En esta página publico los artículos escritos por mí en los últimos años, sobre política argentina, política latinoamericana y política internacional, que considero más interesantes y de actualidad. Visite mi blog con temas periodísticos y literarios http://jfernandezbaraibar.blogspot.com
24 de noviembre de 2014
29 de octubre de 2014
La vida de un niño bien muy particular
Todo eso.
Como se ha sabido por los diversas entrevistas
periodísticas hechas al autor, el mote del título se refiere a Felix Weil, un
argentino de origen judío alemán, hijo de uno de los grandes comerciantes de
granos de nuestro Centenario, educado en Alemania quien desde la adolescencia
adscribió a las ideas más radicales del marxismo alemán, en tiempos en que Rosa
Luxemburgo y Karl Liebknecht confrontaban con el reformismo de Augusto Bebel y
Karl Kautsky. Este apasionante escenario le permitió a Rapoport adentrarse en
una fascinante investigación que necesariamente le permite describir los
vericuetos íntimos del comercio de granos desde 1890 hasta la Primera Guerra,
el relativamente desconocido papel jugado por la burguesía alemana de tiempos
del Kaiser en este negocio y la complejidad de una economía que no se reducía tan
sólo a la vinculación entre la oligarquía agrícolo-ganadera y el Reino Unido.
Europa
en Guerra y en Revolución
La investigación de Rapoport se adentra también en
el rumbo de la frustrada Revolución Alemana de 1919 y los años de la República
de Weimar, así como en el análisis de las consecuencias que el Tratado de
Versalles tuvo sobre la economía alemana, en especial, y sobre la
norteamericana y europea, en general. Del relato de estos años surge con luz
especial el impacto que la Revolución de Octubre tuvo en el pensamiento europeo
occidental y el papel de la Internacional Comunista en tiempos en que Grigori
Zinóviev -asesinado en las purgas stalinistas- era su Secretario General. Y la
vida de Felix Weil es el hilo conductor de cada uno de estos momentos que han
sido cruciales para el desarrollo histórico del mundo antes del estallido de
1939. Joven agitador marxista en las universidades alemanas, delegado de la
Internacional Comunista en la Argentina, a la vez que alto empleado de Hermann
Weil y Cía., la exitosa empresa exportadora de su padre, y un precursor informe
sobre el estado político y social de la clase obrera argentina con aciertos,
precisiones e -inevitablemente- confusión eurocéntrica.
De ese paso por Argentina y, fugazmente, por Chile,
Weil vuelve a Alemania y logra convencer a su padre que financie con su inmensa
fortuna -salvada de la inflación por ser en marcos oro- la creación de la
Escuela de Investigación Social, un instituto de estudios marxistas
independientes, y que se hizo famosa con el nombre de Escuela de Frankfurt, a
cuya Universidad se encontraba asociada. Y junto al porteño Weil aparecen los
nombres de Georg
Lukács, Karl Korsch,
Friedrich Pollock y el
gran pintor expresionista George Grosz.
Aparecen, como en una película histórica, las relaciones entre Weil y el
creador del Instituto Marx-Engels, de la URSS, David Riázanov, también víctima
del temible georgiano. Fue el Instituto de Investigaciones Sociales, con el
dinero de Weil, el que logró que Riázanov publique los famosos Grundrisse de
Carlos Marx, así como los Manuscritos Económico-Filosóficos, considerada la más
importante obra de su etapa juvenil.
El primer descubrimiento que deslumbra en esta compleja
investigación de Rapoport es el hecho de que la prodigiosa renta diferencial
generada por la fertilidad milagrosa de la pampa húmeda era de tal magnitud que
fue la base material sobre la que se fundó, ni más ni menos, que la más famosa
escuela del pensamiento crítico europeo y que constituyó hasta el fallecimiento
de Weil, en 1975, una de sus principales fuentes de financiamiento. La renta
agraria argentina y la renta diferencial pampeana, ambas usufructuadas
exclusivamente por la oligarquía terrateniente y las empresas exportadoras, no
permitieron tan sólo, el despilfarro “rastacuere” en París, la construcción de
los exquisitos palacios del Barrio Norte o los trasplantados castillos de la
provincia de Buenos Aires, sino también el mecenazgo burgués en el centro mismo
de la sociedad capitalista europea. Tal fue el tamaño del histórico saqueo
llevado a cabo por el parasitismo oligárquico, mientras el país profundo sufría
las condiciones descriptas por Bialét Massé en su famoso informe.
A
EE.UU.
Seguir las huellas de Felix Weil a lo largo del
siglo XX lo lleva a Rapoport a trasladarse a EE.UU., adonde se encaminó junto
con la Escuela de Frankfurt. Sus relaciones sociales, ese discreto encanto de
la oligarquía pampeana, pudieron más que sus juicios sobre el capitalismo y el
incipiente socialismo soviético. Este niño bien, millonario desde muy joven,
gracias a la herencia de su madre, fue también uno de los asesores del gobierno
fraudulento de Agustín P. Justo y de su ministro Federico Pinedo -otro
entusiasta juvenil de las obras de Carlos Marx- en la redacción de la ley de
Impuesto a los Réditos, el primer antecedente del Impuesto a las Ganancias, y
primer impuesto directo aplicado en la Argentina.
El libro de Rapoport se mete también con los
trabajos de un Weil más maduro donde expresa un furibundo antiperonismo, si
bien en todos sus trabajos considera que la clase terrateniente ganadera es el
mayor impedimento que la Argentina tiene para lo que él considera un necesario
proceso de industrialización. La experiencia bajo el nazismo, sus amistades
argentinas -como Raúl Prebisch- y el deslumbramiento que en la posguerra
produce el “rooseveltismo” y la sociedad norteamericana, convierten a Weil en
un predecesor del pensamiento que luego se conocerá como “desarrollismo”: la
idea que el imperialismo norteamericano es la clave para industrializar a
nuestro país.
De pasada, Rapoport se la toma con Milcíades Peña, quien
encuentra en el libro El Enigma Argentino, de Weil, escrito en 1944, datos y
antecedentes para fundamentar también su antiperonismo acérrimo y la peregrina
tesis de que Perón era un agente inglés. Tanto en Weil como en Peña, su
admiración por EE.UU. y su mirada conmiserativa sobre nuestras propias
posibilidades de desarrollo autónomo los llevaron a una profunda incomprensión
sobre nuestro más trascendente fenómeno político: el peronismo.
Estos últimos capítulos del libro de Rapoport son
muy interesantes y abren ricas posibilidades de reflexión, en la medida en que
en los artículos y conferencias de los últimos años de Weil, cercano al partido
Demócrata, se ven y presuponen algunas tendencias que hoy, a casi 40 años del
fallecimiento del biografiado, conforman gran parte de las propuestas de los
sectores conservadores.
Como
nota final
La vida de Felix Weil, su periplo por todo el mundo
occidental, sus relaciones juveniles, su fortuna, su vida amorosa, sus aciertos
y sus errores, contados por Mario Rapoport, dejan en el lector la idea de que
en ese libro está el material para una gran película sobre el siglo XX desde
una perspectiva argentina. El Bolchevique de Salón es el mejor libro del año en
un terreno tan árido como la historia de la economía.
13 de octubre de 2014
Un revolucionario que sigue combatiendo en las nuevas generaciones
En el año 1967 llegó a mis manos,
como un regalo de cumpleaños, Revolución y Contrarrevolución en la
Argentina, una edición de Plus Ultra en dos tomos que conformaban
una especie de el Gordo y el Flaco del mundo de los libros. El primer
tomo, en color azul, era delgado, mientras que el segundo, en color
amarillo, redondeaba las 500 páginas. Leer ese libro a los 20 años,
en un país gobernado por un estulto general de Remonta, fue una
revelación.
Esos espectros imponentes y heroicos,
esos huesos blanqueados en los campos de batalla de todo el
continente eran polvo enamorado que impregnaba de sentido el presente
e iluminaba con luz trémula, pero brillante los días por venir.
Devoré al Gordo y al Flaco en
semanas y me convertí en un predicador de sus certezas y visiones.
Una legión de amigos y amigas de aquellos años contribuyeron, por
mi insistencia, a convertir el libro en un “best seller” juvenil.
Conocí a su autor, Jorge Abelardo
Ramos, un año después, en plena agitación de la CGT de los
Argentinos. Acababa de llegar de un viaje a España y una visita a
varios países latinoamericanos. Era entonces un hombre de 47 años,
con el cabello aún más ígneo que el que lucía en la década del
80, cuando ya comenzaba a encanecer. Su conferencia de hora y media,
en el Sindicato de Obreros Navales, terminó por deslumbrarme por
completo. Su voz, sus gestos de tribuno, el uso irónico de adjetivos
y adverbios, la capacidad epigramática de describir personajes y
situaciones y un indoblegable optimismo sobre los históricos
acontecimientos políticos y sociales cuyas vísperas estábamos
viviendo, tuvieron, tanto en mi razón como en mis sentimientos un
efecto que aún hoy, a 20 años del fallecimiento de ese hombre
talentoso, soberbio y seguro de sí mismo, ejerce su influencia en
mis convicciones políticas, literarias y estéticas.
Comprender al peronismo y a
Latinoamérica
Creo que el principal aporte de Ramos
al pensamiento argentino, y que fue la causa del impacto que tuvo
sobre aquella juventud de los años '60 fue su comprensión del
principal y excluyente tema de nuestra política: el peronismo. La
explicación de cómo y por qué los trabajadores argentinos se
encolumnaron detrás de un coronel y desarrollaron juntos un gran
movimiento cuya tarea histórica fue la creación de un capitalismo
autárquico e independiente, en un país soberano, con justicia
social y proyección continental. El uso libre y creativo que Ramos
hizo del instrumental marxista aplicado a un país semicolonial y su
permanente vigilancia para no caer en el lecho de Procusto del
marxismo extranjerizante, permitió que ese gran movimiento, el más
importante y trascendental que ha generado el pueblo argentino,
pudiese ser incorporado al análisis teórico político, sin caer en
las categorías lombrosianas y descalificatorias con que la
inteligencia académica argentina pretendía reducirlo a un fenómeno
patológico.
En 1806, las tropas napoleónicas
ocupaban el territorio alemán, dividido en una miríada de
miserables principados, ducados y baronías, impotentes y con una
población empobrecida y sin horizonte. Mientras Francia ponía en
marcha su revolución burguesa y el Reino Unido se lanzaba ya a una
industrialización fundada en el saqueo colonial, el antiguo imperio
Romano Germánico dormía una bucólica siesta agraria, sus
sembradíos eran hollados por tropas extranjeras y su sórdida
aristocracia cazaba ciervos y acosaba rubias doncellas campesinas. En
ese momento, un humilde e inteligente hijo de la Sajonia, en el
límite oriental de la tierra tudesca, Johann Gottlieb Fichte,
publicaba sus célebres “Discursos a la Nación Alemana”. Con
los instrumentos ideológicos de su época propuso a sus
contemporáneos la creación de un estado nacional para los alemanes.
Apeló a los sentimientos patrióticos de sus contemporáneos e
intentó movilizar a su pueblo para poder irrumpir en la historia
moderna. Y cuando se inició la guerra de liberación del yugo
francés, no vaciló en unirse a la milicia para sostener con la
bayoneta lo afirmado con la pluma. Pasarían, no obstante, más de
cincuenta años, hasta que el privilegio aristocrático y el
miserable aislamiento de los príncipes fuese aplastado con puño de
hierro por Bismarck.
Hace cuarenta y tres años, Historia
de la Nación Latinoamericana de Jorge Abelardo Ramos propuso a sus
contemporáneos -los jóvenes que en aquella época nos iniciábamos
en la lucha política- la reconstrucción de un gran estado
continental, apelando a la historia de nuestra emancipación y al
imperativo que exigía, ya entonces, el futuro.
Como Fichte, Ramos no pudo ver la
victoria de su llamamiento. El nuevo siglo, nuevos y extraordinarios
dirigentes políticos, nuevas generaciones han comenzado a reconocer
el mandato.
Y cuando volvemos a vivir tiempos
históricos, en los que el pueblo reasume su soberanía y la ejerce,
Jorge Abelardo Ramos ha encontrado, desde sus libros y artículos, a
la nueva juventud que ha retomado el mandato de independencia,
dignidad y unidad latinoamericana. Su prosa, su verbo y su estilo,
filosos como sables, siguen dando combate.
Publicado en Miradas al Sur.
Buenos Aires, 5 de octubre de 2014
Desde el el 17 de octubre al siglo XXI
Discípulo de Diego Luis Molinari, el
antiguo yrigoyenista y uno de los primeros historiadores de nuestra
economía, Antonio Cafiero, un estudiante católico de 23 años,
acudió con sus amigos a la Plaza donde habían comenzado a reunirse
miles y miles de trabajadores del conurbano porteño. Fue uno de los
más jóvenes funcionarios del gobierno de Juan Domingo Perón, quien
reconoció en el flamante doctor en Ciencias Económicas, un talento
que la revolución nacional en marcha no podía perder.
No compartió -y lo explicó muchos
años después- la campaña anticatólica que se desató desde
algunos pasillos del poder. Pero no por ello abandonó o enfrentó al
gobierno que había abierto las puertas a las masas argentinas y
lanzado al país al camino de la industrialización y la justicia
social.
Con el golpe de estado oligárquico e
imperialista del 1955, y junto a miles de peronistas de todos los
sectores sociales, sufrió carcel y persecución.
Lejos de abjurar de sus convicciones,
Cafiero publicó un libro que es un permanente recordatorio de la
tarea transformadora de los gobiernos peronistas y del sentido
reaccionario, antipopular y cipayo de los “libertadores” del 55:
“Cinco Años Después” (1).
Desde ese año hasta su fallecimiento
en esta mañana de octubre, Antonio Cafiero fue un militante cabal y
entregado a la causa del movimiento nacido aquel 17 de octubre. El
golpe de 1976 volvió a detenerlo y recluirlo en un barco fondeado en
el medio del Río de la Plata.
La historia, los meandros inesperados
de la política argentina, no permitieron que fuese presidente de la
República, un cargo por el que luchó con hidalguía, desde las
postrimerías de la dictadura cívico militar hasta las elecciones de
1989. Una vez más, la maldición de Mitre volvería a impedir que un
gobernador de la provincia de Buenos Aires se convirtiese en
presidente de la Nación.
Su pensamiento y su acción política
expresaban el carácter nacional burgués y de un capitalismo
autónomo, con base popular y obrera, que caracterizó al peronismo
desde su nacimiento. La "renovación" justicialista que Cafiero
expresó y por la que recibió fuertes críticas de sectores
autodenominados ortodoxos, nunca tuvo, ni en las palabras, ni en los
hechos, el carácter de cínica aceptación del status quo vigente y
de resignación a la hegemonía imperialista que adquirió la
política de gobierno de quien lo derrotase en las internas de 1988.
Y cualquier intento ucrónico de suponer su eventual gobierno no es
más que un ejercicio de la imaginación.
Su papel, en defensa del gobierno
constitucional, durante los sucesos del levantamiento carapintada,
siendo presidente del Partido Justicialista, enfrentado políticamente
con el gobierno de Ricardo Alfonsín, muestran la diferencia que
siempre existió entre el peronismo y los partidos liberales, de
izquierda o derecha. No vaciló en concurrir a la Casa Rosada y
manifestar con su presencia la solidaridad peronista con un gobierno
constitucional amenazado. No fue, en esa oportunidad, un dirigente
“de la democracia”, como si fuera una excepción a una regla. Fue
un peronista experimentado en sufrir la cárcel y la persecución en
cada momento en que la voluntad popular fue pisoteada por el
despotismo oligárquico.
La política me dio la posibilidad de
conocerlo personalmente y hasta de tratarlo cercanamente. Era un
porteño elegante de los años '60, que recibía a sus amigos, a sus
compañeros o al periodismo con algún chiste, con algún cuento de
doble sentido, y con su voz un tanto engolada, que los imitadores no
tardaron en remedar, daba una síntesis política o un informe de
situación, siempre informado y justo.
En 1992, viajé a Chile para exhibir en
una universidad la película “Cipayos” que dirigió Jorge Coscia.
Un diario me hizo un reportaje, que salió a la mañana siguiente. A
las 10 de esa misma mañana, una llamada en mi habitación puso en
mis oídos la voz de Antonio Cafiero. Me invitaba personalmente a
exhibir la película en la embajada para todo el personal. Y me
recordaba que el helicóptero que aparece en la misma era el de la
gobernación de Buenos Aires, que él mismo me había prestado para
la filmación. Proyectamos la película en la hermosa mansión que es
la sede de nuestra embajada mapochina y ahí explicó a su personal e
invitados el origen del término cipayo en la política argentina.
Recordó a Jauretche y los forjistas y volvió a mencionar que el
helicóptero había sido su aporte a la filmación.
La muerte de Antonio Cafiero pone, en
cierto sentido, punto final a un período de la vida política
argentina: la que comenzó en 1983, con la derrota de Malvinas y el
abandono del poder por parte de la dictadura. Se trata de un período
que se extendió desde 1983 hasta el 2001. Las jornadas del 19 y 20
de diciembre cerraron ese ciclo y la vieja Patria de la dignidad
nacional, los derechos sociales y la unidad latinoamericana volvió
por sus fueros. Antonio Cafiero supo reconocerlo. No fue ese el menor
de sus méritos para que el gran movimiento popular argentino hoy lo
recuerde con dolor.
(1) Por un error de mi frágil memoria escribí primeramente "Ayer, Hoy y Mañana", libro del que es autor el nacionalista Mario Amadeo, participante del golpe oligárquico de 1955 en el sector que encabezaba el general Eduardo Lonardi. En noviembre del 56 este sector fue barrido del gobierno y el liberalismo se adueñó por completo del gobierno dictatorial. Martín Güemes, que evidentemente lee con atención, observo mi equivocación y aprovecho para corregirla (22 de Octubre de 2014)
(1) Por un error de mi frágil memoria escribí primeramente "Ayer, Hoy y Mañana", libro del que es autor el nacionalista Mario Amadeo, participante del golpe oligárquico de 1955 en el sector que encabezaba el general Eduardo Lonardi. En noviembre del 56 este sector fue barrido del gobierno y el liberalismo se adueñó por completo del gobierno dictatorial. Martín Güemes, que evidentemente lee con atención, observo mi equivocación y aprovecho para corregirla (22 de Octubre de 2014)
Buenos Aires, 13 de octubre de 2014
11 de octubre de 2014
12 de Octubre, Colón y "la raza cósmica"
La publicación Infobae, a través de la periodista Claudia Peiró, me hizo llegar un breve cuestionario sobre el 12 de Octubre. Esta fueron mis respuestas.
1) ¿Cómo calificaría la imagen que hoy se
transmite de lo que fue el 12 de octubre, cuánto ha cambiado
respecto a lecturas pasadas, y si es posible aplicar a esos
acontecimientos categorías del presente tales como el genocidio?
- El sentido de la fecha del 12 de Octubre ha ido
cambiando de significación, adecuándose a los cambios políticos,
sociales y culturales que ha vivido nuestro continente. El Día de la
Raza, fecha decretada por don Hipólito Yrigoyen, fue una
reafirmación de nuestro mestizaje hispano-indo-africano que pobló
nuestro continente, enfrentado a la reivindicación anglosajona que
desde los EE.UU. pretendía, con la doctrina Monroe y el Big Stick de
Teodoro Roosevelt, despreciar nuestro origen y génesis histórica.
En ese sentido, el Día de la Raza -no de la raza española, cosa,
que como Ud. sabe, no existe- sino de la “raza cósmica”, como
llamó el gran José Vasconcelos -el ministro de Educación de la
Revolución Mexicana- a nuestra fusión étnica, no fue para
confrontar con nuestros hermanos de los pueblos originarios o de
origen africano, sino para, junto con ellos, resistir la ofensiva
cultural, económica y política del imperialismo anglosajón. Y fue
justamente este imperialismo el que intentó desprestigiar la fecha,
cargándola de un sentido racista, etnicista y purista que jamás
existió en la cabeza de la generación que la asumió como propia.
Recuerde a Rubén Darío en su Oda a Roosevelt cuando dice: “la
América del gran Moctezuma, del Inca, / la América fragante de
Cristóbal Colón, / la América católica, la América española, /
la América en que dijo el noble Guatemoc: / «Yo no estoy en un
lecho de rosas»; esa América / que tiembla de huracanes y que vive
de Amor, / hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. / Y sueña.
Y ama, y vibra; y es la hija del Sol”. Este era el sentido profundo
y desafiante con el que aquella generación sancionó el Día de la
Raza.
Hoy, nuevas generaciones, nuevos desafíos,
profundos cambios en la conciencia de los latinoamericanos, el
protagonismo de esos “hombres cósmicos”, que son la fusión de
todas las etnias de la tierra, le han dado al 12 de Octubre un
sentido que ratifica aquella multiplicidad de orígenes, de culturas,
de lenguas y dioses que constituyeron a nuestros pueblos.
Lo del genocidio es una extraordinaria tontería,
cuyo origen ideológico hay que encontrarlo en quienes sí, de verdad
y sin atenuantes, exterminaron sus pueblos originarios, que hoy han
quedado reducidos a administrar algunos casinos en el estado de
Nevada. Si una reciente investigación afirma, con pruebas en la
mano, que el 56 % de la población argentina tiene genes indígenas,
mal puede hablarse de un genocidio. Con todo el dramatismo que ese
choque tuvo, con toda la explotación de la mano de obra indígena,
con todo el saqueo de la plata potosina, aquí nació un ser humano
que, como afirmó Bolívar, no es ni español ni indio, es americano.
2) ¿Qué piensa del traslado del monumento a
Colón?
Imagínese que el traslado de un monumento no
puede ser una cuestión capaz de generar un enfrentamiento
irreductible. La estatua de Juana Azurduy de Padilla, donada por Evo
Morales, tiene todo el derecho de cubrir el flanco que da al río de
nuestra Casa Rosada, así como la homenajeada cubrió, en vida, el
flanco norteño contra la penetración goda. El gran genovés, podrá
otear el horizonte desde la Costanera porteña, quizás buscando
encontrar “el sitio donde ayunó Juan Díaz y los indios comieron”,
como, con belleza y calumnia histórica, dice Jorge Luis Borges.
Pero quedará para siempre el más grande legado
que trajera a estas tierras y que los americanos hemos logrado
conservar, desarrollar, enriquecer y renovar: la lengua de Castilla
que, con García Márquez, Borges, Asturias y Gabriela Mistral, para
dar tan solo unos ejemplos, dio al mundo la visión, el habla, la
fantasía, los sueños y las vigilias de nuestros hombres y mujeres.
Gracias a esa lengua podemos entendernos sin traductores desde el Río
Bravo hasta la Bahía de Lapataia.
Ese es el tamaño de la nación que podemos construir, si no discutimos por el destino de una estatua.
Ese es el tamaño de la nación que podemos construir, si no discutimos por el destino de una estatua.
1 de octubre de 2014
23 de septiembre de 2014
Todos los caminos llevan a Roma
El
14 de marzo del año pasado, al día siguiente de la elección del
arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio como jefe de la Iglesia
Católica, los compañeros agrupados en la Corriente Causa Popular
hicimos conocer una declaración que titulamos “Gozo
y esperanza para el pueblo latinoamericano”.
En ella decíamos: “No
nos mueve a este júbilo otra cosa que compartir con millones de
compatriotas del continente esta extraordinaria oportunidad que se
presenta para que los graves problemas económicos y sociales de
nuestra Patria Grande tengan expresión en uno de los sitiales más
prestigiosos e influyentes del mundo. Más allá de toda cuestión
religiosa, confesional o corporativa, es auspicioso que el primer
Papa de la Iglesia Católica no europeo sea un latinoamericano, hijo
de esta ciudad de Buenos Aires, conocedor de sus barrios humildes y
comprometido con los intereses y expectativas de los más pobres de
nuestra patria”.
También
sosteníamos que “La
elección del primer Papa no europeo, del primer Papa
latinoamericano, del primer Papa jesuita y del primer Papa en elegir
el nombre de Il Poveretto, Francisco de Asís, el enemigo declarado
de la corrupción y el lujo de la curia romana, abre una enorme
expectativa. La
Iglesia, acosada por la corrupción y sumergida en una crisis
carismática se enfrenta a cambios culturales y sociales que gran
parte de la grey católica siente necesarios”.
Al
pronunciarnos de esa manera no ignorábamos que una buena parte de la
opinión caracterizada como “progresista” vinculada al gobierno
repudiaba el nombramiento y llegaba a sostener que el mismo era una
herramienta del imperialismo para destruir los avances logrados por
nuestro continente a partir de la entrada en el nuevo siglo.
Conocíamos la opinión de algún periodista considerado influyente
en las decisiones de gobierno y tuvimos oportunidad de escuchar el
sermón laicista con que un grupo de intelectuales y universitarios
oficialistas recibió la noticia. Sabíamos también, como no podía
ser de otra manera, que había habido rispideces en la relación
entre el Arzobispo de Buenos Aires y el presidente argentino Néstor
Kirchner. Pero también conocíamos, directa e indirectamente, sus
convicciones latinoamericanistas, su dedicación a los más
desposeidos y sus ideas políticas inspiradas en el pensamiento
nacional y popular del peronismo.
Y
estábamos convencidos que ni Monseñor Jorge Bergoglio, ni la
doctora Cristina Fernández de Kirchner llevarían sus rencillas
parroquiales al más alto y amplio plano de la política
internacional y el nivel de universalidad que es jurisdicción del
obispo de Roma. Las peleas y riñas entre don Peppone y don Camilo
-de las populares películas italianas de posguerra, inspiradas en la
novela de
Giovanni
Guareschi- no podían ser llevadas al Vaticano o a las Naciones
Unidas. El castigo era el ridículo.
A
un año y medio de esa declaración no podemos menos que celebrar el
haber confiado en que el profundo sentido nacional de ambos
argentinos y sus firmes principios de justicia social y de condena al
régimen del imperialismo -militar, político, económico y
financiero- los iba a sentar juntos para encarar, a nivel mundial,
los problemas generados por éste.
La
publicación de la carta apostólica Evangelii Gaudium
confirmó el sentido que tendría el papado de Francisco. Sus
planteos de justicia universal y sus denuncias al flagelo del
capitalismo financiero sobre los pueblos del mundo, la convirtieron
en el principal texto en contra del establishment mundial del siglo
XXI. Jorge Bergoglio, como tampoco lo había hecho Néstor Kirchner,
no dejó sus convicciones en las murallas del Vaticano.
Lo
ocurrido en estos últimos días ha coronado estos puntos de vista.
La digna política internacional de nuestro país respecto a los
fondos buitres y la resolución adoptada por la Asamblea General de
la ONU, la sanción de la ley destinada a cambiar el domicilio de
pago de los deudores reestructurados culminó con la invitación
papal a almorzar dirigida a la presidenta argentina aprovechando su
viaje a Nueva York -como si fuese de paso-.
Mientras
los sectores sedicentemente católicos de Recoleta y Pilar eran
engañados por Clarín y La Nación – con la colaboración de
expertos vaticanólogos como Felipe Solá y Lilita Carrió- con la
mentira de que Francisco sólo estaba preocupado por la
gobernabilidad y quería que Cristina pudiese llegar al fin de su
mandato, una jovial, numerosa y afable delegación de 32 argentinos
con distintas responsabilidades de gobierno entraba a Santa Marta y
entregaba “souvenirs”, más que presentes, al Papa. Una remera de
la Villa 21-24 (la Villa que frecuentaba el padre Jorge) firmada por
La Cámpora, un cuadro de Evita Perón, un retrato del padre Carlos
Mujica, el cura villero mártir por sus convicciones sociales, y
hasta salamines de la provincia de Buenos Aires convirtieron el
encuentro en una reunión que, mejor que nadie, definió el amargado
columnista de La Nación, Mariano Obarrio, en un “twitter”:
“El
Gobierno logró la escena perfecta. La foto de Francisco, CFK, La
Cámpora y dos cuadros de fondo: Eva Perón y el Papa. Todo muy
partidario”.
El
resultado ha sido que Francisco apoya y sostiene con todo el peso de
su autoridad espiritual la campaña argentina contra los fondos
buitres y nuestra presidente viajó a Nueva York con el texto del
parágrafo 56 de la Evangelii Gaudium en su carpeta:
“Mientras
las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la
mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría
feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la
autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De
ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de
velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a
veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus
leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los
países de las posibilidades viables de su economía y a los
ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una
corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han
asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce
límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a
acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio
ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado,
convertidos en regla absoluta. No a un dinero que gobierna en lugar
de servir”.
Dijimos
hace un año y medio: “Cuando
Europa se desbarranca en una crisis espiritual, social, económica,
cultural y política el continente de los tucanes y las orquídeas,
el continente de Bolívar y San Martín ha proyectado a uno de sus
hijos a un sitial de honor y tremenda responsabilidad”.
Hoy,
con la misma alegría y esperanza que entonces, podemos ratificarlo e
incluso precisarlo. Este Papa porteño que vive en Roma,
contrariamente a la canción de Los Quilapayún, no le
están degollando a su paloma. Se
ha lanzado a luchar por los pobres del mundo, por la soberanía de
los pueblos contra la predación del capital financiero. Y el
gobierno de Cristina, así como los gobiernos populares del
continente, han encontrado un aliado confiable y seguro.
La
oposición mediática le seguirá dictando mentiras a sus seguidores
y la oposición política se enredará aún más en su desconcierto y
desasosiego. Es evidente que hay una nueva relación de fuerzas, que
no está dicha la última palabra y que la agenda presidencial, que
es la que continúa rigiendo en la vida política del país, nos va a
dar muchas nuevas sorpresas.
Buenos
Aires, 23 de septiembre de 2014
10 de septiembre de 2014
Un sedicente roquista confunde a Drago con Espert
El diputado del PRO de origen
conservador Federico Pinedo se jacta de ser un heredero de la acción
del dos veces presidente argentino Julio Argentino Roca. En el día
de hoy ha dado a conocer este punto de vista sobre el tema de la
deuda y los fondos buitres: “Vos
no aumentás tu soberanía incumpliendo tus obligaciones. Lo que
hacés es darle la soberanía a los buitres y a los jueces
extranjeros. Lo que están haciendo es disminuyendo soberanía, no
aumentándola. El que crea que va a progresar en la vida incumpliendo
su palabra no tiene mucho sentido”.
Como mi aprecio por el General Roca es
que tengo en común con él, y con el General Juan Domingo Perón,
por otra parte, quiero expresar que ese modo de pensar no fue nunca
el del hombre que venció al mitrismo secesionista de Buenos Aires.
En el mes de diciembre del año 1902,
cuatro años después de asumir por segunda vez la presidencia de la
República, el canciller de “El Zorro”, como se lo llamaba a don
Julio, se lanzó a una compaña mundial repudiando el ataque militar
a los puertos de Venezuela por parte del Reino Unido y Alemania,
entre otras potencias de la época, a raíz del “default” de su
deuda externa por parte del presidente de aquel país
latinoamericano, Cipriano Castro. Lejos de perorar moralmente sobre
el incumplimiento de la palabra y zonceras similares, que en las
relaciones internacionales tienen tanta importancia como las buenas
maneras en un frente militar, Roca y su ministro se lanzaron a
explicarle a la comunidad internacional la naturaleza específica de
las deudas soberanas y de los estados deudores. Decía, entonces, el
canciller Drago:
“Entre
los principios fundamentales del Derecho Público Internacional que
la humanidad ha consagrado, es uno de los más preciosos el que
determina que todos los Estados, cualquiera que sea la fuerza de que
dispongan, son entidades de derecho, perfectamente iguales entre sí
y recíprocamente acreedoras, por ello, a las mismas consideraciones
y respeto.
El reconocimiento de la deuda, la liquidación de su importe, pueden y deben ser hechos por la nación, sin menoscabo de sus derechos primordiales como entidad soberana, pero el cobro compulsivo e inmediato, en un momento dado, por medio de la fuerza, no traería otra cosa que la ruina de las naciones más débiles y la absorción de su Gobierno con todas las facultades que le son inherentes por los fuertes de la tierra” (el subrayado es nuestro).
Y
en su apoyo recurría al mismísimo Alejandro Hamilton, uno de los
teóricos del estado norteamericano: “Otros
son los principios proclamados en este Continente de América. 'Los
contratos entre una nación y los individuos particulares son
obligatorios, según la conciencia del soberano, y no pueden ser
objeto de fuerza compulsiva' -decía el ilustre Hamilton-. No
confieren derecho alguno de acción fuera de la voluntad soberana”.
Como se puede apreciar, ninguna
monserga propia de un representante de los acreedores, como, por
ejemplo, Espert, ensuciaba la prosa del ilustre conservador de
aquellos años.
Buenos Aires, 10 de septiembre de 2014
Una nueva luz de justicia para los pueblos
En una nota publicada el 28 de junio
pasado (¿Es
necesaria una nueva doctrina Drago?)
sosteníamos que la situación generada por el atrabiliario fallo del
juez municipal neoyorquino Thomas Griesa, a favor de los fondos
buitres, estaba clamando por una decisión en el derecho de gentes
que restableciera la preeminencia y majestad de los estados
nacionales y sus decisiones por sobre intereses financieros
globalizados. Decíamos que era necesario adoptar, por parte de la
comunidad internacional de Estados, en el espíritu de los Tratados
de Westfalia,“una
nueva doctrina Drago, una actualización que ratifique la soberanía
nacional por encima de los crapulosos y minoritarios intereses
especulativos y condene estas maniobras”.
Las
Naciones Unidas, impulsadas por Argentina y el G77+China, acaba de
aprobar, por abrumadora mayoría, la apertura de una discusión sobre
el establecimiento de un marco jurídico legal a nivel global para
los procesos de reestructuración de deuda soberana.
Ese
resultado con 124 votos a favor, 41 abstenciones y un oligárquico
bloque de 11 votos en contra debe ser considerado como una imponente
victoria diplomática y política de la Argentina y su gobierno. Esta
nueva doctrina, que la historia posiblemente conozca como Doctrina
Fernández de Kirchner o Timmerman, parte del reconocimiento del
“derecho
soberano de todo Estado a reestructurar su deuda soberana, que no
debe verse frustrado u obstaculizado por las medidas adoptadas por
otro Estado”.
Reconoce,
además, que “los
esfuerzos de un Estado por reestructurar su deuda soberana no deben
verse frustrados u obstaculizados por los acreedores comerciales,
incluidos fondos de inversión especializados como los fondos de
cobertura, que adquieren deuda de Estados altamente endeudados con
fines especulativos en los mercados secundarios a precios con grandes
descuentos con la intención de litigar para tratar de obtener el
reembolso de la totalidad del valor”. Por
primera vez, entendemos, las Naciones Unidas tipifican en términos
de derecho internacional a los fondos buitres, explicitando su
naturaleza especulativa y chantajista.
Pero
la resolución observa también que
“los
acreedores privados de deuda soberana son cada vez más numerosos,
anónimos y difíciles de coordinar, que hay diversos tipos de
instrumentos de deuda y que se emite deuda en una gran variedad de
jurisdicciones, lo que complica la reestructuración de la deuda
soberana”.
En
estos dos últimos párrafo está implícito un reconocimiento de una
nueva realidad política que no puede queda sometida simplemente a
las leyes y jueces civiles o comerciales de un país determinado, tal
como si se tratase de la presentación de un cheque o un pagaré
entre acreedores y deudores privados.
Pero,
no solo esto, sino que la resolución reconoce “con
preocupación que el sistema financiero internacional no cuenta con
un marco jurídico riguroso para la reestructuración ordenada y
previsible de la deuda soberana, lo que aumenta aún más el costo de
incumplimiento”,
así como
“la necesidad de crear un marco jurídico que facilite la
reestructuración ordenada de la deuda soberana, que permita
restablecer la viabilidad y el crecimiento sin crear incentivos que
aumenten inadvertidamente el riesgo de incumplimiento, y que sirva de
elemento disuasorio para que los acreedores no entablen litigios
desestabilizadores durante las negociaciones de reestructuración de
la deuda soberan”.
La
resolución se hace cargo, entonces, del vacío normativo, que en
derecho internacional tiene siempre una base política, y acompaña
de manera explítica los reclamos efectuados por la Argentina y su
gobierno, en el sentido de darle una entidad política y no meramente
comercial a la situación planteada por el juez Griesa.
En
ese sentido, también de modo explícito, la resolución destaca “la
importancia de establecer un conjunto claro de principios para
gestionar y resolver las crisis financieras que tenga en cuenta la
obligación de los acreedores de deuda soberana de obrar de buena fe
y con espíritu de cooperación para pactar una reorganización
consensuada de la deuda de Estados soberano.
“Buena
fe y espíritu de cooperación de parte de los acreedores”,
reclaman
las Naciones Unidas y dan un paso gigantesco en el sentido de los
intereses de los pueblos y naciones sometidos durante los últimos
cuarenta años al chantaje de la deuda externa.
Se
está forjando, como pedíamos, una nueva doctrina Drago, a poco más
de 100 años de su sanción por la Corte Internacional de La Haya en
1907, sobre la base de la dignidad y firmeza de una gobierno que ha
dado muestras claras de no estar dispuesto a continuar siendo
avasallado por la ley del interés compuesto.
Una
nueva luz de justicia se ha prendido en el horizonte de los pueblos
semicoloniales en rumbo a su independencia definitiva.
Buenos
Aires, 10 de septiembre de 2014.
11 de agosto de 2014
El Nacionalismo y el Populismo en el mundo semicolonial después de la 2ª Guerra Mundial
Segunda Parte
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Segunda Parte
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Nacionalismo y Populismo en el mundo semicolonial, posterior a la Segunda Guerra Mundial
Primera Parte
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Primera Parte
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23 de julio de 2014
10 de julio de 2014
29 de junio de 2014
El
Juez Griesa y los trotkistas yanquis
Barry Sheppard |
Me
escribe desde Nueva York Barry Sheppard, veterano militante
trotskista, durante un tiempo secretario general del Socialist
Workers Party y autor de dos volúmenes que cuentan el auge, la declinación y el colapso de esta organización política
norteamericana. Su mail dice, traducido, lo siguiente:
“Griesa
fue el
juez en el juicio que el Socialist Workers Party inició contra
varias agencias policiales del gobierno de los EE.UU. En 1973.
Nuestro planteo fue que el gobierno había violado masivamente
nuestros derechos por medio de asaltos a nuestros locales, operando
para hacer echar de sus trabajos a nuestros afiliados, ecuchas y
grabaciones ilegales, espionaje, publicación de falsas acusaciones
en la prensa, etc. En 1986, Griesa tomó su decisión, esencialmente
sosteniendo nuestras acusaciones y dictando una sentencia contra el
gobierno. Una decisión favorable.
Nuestro
caso se produjo en las secuelas de la radicalización de “los 60”
y la revelación de los crímenes del gobierno contra los movimientos
negros, antibélicos y feministas y el caso Watergate que terminó
con la renuncia de Nixon.
De
modo que esta buena decisión de Griesa fue hecha en este contexto.
Ello no significa que en la continuación de su carrera no haya
tomado muchas malas decisiones, la última de ellas contra la
Argentina”.
La
gentil y solidaria nota de Sheppard fue en respuesta a un pedido de
información acerca de Griesa y su participación en este caso del
SWP.
La
comparación de estos dos casos, el de los trotskistas
norteamericanos y el de los fondos buitres, me lleva a las siguientes preguntas:
¿qué tienen en común ambos casos?; ¿por qué en un caso, el del
SWP, Griesa falla a favor del más débil y en el segundo, el
nuestro, del más poderoso?
John Locke |
Más
allá de las explicaciones políticas referidas al papel de los
jueces norteamericanos en salvaguarda del sagrado derecho a la
propiedad privada y al intangibilidad de los negocios particulares,
se me ocurre que en ambos casos subyace la idea liberal de origen
inglés (John Locke, Adam Smith) de la supremacía absoluta de los
derechos individuales frente a los del estado y los límites de éste
respecto a la autonomía de la sociedad civil. El liberalismo
político en su nacimiento se enfrenta al estado absolutista
monárquico, en quien ve el principal impedimento para el desarrollo
de la libertad y capacidad del individuo. Este punto de vista, que
enfrentó al despotismo monárquico de origen feudal, permitió, es
cierto, la aparición del estado republicano moderno.
El
liberalismo contemporáneo ha deshistorizado esta visión propia del
siglo XVIII, reivindicando “todo” interés individual o de la
sociedad civil frente a “todo” interés de “todo” estado.
Es,
en cierto sentido, una extensión al derecho político de la conocida
burla de Anatole France sobre la igualdad francesa: “En París
todos tienen derecho a dormir bajo los puentes”.
El
estado plutocrático norteamericano se excedió en sus atribuciones
al someter a persecución policial a los ciudadanos agrupados en el
SWP, en 1976, de la misma manera que el estado nacional y popular
argentino, en defensa de sus ciudadanos, se extendió en sus
atribuciones al negar el pago de sus acreencias a un grupo de
honestos comerciantes.
Esta
distorsionada visión de la realidad es la que encierran todas las
expresiones liberales y neoliberales contemporáneas. Es el atroz
pensamiento darwinista que subyace en los escritos de Ayn Rand, en
los extremistas bien comidos del Partido Liberal Libertario, en la
psicopatía de Domingo Cavallo o en el criminal maltusianismo del
Banco Europeo.
Pero
también es el mismo liberalismo que expresa Lilita Carrió y su
manipulación de Hannah Arendt, el formalismo de FAUNEN o la
altisonancia geronte de Pino Solanas.
Con
Anatole France, pero sin su ironía, todos ellos sostienen “todos
los ciudadanos del mundo tienen derecho a prestarle dinero a la
Argentina y cobrar sus acreencias”.
Buenos
Aires, 29 de junio de 2014
¿Es necesaria una
nueva Doctrina Drago?
Cipriano Castro |
En el año 1902 el
presidente Cipriano Castro declaró la moratoria de su deuda externa.
La caída en los precios internacionales del café obligaron a su
gobierno a suspender el pago a sus acreedores internacionales. La
respuesta de los acreedores fue inmediata. Las flotas de Alemania e
Inglaterra bloquean las costas venezolanas y amenazan a sus puertos.
Al bloqueo se suman todos los países con acreencias contra
Venezuela. Italia, en primer lugar y posteriormente Francia, España,
Bélgica, Holanda y Estados Unidos se presentan como acreedores y
exigen ser considerados juntos a los países agresores.
Cipriano Castro venía
del estado andino de Táchira. Por su actuación en las guerras
civiles que asolaban la región había obtenidos sus galones
militares. Después de convertirse en el principal caudillo de las
provincias andinas de Venezuela, el general y sus amigos se
encaminaron hacia Caracas y en 1899 la Revolución Liberal
Restauradora, por él encabezada, derrocó al debilitado presidente
Ignacio Andrade y se convirtió en presidente hasta noviembre de
1908, cuando su compadre Juan Vicente Gómez inicia su larga dictadura que durará hasta 1935.
El gobierno de
Cipriano Castro unificó el país y puso fin a las guerras civiles
que lo habían azotado desde el final de la Guerra de la
Independencia, impuso una centralización del gobierno que terminó
con los caudillismos locales, modernizó el ejército, se hizo cargo
de la deuda externa e intentó diversificar la economía venezolana
dependiente exclusivamente de las exportaciones cafetaleras. Para esa
época Venezuela era el segundo productor mundial de café, después
de Brasil.
El bloqueo naval
europeo incluyó enfrentamientos bélicos con bombarderos sobre los
puertos de La Guaira y Cabello, así como la destrucción casi total
de la flota venezolana.
Interpelado por
varios gobiernos latinoamericanos, el presidente yanqui Teodoro
Roosevelt -“Es con voz de Biblia o verso de Walt Whitman / que
habría que llegar hasta ti, / Cazador”, le había dicho Rubén
Darío- declaró la no pertinencia de la aplicación de la Doctrina
Monroe en el caso de potencias europeas que no venían a reconquistar
antiguas colonias. La Doctrina Monroe y el TIAR, como se sabe, han
sido instrumentos retóricos que solo han servido para que EE.UU. los
interprete según su exclusivo interés. La tierra natal de Bolívar
se enfrentaba sola a la voracidad de los tenedores de bonos.
Luis María Drago |
El ministro de
Relaciones Exteriores del presidente Julio Argentino Roca, Luis María
Drago -un jurista conservador y con un espíritu en el cual aún
sobrevivía la vieja épica de las Guerras de la Independencia-
presentó al mundo su punto de vista que expresaba el de su gobierno:
los estados no tenían derecho a intervenir militarmente contra otro
estado con la finalidad de cobrar deudas financieras. Fue una voz
pequeña, en relación a los intereses y potencias que estaban en
juego, pero poderosa. Algunos años después, la Doctrina de nuestro
canciller, inspirada además en las reflexiones del gran jurista
rioplantense, Carlos Calvo, sería establecida como jurisprudencia en
La Haya. Venezuela no olvidó nunca el gesto argentino y Hugo Chávez
tuvo oportunidad de recordarlo varias veces desde su tribuna
presidencial.
Las decisiones
asumidas por el juez de primera instancia de Nueva York, Thomas
Griesa, y por la Corte Suprema de Justicia norteamericana, en favor
de los fondos buitres, están exigiendo el establecimiento, por parte
de las naciones sometidas al chantaje de la deuda, una nueva doctrina
Drago, una actualización que ratifique la soberanía nacional por
encima de los crapulosos y minoritarios intereses especulativos y
condene estas maniobras. El periodista Alfredo Zaiat ha publicado en
Página 12 de hoy (28/06/14) un interesante artículo exponiendo al
público argentino lo que se conoce en la legislación norteamericana
como Doctrina Champerty. La misma establece la prohibición de
comprar documentos de créditos vencidos con la finalidad de
interponer una acción judicial reclamando el pago de estos.
Tratado de Westfalia y el nacimiento de los Estados Nacionales |
Algo en ese sentido,
y que rescate la supremacía de los estados nacionales por sobre los
intereses corporativos internacionales, está exigiendo el novedoso
conflicto en que se encuentra nuestro país. El concepto de estados
nacionales surgido del Tratado de Westfalia no puede ser aplastado
por el imperio del interés compuesto y los derivados financieros.
Buenos Aires, 28 de
Junio de 2014
26 de junio de 2014
18 de junio de 2014
17 de junio de 2014
Los bárbaros existen
Los bárbaros existen
¡Qué apretada que le pegó Cristina al próximo gobierno!
Fue el discurso de una mujer de Estado. Mujeres de Estado fueron Isabel la Católica, que unió los reinos de España y proyectó su idioma sobre el ancho mundo; Isabel de Inglaterra, la hija bastarda que convirtió su reino en una nación poderosa; Cristina de Suecia, la última Vasa que impuso en su helado país la idea de Columna regni sapientia, “la sabiduría es el pilar del reino”. O Catalina de Rusia que proyectó su atrasado y extenso mundo en el siglo de las luces.
Y en nuestros días hay pocas para comparar: Thatcher “the Bloody”, quizás. Sé que suena desagradable, pero amaba a su país como CFK ama al nuestro, al suyo. No amaba, es cierto a su pueblo, pero la ajada grandeza de Bretaña fue su única tarea.
Y no hay muchas más.
Dos veces en mi vida me sentí cerca, identificado hasta conmoverme, con un presidente.
El primero fue Perón, durante ese escaso año que gobernó. Tuve la suerte y el honor de estar sentado frente a él, a mis veintipico años, y sentir en la boca del estómago la sensación de que la Historia me hablaba.
La otra es esta hermosa mujer que tenemos de presidenta. Su firmeza, su claridad intelectual, su voluntad de diamante y la convicción íntima y profunda de hablar en nombre de un pueblo y su destino me dejaron hoy la impresión de que la Historia comenzaba a expresarse a través de ella.
Esta mujer no jode. Habla en serio.
Y los enanos, los miserables paniaguados de nuestro módico Ciudadano Kane, la estólida oposición de vuelo de gallina pretenden hablar de corrupción porque un vicepresidente les expropió los fondos de jubilación y disimulan indiferentes la opus magna de la corrupción que ha sido nuestra deuda externa en general y en particular la armada por los savonarolas laicos del radicalismo, estúpidos incapaces de gobernar si no es en provecho de las finanzas internacionales.
Hoy, en un momento difícil para nuestro presente y, sobre todo, nuestro futuro apareció una giganta. No la de Baudelaire, a la sombra de cuyos senos quería dormir, “como la aldea al pie de la montaña”, sino la mujer de hierro cuyos pies se hacen firmes en la tierra y sus brazos cobijan multitudes.
Esta mujer hoy distribuyó serenidad, impuso cordura, denunció la barbarie extranjera y la complicidad de la magistratura. Hizo actual el iluminado poema de Cavafis:
-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.
Dejó establecido un legado para los gobiernos que le sucedan: nunca más los argentinos nos entregaremos a la voracidad del capital financiero, el interés compuesto y las comisiones por nuestra sangría.
Hoy Cristina Fernández de Kirchner dejó en claro que los bárbaros existen y que se han levantado murallas de voluntad y firmeza para evitar que se repita la exclusión de la inmensa mayoría de nuestro pueblo.
Su voz fuerte y clara unió a los hijos de San Martín y Perón.
¡Qué apretada que le pegó Cristina al próximo gobierno!
Fue el discurso de una mujer de Estado. Mujeres de Estado fueron Isabel la Católica, que unió los reinos de España y proyectó su idioma sobre el ancho mundo; Isabel de Inglaterra, la hija bastarda que convirtió su reino en una nación poderosa; Cristina de Suecia, la última Vasa que impuso en su helado país la idea de Columna regni sapientia, “la sabiduría es el pilar del reino”. O Catalina de Rusia que proyectó su atrasado y extenso mundo en el siglo de las luces.
Y en nuestros días hay pocas para comparar: Thatcher “the Bloody”, quizás. Sé que suena desagradable, pero amaba a su país como CFK ama al nuestro, al suyo. No amaba, es cierto a su pueblo, pero la ajada grandeza de Bretaña fue su única tarea.
Y no hay muchas más.
Dos veces en mi vida me sentí cerca, identificado hasta conmoverme, con un presidente.
El primero fue Perón, durante ese escaso año que gobernó. Tuve la suerte y el honor de estar sentado frente a él, a mis veintipico años, y sentir en la boca del estómago la sensación de que la Historia me hablaba.
La otra es esta hermosa mujer que tenemos de presidenta. Su firmeza, su claridad intelectual, su voluntad de diamante y la convicción íntima y profunda de hablar en nombre de un pueblo y su destino me dejaron hoy la impresión de que la Historia comenzaba a expresarse a través de ella.
Esta mujer no jode. Habla en serio.
Y los enanos, los miserables paniaguados de nuestro módico Ciudadano Kane, la estólida oposición de vuelo de gallina pretenden hablar de corrupción porque un vicepresidente les expropió los fondos de jubilación y disimulan indiferentes la opus magna de la corrupción que ha sido nuestra deuda externa en general y en particular la armada por los savonarolas laicos del radicalismo, estúpidos incapaces de gobernar si no es en provecho de las finanzas internacionales.
Hoy, en un momento difícil para nuestro presente y, sobre todo, nuestro futuro apareció una giganta. No la de Baudelaire, a la sombra de cuyos senos quería dormir, “como la aldea al pie de la montaña”, sino la mujer de hierro cuyos pies se hacen firmes en la tierra y sus brazos cobijan multitudes.
Esta mujer hoy distribuyó serenidad, impuso cordura, denunció la barbarie extranjera y la complicidad de la magistratura. Hizo actual el iluminado poema de Cavafis:
-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.
Dejó establecido un legado para los gobiernos que le sucedan: nunca más los argentinos nos entregaremos a la voracidad del capital financiero, el interés compuesto y las comisiones por nuestra sangría.
Hoy Cristina Fernández de Kirchner dejó en claro que los bárbaros existen y que se han levantado murallas de voluntad y firmeza para evitar que se repita la exclusión de la inmensa mayoría de nuestro pueblo.
Su voz fuerte y clara unió a los hijos de San Martín y Perón.
9 de mayo de 2014
8 de mayo de 2014
De Avenida Alvear a Avenida Iriarte
La “segunda dictadura” compró el edificio en 1948, seguramente para aliviar a sus dueños del ya oneroso elefante blanco, sin lograr por ello generar en ellos mayor simpatía. Finalmente, en 1960 se convirtió en Casa Nacional de la Cultura. El salón principal de la planta baja se llama Miguel Cané, en homenaje al autor de Juvenilia y de la Ley de Residencia que permitía expulsar a inmigrantes, sin juicio previo, y bajo la mera sospecha de ser socialistas o anarquistas. Esa noche, en esa sala, Jorge Coscia improvisó un excelente discurso, exponiendo su ideario político y su compromiso con la cultura nacional. En una primera parte enumeró la lista de pensadores nacionales que formaron su pensamiento: Manzi, Jauretche, Perón, Scalabrini, Hernández Arregui, Discépolo.
En el momento de referirse a la importancia que a su gestión le asignará a la integración continental, Jorge dijo expresamente que debía su concepción de la Patria Grande "a mis maestros Jorge Abelardo Ramos, Jorge Enea Spilimbergo, Blas Manuel Alberti y Norberto Galasso". Después de esas palabras, Jorge Coscia invitó a los presentes a cantar la Marcha Peronista.
A los pocos días, el guardaespaldas de Bartolomé Mitre convocó a sus plumíferos para denunciar el ultraje a la República. Los ojos de Beatriz Sarlo se pusieron en blanco y mostró su virginidad institucional manoseada. “Los cantores de la marcha seguramente pensaron que estas diferencias entre partido y gobierno son viejas manías del formalismo republicano”, escribió con su característica dispepsia literaria. Sobre este punto escribimos en aquella oportunidad: “La señora Sarlo no entiende que hoy, después de más de sesenta años, la marcha peronista no es tan sólo una marcha partidaria, sino el himno que expresa al conjunto de los argentinos enfrentados al bloque oligárquico que intenta recuperar el manejo del Estado. Es mucho más que una canción partidaria. Es la marsellesa argentina, la conjunción, a nivel simbólico, de la Argentina de los héroes de la Independencia, de los caudillos federales, de los obreros del 17 de octubre y de los desocupados del 2001”.
Pero lo central es que en ese lugar y de esa forma se iniciaron los cinco años de gestión de Jorge Coscia al frente de la Secretaría de Cultura de la Nación, por decisión de la presidenta de la República.
De esto me acordaba hoy, en la Casa de la Cultura de la Villa 21-24 de Barracas, durante la ceremonia en la cual Jorge Coscia se despidió de sus colaboradores y Teresa Parodi, la flamante Ministra de Cultura, se hacía cargo de sus funciones. El calor popular con el que hombres, mujeres, jóvenes y niños del barrio más pobre de la ciudad más rica de Argentina recibieron a los dos funcionarios, el saliente y la entrante, el agradecimiento, expresado en sonrisas, abrazos, saludos, chistes y hasta lágrimas, a Jorge Coscia y la bienvenida abierta, a puro corazón y esperanza, dirigida a Teresa Parodi, conformaban un clima muy distinto a la sensación de sapo de otro pozo, de involuntario usurpador, que tenía aquella concurrencia de hace cuatro años en el Palacio Casey.
Y la Marcha Peronista que se cantó en la Casa de la Cultura, con los cuadros proletarios de Quinquela Martín en sus paredes y la bendición villera del Padre Toto, sonaba más digna, triunfal y desafiante que nunca. No había preocupación sobre las instituciones en esa multitud feliz. Había orgullo y gratitud porque se sabían protagonistas, sujetos activos de la cultura y de la Cultura.
Jorge Coscia inició su gestión en el Palacio Casey, en la Avenida Alvear, comprometiéndose con sus maestros y la terminó, con el corazón satisfecho, en la Villa 21, en la Avenida Iriarte, cumpliendo los sueños de sus maestros y del pueblo profundo de la Patria.
Tiene todo el derecho a sentirse orgulloso de estos cinco años.
Buenos Aires, 8 de mayo de 2014
26 de abril de 2014
Contra la ofensiva antinacional, más Soberanía, más Justicia Social, más Patria Grande
Editorial de Caminopropio N° 13 que ya está en la calle
A la
oposición no le salen bien las cosas. Pese al enorme dispositivo
mediático con que cuenta, pese a la pertinaz acción psicológica de
los noticieros monopólicos, pese a la complacencia con que la prensa
antigubernamental tiene con sus aspirantes a candidatos, a la
oposición política, y a los sectores del privilegio que ésta
encarna, las cosas no le salen bien.
El primer
chisporroteo ocurrió cuando la presidenta de la República, Cristina
Fernández de Kirchner, nombró como jefe del Ejército a César
Milani y el Senado, posteriormente, lo ascendió a teniente general.
Una insidiosa y artera campaña de desprestigio se descargó sobre el
alto oficial, perteneciente a una familia de larga militancia
peronista en su ciudad natal, Cosquín. Tanto de algunos sectores
progresistas cercanos al gobierno como de la totalidad de la
oposición, con el diario La Nación a la cabeza intentaron ensuciar
al nuevo jefe del Ejército con la represión en tiempos de la
dictadura. La foja de servicios del militar había pasado varias
veces por la instancia del Senado, en cada uno de sus ascensos, sin
que hubiera surgido ningún antecedente que se opusiera a su
promoción. Sin embargo, su ascenso a Teniente General revolvió las
aguas de la oposición. Resonaba en los sensibles oídos de la
oposición y de algunos sectores cercanos al oficialismo pero de
marcada vocación antiperonista, como la del periodista Horacio
Verbitsky, las palabras de Milani al hacerse cargo de su jefatura:
“Pretendo
aquí un Ejército maduro, (…) para acompañar el Proyecto Nacional
que hoy se encuentra vivo e instalado en el corazón y la mente de
los argentinos (…) Un Ejército Sanmartiniano, profundamente
comprometido con los valores de la argentinidad, la democracia y los
derechos humanos. (…)
Queremos un Ejército unido, integrado con las otras Fuerzas Armadas y comprometido con la sociedad a la que se debe, con el único fin de contribuir con el bien común de los argentinos y profundizar nuestra hermandad con los países de la Gran Patria Sudamericana. (…) Señora Presidenta, sepa de mi compromiso y el de todo el Ejército con las políticas de transformación emprendidas por usted” (la negrita es nuestra).
Queremos un Ejército unido, integrado con las otras Fuerzas Armadas y comprometido con la sociedad a la que se debe, con el único fin de contribuir con el bien común de los argentinos y profundizar nuestra hermandad con los países de la Gran Patria Sudamericana. (…) Señora Presidenta, sepa de mi compromiso y el de todo el Ejército con las políticas de transformación emprendidas por usted” (la negrita es nuestra).
Después
de años de ausencia de una política militar de contenido nacional y
popular, en el sentido que ella tuvo en tiempos de Perón o, para dar
un ejemplo más actual, en la Venezuela del presidente Chávez, las
palabras de un Jefe del Estado Mayor del Ejército retomaban el
proyecto de unas fuerzas armadas al servicio de un proyecto nacional.
Una foto de Hebe de Bonafini con el teniente general y un elogioso
título en el periódico de las Madres contrarrestaron fuertemente la
ofensiva y dejaron en evidencia la naturaleza política de los
cuestionamientos a Milani. La voluntad de Cristina, expresada en su
designación, y la correcta disciplina de los senadores del
oficialismo dieron por terminada la cuestión.
La
sorpresa Francisco
Fuimos
pocos los que desde el apoyo al gobierno de Cristina y una tradición
de Izquierda Nacional aplaudimos la elección de Jorge Bergoglio al
trono del Vaticano. En aquella oportunidad dijimos: “Más
allá de toda cuestión religiosa, confesional o corporativa, es
auspicioso que el primer Papa de la Iglesia Católica no europeo sea
un latinoamericano, hijo de esta ciudad de Buenos Aires, conocedor de
sus barrios humildes y comprometido con los intereses y expectativas
de los más pobres de nuestra patria”.
La oposición celebró hipócritamente el nombramiento, en el
convencimiento que las rispideces parroquiales entre el Arzobispo
Jorge Bergoglio y el presidente Néstor Kirchner se iban a trasladar
mecánicamente a Roma. Ahora iba a ser el mismo Papa el que pusiera
coto a la prepotencia, al autoritarismo y a la corrupción que La
Nación, Clarín y la oposición por ellos conducida atribuyen al
gobierno. Por su mente pasó aquella procesión de Corpus Christi el
10 junio de 1955, cuando liberales, masones y anticlericales se
pusieron en fila detrás del arzobispo de Buenos Aires para iniciar
el derrocamiento de Juan Domingo Perón.
Por
su parte, muchos analistas y comentaristas periodísticos del
kirchnerismo vieron en el nombramiento la misma imagen, la
entronización de un poder mundial, de amplio reconocimiento en la
opinión pública del país, que haría lo posible por desestabilizar
y derrotar al gobierno de Cristina. Nuevamente los artículos de
Horacio Verbitzky llevaban la impronta de una abierta y declarada
confrontación con el nuevo Papa, mientras los sectores kirchneristas
más vinculados al progresismo porteño extraían de su biblioteca
los viejos argumentos anticlericales del siglo XIX.
Afortunadamente
la visión presidencial fue más sagaz que la de sus opositores y
muchos de sus seguidores. Cristina celebró de inmediato el
nombramiento papal y viajó a la ceremonia de asunción, junto con
otro gran presidente de la región, Rafael Correa de Ecuador.
Y
a poco de andar, Francisco dejó en claro que nuestras expectativas
-fundadas no tanto en el conocimiento personal de Bergoglio, sino en
la contradicción principal del mundo contemporáneo entre el centro
y la periferia- no estaban desencaminadas. Más allá de los
innumerables gestos, casi cotidianos, con los que el Papa envía
señales al mundo entero, a los hombres de estado y a los simples
ciudadanos, más allá de iniciar la limpieza de los establos de
Augias en que se ha convertido el Vaticano, Francisco dio a conocer
un documento “Gaudium Evangelii” que posiblemente sea el texto
social más importante que se ha producido en lo que va del siglo
XXI.
“Así
como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para
asegurar
el valor de la vida humana,
hoy tenemos que decir «no a una economía
de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. (…) Hoy todo
entra dentro del juego de la competitividad y de la
ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como
consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se
ven excluidas
y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida”.
Estas
definiciones retoman una tradición del pensamiento católico, que
tuvo su explicitación conceptual en el Concilio Vaticano II y que,
durante los años 60 y 70 del siglo pasado, se convirtieron en
nuestro continente en bandera de lucha de miles de hombres y mujeres.
“Ya
no se trata simplemente del fenómeno de la explotación
y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda
afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se
vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin
poder, sino que se está
fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos,
«sobrantes»”, dice
Francisco en su documento.
Desde
los tiempos del Papa Montini, Paulo VI, estas palabras no se habían
escuchado y si, entonces, los documentos sociales de la Iglesia se
referían al fenómeno de la explotación de la sociedad capitalista,
en este se avanza en la caracterización de un modo de producción
que ya no incorpora explotados sino que descarta humanidad sobrante.
Eso, que es la característica de la rapacidad capitalista
imperialista en el mundo periférico, ha sido la experiencia
latinoamericana de Bergoglio y su contribución a un desplazamiento
geopolítico, religioso y político de consecuencias incalculables.
Y
aquí también las cosas le salieron patas para arriba a la
oposición. Poco a poco empezó a reflejarse en la prensa, que hasta
entonces lo sostenía como un nuevo restaurador de sus privilegios,
la desilusión y, en muchos casos, hasta el sarcasmo que producía la
sorpresa de Francisco. Llegaron a inventar operaciones de prensa
involucrando a Bergoglio en mezquinas trenzas locales. Viajaron a
Roma para sacarse fotos con el nuevo ícono y volvieron sin foto y
amargados. La respuesta desde Roma fue llamar al vicegobernador de la
provincia de Buenos Aires para que, después de entrevistar a
Francisco, anunciase a la opinión pública, pero sobre todo a la
Suprema Corte de Justicia, que el Papa apoyaba la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual. A todo esto, Cristina, ratificando el
rumbo fijado el primer día, estrechaba y afianzaba su personal
relación con el Papa, quien, aprovechando su visita a Francia, no
dudó en invitarla a una comida en sus dependencias.
El
mentiroso es el primer engañado
En
pleno mes de enero, con un récord en el desplazamiento turístico de
buena parte de la población, los sectores más concentrados de la
economía y, en especial, su sector financiero lanzan una miserable
embestida contra el valor del peso argentino en relación con el
dólar. Con el convencimiento generado por una interpretación falaz
del real estado de la economía de que la misma estaba al borde de
una quiebra similar a la del 2001, la presión sobre el peso tenía
como finalidad, no solo generar una masiva devaluación, sino voltear
a un gobierno al que suponían desvalido, inerme y en pleno
zafarrancho. Este error de apreciación deriva de la lectura de los
diarios y comentaristas que, cotidianamente, abruman a la ciudadanía
con sus apocalípticas previsiones y dan el efecto de sentido de que
nunca el país estuvo en peor situación económica. Lo curioso y
desconcertante de la situación es que esas falsas informaciones,
análisis y presunciones están destinadas, se supone, a engañar al
incauto público que cree religiosamente lo que se escribe o dice en
la prensa. Pero que no tienen como objetivo engañar tontamente a
los propios emisores de la falacia. Pero eso, y no otra cosa, es lo
que ocurre. Como en los más agudos casos de mitomanía, el
establishment económico de la Argentina es el primero en convencerse
de sus propias mentiras y, a partir de ello, todas sus previsiones
terminan en un estrepitoso fracaso. En este caso, una devaluación,
que muchos economistas nacionales estimaban como necesaria desde
hacía ya unos meses, puso el dólar en un nuevo nivel, muy por
debajo de la falsa expectativa que habían generado los
devaluacionistas del sistema financiero.
“El
ajuste cambiario es un reconocimiento de que había un atraso
producto de la apreciación que agravaba la escasez de divisas como
el problema más urgente; lo veo como un ordenamiento de una economía
que complicaba la gestión”,
sostuvo el economista industrialista Aldo Ferrer, quitándole
dramatismo a la cuestión. Simultáneamente, en un hecho
absolutamente novedoso en materia de devaluaciones, el gobierno lanzó
una serie de medidas, como los Precios Cuidados, destinadas a que el
nuevo precio del dólar no recaiga en los bolsillos de los más
pobres de la sociedad.
El paro de la
Sociedad Rural, el PO, Barrionuevo y Moyano
El desesperado
intento de “poner fin al ciclo Kirchner” en las próximas
elecciones hizo que Héctor Magnetto convenciese al ahora blanqueado
Hugo Moyano a llamar a un paro de 24 horas, en medio de las
negociaciones de paritarias y con difusos objetivos y consignas. Para
ello debió sumar al justamente desprestigiado Luis Barrionuevo y a
la mitad más vociferante e irrepresentativa de la CTA. A eso se
sumaron, como moscas en la miel, los grupos trotsquistas con fuerte
base en las facultades de Filosofía y Ciencias Sociales, que en un
verdadero prodigio retórico pretendieron enfrentar al “gobierno
patronal”, aliándose a las “burocracias patronales” y a la
Sociedad Rural Argentina, que también apoyó entusiasta el absurdo
paro. Una nueva Unión Democrática volvía a cristalizar , fogoneada
por las pantallas de TN que transmitían directamente de los diversos
piquetes con que se trató de impedir que los trabajadores
concurriesen a sus lugares de trabajo.
Acá también todo
salió mal. Por un lado, la intemperancia de los piquetes de la
estudiantil izquierda cipaya le quitó argumentos a los convocantes,
respecto a la adhesión al paro. Rápidamente, los que hasta el día
anterior habían abrazado al dirigente ferroviario teñido de
amarillo, señor Pollo Sobrero, intentaban deslindarse de los
piquetes, sabedores del impacto negativo que tiene en gran parte de
la población esos actos de violencia. Por el otro, quien quedó como
principal convocante del paro fue el gastronómico Luis Barrionuevo,
pese a que el sector fue uno de los que menos sintió el cese de
actividades. Los bares y restaurantes de Buenos Aires funcionaron casi
como un día normal. Pero, además, la intemperancia verbal de
Barrionuevo, que en todo momento manifestó su adhesión al Frente
Renovador de Sergio Massa, y que prometió que este candidato “los
iba a matar en las elecciones”, hizo sonar la alarma de los
asesores de imagen del diputado bonaerense, en la conciencia de que
la infinita capacidad de “piantar votos” del gastronómico los perjudicaría en las encuestas de opinión.
Y para terminar,
fuera del ámbito metropolitano el paro casi no tuvo repercusión
alguna. Lo que se buscaba era impactar sobre los medios para, una vez
más, intentar debilitar al poder político del Estado en miras al
2015. Para colmo, pocos días después, un tiroteo en una asamblea de
Camioneros en Rosario, con el resultado de un muerto y varios heridos
de bala, aclaró un poco más las características internas del
poderoso sindicato de Hugo Moyano.
Hacia el 2015 con
las banderas desplegadas
Cristina Fernández
de Kirchner, en particular, y el gobierno, en general, son los
protagonistas mejor dotados para incidir decisivamente en los
resultados de la próxima elección presidencial. En ella se pondrá
en juego el destino final de estos diez años de retorno a las
políticas fundacionales del peronismo: la soberanía popular, la
independencia económica y la justicia social. Cuanto más
fortalecido y con capacidad de juego logremos llegar a esos comicios,
mayor será la posibilidad de mantener y aún profundizar los logros
alcanzados en estos años.
Lejos de entrar en
un compás de espera, de imprudente inactividad, el gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner está dando y va a dar claros
indicios de su fortaleza y su capacidad de sortear y superar las
arteras jugadas de una oposición que, aunque poderosa, no encuentra
el rumbo político.
Más
Soberanía, más Justicia Social, más Patria Grande son las tareas
que nos permitirán afrontar el nuevo desafía con firmeza y vocación
de futuro.
Buenos Aires, 15 de abril de 2014
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