Días atrás
estuve en la Embajada de Venezuela, en un desayuno donde la
canciller, Delcy Rodríguez, con su brazo en cabestrillo a
consecuencia de la agresión sufrida el día anterior por parte de
miembros de la Policía Federal y personal de seguridad del
Ministerio de Relaciones Exteriores, conversó con distintos
invitados sobre la situación del Mercosur, la posición del gobierno
venezolano y otras cuestiones.
La canciller es
una mujer joven, menuda y con rasgos típicamente latinoamericanos,
de voz suave y expresión tranquila y armónica. Lucía serena, pese
a la situación que acababa de vivir. Comentábamos en la mesa que
si, en 1880 el canciller del Imperio Austro-Húngaro hubiera sido
agredido por unos gendarmes franceses al intentar entrar en el Quai
D'Orsay, la Primera Guerra Mundial se hubiera adelantado unos treinta
y cuatro años, tal era la magnitud de la ofensa recibida. El hecho
no tiene antecedentes en la diplomacia argentina y creo que tampoco
en la mundial. Venezuela es un país soberano, miembro del Mercosur,
amigo de la Argentina desde siempre.
El gobierno
conservador de Julio Argentino Roca, a través de su ministro Luis
María Drago, brindó, en 1908, un decisivo apoyo político a
Venezuela, cuando las armadas de varios países europeos bloquearon
sus puertos, como respuesta a la declaración de una moratoria de su
deuda externa por parte del presidente Cipriano Castro. Venezuela
nunca olvidó esa noble actitud argentina. Recibió generosamente a
miles de exilados de la dictadura cívico militar de 1976, apoyó
desde siempre y de manera efectiva el reclamo argentino sobre
Malvinas y se solidarizó con nuestro país, contra la Task Force
británica, cuando recuperamos las islas en 1982. Nos dio una mano
abierta y pródiga en el 2003, cuando el default amenazaba la
política de recuperación nacional iniciada por Néstor Kirchner,
fue cliente de nuestra industria agromecánica, logrando que empresas
familiares del interior del país se convirtieran en exportadoras de
sus sembradoras, cosechadoras y otras máquinas agrícolas. Nuestro
país y Venezuela lograron desbaratar, en el 2005, en la histórica
Cumbre de las Américas, el intento colonizador del ALCA. Hay
profesores argentinos, muchos de ellos ya retirados, en las mejores
universidades venezolanas, y cientos de profesionales de aquel país
se formaron y se siguen formando en nuestras universidades. He
conocido profesionales que recuerdan con precisión y nostalgia
algunas esquinas porteñas, gracias a sus años de estudio en nuestra
Capital Federal.
Recuerdo los ojos
llenos de lágrimas del diputado Carlos Escarrá Malaver
-prematuramente fallecido- al entrar al espacio dedicado a Evita en
la CGT. Su madre, una morena mujer de pueblo, le había hablado de
niño de aquella mujer que velaba por los más pobres y no podía
irse de la Argentina si evocar su obra y su vida.
Los hombres y las
mujeres más longevas de aquel país todavía guardan en su memoria
con emoción el final del célebre Gran Premio de América del Sur de
1948, donde las figuras de Juan Manuel Fangio y Oscar Gálvez se
convirtieron en ídolos para la multitud de entusiastas del
automovilismo. En aquella oportunidad, Oscar Gálvez detuvo su marcha
para auxiliar a su eterno competidos Juan Manuel Fangio quien había
sufrido un accidente que costó la vida de su acompañante, Daniel
Urrutia. El auto de Oscar Gálvez, a muy poca distancia de la llegada
en Caracas, sufrió un desperfecto que lo dejó fuera de la
competencia y logró alcanzar la meta gracias a los espectadores que
empujaron su auto hasta la línea final.
Quien ha vivido en
Venezuela puede testimoniar que aquellas jornadas y aquellos hombres
viven en el corazón de los venezolanos. Para no hablar de la
popularidad que aún hoy tienen en aquel país las canciones de
Leonardo Favio y de Leo Dan. O como está vivo el recuerdo del famoso
productor radial Tito Martínez del Box, creador en Buenos Aires de
La Craneoteca de los Genios, y exilado en Caracas por la dictadura de
Aramburu y Rojas. Martínez del Box hizo historia en la radio
venezolana a punto que muchos han olvidado el lugar de su nacimiento.
De modo que la
alevosa agresión cometida por Macri y su ministra de Relaciones
Exteriores, la súbdita española Susana Malcorra, fue, como la
ejecución del Duque de Enghien, “algo peor que un crimen, fue
un error”, según dijera Talleyrand.
La única pregunta
que le formulé a la señora Rodriguez fue si Venezuela pensaba
exigir un retiro del embajador argentino en Caracas y el consecuente
retiro de su embajador en Buenos Aires. La respuesta que me dieron la
canciller Delcy Rodríguez y el embajador General Carlos Martínez
Mendoza fue rotunda. “Ese acto fue una provocación para que
hagamos eso. El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela no
va a caer en esa provocación. De ninguna manera tenemos pensado ese
tipo de respuestas. Para nosotros es muy importante seguir
manteniendo nuestra representación en la Argentina, nuestro contacto
y nuestro vínculo con el pueblo argentino, que lo sabemos respetuoso
y solidario con Venezuela y su Revolución”. Cito de memoria
pero con precisión.
Creo que la
respuesta recibida a mi preocupación es la única que corresponde
políticamente. Los argentinos queremos seguir teniendo
representantes oficiales de Venezuela en nuestro país. Queremos que
el embajador pueda seguir participando en las inauguraciones de
escuelas que llevan el nombre del Libertador Simón Bolívar.
Queremos que los estudiantes y residentes venezolanos sigan teniendo
su embajada y su cónsul. Queremos seguir rindiendo homenaje al 19 de
abril de 1810 y a la Batalla de Carabobo. Queremos seguir dialogando
e intercambiando opiniones e información con los venezolanos a
través de su embajada.
Han llegado
noticias desde Caracas de declaraciones que piden el retiro del
embajador argentino en aquel país. Creo que sería un error, más
allá de la indignidad que ese embajador representa y del agravio
sufrido por la honra y la dignidad venezolana. Confío en la
serenidad revolucionaria de los compañeros venezolanos, del
presidente Nicolás Maduro y la canciller Delcy Rodríguez.
Los momentos
difíciles son para conservar la cabeza fría y el corazón ardiente.
¿Qué más querría el imperialismo norteamericano que aislar a
Venezuela de Argentina, que separar a Bolívar de San Martín?
Los compañeros
venezolanos, el gobierno de la Revolución Bolivariana, sabe que ni
la imperdonable agresión sufrida por Delcy Rodríguez, ni la afrenta
del Mercosur expresan los deseos profundos de nuestro pueblo, nuestra
amistad y cariño por los venezolanos y su tierra, nuestra
solidaridad con su indoblegable lucha antimperialista y por la unidad
de América Latina.
Y estos sinceros
sentimientos queremos poder expresarselos a los representantes en
nuestro país de aquel gobierno al que acompañamos en sus esfuerzos
por aplastar la reacción interna y externa.
Buenos Aires, 16
de diciembre de 2016.
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