convertido en una ruta clave para el tráfico de cocaína. Los puertos marítimos de Guayaquil y Manta son puntos de embarque cruciales para la droga destinada a Europa y Norteamérica. Estas rutas se han convertido en objeto de enfrentamiento de distintos carteles mexicanos (como el Cártel de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación) y bandas albano-kosovares que compiten por el control de las mismas. Por otra parte, la desaparición de las FARC, en Colombia, tras el acuerdo de paz de 2016, generó un vacío de poder en las zonas fronterizas que fue llenado por disidencias y bandas criminales más pequeñas y violentas (como el Clan del Golfo), que intensificaron sus operaciones en Ecuador.

Es interesante destacar que el actual presidente Daniel Noboa, nacido en Miami y heredero de la familia más rica del país, hasta hace dos años, era un personaje desconocido en la política ecuatoriana. La relativa labilidad de la política ecuatoriana, con sus intentos de golpes policiales, candidatos que, una vez asumidos, se dan vuelta el poncho y hasta el asesinato de un candidato presidencial en plena campaña, determinó que el balotaje lo favoreciera. El 23 de noviembre de 2023 asumió la presidencia para completar el período incompleto de su antecesor, el derechista Guillermo Lasso5. El conjunto de los sectores dominantes del Ecuador lograron salir de la encerrona. El país extractivista y exportador, la alianza de las oligarquías de las dos regiones (la Sierra y la Costa) que gobernó desde los tiempos de Velazco Ibarra, respiraba aliviada.

La reducción de la violencia criminal se convirtió en el principal tema de las campañas electorales, incluida la consulta que se llevó a cabo el 16 de noviembre. El resultado de esa consulta se convirtió en una derrota estrepitosa del gobierno del neoliberal Daniel Noboa. Este es otro de los signos de esta situación de punto muerto o “impasse” que viven los pueblos latinoamericanos. 13,5 millones de ecuatorianos votaron en una consulta con cuatro preguntas destinadas a cambiar la constitución ecuatoriana de 2008, aprobada en el primer gobierno de Rafael Correa. La opción “No” se impuso en las cuatro preguntas por márgenes de entre 23 y 6 puntos porcentuales de ventaja6.

Con esos cambios, el gobierno neoliberal y pronorteamericano de Noboa hubiera estado en condiciones de llamar a una Asamblea Constituyente y redactar una nueva constitución que pusiese punto final al ciclo iniciado con Correa. A esto se opuso el resultado de las urnas. Pero implicó también un rechazo al retorno de las bases yanquis en Ecuador.

Y el rechazo a la propuesta de Noboa ha tenido como causas de fondo el deterioro en la salud y la educación, el crecimiento del desempleo y la pobreza. Pero, sobre todo, el fracaso de Noboa en su promesa de reducir la violencia criminal, además de la creciente represión contra los movimientos sociales. Las medidas de ajuste fiscal exigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la eliminación del subsidio al diesel provocaron una medida de lucha nacional por parte de las organizaciones indígenas durante un mes. En respuesta, el gobierno instaló el estado de sitio en siete provincias y lanzó una fuerte represión que dejó un saldo de tres muertos y cuatrocientos setenta heridos.

El tema de la violencia paraliza hoy toda otra agenda política en Ecuador. Si esta derrota de los intentos continuistas y de la alianza estratégica con EE.UU. continúa en el tiempo y es capaz de consolidar una alternativa al gobierno financierista de Noboa es algo que continúa abierto a la acción de una política de reivindicación nacional y popular. La gravedad de la crisis crea las condiciones para la consolidación de una alternativa popular a la rosca oligárquica que gobierna el país.

D. Colombia: El Cambio Más Importante

El análisis sobre la situación de Colombia en 2025 es, posiblemente, la que más satisfacciones puede proporcionarnos a quienes bregamos por la integración continental y el imperio de los intereses populares sobre los oligárquicos.

Nunca antes el país había tenido un presidente como Gustavo Petro, un ex guerrillero del Movimiento 19 de Abril. Para comprender la trascendencia de su figura, es necesario remontarse al origen mismo de su movimiento, surgido del fraude electoral que impidió la victoria del general Gustavo Rojas Pinilla.

Este ingeniero militar asume como presidente de facto en 1953 e intentó, con relativo éxito, restablecer la paz, rota desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el jefe indiscutido del Partido Liberal. Este crimen, ocurrido curiosamente el mismo día en que la IX Conferencia Panamericana en Bogotá redactaba la Carta de la OEA, marcó a fuego la historia del país. El gobierno de Rojas Pinilla pacificó, como decíamos, y modernizó Colombia al margen de los dos partidos tradicionales que se habían disputado el poder desde los tiempos de Francisco de Paula Santander. Suponía que el “binomio Pueblo-Fuerzas Militares”, según sus propias palabras, serían el instrumento para transformar el país ante el fracaso de las fuerzas tradicionales. De modo que el origen político del actual presidente se encuentra en un movimiento armado y radicalizado de origen nacional.

El 19 de junio de 2022, Gustavo Petro fue electo presidente de la República de Colombia. Traía una exitosa experiencia como alcalde de Bogotá y cincuenta años de experiencia política y legislativa. Su gobierno ha marcado una clara distancia de la política exterior norteamericana y se ha resistido a la nueva Doctrina Monroe lanzada por Donald Trump. Después de años de gobiernos hostiles a la Venezuela chavista, Petro se ha convertido en un firme defensor de la independencia de este país y en un fuerte crítico de las amenazas yanquis. Pese a la resistencia de las viejas oligarquías bogotana y antioqueña, Petro ha logrado robustecer su gobierno y cuenta con un significativo apoyo popular y el declarado respaldo del Brasil gobernado por Lula. No obstante, la presión es feroz: Donald Trump lo ha incluido en la llamada Lista Clinton de personas vinculadas al narcotráfico y la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia (Asobancaria) de Colombia rápidamente manifestó su acatamiento.

Hay dos ejes decisivos en su política de gobierno: la “Paz Total”, (la completa pacificación de la zonas rurales colombianas, azotadas por guerrillas y narcotraficantes) y la “transición energética”, (el reemplazo de la energía fósil y de defensa del medio ambiente). En ambos objetivos, Petro ha encontrado grandes obstáculos —desde la oposición de los poderes económicos ligados al petróleo hasta la compleja trama de los actores armados— no obstante lo cual su gobierno no se ha debilitado sustancialmente.
He aquí una prueba de que el "impasse" regional no siempre es parálisis: en Colombia, ese punto de inflexión en la opinión pública ha permitido cambios que hace cinco años eran imposibles de pensar.

E. Venezuela: Petróleo y bloqueo

El caso de la patria de Bolívar es completamente diferente al del resto de los países hasta aquí descriptos. En Venezuela se vive desde “el Caracazo” de 1989 una situación revolucionaria. La asunción presidencial de Hugo Chávez en 1999 y, sobre todo, el aplastamiento del golpe cívico-militar, conocido como “el Carmonazo”, dio forma a esas ansias de cambio que se expresaron en la gran revuelta popular contra el presidente Carlos Andrés Pérez y el agotado Pacto de Punto Fijo. Desde el 2002, con el regreso de Hugo Chávez al poder presidencial, se consolidó la alianza entre el pueblo venezolano y sus fuerzas armadas, alianza que ha garantizado la continuidad hasta hoy del gobierno de Nicolás Maduro.

Cito algo que escribí en el año 2008, cuando residía en Caracas:

“Los cuadros políticos que conformaron al movimiento que llevó a Chávez al poder, en 1998, fueron producto de una doble vertiente. Por un lado, el nacionalismo militar de sus camaradas de armas, el rechazo que en las filas castrenses producía la corrupción de la Cuarta República, su sumisión a los norteamericanos y el pensamiento continental de Bolívar como nueva doctrina estratégica generó una nueva esperanza en la población venezolana más humilde. Un comandante joven y valiente, oriundo de los llanos barineses, que en su fisonomía expresa la conjunción de las razas más explotadas y humilladas del país, encarnó inmediatamente el repudio a la ´república puntofijista´ y su estéril reparto del poder para beneficio de una burguesía compradora, coimera y encandilada por lo peor y más vulgar de la cultura norteamericana.

Por el otro lado, el levantamiento y la prisión del comandante Hugo Chávez despertó la atención de dirigentes, militantes y agrupamientos políticos vinculados a la izquierda venezolana.

Como se sabe, durante toda la década del 60, y a impulsos de la revolución cubana, distintos sectores de la izquierda venezolana se alzaron en armas contra los gobiernos de Acción Democrática, -Rómulo Betancourt y sus sucesores- alineados a la política de la Alianza para el Progreso, como alternativa ´democrática´ a la propuesta de Fidel Castro. Estos levantamientos, sostenidos fundamentalmente por militantes de origen universitario, terminaron en duros fracasos, con sus consecuencias de represión y detenciones ilegales, torturas, desaparecidos y asesinatos policiales y parapoliciales. Los gobiernos del partido conservador social cristiano, COPEI, no le fueron en saga y tras las presidencias de Rafael Caldera, se dejaba ver la mano con anillo de los obispos católicos, uno de los episcopados más reaccionarios entre la reaccionaria jerarquía eclesiástica suramericana.

El Caracazo contra el ajuste decretado por Carlos Andrés Pérez, con su miles de muertos, ahondó aún más el duro enfrentamiento, la exclusión social y el enriquecimiento rápido de los sectores privilegiados, que caracterizó a la sociedad venezolana. Entre los años 58 y 94, la llamada Cuarta República gobernó a su antojo, generó una casta política de millonarios con casa en Miami, hijos en universidades norteamericanas y mujeres con implantes de siliconas, mientras en el país se ahondaba la pobreza, las migraciones hacia Caracas y Valencia vaciaban el campo, y en los cerros caraqueños crecían y se multiplicaban los “barrios”.

Esos sectores de izquierda, marginados de la vida política institucional, encontraron en Chávez y los chavistas la posibilidad de dar cauce a su crítica a la alternancia adeco-copeyana. El apoyo dado por Fidel Castro al hombre preso en Yare facilitó que no lo vieran como un militar golpista, como un ´carapintada´ del Caribe, tal como lo vio la inmensa mayoría de la izquierda argentina. Recordemos que en 1994 sólo un grupo de nacionalistas militares, algunos círculos peronistas y la Izquierda Nacional reivindicaron su accionar y lo invitaron a Buenos Aires al salir de prisión”
7.

El intento de democratizar la renta petrolera, reemplazar a la burguesía compradora que se quedaba con el grueso de esa renta, redistribuirla bajo la forma de una presencia social del estado e intentar sentar las bases para una economía nacional productiva recibió el inmediato rechazo de los EE.UU., cualquiera fuese el partido que ocupara la presidencia. El bloqueo, el congelamiento de fondos en el exterior, la escasez de alimentos, la migración forzosa de miles de venezolanos, los sabotajes y los intentos de invasión no lograron modificar en un ápice la voluntad transformadora del chavismo y sus herederos.

Venezuela ha sido el país latinoamericano que más elecciones ha tenido en los últimos 25 años. Los EE.UU. y la miserable burguesía compradora que actúa como su representante no ha podido quebrar la representatividad del gobierno venezolano ni la unidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

Su economía, obviamente, se resintió profundamente con las medidas tomadas por EE.UU. y la UE, y tampoco pudo realizar una de las más profundas aspiraciones de Hugo Chávez, una paulatina industrialización de Venezuela y una menor dependencia de las importaciones de la mayor parte de sus artículos de consumo, desde alimentos, hasta indumentaria y automóviles. Sin embargo, el apoyo logrado por parte de países fuera de la región y que forman parte de los BRICS, como Rusia, China e Irán, y una capacidad de negociación con EE.UU. y sus empresas petroleras, le permitió salir del infierno generado por el bloqueo.

Mientras tanto, la vieja oposición “escuálida”, como la llamó Chávez, no ha hecho sino profundizar su envilecimiento. Desde la pantomima del “gobierno de Guaidó”, hasta el actual llamado a la invasión yanqui por parte de la señora María Corina Machado, pasando por el ya olvidado “gobierno en el exilio” de Edmundo González, el antichavismo proyanqui está en retroceso.


En el contexto del “impasse” regional, Venezuela representa un caso único: un equilibrio de fuerzas forjado en la resistencia. Lejos de la parálisis, es un escenario de confrontación activa donde el proyecto chavista, a pesar de no haber logrado superar la dependencia económica, ha demostrado una resiliencia política férrea, sostenido por la unidad cívico-militar y el fracaso de una oposición entreguista.

Aunque, obviamente, el final está abierto.

3. América del Norte

A. México: La Fuerza de Sheinbaum y la Consolidación del Proyecto

El triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, en 2018, significó un importante cambio en las relaciones de fuerza latinoamericanas. Después de 70 años ininterrumpidos de gobiernos del Partido Revolucionario Institucional y 12 años de su rival conservador, el PAN, el movimiento Morena, que reivindica la tradición del cardenismo histórico, llegó al poder. Y el país de Emiliano Zapata y Francisco Villa pareció ponerse de pie, como no lo hacía desde la presidencia de Lázaro Cárdenas, entre 1934 y 1940.

López Obrador puso en marcha una política que denominó “la Cuarta Transformación”. Es interesante saber cuáles son las otras “tres transformaciones” para entender cómo pretendió filiar su política. La Primera Transformación fue la guerra de la Independencia del dominio español. La Segunda Transformación fue la guerra de la Reforma, impulsada por Benito Juárez. La Tercera Transformación fue la Revolución Mexicana entre 1910 y 1917, la primera revolución popular del siglo XX. En esa tradición histórico-política inscribió López Obrador su presidencia.

Los principios básicos de esa política consistieron en una lucha contra la enorme desigualdad social del país. “Por el bien de todos, primero los pobres” constituyó la consigna de justicia social. El otro punto fue la lucha contra la corrupción estatal, la reducción de los salarios de los altos funcionarios y garantizar la transparencia en el funcionamiento del Estado. El tercer elemento, que garantizaba la ejecución de los anteriores, fue revisar y revertir las reformas neoliberales en educación, energía y telecomunicaciones. La idea fuerza fue la creación de un nuevo proyecto de nación, ante el agotamiento del viejo PRI y del liberalismo conservador del PAN.

Fue precisamente el éxito de este proyecto lo que permitió el triunfo de la primera mujer presidenta en los Estados Unidos de México, Claudia Sheinbaum, fiel continuadora de la política de su antecesor.

Por primera vez, desde la década del 30 en el siglo pasado, México volvió a ser una avanzada en la resistencia a la presión norteamericana. Es fundamental entender aquí que México tiene la más extensa frontera con EE.UU., que, además, es una frontera civilizatoria, es el punto de roce de dos civilizaciones, la anglosajona calvinista y la hispano-indoamericana católica.

Hoy México es, junto con Colombia, los dos datos nuevos en el contexto latinoamericano, datos que no existían en las dos primeras décadas del siglo XX. Una izquierda nacionalista con amplio respaldo popular, capaz de ganar elecciones y de expresar el hastío hacia las políticas de acatamiento al orden yanqui y la hegemonía de sus oligarquías locales, caracteriza a ambos países Acá el momento de “impasse” está pregnado de una enorme potencialidad que puede extenderse al conjunto de la región.

La Disputa por el Sentido del “Impasse”

América Latina, entonces, no asiste al funeral de sus proyectos nacionales ni al triunfo irreversible de la contrarrevolución. Asiste a algo más complejo y profundo: un “impasse” histórico, una pausa cargada de tensiones en la que se redefine el destino del continente.

El ciclo de unidad y audacia que tuvo su cima simbólica en Mar del Plata y su expresión concreta en la derrota del ALCA se agotó no por casualidad, sino por la tenacidad de un enemigo imperial que no descansa y por las propias debilidades orgánicas de nuestros proyectos, que no lograron anclar transformaciones estructurales a prueba de restauraciones.

Hoy, el mapa regional es un tablero de fuerzas en disputa. En un extremo, la Argentina muestra la cara más dramática de este punto muerto: un peronismo en crisis de conducción y horizonte, un 40% del electorado huérfano de representación y un experimento libertario que es la máscara grotesca de la vieja oligarquía, financiado por el capital transnacional y sostenido por el miedo. Es la expresión de un proyecto de recolonización que, sin embargo, no logra consolidar una nueva hegemonía.

Pero este “impasse” no es unánime. Frente a la desorientación argentina y la parálisis de países como Perú o Ecuador, se alzan los dos faros estratégicos de la nueva resistencia: Colombia y México. Con Petro y Sheinbaum, demostraron que es posible torcerle el brazo al destino oligárquico, que una izquierda con raíces nacionales y respaldo popular puede ganar, gobernar y cambiar la relación de fuerzas, aun en la boca del lobo norteamericano.

Este no es un tiempo de derrotas, es un tiempo de definiciones. La pregunta que recorre la región de norte a sur ya no es cuándo llegará la próxima oleada popular y de unidad continental, sino qué aprenderemos de este instante de transición. La tarea urgente es recomponer el lazo con esa multitud desencantada -esa juventud precarizada, ese 40% que no se reconoce en las opciones del pasado-, forjar propuestas claras que hablen de los problemas del presente y reconstruir, desde abajo, una nueva épica integracionista.

La sombra de Bolívar, San Martín, Perón, Fidel Castro y Chávez no nos condena a repetir sus gestas, nos interpela a forjar las nuestras. El legado de la Cumbre de Mar del Plata no es un recuerdo nostálgico, sino una brújula. Nos señala que el único camino para superar este punto muerto es el que siempre fue: la unidad continental, la soberanía económica y la decisión inquebrantable de poner, de una vez por todas, el horizonte de la Patria Grande por encima de los intereses mezquinos de siempre.

El “impasse”, este punto muerto, esta aparente inmovilidad, es, en definitiva, la antesala de una nueva batalla por la independencia. Y su desenlace no está escrito; se escribe todos los días en la lucha de nuestros pueblos.

27 de noviembre de 2025.



1 https://fernandezbaraibar.blogspot.com/2005/12/el-siglo-xxi-nos-encontr-por-fin.html


2 https://fernandezbaraibar.blogspot.com/2025/10/superar-el-repliegue-popular-con-un.html


3 https://www.infobae.com/america/america-latina/2023/11/30/el-censo-uruguayo-revelo-que-si-no-fuera-por-la-inmigracion-la-poblacion-hubiera-disminuido-en-los-ultimos-12-anos


4 https://comentariointernacional.com/2025/11/17/chile-se-confirma-balotaje-presidencial-entre-jara-y-kast/


5 https://fernandezbaraibar.blogspot.com/2021/02/ecuador-entre-la-dolarizacion-y-la.html


6 https://comentariointernacional.com/2025/11/22/ecuador-le-dice-no-a-daniel-noboa-y-donald-j-trump/


7 https://fernandezbaraibar.blogspot.com/2008/11/si-se-pierde-petare-si-se-pierde-petare.html

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